inflación

El gobierno de Mauricio Macri se despidió con una inflación de más del 53% anual, la mayor desde 1991.  El expresidente estuvo lejos de cumplir su promesa de bajarla a un dígito. ¿Por qué no la pudo dominar?

La discusión sobre el aumento de precios atraviesa la historia argentina. Desde la primera vez que se midió el Índice de Precios al Consumidor (IPC), en 1943, todos los gobiernos enfrentaron tasas de inflación elevadas, con la excepción de los años de la convertibilidad. Más allá de medidas puntuales de contención de precios, tanto populistas como liberales han fracasado a la hora de dar una solución sostenible al problema.

La inflación en la última década

Tras el fin de la convertibilidad y la posterior recuperación de la economía, la inflación reapareció. Los precios comenzaron a aumentar con fuerza a partir de 2007 y, desde entonces, los intentos para controlarlos han sido en vano.

Durante los dos mandatos, Cristina Fernández fomentó el consumo y dio rienda suelta a la emisión monetaria. “El kirchnerismo utilizó el consumo como base del crecimiento y exacerbó la demanda, al mismo tiempo que llevó la presión tributaria a niveles insoportables. Esto, sumado a la falta de crédito y el retraso cambiario, inhibió las condiciones para la inversión”, explica el economista desarrollista Luis María Ponce de León. A la larga, según Ponce de León, este modelo provocó la limitación de la oferta de bienes y servicios, lo que fomentó la inflación, por un lado, y el estancamiento, por otro. Así se instaló la estanflación en la economía argentina, que ya lleva casi una década.

La respuesta del gobierno kirchnerista fue la implementación de controles de precios y, cuando los resultados no fueron los esperados, la manipulación los datos del INDEC. El tipo de cambio fue otra herramienta que utilizó como ancla antiinflacionaria. Esto provocó el atraso cambiario y alimentó la fuga de capitales, que terminó con el cepo al dólar en octubre de 2011. La expresidenta del Banco Central Mercedes Marcó del Pont justificó la medida en una entrevista con Visión Desarrollista: “La administración cambiaria en un contexto de escasez de divisas es un instrumento antiinflacionario que la autoridad monetaria no debería abandonar”.

La eliminación del cepo fue una de las primeras medidas que adoptó el gobierno de Cambiemos. “La inflación se produce por culpa de un Gobierno que se administra mal, que gasta más de lo que tiene, más de lo que debe. Entonces recurre a la maquinita de hacer billetes y llena de billetes a la sociedad”, planteó Macri al comienzo de su mandato. Un enfoque alineado con la ortodoxia liberal que impidió que el Gobierno analizara la dinámica de los precios de forma más completa.

Cambiemos apostó por el gradualismo: reducir poco a poco el déficit fiscal para no resentir demasiado la actividad económica. Para financiarlo, recurrió al endeudamiento externo. “La decisión de no actuar sobre el gasto público por el costo político implícito y financiar el déficit con endeudamiento en los mercados de capitales generó una situación explosiva desde el punto de vista monetario, con la creación de las LEBAC y un fuerte retraso cambiario que incrementó el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos”, analiza Ponce de León. Para el economista, la política antiinflacionaria basada en las metas de inflación, combinada con los incrementos de tarifas, tasas e impuestos, condujo al fracaso del Gobierno. El retraso cambiario incrementó el déficit de cuenta corriente, explica Ponce, como consecuencia del aumento del rojo comercial, un saldo negativo insostenible en la cuenta de turismo y el pago de mayores intereses por el aumento de la deuda. Cuando los mercados de capitales pusieron fin al financiamiento, sobrevino la devaluación, el aumento de la inflación y mayor caída de la actividad. Es decir, se acentuó la estanflación recibida”, resume el economista.

A Macri lo corrieron por izquierda y por derecha. Los sectores más neoliberales de la economía nacional objetaron la estrategia y sostenían que la única alternativa era el shock. El exministro de Economía Axel Kicillof criticó, en cambio, que el Gobierno haya implementado las tres políticas que, sostiene, son recomendadas por la ortodoxia. “Con la suba de la tasa, la caída de salarios y la apertura de importaciones se destruyó el tejido industrial y se jodió a muchísima gente y la inflación voló por los aires”, analizó en la presentación del libro Todo precio es político, de Augusto Costa.

Fuente: cronista.com

Causas de la inflación argentina generalmente aceptadas

La ortodoxia liberal considera que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario. Para combatirla, propone reducir el gasto público. “Para que haya inflación tiene que haber emisión y esta, en esencia, está causada por el financiamiento monetario de los déficits fiscales”, apunta el excandidato a presidente José Luis Espert, uno de los voceros más destacados de esta corriente ideológica en la actualidad, en un artículo publicado en Infobae.

Rogelio Frigerio, el padre del desarrollismo, objetaba el diagnóstico de la ortodoxia por simplista. “La inflación destinada a solventar los déficits presupuestarios propaga la inflación, pero no la origina”, argumentó Frigerio durante el debate con Álvaro Alsogaray en la década de los 70.  Las políticas monetaristas son, según Frigerio, contraindicadas para combatir la inflación: “Proponen restricciones monetarias y crediticias, mayor presión fiscal y congelamiento de salarios. Esta política contiene artificialmente la demanda y, por un periodo, el alza de precios. Pero como deteriora la producción —es decir, agrava la causa de la inflación—, hace que la tendencia alcista reaparezca brutalmente agravada en el ciclo siguiente”.

