Viñedo cerca de Mendoza — Fotografía de stock del banco de imágenes libres de derechos
Viñedo cerca de Mendoza — Fotografía de stock del banco de imágenes libres de derechos

El primer paso para identificar el potencial de las provincias es derribar los mitos, plantea Ángel Cirasino, exministro de Gobierno de Mendoza, quien se destacó como militante desarrollista en Mendoza, fue candidato a gobernador por el MID en 1983 y actualmente es consultor de empresas. . Entre esos mitos hay algunos muy arraigados en el ideario de la provincia cuyana, advierte. Como que el núcleo de su economía son la vitivinicultura y el petróleo. La provincia tiene capacidad para desarrollar diversas actividades y cierta autonomía, al punto de que se instaló la consigna de una posible independencia. Más allá de que la separación no está prevista por la Constitución Nacional, ¿es viable económicamente el Mendoexit?

Mendoza es semidesértica. Solo el 4% del territorio es utilizado para usos humanos: producción o ciudades. Esto se vincula con la escasez de agua. «La agricultura no es la principal actividad de Mendoza, hay que desmitificarlo», subraya. Para Cirasino es necesario volver a legislar en materia del uso del agua, para que la asignación sea en función del uso y no de la propiedad de la tierra.

La provincia tiene una de las normativas legales de agua más viejas de América. La ley establece que los usuarios eligen los tomeros —los que distribuyen el agua—, quienes a su vez eligen los inspectores de cauce. En el vértice superior del sistema está el Consejo de agua. «Fue una institución muy buena en su momento, pero necesita reformas para un uso más inteligente, donde se canalice el agua hacia las actividades de mayor valor agregado o que haga más eficiente su uso», destaca.

En el imaginario mendocino, la vitivinicultura ocupa un lugar central. La actividad, sin embargo, se sostiene con fuertes subsidios estatales y créditos blandos. «No está mal, el Estado tiene un rol fundamental, pero tiene que gastar bien y no apropiarse de actividades de forma tal que se alejen las inversiones», señaló el exministro. Otra idea instalada entre los mendocinos, afirma Cirasino, es que la provincia es exportadora de energía, sin embargo, es una importadora neta. «Hace 20 años que no se realizan obras importantes en la materia», cuestiona.

Entre las actividades con alto potencial en la provincia, Cirasino destaca la economía del conocimiento y la minería.

Guillermo Ariza y Angel Cirasino, en una cena en 2018
Guillermo Ariza y Angel Cirasino, en una cena en 2018
La oportunidad de la minería

A fines del año pasado, Mendoza fue noticia por las movilizaciones contra la ley que permitía la minería a cielo abierto. En especial porque la norma autorizaba el uso de cianuro y ácido sulfúrico en el proceso de extracción. Esto generó un fuerte rechazo social, ya que se temía que este tipo de explotaciones pusieran en riesgo el agua en la provincia, uno de los bienes públicos más valorados por los mendocinos. Para Cirasino, fue una oportunidad perdida. «No supimos defender como correspondía la ley quienes estamos a favor de una minería moderna y sustentable», sostiene el político y señala que en muchos lugares se realiza minería con estándares medioambientales aceptables.

Para explotar el potencial minero de la provincia se deben erradicar las pseudoverdades, advierte Cirasino. «Los errores cometidos en Pascua Lama no deben ser motivos para que no se haga minería en Mendoza. Se pueden hacer las cosas mejor, existe la tecnología y tiene que haber más controles del Estado», argumenta, en referencia a la mina de oro en Veladero, San Juan, que es propiedad de Barrick Gold y donde se produjo el mayor accidente minero de la historia Argentina: en 2015, millones de litros de una solución con cianuro se derramó en el río Potrerillos. Como contraejemplo, Cirasino destaca el caso de Chuquitamata, en la región de Antofagasta, Chile, donde la minería y la agricultura conviven y el agua se administra bien.

Entre los opositores a la minería a cielo abierto, cuenta Cirasino, encontró «buena gente, honesta e inteligente» que le daba la razón, pero que cuestionaba la actividad porque generaba grandes ganancias para las compañías mineras. «En el fondo hay una actitud anticapitalista, antisistema y hay intereses particulares», advierte. Cirasino ve una «gran hipocresía» en las críticas a la minería, porque todos usan minerales, que forman parte de productos que van desde los autos hasta los celulares.

El ‘Mendoxit’ y el vínculo con Chile

La primera vez que el exgobernador Alfredo Cornejo planteó la posibilidad de una independencia de Mendoza, le llovieron críticas y la idea fue tildada de descabellada e inconstitucional. Una encuesta publicada unas semanas después le puso un número inquietante a la propuesta: un 35% de los mendocinos apoyaban el Mendoexit. «Lo asumo como una protesta por cómo ha sido discriminada Mendoza desde hace muchos años con respecto al reparto de fondos nacionales. Creo en un federalismo auténtico sin disgregar la nación», planteó Cirasino. El referente desarrollista destaca que Mendoza no tiene infraestructura ni energía suficiente para ser un Estado independiente, a pesar de que se mantiene principalmente con su propia recaudación y tiene un sector privado mayor que el sector público, a diferencia de lo que sucede con otras provincias.

La idea del Mendoexit tiene también una base el la idiosincrasia especial de la provincia. Mendoza tiene un vínculo cercano tanto comercial como cultural con Chile. «Si no hay una relación comercial mayor, es porque Argentina ha tenido idas y vueltas en el vínculo con Chile, sobre todo en materia arancelaria. El vínculo podría ser más intenso e inteligente», sostiene. Una prioridad, según Cirasino, es construir una mejor infraestructura para comunicar a Mendoza con Chile, en especial para evitar los cortes de caminos durante el invierno.

Otro foco de conflicto entre Mendoza el el Gobierno Nacional fue la suspensión del proyecto para construir la represa de Portezuelo del Viento, que sería la obra de infraestructura más importante en la historia de la provincia. El proyecto tiene más de 50 años de antigüedad y la inversión prevista supera los 1.000 millones de dólares. La decisión del Ejecutivo Nacional responde a un reclamo de La Pampa y fue considerada un agravio por muchos mendocinos. Un pisoteo al federalismo. Cirasino considera que no es la obra de mayor prioridad, pero que «es preferible que se construya antes de que el dinero se vaya por el caño de rentas generales».

La mejor forma de aplacar los ánimos independentistas, señala Cirasino, es plantear un proyecto de desarrollo nacional que defina un rumbo a seguir. «Tenemos que pensar en un país que atraiga las inversiones, que las ubique donde corresponde y las multiplique», propone.