Nota preliminar: Este trabajo habla de producción y crecimiento económico evitando la palabra “desarrollo” por razones estrictamente científicas: no puede existir desarrollo sin una economía productiva con crecimiento económico sostenido. Por eso, cuando los políticos hablan de “desarrollo económico” en sus discursos sin tener siquiera un plan de generación de riqueza previo, es porque no tienen idea de lo que dicen

El problema

Estoy notando con gran preocupación que se está enquistando nuevamente día a día en la sociedad el pensamiento liberal y monetarista de manera muy peligrosa. Esto ya ocurrió muchas veces en nuestro país, pero siempre hubo fuerzas políticas productivistas contrarias como para rebatir ese pensamiento. Hoy esas fuerzas ya no existen y solo quedan políticos y economistas liberales que no proponen el cambio de fondo que el país necesita, generando así el peligro de que el pueblo, de tanto escuchar siempre lo mismo, termine creyendo que dicho análisis es cierto y sus propuestas beneficiosas para el país. Cuando en realidad es todo lo contrario.

El pueblo debe tener bien en claro el significado del pensamiento liberal y sus objetivos. Debe saber que el análisis económico que utiliza no es aplicable para la realidad de nuestro país y que por lo tanto son falsas las conclusiones a las que arriba, tanto desde el punto de vista conceptual como en el resultado de sus políticas. El liberalismo es un conglomerado global de gran poderío económico que actúa en todo el mundo en función de sus propios intereses mediante diferentes negocios, adoptando la forma necesaria para llevarlos a cabo según sean las condiciones jurídicas y políticas de cada país. Estos negocios son básicamente de tipo comercial referidos a concesiones exclusivas o explotaciones estratégicas de recursos naturales, o bien de carácter financiero basado en transacciones bancarias o bursátiles que varían según las condiciones políticas y monetarias de cada economía. En definitiva, el pueblo debe saber que el liberalismo actúa siempre en función de sus propios intereses y que difícilmente son compatibles con los intereses nacionales, sino más bien opuestos. Su armonización solo es posible teniendo plena conciencia de los mismos y obrando inteligentemente para orientarlo tal como hicieron Frondizi y Frigerio en el caso del capital extranjero.

La realidad nos muestra que al día de hoy solo quedan economistas liberales en la escena política y de análisis económico de la realidad del país. Y que ésta es una situación generalizada, ya que se presenta tanto en el ámbito profesional privado e independiente, como en el político gubernamental y partidario. Razón por la cual, es inevitable que finalmente se escuche siempre lo mismo, bajo el mismo método de análisis y con las mismas conclusiones que, como ya dijimos, son falsas, más cuando en la otra vereda se encuentra un populismo sin rumbo alguno ni estrategia.

En consecuencia, quedan relegados los pocos políticos o economistas productivistas, y mucho más los desarrollistas, con un proyecto de gobierno concreto basado en la producción y el crecimiento económica. Solo quedan propuestas liberales y los populistas de siempre que fundieron al país y ya no tienen recursos para seguir aplicando sus políticas demagógicas.

Y como en definitiva, de una u otra manera, todos piensan igual y dicen siempre lo mismo, existe el riesgo concreto de que el pueblo al escuchar constantemente las mismas conclusiones y los mismos términos de análisis, termine pensando que el pensamiento liberal es cierto.

Veamos primero un resumen del escenario al que me refiero.

Todos liberales 

Son liberales los economistas profesionales independientes consultados por los medios de comunicación, escritos u orales, como así también los periodistas especializados en economía. Algunos son más conocidos que otros, pero todos son presentados con seriedad profesional para opinar sobre temas de la coyuntura actual, como la suba del dólar o de la inflación y que siempre arriban a las mismas conclusiones pues utilizan el método de análisis liberal.

También son liberales los economistas políticos actualmente en carrera para las próximas elecciones. Aquí no solo se trata de Milei y Espert, que cuando menos son parte del movimiento liberal activo, sino de aquellos economistas pertenecientes a partidos políticos hegemónicos, como es el caso de la UCR con López Murphy, Martín Lousteau o Martín Tetaz, por ejemplo. En este grupo de economistas debemos incluir además a los asesores técnicos que trabajan para los partidos políticos como Hernán Lacunza en JxC o bien a Carlos Melconian desde la Fundación Mediterránea.

Finalmente llegamos a la estructura económica actual creada por Martín Guzmán, basada en las más elementales y burdas medidas económicas de ortodoxia liberal, como lo son el desdoblamiento cambiario, el endeudamiento interno y externo y los controles de precios, que hoy no solo permanecen, sino que han sido profundizadas por el actual Ministro de Economía Sergio Massa.

Creo que esta situación, inédita,  representa un escenario perfecto para los intereses multinacionales: tener al frente del Ministerio de Economía a un viejo aliado liberal que no es economista, sino un operador político y facilitador de negocios, como lo es Sergio Massa, con la máxima autoridad de decisión y a la vez con aspiraciones presidenciales.

