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La foto del encuentro entre los expresidentes brasileños Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula Da Silva

Las elecciones de Perú del pasado domingo son el último capítulo del recrudecimiento de la polarización en América Latina. La segunda vuelta enfrentó a dos candidatos muy distintos: el izquierdista Pedro Castillo y la derechista populista Keiko Fujimori. Todavía no ha sido anunciado el resultado oficial, aunque el profesor Castillo tiene una mínima ventaja de 50,27% contra el 49,72% con más del 99% de los votos escrutados. Fujimori ya apeló a la típica estrategia de denunciar un fraude, algo que fue descartado por el órgano electoral. El antifujimorismo fue calificado muchas veces como el «partido más grande de Perú», pero esta vez se enfrentó a un adversario igual de competitivo: el voto anti Castillo. Parte de esto se explica por la radicalidad de Castillo, cuyos partidarios se definen a sí mismos como marxistas-leninistas y mariateguistas. Ninguno de los dos candidatos hubiera sido competitivo si hubiera tenido otro rival enfrente.

El mismo domingo se celebraron en México las elecciones de medio término. La meta que se había fijado el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador era ganar el escrutinio con amplia mayoría en las Cámaras del Congreso de la Unión. Esto le hubiera permitido realizar reformas de fondo dentro de su plan de gobierno, al que denomina «la cuarta transformación de México». El partido de López Obrador, MORENA, retuvo la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, si se suman las bancas de sus aliados. Sin embargo, quedó lejos de obtener la mayoría cualificada de dos tercios que necesita para aprobar reformas constitucionales. La potencia electoral de Morena forzó una alianza impensada solo unos años atrás: la coalición opositora Va por México reunió al Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Democrático (PRD). Un cambio profundo en el sistema de partidos mexicano: el PAN, conservador, fue el rival histórico del PRI, que gobernó durante 70 años; el PRD fue un desprendimiento por izquierda del PRI, del que formó parte el propio López Obrador. El país divido en dos grandes bloques a favor o en contra del presidente. A pesar de la derrota, la unidad opositora logró un resultado aceptable que le permite ilusionarse con la presidencia en 2024. México no permite la reelección.

Las políticas centristas están perdiendo terreno en América Latina. Las elecciones quedan reducidas a una oferta simple: «Estás de este lado o del otro». Ese es el terreno ideal para la radicalización política. En alguna medida, la excepción es Ecuador. A pesar de que la campaña presidencial de este año tuvo momentos de tensión, el triunfo del banquero Guillermo Lasso es un giro hacia la centroderecha. El nuevo presidente de Ecuador enfrentará un escenario político complejo, con tan solo un 15% de las bancas en el congreso. Estará obligado a negociar y llegar a acuerdos para poner en marcha su plan de gobierno.

La polarización alcanzó el grado máximo en Bolivia, donde el presidente Evo Morales fue forzado a renunciar tras el pedido explícito del Ejército. Un gesto interpretado por muchos como un golpe de Estado. Tras un periodo turbulento y difícil durante el gobierno interino de Jeanine Áñez, se celebraron unas nuevas elecciones el 18 de octubre de 2020, donde se alzó con la victoria el delfín de Evo Morales, Luis Arce, un economista con perfil tecnocrático. La división del país se mantuvo, al punto tal que Luis Camacho, una de las figuras más destacadas del levantamiento contra Evo Morales en 2020, obtuvo una victoria arrasadora como gobernador de Santa Cruz, el departamento más díscolo.

El peso de la desigualdad

Chile y Colombia son ejemplos del efecto desestabilizador que tiene la desigualdad en la vida institucional de un país. El estallido social en Colombia comenzó como un rechazo de la reforma tributaria impulsada por el presidente, Iván Duque. Durante un mes, las protestas se agudizaron y expandieron a las grandes ciudades del país, con epicentro en Cali. Hubo un alto grado de violencia estatal, que dejó un tendal de muertos, heridos y desaparecidos. La figura de Duque quedó desdibujada, a tal punto que los debates más intensos se centraron en el expresidente Álvaro Uribe, padrino político de Duque y líder del oficialismo, y Gustavo Petro, senador opositor y exguerrillero del M-19. Aunque el movimiento de protestas es inorgánico, las críticas oficialistas apuntaron a Petro y lo encumbraron como líder de la oposición.

