Por la crisis del COVID-19, toneladas de papas quedaron sin vender. Papas que se hubieran podrido en el campo en un contexto de hambre y crisis, pero fueron donadas a través de la Red Argentina de Bancos de Alimentos. Una operación logística que movilizó desde abril 5,5 millones de kilos en 270 camiones, cuenta Liliana Cagnoli, presidenta de la red, en una charla virtual organizada por la Usina Desarrollista, titulada La reinvención de las organizaciones solidarias en tiempos de Pandemia. «En un mes aumentamos un 250% los kilos distribuidos», destaca.
El principal objetivo de los bancos de alimentos, explica Cagnoli, es evitar que la comida se tire. Cada año se desperdician 16 millones de toneladas de alimentos en Argentina, lo que significa que el 12,5% de la producción no se consume, cuenta la presidenta de la red. Todo esto en un contexto de aumento de la miseria. El 58,5% de los niños y niñas del país viven en la pobreza y el número de personas que sufrieron hambre subió un 30% en 2019, según Cagnoli. Y la situación se agrava día a día con la crisis actual. «La demanda en todos los Bancos de Alimentos, por las estadísticas que tenemos, aumentó un 40%», advierte.
Los Bancos de Alimentos funcionan como una organización que articula entre las compañías de alimentos, retail y personas que quieren realizar donaciones y organizaciones que se encargan de asistir a personas que necesitan alimentos. Muchas empresas no solo tienen capacidad de donar, sino la necesidad de encontrar un destino para mercadería que, en caso contrario, sería desperdiciada. «Cuando hay alimento apto para consumo humano que ha perdido valor de comercialización y las empresas lo van a tirar, lo recuperamos», cuenta Cagnoli. Recuperar es el término que utiliza, por eso dice que la operación de distribución de papas es un «rescate humanitario de papas».
Cuando cerraron miles de restaurantes y comercios, buena parte de la producción de papas quedó sin comercializar. Una compañía de Balcarce se contactó con el Banco de Alimentos local y ofreció una gran donación. Tanto que, cuenta Cagnoli, superaba ampliamente la capacidad logística Red Argentina de Bancos de Alimentos. Si lograron hacerlo, según la presidente, fue gracias al apoyo del sector privado. «Si no hubiera empresas que se están sumando en donar transporte, sería inviable alimentar a todas las personas que estamos alimentando», cuenta y señala que está trabajando para coordinar el transporte de 200 camiones más.
La charla La reinvención de las organizaciones solidarias en tiempos de pandemia es la sexta del ciclo de videoconferencias que organiza en 2020 la Usina Desarrollista, un proyecto impulsado por Visión Desarrollista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Fundación Frondizi y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER).
Convicción, coerción o conveniencia
Liliana Cagnoli es la responsable de responsabilidad social empresaria de Cagnoli S.A. Integra la tercera generación de la familia que trabaja en la compañía alimenticia de Tandil. Cagnoli explica su concepción de la responsabilidad social desde la teoría de «la triple C»: convicción, coerción o conveniencia. Estos son los motivos, dice, que llevan a una compañía a comportarse en forma responsable. «A mí personalmente no me influye qué es lo que motoriza a ser socialmente responsable; lo importante es que lo sea», concluye.
El vínculo entre Cagnoli S.A. y el banco de alimentos comenzó durante la crisis de 2001. En aquellos años comenzaron en Argentina las primeras experiencias de bancos de alimentos, un modelo que había sido desarrollado en 1967 en EEUU. «En la crisis del corralito la gente iba y golpeaba la puerta de la empresa para pedir comida. Uno de mis primos, Fabio, el mayor, fue a hablar con el párroco de la ciudad y le dijo: ‘Raúl, la verdad que me están golpeando la puerta y no sé qué hacer. No sé si a la persona que le estoy dando realmente lo necesita. Yo no sirvo para esto’. Y el párroco le dijo que se contactara con el Banco de Alimentos. Fue así que nació esa relación, que año a año fue creciendo», cuenta la presidenta de la red.
Cagnoli comenzó a colaborar en el banco de alimentos de Tandil y fue presidenta de la organización durante años. Está al frente de la red nacional desde octubre de 2019. Actualmente, existen 16 bancos de alimentos en 14 provincias, además de otros bancos que están en formación y organizaciones asociadas. La red argentina es cofundadora de la Red Global de Bancos de Alimentos (GFN, por sus siglas en inglés), que está en más de 50 países.
El aliado ideal del sector privado
El éxito del modelo de banco de alimentos, según Cagnoli, es que resuelve dos problemas: el de las empresas con mercadería que no pueden vender y el del hambre. «Conocemos el mundo de la carencia y del empresario. Esas dos lógicas tienen un punto donde se pueden articular», sostiene. Una ventaja fundamental de estas organizaciones, destaca Cagnoli, es que son «transparentes, neutrales y trazables». «Podemos dar trazabilidad desde dónde llega cada papa o cualquier otro producto, hasta dónde fue cada kilo», explica y destaca que la red cuenta con una «cadena de valor solidaria» que le permite procesar cereales para elaborar aceite, polenta o harina.
Cagnoli considera lo que pasó con las papas se puede extender a otros productos en el futuro próximo. Y tiene a mano el ejemplo de la leche fresca en EEUU, que los productores la tiraron como desperdicio. «Es posible que pase acá también», advierte y señala como una solución la articulación con los tamberos, para preverlo.
La construcción de vínculos es un fuerte de la red de bancos de alimentos. Y esto no escapa a la esfera política, ya que trabajan en forma coordinada con muchos municipios. «Hacemos política social no partidaria», aclara y señala que el lineamiento es que los bancos no se asocien a un partido, sino que se vinculen con todos. «Nuestro problema es el hambre. Trabajamos por y para ello. Realmente la gente la está pasando mal. Es una realidad que duele, pero es lo que está pasando», lamenta.
Volvé a mirar la charla virtual de Liliana Cagnoli
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