Vivimos un momento excepcional causado por la pandemia del COVID-19. Y en este momento excepcional, la naturaleza nos ha enviado un mensaje: para cuidar de nosotros mismos, primero debemos cuidar de ella. Llegó la hora de reaccionar. De darnos cuenta. De reconstruir algo mejor, para las personas y el planeta. En este día mundial del medio ambiente, llegó la hora de la naturaleza.
Esto significa, en primer lugar, que llegó la hora de la transición energética. Las compañías eléctricas de todo el mundo emprendieron cambios estructurales, bajo cuatro premisas: descarbonización, descentralización, digitalización y diversificacion. Este nuevo paradigma tiene como fin ultimo disminuir la huella de carbono.
Para adentrarnos en tema, hay que empezar por lo conceptual. Podemos definir la energía como «la fuerza motora, fuente de casi todas las actividades humanas». Sería difícil pensar un mundo sin ella. Ahora bien, ¿alguna vez se imaginaron su vida sin energía eléctrica? La mayoría de los recursos que se utilizan para su generación provienen de recursos no renovables, como el carbón, el petróleo y el gas. Son combustibles que, además, generan gases de efecto invernadero (GEI), causa principal del cambio climático. Si ahora les dijera que existe una forma de generar energía de manera sustentable, a través de fuentes renovables, que no perjudica a nuestra generación ni las generaciones futuras, ¿qué harían al respecto?
En este día me gustaría que reflexionáramos hacia donde vamos, teniendo en cuenta un medio clave para cumplir con nuestros objetivos, que es la energía eléctrica. Existe un fuerte vínculo entre el desarrollo económico de las sociedades y el consumo energético per cápita. Conforme aumenta el desarrollo humano, aumenta el consumo per cápita. Entre 1971 y 2014, se multiplicó por 2,6 el consumo global de energía eléctrica, según datos del Banco Mundial. Cada año que pasa gastamos mucha más energía que el año anterior. El desafío es contener esa demanda.
El efecto de los combustibles fósiles en el cambio climático
El clima en la tierra está cambiando y esto repercute en el funcionamiento de los ecosistemas. Habrán notado los veranos más calurosos, los inviernos más fríos y las reiteradas catástrofes naturales —como incendios, terremotos, huracanes, tsunamis, extinciones de especies, inundaciones, sequías —. Los recursos escasos de los Estados deben destinarse cada vez más a contrarrestar las consecuencias de estos fenómenos, en las ciudades y en el ámbito rural. El cambio climático afecta a nuestras economías y sociedades. Lenta y silenciosamente, perdemos calidad de vida.
Desde hace 50 años se trata esta temática en las cumbres del clima. Los científicos han asociado las causas del cambio climático a la actividad humana que generan emisiones de dióxido de carbono. En especial, al uso de combustibles fósiles: dos tercios de los GEI se originan en el uso de este tipo energía. El efecto invernadero imposibilita que gran parte de la radiación que la tierra absorbe del sol o de su propio interior sea emitida hacia el espacio exterior, lo que provoca un calentamiento cada vez mayor del planeta.
El 12 de diciembre de 2015 se produjo un evento fundamental en la lucha global contra el cambio climático. En la Conferencia de París sobre el Clima (COP21) se aprobó un acuerdo, que se hizo conocido como el Acuerdo de París. Los países que suscribieron se fijaron una meta en aquella cumbre: mantener el incremento de la temperatura de la tierra por debajo de los 2 grados centígrados. Y se comprometieron a extremar los esfuerzos para no superar un aumento de 1,5 grados centígrados. Una vez superado el límite de 2 grados, advirtieron, los daños serían irreversibles para nuestro ecosistema. Nuestro pais es uno de los comprometidos a cumplir con este objetivo. Lamentablemente, el Acuerdo de París ha sufrido duros reveces en los últimos años. El más duro fue la retirada de EEUU, la mayor economía del mundo y, por lo tanto, la mayor responsable de la emisión de GEI. A pesar de los traspiés, el Acuerdo de París sigue siendo la principal referencia en materia de coordinación global para combatir el cambio climático.
Argentina aporta el 0,7% de las emisiones globales de GEI. El 53% de los GEI del país proviene del sector energético, mientras que el 39% es generado por la agricultura, la ganadería y otros usos de la tierra, el 4% por procesos industriales y otro 4% por los residuos, según el Inventario de Gases de Efecto Invernadero, publicado en 2014.
