En mi paso como Director Ejecutivo en el BID, uno de los proyectos que más orgullo me generó presentar fue el PROSAT II (Programa de Desarrollo de Tecnologías Satelitales). En medio de una situación económica complicada, Argentina fue capaz de dar continuidad a un desarrollo tecnológico de excelencia cuyos origines remontan a 1994. En abril de 2019, el BID aprobó una operación para apoyar la terminación y lanzamiento del SAOCOM 1B (Satélite Argentino de Observación con Microondas). El SAOCOM 1B está equipado con la tecnología más avanzada en materia de recolección de datos terrestres, y la semana pasada se lanzó exitosamente al espacio, desde la Estación de Cabo Cañaveral en Estados Unidos. El antecesor, SAOCOM 1A, se había lanzado en octubre de 2018.
Esta iniciativa es parte del Sistema Italo-Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias, un proyecto de cooperación entre la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) y la Agencia Espacial Italiana (ASI), que consiste en un total de seis satélites únicos en el mundo, con capacidades de toma y análisis de información mediante recolección por microondas (los dos SAOCOM de CONAE y los cuatro Cosmo-Skymed de la ASI). Estas tecnologías de punta son fundamentales para la eficacia en la prevención y mitigación de desastres naturales en los que las microondas permiten tomar información, pese a condiciones meteorológicas difíciles, y el aumento de la productividad agrícola, mediante las tomas de datos sobre humedad de suelos, composición, temperaturas, entre otros, que permiten optimizar la gestión de los ciclos de siembra y cosecha y reducir el impacto ambiental.
Un proyecto tecnológico de estas características no se da en el vacío ni por generación espontánea. Es fruto de una larga e interesante trayectoria en la investigación espacial, ámbito en el que nuestro país ha sido uno de los grandes pioneros en América Latina.
En 1960, con el antecedente en los avances en tecnología aeronáutica producidos en la segunda presidencia de Juan Domingo Perón, el gobierno de Arturo Frondizi, fiel a su visión de futuro, creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) para impulsar la industria aeroespacial con fines pacíficos, incorporando así a Argentina en la exploración de la frontera espacial. Esta apuesta, en plena Guerra Fría, partía de la idea de Frondizi de que Argentina debía ser un actor protagónico en el mundo, resistiéndose a aceptar conceptos tradicionales de división internacional del trabajo que la relegaban a exportador de materias primas y apostando por la creatividad y la innovación para alcanzar el desarrollo nacional.