La distinción clásica entre crecimiento y desarrollo suele ser difusa. Como si el desarrollo fuese nada más que crecimiento sostenido en el tiempo o, mejor, crecimiento sustentable. El crecimiento refiere siempre, por supuesto, al producto bruto. Pero la economía no se reduce a su producto, que no es sino el resultado —expresado en dinero— del modo en que los factores productivos se combinan a lo largo del proceso económico. A ese modo de organización de la producción tenemos que apuntar para definir el desarrollo y su contrario, el subdesarrollo, de manera más precisa.
Para caracterizar el desarrollo, usamos la idea de estructura económica. La estructura económica es el esquema organizativo de la producción de bienes de un país, que no es sino un stock de capital ya invertido —infraestructura de transporte y energía, fábricas, equipos, máquinas—, que configura un estado de cosas en materia de capital instalado. Complementa la idea anterior el concepto de superestructura institucional, que son las leyes, las regulaciones, las formas de funcionamiento del Estado y las reglas de disputa del poder político, pero también los conocimientos, las solidaridades y los modos de relacionamiento y cultura en genera que también llamamos capital humano y capital social. Del carácter de la estructura y la superestructura y de cómo se interrelacionan depende con qué grado de eficiencia el trabajo, los recursos naturales y el capital se combinan para generar el producto.
Una economía desarrollada es una economía con alta tasa de capitalización. Esto es, una economía que emplea mucho capital en la generación del producto porque cuenta con ese capital en forma de stocks en su estructura económica. Naturalmente, una alta dotación de capital solo es posible a partir de una inversión anterior: una parte del producto que se sustrajo oportunamente del consumo y no fue consumida inmediatamente por el ciclo de la producción.
Para hablar propiamente del tamaño de las economías deberíamos enfocar entonces, además del producto, o incluso antes que él, en el stock de capital
Producto y stock de capital
A partir de estos conceptos podemos distinguir mejor el crecimiento del desarrollo: hay desarrollo cuando una economía no solo crece sino que se capitaliza. Tal es la formulación clásica, y muy elemental, del desarrollo económico.
Puede haber crecimiento sin desarrollo. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando el producto bruto crece pero sin que una parte significativa se traduzca en ahorro e inversión, sin que se dirija a la estructura productiva, sin incrementar el stock de capital instalado, su calidad, su eficiencia, su modernización: en suma, su productividad. Este modelo de crecimiento es posible en coyunturas particulares de los países, como la existencia de altos precios de los productos que exporta o la caída de costos de insumos de su producción, una depresión interna y salarios contenidos o de un desbalance de incentivos favorable al consumo por sobre el ahorro y la inversión. Pero una economía que no se capitaliza, no se desarrolla y está cada vez en peores condiciones para generar un crecimiento del producto.
Aquí vale el ejemplo de los países ricos en recursos naturales, que pueden obtener un producto de valor muy alto con relativamente poco capital y poco trabajo o con menos capital y trabajo del que deberían emplear para obtener un recurso natural similar en condiciones naturales diferentes. Tal es el caso histórico del impacto en la economía del petróleo de Venezuela o en Oriente Medio, del agro en la pampa argentina o, en su momento, del caucho natural de la Amazonia brasileña. Estos países gozaron, durante períodos más o menos considerables de tiempo, de un producto bruto muy alto aplicando relativamente poco capital. Pero fue un crecimiento con bases frágiles o, por lo menos, insuficientes.
Los países subdesarrollados pueden también crecer a expensas de la capitalización. Esto es particularmente patente en los modelos a veces llamados populistas, que aceleran el consumo al punto de desalentar seriamente el ahorro y la inversión. Este crecimiento, que también puede darse en determinadas coyunturas, es realmente perverso porque va minando la productividad y comprometiendo la capacidad futura de la economía, haciendo más y más difícil contar con las bases para crecer.
También el estancamiento o las crisis pueden enfocarse de manera provechosa con estos criterios. En un modelo simple de estancamiento, la economía no crece, pero repone el desgaste del capital instalado con una modesta inversión.
En el peor escenario, la economía puede estar estancada y además no reponer el capital instalado y liquidar los stocks. Esto ocurre cuando no hay horizontes claros de recuperación, poca claridad política a mediano plazo y no se ve la luz al final del túnel. Aunque este estancamiento, desde el punto de vista del producto, pueda parecer igual al anterior —crecimiento cero—, no lo es: la destrucción del stock de capital compromete el crecimiento futuro.
Puede darse el caso, también, de que una economía estancada en términos de producto haga un esfuerzo de inversión y a lo largo de los años una parte significativa del producto se vuelque a la inversión. Como consecuencia, año a año aumenta el stock de capital. Aquí también el estancamiento no es un indicador suficiente, pues la capitalización siembra la semilla de la recuperación futura.
Todos estos ejemplos sirven para definir serie de premisas con respecto al desarrollo económico. En primer lugar, que el desarrollo económico es otro nombre para la capitalización. Segundo, la capitalización de la economía se da cuando la tasa de inversión es más alta que la necesaria para reponer el desgaste del parque de capital. Tercero, el crecimiento del producto puede darse con mucha, apenas suficiente o insuficiente tasa de inversión, respecto del umbral de reposición de desgastes; solo hay desarrollo en el primer caso. Por último, la tasa de inversión y la evolución del stock de capital de la economía, aunque son difíciles de medir, son también los indicacores más adecuados para evaluar el sendero de desarrollo del país.