El 1° de mayo de 1958 asumió la presidencia el radical intransigente Arturo Frondizi, que había enfrentado como titular de la Unión Cívica Radical la escisión encabezada por Ricardo Balbín, que se terminaría quedando con el sello partidario años después. Frondizi, en un discurso memorable en el que hace una descripción dramática de la economía argentina en frases como “la gravedad de la situación ha pasado quizá inadvertida, tras un volumen de gastos (estatales) que, al tiempo que infundía una falsa euforia, contribuía a acelerar el proceso (de deterioro)”. Inspirado por su más cercano colaborador Rogelio Frigerio, dedica 1958 al sinceramiento de las variables: el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos, los combustibles y también los salarios, esto último sin duda constituye una originalidad no vista en otros procesos de ajuste.
Lo notable de este plan es que se propuso inmediatamente acelerar la puesta en marcha de la planta de SOMISA en San Nicolás de los Arroyos, para tener una producción necesaria para la provisión de acero a las decenas de empresas automotrices que comenzaron a radicarse en el país, sobre todo en Córdoba, que pudieron así quintuplicar la producción de automóviles en tres años. Simultáneamente en un gesto simbólico, el presidente Frondizi asumió como presidente de YPF y nombró como su delegado personal a Arturo Sábato para llevar adelante un plan urgente de inversiones a través de la empresa estatal, que logró en 1961 triplicar la producción petrolera de 1958. Vale destacar que no se habilitó la explotación privada sino que YPF contrataba la exploración, el transporte y la explotación de pozos en forma directa a través de convenios públicos con petroleras privadas. A esta política industrial se sumó el esfuerzo de aumentar la producción y exportación de carne, ya que el gobierno sostenía la necesidad de tecnificación del agro como un elemento de dinamización veloz de la economía.
Al comenzar 1959 se puso en marcha el plan de estabilización, que contempló el ajuste del gasto público para encaminar el presupuesto hacia el superávit a través de un llamado a la eficiencia del Estado: “No produciremos nuevas estatizaciones, puesto que los graves problemas económicos que afronta el país no se resolverán transfiriendo actividades del sector privado al sector público”. La inflación se explicó así: “El forcejeo entre precios y salarios es consecuencia de la legítima resistencia de los distintos sectores de la población a aceptar un decrecimiento de su nivel de ingresos. Buscaremos el equilibrio en una economía de abundancia, en la que cada aumento de salarios signifique una conquista real y efectiva del trabajador en el goce de mayores bienes”.
Luego de las turbulencias producidas por la inflación, que en 1958 alcanzó el 31,6% y en 1959 se disparó hacia el 113,7%, para comenzar a bajar netamente en 1960 al 26,6%; en 1961 al 13,7% y llegar a la deflación en los tres primeros meses de 1962; se produce la consolidación del crecimiento del PBI, que con altibajos se mantuvo hasta fines de la década de 1960. Sin embargo, el contexto político se fue deteriorando por el compromiso de Frondizi de permitir la participación electoral del peronismo, movimiento liderado a la distancia por Juan Domingo Perón desde el extranjero. Puede afirmarse que la miopía de la mayoría de los jefes militares, que buscaban la desaparición del peronismo en vez de su incorporación a la vida política, hizo que el 29 de marzo de 1962 fuera destituido Frondizi, y se evitó un gobierno militar con la asunción del jefe del Senado, pero esa es una historia apasionante que no tiene que ver con los ajustes de la economía.
Extracto de: El ajuste económico durante 150 años de historia argentina | Eduardo Lazzari
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