Los biocombustibles están en la mira del oficialismo y el centro de la discusión es el precio en el surtidor, explica Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH). Molina fue uno de los promotores del régimen de biocombustibles vigentes actualmente, la ley 26.093, sancionada en 2006 y puesta en marcha a partir de 2010. Este régimen vencía el 12 de mayo, pero fue prorrogado hasta el 12 de junio por un decreto presidencial. «El decreto 322 extendió la ley por 60 días para dar lugar a un debate legislativo con mayor distensión, cosa que no está ocurriendo», advierte el directivo empresarial en una charla de la Usina Desarrollisa.
«La industria de los biocombustibles enfrenta una crisis muy grande», afirma Molina y apunta como causa las medidas de la Secretaría de Energía de la Nación, que califica de arbitrarias. «Los números no cierran. Muchas PyMEs no están en condiciones de continuar, incluso las empresas grandes están anunciando despidos. La coyuntura de esta industria es muy difícil», subraya. El sector sufrió un golpe duro a mediados de 2019, cuando el gobierno congeló los precios de los biocombustibles en un valor que se mantuvo casi sin aumentos hasta octubre de 2020. Y la actualización en ese momento fue insuficiente, considera el director de la AABH. Las políticas de la Secretaría de Energía derivaron en una gran cantidad de juicios contra el Estado, explica Molina. «Hay muchas inversiones esperando reglas de juego clara a largo plazo. Los biocombustibles representan para Argentina una muy buena oportunidad», sostiene.
A pesar de que el Senado de la Nación aprobó por unanimidad la media sanción de la prórroga por cuatro años del régimen vigente actualmente, el proyecto de ley quedó congelado seis meses en la Cámara baja. Cuando se acercaba la fecha de fin de la vigencia, la bancada oficialista presentó un proyecto alternativo que prevé una reducción del nivel mínimo exigido de mezcla de combustibles fósiles con biocombustibles. La norma actual fija un nivel teórico de corte obligatorio del 10% para el biodiésel y del 12% para el bioetanol. En el caso del biodiésel, elaborado a base de aceite de soja, la industria no alcanza a abastecer el nivel exigido actualmente por la ley, según Molina por los incumplimiento de las reglas del juego por parte del Estado.
El nuevo proyecto prevé una disminución del corte de biodiésel al 5% y mantener el nivel actual bioetanol, un 6% para el elaborado a partir de caña de azúcar y un 6% con base a maíz. La Secretaría de Energía, sin embargo, estará facultada para reducir el corte de bioetanol de maíz hasta el 3%. «Se está usando como una muletilla por parte del oficialismo el tema de que los biocombustibles encarecen el precio en surtidor. Eso hoy es cierto, con este nivel de precios relativos que es temporario, pero no se puede legislar sobre los precios de corto plazo», cuestiona Molina y aclara que en la última década los biocombustibles no tuvieron incidencia en el encarecimiento de la nafta y el gasoil.
La presión al alza de los biocombustibles viene dada por el aumento de los precios de los commodities, algo que no se sostendrá en el tiempo, según Molina, porque se debe a causas que considera coyunturales, como el incremento de la demanda china aceites vegetales para la producción de green diesel y el efecto de los tifones en el sudeste asiático, que afectó el stock del maíz.
El nuevo proyecto de ley, advierte el directivo, cierra la entrada al mercado de nuevos jugadores, dado que tendrán prioridad los productores actuales para abastecer a las petroleras hasta ocupar la totalidad de su capacidad instalada. «Eso es totalmente injusto y roza lo inconstitucional», advierte.
Por último, Molina sostiene que la propuesta oficialista plantea una política equivocada para la agroindustria, basada en que a Argentina le conviene exportar aceite de soja en vez de producir biodiésel y vender granos de maíz en lugar de transformarlo en etanol. «Esto atenta directamente contra el desarrollo industrial. Si primarizamos las exportaciones, lo mismo se puede trasladar a otras actividades industriales», argumenta. Para Molina, detrás de este razonamiento hay una mirada enfocada en la recaudación de impuestos con base a las retenciones y no en el agregado de valor.
