Las principales medidas del Gobierno para mitigar la crisis se enfocaron en inyectar dinero en el bolsillo de los trabajadores y desocupados. La medida, de claro corte keynesiano, tuvo un efecto inesperado: una presión al alza del tipo de cambio. ¿Por qué? La cuarentena provocó cambios en la canasta de consumo, tanto porque muchos negocios no estaban habilitados para funcionar como por las limitaciones de circulación de los consumidores. Hubo ahorros en combustible, en recreación, en la práctica deportes y en otros gastos diarios. Parte de los ingresos aportados por el Estado se derivaron hacia uno de los pocos bienes transables que se podían adquirir: el dólar. Que en un contexto de alta inflación y expectativas de devaluación, es el refugio de valor predilecto de los ahorristas argentinos.
Los cambios en los hábitos de consumo no fueron tomados en cuenta por los que diseñaron las políticas anticrisis, al menos no desde el primer momento. El Gobierno implemento una política netamente keynesiana de estímulo al consumo como si se tratara de una simple crisis causada por la insuficiencia de la demanda. Fue un error de diagnóstico fundamental.
La política más importante fue el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que beneficia a casi nueve millones de personas de bajos recursos. Para muchas significó un aumento en los ingresos comparado con la situación previa a la pandemia. Esto fue especialmente cierto para los trabajadores informales, que representan el 35% del mercado laboral. El endurecimiento del cepo cambiario del 17 de septiembre, definido por la Comunicación 7105 del Banco Central, prohíbe la compra de dólares por parte de quienes cobran el IFE o algún plan social.
Otras políticas de estímulo tuvieron como beneficiarios a sectores de ingresos medios e incluso altos. Muchos de ellos necesitabanesa ayuda, pero otros no tanto y tenían capacidad de ahorro. Muchos de ellos compraron dólares con los subsidios del Estado. Una de estas medidas fue el programa de Asistencia al Trabajo y la Produccion (ATP). En un artículo de este portal destaqué que el ATP era acertado porque evitaba los despidos y resguardaba el capital humano. Pero también advertía de que, por cómo estaba diseñado, el programa, se financiaron sueldos de personas en relación de dependencia con altos ingresos y se subsidió a las empresas que los contrataban. A algunos de estos empresarios inclusos se le quiere cobrar hoy el impuesto a las grandes fortunas.
Un caso similar es el congelamiento de tarifas de servicios públicos. La política busca un alivio para los ciudadanos en el momento de crisis, pero fue realizado de manera universal. Es decir, sin tener en cuenta la región o capacidad de pagó de las familias beneficiarias. Lo que significa que es otro subsidio para las familias de altos ingresos.
Las políticas para amortiguar el impacto económico de la cuarentena contaron con un respaldo amplio de la sociedad: es ilógico impedir a alguien que trabaje y rechazar una compensación por esa inactividad forzada. Podría haberse hecho una política mejor enfocada, sin embargo, hacia las familias de bajos ingresos y los sectores económicos más afectados, para evitar un estímulo generalizado e inefectivo. La parálisis del mercado combinada con las medidas keynesianas aumentaron la presión sobre el tipo de cambio, la inestabilidad y la incertidumbre. Por eso, el Gobierno reforzó la semana pasada el cepo cambiario, una receta que se viene utilizando en el país desde 2011.
El cepo al dólar trae consecuencias muy negativas para el funcionamiento normal del mercado. Quienes tienen divisas para liquidar, no lo hacen porque esperan una devaluación y disminuyen la oferta de divisas. Quienes necesitan importar adelantan las compras, por temor a una devaluación y aumentan la demanda de divisas. Lo que significa que la presión sobre el dólar aumenta y se refuerzan canales alternativos, como el mercado del dólar blue.
La mejor política para quitar presión sobre el tipo de cambio y lograr una mayor estabilidad no es el cepo, sino la puesta en marcha de la economía. La normalización de la canasta de consumo desacelerará la demanda de dólares. Para ello es necesario una hoja de ruta para salir de la crisis y un plan económico sostenible a largo plazo, basado en acuerdos sectoriales y reglas claras. En el camino habrá pujas de intereses y conflictos, pero no es lo mismo que sea el resultado de un país que se levanta después de la crisis o que sea la consecuencia de que el país se está asfixiando.