Javier Milei y Jose Luis Espert referentes del sector liberal libertario en la Argentina.
Javier Milei y Jose Luis Espert referentes del sector liberal libertario en la Argentina.

Dos noticias recurrentes -pobreza (Unicef informó que dos de cada tres niños argentinos son pobres) y narcotráfico (con iceberg fondeado en Rosario)- motivan este artículo. Reciente informe del FMI fijó en 2,9% el crecimiento económico mundial para 2023; un 1,1% para los países desarrollados y al resto Dios lo ayude. La guerra en Ucrania, con sus graves efectos globales, no tiene visos de salida; nuestra sequía tampoco.

En tal contexto, la carrera presidencial ganó la calle, y es imposible soslayar este dato: salvo Gerardo Morales, los candidatos en danza más promocionados tienen órbita geoestacionaria en el AMBA; varios son creación mediática con sino de estrellas fugaces.

Grietas y hartazgo

El candidato de «La Libertad Avanza» carece de competidores internos y algunos analistas instalan la posibilidad de que el espacio libertario arrime su bochín en primera vuelta, aunque «sin piné» para un balotaje. Ese ¿partido?, ¿movimiento?, convive con su casi homónimo «Avanza Libertad», acotado a la provincia de Buenos Aires. Hay muchas coincidencias entre los líderes de ese ideologizado colectivo, incluyendo su estilo arrabalero. Las consignas iconoclastas de Javier Milei y José Luis Espert fermentan sobre todo en un público metropolitano harto de la casta política (más que por sus ideas libertarias).

Difícil saber si sus adherentes compaginan lo libertario (de raíz anárquica, promotor de libertades, anti – institucional) con el liberalismo radical de Mises y Von Hayek. El componente ácrata rebasa lo clasista y el componente liberal cuaja en los estratos medios y medios altos. La conjunción de las dos vertientes es un emergente de la «mélange» ideológica instigada por el Mayo del 68 francés. Lo explicó bien Michel Clouscard.

La confrontación ortodoxia vs. heterodoxia es añeja en Argentina, derivando en facciones irreconciliables. En efecto, los golpistas de 1955, 1962, 1966 y 1976 invariablemente recurrían a aquella para «salvar» el país con recetas estrechas. Así nos fue.

Recuperada la democracia, el liberalismo logró «entrar» en el peronismo de la mano de Carlos Menem y con anuencia del PJ, primereando al comunismo, que recién lo hizo surfeando en el populismo de los Kirchner. Corsi e ricorsi: al final peronistas somos todos, decía Perón.

La ortodoxia siente que ha llegado su turno para encarar la ¿transformación? argentina; tiene personeros distribuidos en las distintas tribus que conforman el FdT y JxC (algunos provenientes de la vieja Ucedé).

¿Está ocurriendo una mutación genética? A nuestra idiosincrasia anómica y «progre», un componente anárquico le sentaría bien, pues las consignas liberal libertarias son ambidextras.

Capitalismo y liberalismo

El capitalismo es el mecanismo de organización económica estatal desde el inicio de la modernidad hasta nuestros días; incluso para los países que alguna vez renegaron de él. En su derrotero pasó por momentos de esplendor y de tensiones sísmicas, como la de 2008, que desnudó su nociva faceta financiera.

Capitalismo y liberalismo se corresponden a partir de Adam Smith, que los formateó como generadores de poder nacional y mundial. Dos libros indispensables ayudan a entender ese largo proceso: «Retirar la escalera», de Ha-Joon Chang (2004) y «La insubordinación fundante», de Marcelo Gullo (2014).

El liberalismo es una ideología fundada en la libertad irrestricta, cuya intensidad varía según la escuela. (Los libertarios criollos, por caso, pueden admitir desde la compraventa de órganos humanos hasta el cierre del Banco Central). El capitalismo, por su parte, es un sistema que funciona solo con tres condiciones: propiedad privada, libre mercado, libertad de empresa. De allí el maridaje, en tanto el capitalismo garantiza las libertades que exige el liberalismo, tendientes al interés personal y la maximización del beneficio… hasta la salvajada.

