En abril de 1957, el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu llama a elecciones para julio con el incongruente propósito de elegir la asamblea constituyente que reforme la Constitución de 1949. Hay una importante peculiaridad: el partido justicialista está proscripto. Cuenta además con un factor implícito: servirá como gran encuesta frente a las elecciones presidenciales que serán en febrero de 1958.
La “sucesión” era un tema fundamental para “La libertadora”: No querían que de ninguna manera Arturo Frondizi fuera candidato por la UCR, ergo ganador implícito de la elección, por ser “permeable” a comunistas y peronistas. El líder radical Ricardo Balbín, que en principio había cedido su candidatura a su joven correligionario, era un hombre que en cambio estaba dispuesto a llevar adelante una política irreconciliable con el peronismo que pretendía el gobierno. Según contó Eduardo Ferrari del Sel a Visión Desarrollista, el gobierno de la libertadora le dio a entender a Balbín que no dejarían que Frondizi sea presidente y que si quería la presidencia para la UCR él debía serlo. Enrique Bulit Goñi, en su oportuna entrevista, es del mismo parecer al decir que “Entiendo que genuinamente creía (Balbín) que no iban a permitir que el radicalismo llegara a la presidencia con Arturo como candidato, porque ya (Frondizi) se había plantado duramente contra la Revolución Libertadora y había pedido que se levantara la proscripción del peronismo”.
En ese contexto se realiza a mediados de 1956 la Convención radical en Tucumán en que se impone la formula Frondizi- Gomez. Los balbinistas, con la excusa de que no se implementó el voto directo (nunca se había implementado ni estaba regulado para implementarse en esa elección), se retiran de la sesión cuando la idea prevista era que finalmente se elija por aclamación la formula Frondizi- Balbin. Por el contrario, rechazan el resultado de la elección y enseguida sublevan a los comités que controlaban (entre ellos el de la pcia. de Buenos Aires). Más allá del caos, nada podían hacer: formal y legalmente el candidato era Frondizi.
Entonces, imprevistamente, y sin duda como parte de un acuerdo previo, el gobierno de la Libertadora hace renunciar a medio gabinete y nombra a ciertos dirigentes balbinistas como ministros del Interior, de Justicia y de Comunicaciones: todos los que manejaban las elecciones. Además, les entrega la intervención de la Ciudad de Buenos Aires. Ferrari del Sel es claro al respecto: “Una vez que los balbinistas ocuparon los cargos en todas las provincias y medio gabinete, Balbín, guapo como era él, renunció a la UCR”. Ya con recursos, el mismo día del cierre de listas anotaron a la “junta reorganizadora de la Unión Cívica Radical”. Como el ministro de Justicia era balbinista, en lugar de establecer que ya había una UCR, la de Frondizi, y q no podía haber otra, dispuso que ambas debían diferenciarse por un aditamento. No se hizo lugar al reclamo de la UCR legal, la de Frondizi, y así se establecieron dos UCR: La UCRI, “intransigente” de Frondizi y la UCRP, “del pueblo” liderada por Balbín.
Las diferencias no eran solo de siglas y de personalidades. En torno a esta cuestión giraba en gran medida la identidad y programa de los dos radicalismos. Mientras que desde la UCRI Frondizi busca un acercamiento, la reivindicación de las conquistas sociales y del movimiento obrero y el levantamiento paulatino de las proscripciones, la UCRP rechaza toda posibilidad de integración del peronismo a la vida política nacional (Oscar Camilión dixit: “La aceptación del peronismo, en contraposición con aquellos que lo proscribieron, fue una línea maestra del desarrollismo.”).
A pesar de su pasado opositor, de haber sufrido persecuciones, de haber defendido a los presos políticos, Arturo Frondizi entiende que el peronismo debe ser parte de la vida política argentina y está dispuesto a avanzar en esa dirección. Ideler Tonelli, entonces candidato a diputado bonaerense por la UCRI lo explicó claramente en su entrevista a VD: “Lo que más nos diferenciaba era la concepción que teníamos del peronismo. En primer lugar, nosotros nos negamos siempre a que se nos calificara de antiperonistas. Admitíamos que el peronismo había significado un ascenso social indiscutible de las masas, a pesar de que se produjo en una dirección que en otros aspectos era insoportable. Es decir, se hizo a costa de la libertad y de la decencia. El espíritu fascista prevalecía en los aspectos políticos, pero eran incuestionables algunos logros, como la organización sindical. Esta interpretación fue una de las diferencias más grandes entre Balbín y Frondizi”.
Sin duda quien más concebía que el gran obstáculo a la unidad nacional capaz de llevar adelante el desarrollo, fue Rogelio Frigerio. El encuentro entre Frondizi y Frigerio se había producido apenas un año atrás, pero había producido una revolución en ambas figuras, potenciando y ampliando su visión e impacto político. Eso se veía sobre todo en la configuración de un programa superador a las propuestas tradicionales de la UCR e incluso del propio peronismo, que incluía como actores protagónicos a las clases trabajadores (paz social) y reconocía el rol del peronismo como actor político (legitimidad para todos) pero que se focalizaba en una profunda transformación estructural de la economía argentina (desarrollo nacional). Oscar Camilión en su entrevista con VD afirma que Frigerio buscó el acercamiento al peronismo porque, “ era un imperativo de la política nacional, la solución política. Así lo veía Frigerio. Él creía firmemente en el Frente Nacional. Tal vez más de lo que la realidad recomendaba”.
Pero, además, a nivel programa, Frondizi pretende llevar adelante una evolución del Programa de Avellaneda con la visión integracionista-desarrollista que aporta Frigerio y sus equipos técnicos. Estas diferencias harán insalvables la reunificación de las dos UCR volviéndose antagonistas.
Consecuentemente fruto de esta división, como era el propósito de la Libertadora, Frondizi ve automáticamente diezmado su capital electoral a pesar de ser el candidato oficial de la UCR. El pacto Balbin-Libertadora expone claramente la unidad del sector antiperonista. El acuerdo con el peronismo por parte del frondizismo se evidencia entonces como una necesidad natural, coherente con el programa y necesaria para la lucha electoral.