fratelli tutti
El papa Francisco en una audiencia general en la Plaza de San Pedro. /Prensa del Vaticano

El Papa Francisco firmó sobre la tumba de San Francisco de Asís su tercera carta encíclica, Fratelli tutti, que es un llamado a la fraternidad y a la amistad social. En ella encontró las páginas para presentar de la forma más pura su cosmovisión sobre los temas políticos, sociales y espirituales.

Inspirada por las enseñanzas del patrono de los franciscanos, la nueva encíclica papal realiza un análisis profundo de la situación actual y pone al desnudo el flagelo social y sanitario que provoca la pandemia. Francisco encuentra en la irrupción del COVID-19 una oportunidad para repensar los estilos de vida, la organización de las sociedades y el sentido de nuestra existencia. El Papa sueña que, cuando el drama de la pandemia finalice, emerja sociedad nueva en la que todo el dolor sufrido no haya sido inútil y se pueda avanzar hacia una «nueva forma de vida» en la que participen «todas las manos y todas las voces».

En los últimos días de marzo, cuando el virus no daba tregua en la península itálica, el Papa declaro desde una solitaria Plaza de San Pedro: «Estamos todos en la misma barca y somos llamado a remar juntos». La globalización, quedó demostrado, no es sinónimo de integración. Gracias al avance de la tecnología y del mundo digital, el mundo está cada vez más conectado entre sí; sin embargo, las brechas de desigualdad tienden a acrecentarse cada vez más y el individualismo de muchas naciones está conduciendo hacia a una desintegración que nos divide bruscamente a unos con otros.

En un momento donde reina la desconfianza contra lo desconocido, Fratelli Tutti pone de manifiesto una de las más grandes cruzadas de Francisco durante sus siete años pontificado: el acogimiento a las personas migrantes. En este tema, Francisco reivindica el concepto de la dignidad humana y clama que sea respetado en las fronteras, centrando la mirada en  el rostro de aquellas personas que se despegan de su tierra natal para buscar un futuro mejor sin guerras, persecuciones ni catástrofes naturales.

El Papa propone un «mundo abierto», pero no solo desde lo digital, sino también garantizado por un ordenamiento mundial que impulse la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos, cuyos pilares sean la fraternidad y la solidaridad. En este mundo abierto que anhela Francisco, la mirada debe estar dirigida tanto a lo global como a lo local, sin caer en ninguno de los extremos: ni renunciar al tesoro de la propia tierra ni caer en un narcisismo localista que tiende un encierro ciego.

La política y el rol del Estado

Respecto al rol del Estado y los gobernantes, el Papa rompe con la idea de que les debemos una sumisión pasiva. Plantea que es una actitud infantil esperar todo de quienes nos gobiernan y que, por el contrario, tenemos la posibilidad de iniciar y generar nuevas transformaciones desde abajo, de a uno, y «pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo».

Adentrándose en el campo de la política, el pontífice de las periferias alerta sobre las políticas que dificultan el acceso a un desarrollo común de los pueblos al alejarse del servicio de toda la familia humana. No es la primera vez que un papa critica las formas liberales aplicadas al arte de gobernar, así como tampoco es novedosa su crítica al desequilibrio que genera el servilismo a cualquier sistema que no tenga como centro el bien de toda persona humana. Pero sí lo es que la nueva encíclica papal se encargue de dedicarle un duro castigo al populismo, que —en palabras de Francisco— busca cautivar con «cualquier signo ideológico» con el fin de colocar al pueblo al servicio del proyecto personal y perpetuación en el poder del líder.

Producto del desconocimiento, la mala fe o la recepción de noticias manipuladas para un fin subjetivo, en cierto sector de la sociedad persiste el prejuicio de que el papa Francisco milita una visión estatista, pobrista y asistencialista. En Fratelli Tutti, Francisco deja bien en claro que la mejor ayuda para un pobre es el trabajo, ya que les permite tener una vida digna. Y que, consecuentemente, los planes asistenciales deben pensarse únicamente como respuestas pasajeras porque «el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social». En una Audiencia General de agosto de este año, el Papa ya había manifestado que la opción preferencial por los pobres «es un impulso para pensar y diseñar una economía donde las personas —y sobre todo los más pobres— estén en el centro” y no de asistencialismo.

Las palabras de Francisco buscan resonar en un contexto en donde hacen más ruido los generadores de grietas y los marcadores de divisiones. Para romper esta lógica enfermiza que está llevando a la perdición todo lo que alguna vez se pudo construir en conjunto, el Papa propone transformar el «otro» en un «nosotros» que habita en la misma casa común. Mientras denuncia que la política se está convirtiendo en «recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz», llama a construir una sana política «que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis».

Construir la mejor política, a la que hace referencia Francisco en la encíclica, es posible si se incorpora una actitud fundamental: el diálogo. Esta actitud de acercamiento y escucha difiere de un mero intercambio de opiniones. Dice el Papa que los héroes del futuro serán aquellos que, sosteniendo con respeto una palabra cargada de verdad, estén preocupados por la búsqueda conjunta del bien común y dejen de lado la pretensión de imponer la propia forma de pensar para adquirir beneficios exclusivamente personales. En este camino de tender puentes para alcanzar un diálogo real y sincero, que pose la mirada en el largo plazo, es necesario reconocernos como integrantes de una sociedad pluralista, en la que cada postura puede ser enriquecida e iluminada por una variedad de aportes y perspectivas que podemos desconocer. Si bien este tipo de diálogo no suele ser noticia, el Papa señala que «ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta».

Fratelli Tutti se presenta como una voz digna de ser escuchada. En un escenario mundial que prima el ruido de la división, la desconfianza constante y aparecen cada vez más peligros comunes, la propuesta de la fraternidad es un camino posible al que debemos prestar atención. Sumando los documentos eclesiales precedentes a su pontificado, el papa Francisco realizó una recopilación de todos sus discursos y documentos para centralizar en una encíclica cuál es el mundo que quiere construir desde el sillón de San Pedro. Un mundo abierto, que no excluya a nadie y que fomente una cultura del encuentro. Si lo anterior a la pandemia nos llevó a la desesperación y al replanteo de toda nuestra existencia, ¿por qué no cambiar de paradigma e intentar por la propuesta franciscana?