Como sea, el replanteo del capitalismo y su instrumento principal, el liberalismo, se puso en marcha hace dos décadas

Capitalismo y geopolítica

Aun sin guerra en Ucrania, el incipiente orden multipolar interpela el diseño del mundo de posguerra, asentado en las instituciones de Bretton Woods (1944) y el sistema de Naciones Unidas (1945). El traslado -a mediados de los 70- del eje geopolítico atlántico hacia el área del Indopacífico las puso en jaque; difícil será mejorarlas con solo la revisión de sus estatutos. El mundo se regionaliza y las grandes economías industriales se repliegan para favorecer su mercado interno y fuentes laborales. La economía va cediendo espacio a la política exterior en función de premuras geopolíticas. Jean Pisani-Ferry lo explicó en «La conquista geopolítica de la economía» (Project Syndicate, 30/09/2021).

El proceso revisor actual reconoce hitos. Empezó con las críticas al paradigma neoliberal del Consenso de Washington, impulsado en el momento unipolar norteamericano, desaparecida la URSS. Pocos años después, los atentados del 11S, otro jalón, dieron una vuelta de tuerca al verificar que el globalismo económico puede afectar la seguridad internacional vía deslegitimaciones institucionales. Ocurrida la crisis financiera del 2008, sus efectos se debatieron en la Cumbre de Pittsburgh del G20 (sept. 2009), cuya declaración final proponía «(…) pasar la página de una era de irresponsabilidad y adoptar un conjunto de políticas, regulaciones y reformas para satisfacer las necesidades de la economía global del siglo XXI», apuntando a la producción industrial y la recuperación del trabajo.

Iguales cuestionamientos hubo en el Foro Económico de Davos. Su mentor, Klaus Schwab, venía advirtiendo que la globalización necesitaba «remoralizarse» y que no todo debía someterse a las fuerzas del mercado. Coincidía así con lo escrito por Samuel Huntington, quien descreía que los valores y doctrinas occidentales constituyan «una improbable civilización universal». A este breve resumen agréguese la Cumbre del G7 en Cornualles (junio 2021) y un memorándum que planteaba la reinvención de la economía pospandemia, archivando el Consenso de Washington para corregir desigualdades y aplicar impuestos a las grandes multinacionales (medida planteada por Thomas Piketty en «El capitalismo del siglo XXI»).

En esa línea, Rana Foroohar, en su artículo «Después del neoliberalismo» (Foreing Affairs, nov.-dic./2022) considera abatido un mito neoliberal: el papel secundario de los intereses nacionales frente a los mercados globales. Una política industrial muscular es lo apropiado en el posneoliberalismo: demócratas y republicanos creen que «el gobierno tiene un papel que desempeñar en apoyo a la competitividad y resiliencia nacionales», subvencionando habilidades, respaldando la demanda interna y gastando para mantener relativamente estables los precios de bienes clave.

Pensar, actuar

Libros y artículos de los autores citados en esta nota, más publicaciones de Amartya Sen, Mariana Mazzucato, Dani Rodrik, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, y tantos reconocidos economistas -liberales o neokeynesianos- se encuentran fácil en internet. A pesar de sus diversos orígenes y formación, una línea transversal los acerca, conscientes de la necesidad de cambios cualitativos para combatir la pobreza y la desigualdad, y asegurar la paz y seguridad internacionales.

Muchos verán en este transcurso un volantazo gatopardista para «cambiar todo y que nada cambie». No obstante, los embates contra el globalismo (financiero, en especial) y su instrumentación neoliberal destacan dos datos: 1- No discutir tanto al capitalismo sino el tipo de capitalismo, desde que el caso chino rompió otro mito, el de la correspondencia capitalismo-democracia liberal (afirma esto último Branko Milanovic, en «El choque de capitalismos» (Foreing Affairs, ene.-feb. 2020), y 2- La gobernanza mundial no podrá garantizarse con otra construcción de arriba hacia abajo, sino democratizando el multilateralismo.

Y para no quedar en pura descripción o diagnóstico, es recomendable un tercer libro: «Más allá del liberalismo y el populismo: una síntesis desarrollista para la Argentina», de Federico Poli (2023), que expone una visión mucho más extendida de lo que se supone. Quien quiera oír que oiga.

¿Hora del liberalismo? Pensémoslo mejor para evitar problemas mayores. Perdón por el papel de aguafiestas a tanto fervor liberal, convencido u oportunista.