La brecha entre el dólar oficial y el blue cerró esta semana en el 126%. El ministro Martín Guzmán rechazó este viernes la posibilidad de una devaluación. Lo hizo ante empresarios durante el coloquio de IDEA. El Gobierno asegura que el tipo de cambio es más que competitivo si se lo compara con el promedio histórico. El problema son las expectativas. Los empresarios prevén un aumento de la inflación y una devaluación en el corto plazo, por muchos paralizaron las ventas. La economía en pausa a la espera de que pase algo.
«Las devaluaciones son contractivas», afirmó la economista Cecilia Todesca Bocco en una entrevista con Clarín. La vicejefa de Gabinete explicó que, desde su punto de vista, una devaluación fuerte generaría un incremento de los precios y una caída en el salario real, lo que provocaría, a fin de cuentas, una contracción de la economía aún mayor a la que ya está sufriendo.
Una depreciación del peso es, de hecho, una transferencia de ingresos desde los asalariados cobran un sueldo fijo a los productores de bienes transables, que veden productos que tienen precios fijados en dólares. Esta es la explicación más común de por qué una devaluación provoca una contracción de corto plazo: los asalariados tienen una mayor propensión a consumir en el mercado doméstico. Una reducción en sus ingresos, por lo tanto, significa una caída de la demanda.
Pero este razonamiento no siempre es correcto. O eso sostiene el economista Pablo Glüzmann, que asegura que las devaluaciones pueden ser expansivas si se cumplen ciertas condiciones. Una devaluación genera incentivos para que inviertan los productores de bienes transables; si el aumento en la inversión supera la caída en el consumo, el efecto es expansivo. También hay un segundo efecto que puede ser expansivo: si los residentes poseen más ahorros que deudas en moneda extranjera. Eso ocurre, de hecho, en Argentina. ¿La devalación podría generar una reactivación?
La caída del consumo y la inversión
Los datos del INDEC del segundo trimestre muestran un cuadro trágicos. Se observaron reducciones en todos los componentes de la demanda. Sobresalen la caída de la inversión, que se desplomó un 38,4% interanual, y la del consumo privado, que lo hizo un 22,3%.
El consumo y la inversión se encuentran en mínimos históricos. Es difícil que una devaluación provoque una caida aún mayor del consumo, pero sí podría generar incentivos para recomponer la inversión, lo que no solo generaría una reactivación en el corto plazos, sino que tendría consecuencias a mediano y largo plazo.
«El problema no es el tipo de cambio, si no el desorden macroeconómico», señaló José Ignacio De Mendiguren en una entrevista de Visión Desarrollista. El presidente del BICE tiene razón, pero un ajuste en el valor de la moneda generaría nuevas expectativas y permitiría que los empresarios reanudaran la actividad. Quienes liquiden antes de una devaluación, que consideran inevitable, perderán capital de trabajo, ya que los costos de reposición serán más altos cuando quieran reanudar el ciclo. Detrás de las expectativas a favor de la devaluación está el exceso de liquidez: vale recordar que la base monetaria aumentó aproximadamente un 80% en lo que va del año.
El gobierno debe usar todas las herramientas al alcance de su mano para evitar que la brecha se siga agrandando y se convierta en un ancla para la recuperación. Tiene que remover las trabas en el mercado cambiario y hacer una apertura progresiva de la economía, que está condicionada por la cuarentena. El relajamiento de las restricciones de circulación, trabajo y comercio permitiría una normalización en la canasta de consumo, lo que quitaría presión a la demanda de dólares. Muchos de los ahorristas compran dólares porque no tienen una alternativa para gastar los pesos. Por otra parte, una baja a los aranceles de exportación produciría más oferta de dólares, lo que incentivaría una disminución de la brecha.
El Gobierno debe usar de manera eficiente todas las palancas y avanzar hacia la normalización de la economía si quiere detener la escalada del tipo de cambio paralelo, siempre dentro de un plan de desarrollo sostenible que fije como objetivo principal la acumulación de capital.