La interpretación populista pone el énfasis en los abusos de los formadores de precios y propone soluciones basadas en la regulación estatal, como el programa Precios Cuidados. “Los precios que se forman siempre están sujetos a una decisión política”, sostiene el economista Augusto Costa, quien diseñó Precios Cuidados cuando Axel Kicillof era ministro de Economía, en una entrevista con Página/12. “Casi en ningún mercado existe la competencia perfecta. Cuando hay concentración ocurre que pocos actores tienen mucho poder y se aprovechan cobrando caro (…) Cuando el Estado, en esas condiciones, decide no intervenir, está dejando que el que tiene poder se aproveche y esa es una decisión política. Por tanto, el precio resultante en parte también lo es”, plantea.

Arturo Frondizi rechazaba el control de precios para enfrentar la inflación. “Los desarrollistas planteamos el sinceramiento como paso previo ineludible del plan de desarrollo.  El gobierno desarrollista fue el único que detuvo la inflación sin aplicar controles que solo la enmascaran y la hacen reaparecen más violentamente luego”, sostiene en el libro Qué es el Movimiento de Integración y Desarrollo. Frigerio coincidía. “El precio de un bien o el salario, como precio de la fuerza de trabajo, no pueden ser determinados por el criterio más o menos arbitrario de un funcionario. No puede surgir de un decreto”, explica en el debate con Alsogaray. “Es absurdo el criterio populista de congelar los precios y aumentar los salarios nominales sin correspondencia con los bienes y servicios disponibles. Es igualmente absurda y antiliberal la posición de los liberales que liberan los precios, pero congelan los salarios”, concluye el padre del desarrollismo.La inflación durante el gobierno de Frondizi

La inflación fue un problema central durante el gobierno de Frondizi. Entre noviembre de 1958 y junio de 1959, los precios al consumidor aumentaron un 90% y los precios mayoristas un 105%, explica el economista Juan Carlos De Pablo en la revista Contexto. Pero fue un “fogonazo” rápido y se evitó que la inflación se “institucionalizara”, a diferencia de lo que ocurrió a partir de comienzos de 1970, aclara De Pablo. “El programa económico atacaba su causa básica: el subdesarrollo, y también su más activo mecanismo de propagación: el déficit del sector público”, resume el economista.

Frondizi sinceró los precios de la economía y bajó el gasto público, pero en simultáneo desplegó un programa de desarrollo acelerado. Así pudo reducir la planta de empleados públicos nacionales en 200.000 sin que se incrementara el desempleo. Frondizi lo explicó en Qué es el Movimiento de Integración y Desarrollo, cuando planteó  que la única estrategia para frenar la inflación era “lanzar un enérgico programa de expansión y redimensionar drásticamente el sector público”.

Los primeros resultados de la política de estabilización y desarrollo se vieron durante el mandato de Frondizi. El índice de precios al consumidor se redujo en 1960 al 27% y en 1961, al 28,1%. El índice de precios mayoristas para 1960 fue del 15,7% y en 1961, del 8,3%. El PIB per cápita creció en 1960 un 6,2% y en 1961, un 5,2%. La reactivación de la economía se sustentó en el ingreso de capitales extranjeros, tanto préstamos como inversiones directas. Y sentó las bases de la década de mayor estabilidad y expansión de la economía en el siglo XX.

Una visión desarrollista para la inflación en la actualidad

La situación económica actual enfrenta desafíos que no existían en la década del 60. “El país tiene un problema fiscal debido, entre otros, factores al empleo público, pero esto es así porque no hay generación de empleo privado suficiente debido a los bajos niveles de inversión. Asimismo, existe todo un sector de la economía social bajo la modalidad emprendimiento, que no logra convertirse en un negocio tradicional capitalista”, sostiene la economista Victoria Giarrizzo en una entrevista con Ámbito Financiero. Para Giarrizo, el proceso inflacionario también se vincula con la incapacidad de la economía para generar los dólares que necesita, debido a que las exportaciones son magras y poco diversificadas y a la dependencia de la importación de productos de calidad o tecnología que en el país no se producen. Detrás de ese desequilibrio está la raíz del conflicto inflacionario. Argentina es un expulsor de dólares, que vende al mundo lo mismo que hace 10 años atrás, explica Giarrizo.

Ponce de León señala que la estanflación arraigada agrava aún más el problema estructural y aleja la solución. “La subsistencia de la estanflación durante tanto tiempo atenta contra las posibilidades de generar un modelo de acumulación capaz de engendrar un proceso de desarrollo”, señala el economista. Para él, Argentina convive con un “chaleco de fuerza” que le impide dar un salto cualitativo y cuantitativo en su nivel de inversión. “El problema es económico”, subraya Ponce de León, “pero las soluciones son básicamente políticas”.