El crecimiento de las energías renovables
Con el uso de fuentes de energía renovable y medidas de eficiencia energética se puede reducir el 90% de las emisiones de GEI del sector energético, calcula la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés). Con un impacto de esa envergadura a escala global, sería suficiente para cumplir con los objetivos fijados por el Acuerdo de París.
En todo el mundo se está invirtiendo cada vez más en energías renovables. Aproximadamente, la mitad de la nueva potencia instalada para generación de electricidad utiliza fuentes renovables. Solo en 2017 se incorporaron 167 gigawatts de tecnologías renovables, según los datos de IRENA, una potencia suficiente para abastecer a todo Brasil.
Un beneficio adicional de las energías renovables es la generación de empleo calificado. En 2017, el sector generó 10,4 millones de empleos en todo el mundo y 17.000 en Argentina. También mejoran la calidad del aire, lo que tiene un impacto en la salud de la población. Las tecnologías utilizadas, además, se instalan en forma modular, lo que las hace menos propensas a fallas de gran escala y pueden implementarse rápido, donde sea necesario, siempre que el recurso esté disponible. La mejora en la confiabilidad, el descenso de los costos y las políticas de promoción han permitido el acceso a la energía a la población rural del país que no tiene luz por estar alejada de las redes de distribución, a través de la instalación de sistemas autónomos y miniredes, lo que significó un incremento en la calidad de vida de los habitantes rurales de Argentina.
La promoción de las renovables en Argentina
A partir de 2015, el gobierno argentino implementó una serie de programas de alcance nacional para promover el uso de energías renovables. Son el PERMER, el RenovAr, el MinRen y el MaTer. Gracias a estas políticas, entre 2015 y 2019 se aceleró la transición energética en Argentina y la contribución de las fuentes de energías renovables pasó de un 2% al 7% del consumo de energía eléctrica nacional, según el informe de gestión de la Secretaría de Gobierno de Energía de la Nación.
El Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (PERMER) tiene como objetivo brindar acceso a la electricidad, a partir de energías renovables, para la población rural dispersa del país. El proyecto —que está en la segunda etapa— fue innovador y tuvo un gran impacto social. Hasta el momento, se han concluido 30.000 instalaciones de sistemas fotovoltaicos, eólicos y termosolares, en 19 provincias. Esto benefició a más de 25.000 hogares rurales, 1.800 escuelas y 350 instituciones de servicios públicos que están alejadas de la red eléctrica nacional.
El programa RenovAr fomenta la inversión en tecnologías renovables a través de beneficios fiscales y del Fondo para el Desarrollo de Energías Renovables (FODER), que ofrece financiamiento y garantías para los proyectos. Para incentivar la diversificación geográfica, el programa establece cupos por región para cada licitación. Las tecnologías alcanzadas por el mismo incluyen la eólica, solar, geotérmica, mareomotriz, de corrientes marinas, hidráulica menor a 50 megawatts, de gases de vertedero y biocombustibles. Se realizaron cuatro rondas de licitaciones RenovAr 1, RenovAr 1,5 y RenovAr 2, la cuarta fue en el marco del programa MinRen. Todas las licitaciones están sustentadas en el Régimen de Fomento Nacional para el uso de Fuentes Renovables de Energía (ley 27.191).
Por último, el programa MaTer apunta a un mercado particular, con una regulación específica, dentro del cual se dan las operaciones de compra y venta de Energía Renovable entre privados. Tiene como objetivo que los grandes usuarios del Mercado Eléctrico Mayorista (MEM), con demandas de potencia iguales o mayores a 300 kilowatts, tengan una alternativa para adecuarse a la Ley 27.191 por cuenta propia y no necesariamente como parte de la compra conjunta, instrumentada en el Programa RenovAr.
La nueva gestión tiene la responsabilidad y el deber de continuar con el impulso y fomento de la utilización de la energía renovable. Es necesario el compromiso político para lograr una transición energética que nos otorgue un equilibrio y estabilidad energética en el tiempo, y sobre todo, para contribuir con el objetivo asumido en la firma del Acuerdo de París. Nos encontramos ante una lucha necesaria e impostergable.
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