Macri apostó por el gradualismo cuando llegó a la Casa Rosada. Era una estrategia arriesgada. Pasada la mitad de su mandato, las dificultades del plan económico son evidentes: la inflación no baja al ritmo que se esperaba, las inversiones no llegan, el déficit fiscal aumenta —aunque se reduce el déficit primario—, el déficit comercial marcó en 2017 un récord histórico y el modelo tiene una alta dependencia del endeudamiento externo. El Gobierno sostiene el rumbo, confía en que tiene un plan consistente y cree que la estabilización de la economía lleva tiempo. Que el cambio no es una terapia de shock. Pero el contexto internacional amenaza con complicar el escenario. “Argentina es uno de los países financieramente más vulnerables del mundo”, subraya Hernán Hirsch, director ejecutivo de la Consultora FyE, que considera que el principal riesgo es una suba de la tasa de interés en EE UU. “Con un aumento del costo del financiamiento no cambiaría significativamente el escenario, pero si te quedás sin crédito vas directo al ajuste”, concluye el consultor.
El plan tiene dos partes. Una es una ecuación difícil entre el recorte del gasto público y el crecimiento de la economía. El objetivo es que el déficit fiscal primario se reduzca como porcentaje del PBI, y por eso es importante que el ajuste no ahogue el crecimiento. “La estrategia es contener el gasto y empujar el crecimiento lo más posible”, resume Matías Carugati, economista jefe de la consultora Management and Fit. Lo que sí se ha producido, aclara el economista, es un cambio en la composición del gasto: subió la participación del gasto social y se redujeron los subsidios, el gastos de capital y las transferencias a las provincias.
Para financiar el gradualismo, el Gobierno recurrió al endeudamiento, sobre todo externo. Si bien el déficit primario —sin contar el pago de intereses y capital financiero— se redujo y se cumplieron las metas presupuestarias en 2016 y 2017, el déficit financiero aumentó el año pasado y superó el 6% del PBI. La estrategia es equilibrar el déficit primario, lo que reduciría la necesidad de endeudamiento y, a largo plazo, permitiría bajar también el déficit financiero. “Si el mundo sigue con tasas de interés bajas y sigue ofreciendo deuda, me parece que en algún momento van a lograr equilibrio presupuestario y van a poder generar el cambio que ellos quieren. Es una estrategia con externalidades muy atadas con alambres con lo que suceda en el exterior. Si llegara a subir la tasa o a bajar los precios de las materias primas, este es un problema de difícil resolución”, explica el economista rosarino Salvador Di Stéfano.
La otra parte del plan es la política monetaria. El Banco Central mantiene un tipo de interés alto para combatir la inflación. “Lo que busca el Gobierno es que la ciudadanía tenga pesos en la mano y paga un premio para que convenga más tener pesos que dólares guardados”, subraya Di Stéfano y señala que el efecto que provoca es un atraso cambiario. “Si combinás tasa de interés altas para combatir la inflación con endeudamiento externo, presionás el tipo de cambio a la baja”, ratifica Carugati.
El brasileño Luiz Bresser Pereira, padre una teoría que él denomina nuevo desarrollismo, critica con dureza la política económica del Gobierno argentino. «La estrategia de crecimiento basada en endeudamiento externo es autoderrotista. Los nuevos desarrollistas la rechazamos firmemente, principalmente porque hace que las empresas industriales no sean competitivas y las desalienta a invertir. Argentina no retomará el desarrollo con esa política», responde por correo electrónico Bresser Pereira, que fue ministro durante los gobiernos de los expresidentes José Sarney y Fernando Hernique Cardoso. «La tasa de interés alta atrae capitales que el país no necesita y es un obstáculo para la inversión», completa.
La suba del tipo de interés, el mayor riesgo
Argentina es uno de los países menos endeudados del mundo. El riesgo no es el nivel de la deuda, sino una posible restricción del acceso al crédito, lo que forzaría un ajuste mucho más duro que el previsto. “Para Argentina, cualquier estrategia basada en el endeudamiento es riesgosa. Ante cualquier cambio en el contexto internacional, es de los primeros países que se quedaría sin crédito externo”, destaca Hirsch. Es una de las economías más vulnerables ante un shock externo, según FyE. “Todos los indicadores son malos. Tiene un déficit fiscal muy elevado, un déficit externo muy elevado, una tasa de inversión baja, una tasa de inflación alta”, enumera el consultor.
El mundo podría jugar en contra si la Reserva Federal subiera las tasas de interés más de lo que estaba previsto o si cayeran los precios de las materias primas. Los cuatro analistas económicos consultados por Visión Desarrollista para este reportaje consideran improbable el segundo escenario.