El conflicto con los combustibles fósiles
Las provincias petroleras fueron un bastión de resistencia contra la prórroga de la ley de biocombustibles. Molina considera que sus objeciones están mal fundamentadas porque los biocombustibles no afectan las regalías petroleras. En primer lugar, porque el grueso del biodiésel y bioetanol sirvió para sustituir importaciones de combustibles que, en caso contrario, tendrían que haber sido comprados en el exterior. En segundo lugar, porque si hay excedentes en de combustibles fósiles en el mercado nacional, se exporta la totalidad, explica el director de la AABH.
«Tenemos que buscar una convivencia armónica entre la Vaca Muerta y la Vaca Viva. Estamos en una etapa de desarrollo en la que podemos intensificar el uso de los biocombustibles sin afectar otras actividades», plantea Molina. Así como la producción hidrocarburífera se concentra en la Patagonia, el núcleo de la industria de los biocombustibles está en la región centro y el norte del país. Actualmente hay 54 plantas distribuidas en 10 provincias.
El año pasado se produjeron 1,16 toneladas de biodiésel y 808.725 metros cúbicos de bioetanol en Argentina, según las estadísticas de la Secretaríad e Energía de la Nación. El 77% del biodiésel se elaboró en Santa Fe, el 16% en Buenos Aires, el 3% en La Pampa, el 3% en San Luis y el 1% en Entre Ríos Un 52% del bioetanol fue producido con base en maíz y un 48% de caña de azúcar. El 79% del bioetanol de maíz se elaboró en Córdoba, el 16% en San Luis y el 5% en Santa Fe. El 57% del bioetanol de caña de azúcar se produjo en Tucumán, el 25% en Salta y el 18% en Jujuy.
Otro punto a favor de los biocombustibles, afirma Molina, es que puede evitar que Argentina se encuentre con un cuello de botella si la economía logra recuperarse y comienza una etapa de crecimiento. «Hay una correlación muy fuerte entre la evolución del PBI y el consumo de energía. Por cada punto que aumenta el PBI, aumenta más de un 1% el consumo de energía», subraya.
Confiar el futuro energético completamente a explotaciones de hidrocarburos no convencionales como Vaca Muerta no es una buena idea, advierte Molina. «El riesgo al que está expuesto es mucho mayor que el de los yacimientos convencionales», plantea. Otra restricción estructural de la economía es el de la capacidad de refinación de petróleo, un aspecto no menor si se tiene en cuenta que cada instalación requiere inversiones del orden de los 8.000 millones de dólares.
Beneficios ambientales
Los biocombustibles reducen la huella de carbono y eliminan componentes dañinos para la salud, destaca Molina. La OMS informó en 2012 que la exposición a las emisiones generadas por combustibles minerales se asocia a un aumento del riesgo de contraer cáncer de vejiga y de pulmón, explica el director de la AABH y recuerda que Argentina, además, asumió una serie de compromisos internacionales que tiene que cumplir en materia de lucha contra el cambio climático, como el protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París.
Una crítica común hacia los biocombustibles es que el futuro del transporte evoluciona hacia los automóviles eléctricos. Que no son una buena opción y pronto serán una tecnología obsoleta. Molina considera que esta posición es «una chicana». El director de la AABH explica que la transformación del sistema actual a uno basado en la movilidad eléctrica demandaría transformaciones estructurales, como cambiar todo el parque automotor, ampliar las redes de distribución, reemplazar el sistema de estaciones de servicios actual por uno nuevo y la potencia del sistema eléctrico en general. «Las redes eléctricas deben ser aumentadas en su capacidad a más del doble o el triple. Son inversiones enormes y hoy el país no está en condiciones de llevarla adelante de manera masiva», sostiene y plantea que los biocombustibles pueden ser una solución en la transición energética.
Con la mirada puesta en el futuro, Molina sostiene que el país debería apuntar a aumentar hasta el 15% el corte de la nafta y el diésel con biocombustibles. El camino contrario al planteado por el proyecto que debatirá la Cámara de Diputados. El texto ya obtuvo dictamen de las comisiones de Energía y de Presupuesto.