Halcones y palomas
El próximo domingo, Juntos por el Cambio reeditará aquel enfrentamiento, con Patricia Bullrich en el lugar de Balbín y Horacio Rodríguez Larreta en el de Frondizi.

La interna de Juntos por el Cambio revivió un viejo debate argentino: ¿qué hacer frente al peronismo?

El radicalismo atravesó en 1956 una discusión similar, aunque más dramática, que derivó en la fractura del partido. Por un lado, la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) liderada por Ricardo Balbín; por el otro, la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) de Arturo Frondizi. 

La cuestión de fondo era cómo posicionarse ante un peronismo recién derrocado por la Revolución Libertadora y proscrito. 

Balbín y Frondizi pertenecían a la intransigencia radical, un sector del partido contrario al unionismo, el ala conservadora. La caída del peronismo fracturó a la intransigencia. Balbín adoptó un discurso furiosamente antiperonista, acordó con los unionistas y pactó con el gobierno militar. La Libertadora nombró a balbinistas en los ministerios del Interior, de Justicia y de Comunicaciones, claves para la organización de las elecciones. 

Frondizi condenó la Revolución Libertadora, en especial tras los fusilamientos de José León Suárez. También reivindicó los logros sociales del peronismo y el papel del sindicalismo. 

Balbín era el halcón, Frondizi la paloma.

La UCRP superó a la UCRI la primera vez que se enfrentaron, en las elecciones constituyentes de 1957. Pero sacó solo un 24% de los votos totales, menos que los votos en blanco. Un resultado que mostraba los límites del antiperonismo. Para las elecciones de 1958, Frondizi pactó con Perón y llegó a la presidencia.

El próximo domingo, Juntos por el Cambio reeditará aquel enfrentamiento, con Patricia Bullrich en el lugar de Balbín y Horacio Rodríguez Larreta en el de Frondizi. No hay que abusar de la metáfora. Hay demasiadas diferencias entre un momento y el otro. No hay fusilados ni un gobierno militar ni proscripciones. Aquella Argentina tenía divisiones  más profundas.

Otra diferencia son las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, un mecanismo que garantiza la unidad del principal frente opositor tras las internas. El radicalismo se quebró en la Convención Nacional de Tucumán de 1956.

El país cambió, pero hay continuidades. Seis décadas después, el antiperonismo visceral todavía interpela a un sector de la sociedad. ¿A cuántos votantes? Lo veremos el domingo.

El peronismo y el antiperonismo son el clivaje político determinante en Argentina, aunque reversionado como kirchnerismo y antikirchnerismo, o populismo y antipopulismo. La base social del voto se mantiene. Lo comprobó Mauricio Macri en el tramo final de la campaña de 2019, cuando abrazó el discurso más antipopulista y alcanzó el máximo nivel de representación social de su carrera. Era un Macri menos macrista y más ideológico, que entrocaba con la tradición del antiperonismo. 

Los halcones de Juntos por el Cambio retratan a Larreta como un líder tibio, sin la fuerza necesaria para resolver los problemas del país. El primer spot de campaña de Bullrich lo plantea sin matices. Comienza con una alusión obvia al jefe de Gobierno porteño: «Si estuviéramos en un país normal, tal vez alcanzaría con un buen administrador». Y asegura que «el diálogo no saca a los narcos» y «la corrupción no se termina por consenso». En un golpe de efecto impactante, muestra una imagen del sindicalista Hugo Moyano mientras la voz en off de Bullrich dice: «No se acuerda con las mafias».

En una entrevista reciente en Todo Noticias, Macri dijo que no comparte la idea de Larreta de que haya que consensuar con «los responsables» de la situación actual.

¿Qué hubieran pensado los halcones del pacto entre Perón y Frondizi? ¿Y de su política sindical? 

El gobierno desarrollista regularizó los sindicatos, que la Revolución Libertadora había intervenido. Frondizi explicaba que había devuelto el control de los sindicatos a sus legítimos representantes. ¿Ven los halcones a los sindicalistas como representantes legítimos de los trabajadores o como mafias? ¿Y qué pasa con los movimientos sociales?

Cuando Frondizi acordó con Perón, un sector de la sociedad aprobaba la proscripción. Consideraba que el peronismo era una anomalía y debía eliminarse. El peronismo de hoy tiene versiones menos rechazadas por los antiperonistas: Juan Schiaretti, Miguel Ángel Pichetto o Cristian Ritondo son ejemplos. Pero el kirchnerismo ocupa el lugar del peronismo original, despierta sentimientos similares entre los antiperonistas.

Larreta propone consensos para lograr una «mayoría del 70%». La idea suena anticlimática en el contexto de polarización actual. Pero también lo era el acuerdo de Frondizi con Perón, que disgustó a muchos de sus militantes y votantes. Recordemos que Frondizi era el presidente de la UCR antes de la ruptura en 1956. La UCR había sido el principal partido de oposición al peronismo.

La diagonal que intenta Larreta a través de la grieta incomoda al votante identitario de Juntos por el Cambio. Le cuesta entenderla, como costaba entender el pacto de Frondizi con Perón. El diálogo desmoviliza a la tropa propia, mientras que el discurso combativo de Bullrich agita los ánimos. Como dice Martín Caparrós: «Nadie va a la guerra gritando tal vez».

Pero quizás Argentina no necesita guerra, sino paz. Paz y desarrollo, como plantea Larreta.

Una lección irónica de la historia. Balbín no es tan recordado por su derrota en 1958 o haber fracturado el radicalismo, sino por algo que ocurrió años después. En concreto, por una foto y una frase. La foto es el abrazo entre Balbín y Perón en 1972. La frase de Balbín fue en el entierro del líder justicialista: «Un viejo adversario despide a un amigo». Dos momentos de reconciliación, no de conflicto.

Balbín pasó a la historia cuando renunció a la representación identitaria de su facción, en favor de la unidad nacional. Vale repasar esta lección el domingo tras el cierre de las urnas.