Petro que tuvo su momento célebre cuando la revista Semana le dedicó una portada con una foto de él en primer plano y el título: «Petro, ¡basta ya!». Semana fue una de las revistas políticas más prestigiosas de Colombia, pero a partir de su venta en 2019 se convirtió en un medio marcadamente oficialista. Las elecciones presidenciales se celebrarán el 29 de mayo del 2022. Allí se verá si se mantiene el bipartidismo liberal-conservador que dominó el sistema político colombiano en la segunda mitad del siglo XX o surge una nueva opción de poder.

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Portada de la revista Semana, de Colombia, publicada el 22 de mayo de 2021. / semana.com

La elección de los miembros de la asamblea constituyente en Chile desnudó la crisis de los partidos tradicionales. Lo que había comenzado como un reclamo estudiantil contra el aumento del subterráneo de Santiago en octubre de 2019 terminó con un cambio histórico en el país trasandino. Un dato no menor fue el involucramiento de nuevos actores que nunca habían participado en política. El próximo test electoral serán las presidenciales del 21 de noviembre de este año. La nueva constitución será sometida a un nuevo referéndum en 2022, donde la ciudadanía deberá aprobarla o rechazarla.

Encuentro en Brasil, autoritarismo en el caribe

Para muchos, la foto política más importante del año en América Latina. Dos hombres con mascarilla golpean los puños. Dos antiguos rivales. Rivales con una historia de enfrentamientos duros. Los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y Lula Da Silva escenifican una alianza política, el encuentro de dos adversarios que dejan a un lado las diferencias para enfrentar a un enemigo en común: Jair Bolsonaro. Es, en alguna medida, la mímica del movimiento mexicano que intenta hacer frente a López Obrador. Las elecciones en Brasil son en 2022 y se prevén como una de las más polarizadas en las últimas décadas.

El autoritarismo avanza en la zona del Caribe con tres países que muestran señales preocupantes: El Salvador, Nicaragua y Venezuela. Nayib Bukele, el joven presidente salvadoreño, obtuvo un triunfo aplastante en las elecciones parlamentarias y aprovechó su nueva mayoría para destituir a la Corte Suprema.

El todopoderoso Daniel Ortega, en Nicaragua, buscará la cuarta reelección el próximo 7 de noviembre. En el camino, sofocó violentamente manifestaciones en contra de su gobierno y en estos últimos días encarceló a tres candidatos opositores. Entre ellos, a Cristiana Chamarro Barrios, que tenía altas chances de derrotarlo. Chamorro Barrios es la hija de la expresidenta Violeta Chamorro, la mujer que derrotó a Ortega en las elecciones de 1990.

Venezuela arrastra un conflicto político que parece no tener fin. Tras años de enfrentamiento entre Nicolás Maduro y una oposición dividida, no quedan ni las cenizas del sistema político venezolano. Un sistema que había mostrado una estabilidad sorprendente durante la segunda mitad del siglo XX, cuando se alternaban los democratacristianos del Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) y los socialdemócratas de Acción Democrática.

La polarización avanza en América Latina y torna extraños los análisis políticos convencionales. La nueva geografía política e ideológica no calza bien en el esquema tradicional de la democracia europea: izquierda socialdemócrata, derecha democristiana. Europa también vive un momento de cambio político, con el auge de gobiernos nacionalistas de extrema derecha, como el caso de Víctor Orbán en Hungría, y de los partidos populistas de derecha y de izquierda en distintos países. Por ahora son casos puntuales y la democracia europea no solo resiste, sino que genera movimientos superadores, como los nuevos partidos verdes.

Argentina celebrará el 14 de noviembre la elecciones legislativas. La discusión política es con frecuencia víctima de la grieta, que inhibe el debate de ideas. Una mirada más amplia permite comprender que la grieta no es un invento argentino, sino un fenómeno global. El hundimiento del centro se replica en todas partes, pero en América Latina lo hace con características propias y con el lastre de sus déficits estructurales.