Como prueba de la continuidad y profundización del esquema económico, es más que suficiente citar la multiplicación del desdoblamiento cambiario que ya existía (dólar soja, dólar Qatar, etc.), el otorgamiento de un tipo de cambio superior por tiempo limitado para conseguir divisas mediante operaciones del agro (que de hecho ya estaban gastadas de antemano), el constante proceso de endeudamiento interno y externo y la implementación de un nuevo plan de control de precios llamado “Precios Justos”, entre otras medidas oportunistas, coyunturales e intrascendentes.

Era lógico que un operador de negocios como Massa mantuviera la estructura económica vigente para dedicarse a su función específica. De ellas citaremos solo dos: la concesión de la explotación de yacimientos de litio del noroeste a favor del grupo Vila-Manzano y el mega canje de deuda con los bancos para postergar los próximos vencimientos al 2024 y 2025 en condiciones de absoluta seguridad para ellos.

De todos los objetivos que planteó Massa al comienzo de su gestión, los únicos que se encuentran en pleno funcionamiento son los correspondientes a un inmenso conglomerado de negocios a favor de los intereses que representa.

Un plan productivo y la convicción de un pueblo

Como queda claro el panorama político para las próximas elecciones no es nada alentador, como tampoco lo es el escenario actual.

Hoy contemplamos con impotencia la absoluta incapacidad e inoperancia del gobierno nacional en todas sus áreas, que aún mantiene su disfraz popular mientras lleva adelante una política económica liberal ortodoxa de la más baja calaña y con un Presidente que superó ampliamente cualquier pronóstico previo de ineptitud para el cargo.

Esta situación ha generado un enfrentamiento irreconciliable dentro del oficialismo, que tiene paralizado institucionalmente al país desde hace cuatro años y que tiene frente a él a una oposición absolutamente incapaz de revertir dicha situación, que también está enfrentada y con serios riesgos de disolución.

El común denominador es que todos están peleados con todos, se echan la culpa mutuamente y solo piensan en ganar las próximas elecciones, sin tener una sola propuesta seria para cambiar la situación.

La Argentina no resiste más este interminable proceso de empobrecimiento económico y degradación social que ya lleva más de un siglo y del cual el pueblo debe tomar conciencia para impedir que se siga ocurriendo.

El pueblo debe comprender que el país necesita de un cambio total de rumbo económico y político y debe exigir a las próximas autoridades la urgente puesta en marcha de un plan productivo integrado y de generación de riqueza como Política de Estado para el futuro.

Este Plan se trata de un conjunto de políticas económicas que conformen un programa integrado de inversión y crecimiento productivo para el país, basado en su inmensa e inagotable riqueza natural y en el potencial de sus fuerzas productivas y empresariales, que aún existen y deben ser correctamente utilizadas.

Únicamente el pueblo con la plena convicción de la necesidad de dicho programa, puede exigir a las próximas autoridades políticas y sectoriales su inmediata creación e implementación, utilizando el poder supremo que le otorga la Constitución a través del voto y del reclamo popular.

En el siglo pasado, solo dos países de América Latina tuvieron un Plan de Desarrollo Productivo para sus naciones. El primero fue Brasil en 1954 bajo la presidencia de Getúlio Vargas que ya tenía en mente un plan de desarrollo para el país y sentó las bases para su concreción. Vargas se suicidó en 1954 faltando dos años para la expiración de su mandato, pero antes dejó al frente del proceso a Juscelino Kubitschek, que era gobernador de Minas Gerais y natural sucesor para las próximas elecciones de 1956, inaugurando la planta siderúrgica de Mannesmann y consolidando así el proceso futuro de desarrollo económico.

El otro proceso de desarrollo en América Latina fue el de Argentina en 1958 bajo la presidencia de Arturo Frondizi, pero con la diferencia de que el presidente anterior Juan D. Perón no estaba de acuerdo con el plan de transformación y desarrollo que Frondizi proponía. Al margen de los innumerables obstáculos y oposiciones que soportó Frondizi en su corta gestión de cuatro años, la falta de apoyo de Perón resultó decisiva para el fracaso de su plan de transformación y desarrollo futuro, facilitando así la continuidad de los golpes de estado e interrupción de los procesos democráticos. Como vemos, todo lo contrario a lo que ocurrió en Brasil.

Pero además, la otra gran diferencia entre ambos casos radica en que en Brasil el pueblo acompañó el proceso de desarrollo económico llevado adelante por Kubischek, que fue el siguiente presidente y generó las políticas de estado que hoy hacen del Brasil una de las economías más fuertes del mundo.

En nuestro país paso todo lo contrario. El pueblo no acompañó el proceso de desarrollo que propuso Frondizi. Y por eso estamos como estamos.

El papel del pueblo en todo este proceso es crucial. La gente puede ser otra y las generaciones siguieron pasando pero el problema sigue siendo el mismo: el subdesarrollo.

Ya perdimos la oportunidad una vez teniendo el plan y quien lo llevara a cabo. Ahora pareciera no tenemos esa posibilidad. Tampoco tenemos, culpa de la grieta, la unión del pueblo con la convicción de la necesidad y urgencia de un cambio de rumbo detrás de un proyecto productivo y crecimiento económico como política de estado con vistas al desarrollo futuro del país. Quizás ese líder necesario sea quien consagre eso dos objetivos en un plan de gobierno, algo que aspiró pero no logró ultimar Arturo Frondizi: el encuentro de los argentinos en post de un proyecto de integración y desarrollo nacional.