El dato de la inflación en EE UU que se conoció la semana pasada —más elevado que el esperado— alimentó las expectativas de una mayor subida de la tasa de interés, el peor escenario para Argentina. Di Stéfano es el único de los entrevistados que desentona y sostiene que no cree que la FED vaya a subir la tasa. “Nadie se pega un tiro en el pie. Es improbable que haya una subida de tasas de interés muy exagerada porque sería como hipotecar el crecimiento del mundo, y el de EE UU”, argumenta. Para dar sustento a su pronóstico, Di Stéfano señala que EE UU, Europa y las economías avanzadas tienen un nivel de deuda en torno al 250% de sus PBI. Y que el sector privado —las empresas— posee gran parte de los pasivos, por lo que un aumento en el costo del financiamiento resentiría su rentabilidad y la expansión de la economía.
El desafío es aumentar las exportaciones
El país exporta poco. Lo explica Horacio Pereira en su última publicación en este portal, donde sostiene que se debe a causas estructurales que van más allá del atraso cambiario. Esta es una de las limitaciones más altas para el desarrollo del país. Y es incompatible con la estrategia de financiamiento externo. “Este nivel de endeudamiento, a la larga, se va a tener que pagar con exportaciones. Si las exportaciones no crecen, este ritmo de endeudamiento se va a percibir como no sostenible y el financiamiento se puede empezar a restringir”, advierte Hirsch. “Si no transformás la estructura productiva para aumentar las exportaciones o sustituir importaciones, no vas a solucionar el déficit comercial”, apunta Claudio Scaletta, economista que se define a sí mismo como heterodoxo y desarrollista y es un duro crítico del macrismo.
Una devaluación no impulsaría las exportaciones, señala Scaletta. “Hay una creencia convencional, muy antigua, de que si vos tenés un tipo de cambio competitivo vas a exportar más. Pero las exportaciones dependen de la demanda externa, no de tus costos. Una devaluación provoca un efecto riqueza para los exportadores”, explica. El efecto riqueza implica un aumento de la rentabilidad, un incentivo para invertir en el sector exportador, expandir la oferta y hacer crecer las exportaciones. “En 2017, cuando ya se había realizado la ganancia de la primera campaña, aumentó la inversión en maquinaria agrícola importada. ¿Significó más desarrollo para Argentina porque aumentaron las exportaciones y se alejó la restricción externa? No. Eso no ocurrió”, replica Scaletta.
El Gobierno esperaba una lluvia de inversiones, pero nunca llegó. “Para que haya lluvia de inversiones tiene que haber una mejora en la rentabilidad esperada. Desde mi óptica, no estaban aseguradas estas condiciones: el costo salarial no varió significativamente, la presión tributaria tampoco varió significativamente, las mejoras de productividad o las que podían dar las reformas estructurales, tampoco. Como fueron muy graduales y escasas, repercutieron poco”, concluye Hirsch.
Más contundente, Scaletta apunta a la esencia de la economía macrista. “En este modelo económico nunca van a entrar inversiones. Las inversiones van a los países que se desarrollan. Y este no es un modelo de desarrollo, es un modelo de valorización financiera. Tenés que poner en marcha la transformación de la estructura productiva. Un plan de desarrollo. A fines de 2015 se pensaba que ese plan de desarrollo, que requiere divisas, se iba a poner en marcha con financiamiento externo. Que se iba a destinar el financiamiento externo a un plan de desarrollo, no al gradualismo y al endeudamiento financiero”, critica.
“Un plan muy electoral”
Di Stéfano define el plan económico del gobierno como “muy electoral”. “Es un plan que beneficia fundamentalmente a Capital y Gran Buenos Aires, que es donde se vuelca la mayor parte de los subsidios, y perjudica a las economías regionales, que son las que tienen que exportar la producción primaria al mundo. El tipo de cambio bajo perjudica a las economías regionales, pero como la mitad de los votos están entre Buenos Aires y Capital Federal, este esquema genera un plus electoral realmente importante”, razona y asegura que no cree que la economía pueda mantener un crecimiento del 3,5% anual sostenido con este modelo, salvo que haya un aumento en los precios de los commodities.
Tres de los cuatro analistas pronostican que el país crecerá este año. Entre un 2% y un 2,5%, según Hirsch y Di Stéfano; en torno al 3%, calcula Carugati. En cualquier caso, menos que el 3,5% presupuestado por el Gobierno. Scaletta es el único que prevé un escenario de estancamiento o recesión. «Este año es más dificil hacer una proyección porque tenés un contexto de inestabilidad política y de conflictividad social que no tenías el año pasado ni el anterior. Puede pasar cualquier cosa, se acabó la calma», opina el economista.
“Veo un plan económico de bajo rendimiento, porque vas a crecer poco, y muy arriesgado. Puede salir mal o bien, dependiendo de cuanto dure el contexto internacional favorable. No veo muy elevada la probabilidad de que Argentina llegue a una situación de estabilidad macro en unos años”, cuestiona Hirsch. “¿Qué podría haber hecho? No haber perdido dos años aumentando el déficit. Podría haber hecho una estrategia más de shock”, asegura el director de FyE. En la vereda opuesta, Carugati considera que el diagnóstico del Gobierno es acertado: “No hay mucho margen para acelerar el tipo de correcciones que hoy se necesitan. Por cuestiones políticas y sociales. Creo que esta es la mejor estrategia”.