La conmoción y la incertidumbre reinaban en el mediodía del 22 de noviembre de 1963 en Texas. La caravana presidencial que trasladaba al presidente John Fitzgerald Kennedy y la primera dama, Jacqueline Kennedy, fue atacada a tiros. Los estadounidenses fueron testigos en directo del magnicidio. El servicio secreto trasladó inmediatamente a una parte de la comitiva a un lugar seguro y el resto se dirigió al hospital. Entre ellos iba el vice, Lyndon Baines Johnson. Allí se declaró oficialmente el deceso del presidente Kennedy.
Antes de despegar rumbo a Washington DC, en el Air Force One los tripulantes no salían de su asombro y se mantenían consternados por el asesinato de Kennedy. En medio de la desolación y tristeza, la jueza federal Sarah T. Hughes, misal en mano, tomó juramento al entonces vicepresidente Johnson. Una foto retrata ese momento: a un costado del flamante presidente está su esposa, Lady Bird Johnson, detrás se ven algunos colaboradores y también la ex primera dama, Jackie Kennedy, que aún mantenía latente la sangre de su esposo en su elegante vestido rosa.
Oriundo de Stonewall, Texas, Johnson creció en la pobreza en una granja en la pequeña ciudad de Johnson City. Se recibió de maestro en 1930 y ejerció su profesión en diferentes instituciones a lo largo del estado de Texas. Allí fue testigo de las desigualdades que marcaban al país. Sus alumnos eran niños mexicanos que llegaban a clase sin desayunar. «Desde entonces creyó que el Gobierno era una fuerza magnífica para ayudar a la gente», explica Robert Caro en uno de los vídeos de la biblioteca presidencial en honor al expresidente. Dejó de lado su profesión y en 1937 fue electo, por el décimo distrito de Texas, para la Cámara de Representantes.
Fue un aliado y admirador del presidente Franklin Delano Roosevelt en todas sus decisiones de carácter político y social. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en la armada como oficial de reserva naval, donde inspeccionaba las condiciones de las bases militares en el teatro de operaciones del Pacífico.
En 1948 fue elegido senador por el estado de Texas. Se convirtió en un gran negociador, siempre abierto al diálogo para lograr plataformas para llevar adelante una política en común con sus rivales republicanos en el Senado. Su reputación y su gran labor legislativa lo convirtieron en 1954 a ser el líder indiscutido de los demócratas, quienes en ese momento contaban con la mayoría en el Senado. Como líder de la mayoría negoció las primeras leyes aprobadas de derechos civiles en más de ochenta años en 1957 y 1960.
Tras una frustrada campaña para ser nominado candidato a presidente por su partido, Johnson perdió la contienda ante la promesa del partido Demócrata, John Kennedy. A pesar de las reticencias de su hermano Robert Kennedy, Johnson fue elegido por John Kennedy para que sea su compañero de fórmula para las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 1960.
El asesinato del presidente Kennedy lo convirtió en el trigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, siendo el único político en la historia de su país en servir en la Cámara de Representantes, en el Senado y en la vicepresidencia.
Derechos civiles y desarrollo socioeconómico
A penas asumió la presidencia, Johnson se fijó la misión de promover la Ley de Derechos Civiles . En 1964 puso el cuerpo día tras día para negociar e hizo de su influencia una gran arma para persuadir tanto a demócratas como a republicanos de ambas cámaras para sacar adelante la ley. El mayor escollo, sin embargo, lo representaba su propio partido en el Senado, que era el grupo dirigido por un segregacionista que había sido su padrino político de Johnson: el senador Richard Russell, que también contaba con el apoyo de republicanos. Tras superar los obstáculos que representaban la ley y con cierto apoyo de los principales activistas del movimiento por los derechos civiles, entre ellos Martin Luther King, logró aprobar la tan prolongada y luchada Ley de Derechos Civiles que prohibió la discriminación racial en establecimientos públicos y en cualquier negocio o institución que recibiera fondos federales.
Con el envión del éxito de su corta gestión, fue reelecto presidente el 3 de noviembre de 1964 con una abultada victoria. Obtuvo el 61,1% del voto nacional popular, que todavía es el mayor porcentaje del voto popular para un candidato en las presidenciales de EEUU desde 1820.
En 1965 aprobó la Ley de Derecho al Voto, que habilitó a los afroamericanos estadounidenses acudir a las urnas. La discriminación hacia la inmigración también llegó a su fin: se abolieron las cuotas por origen nacional, lo que permitió un gran aumento en el número de visados de inmigración para países que no provenían de Europa.
El plan más ambicioso de su administración fue la idea de la Gran Sociedad americana. Envió al Congreso una batería de leyes sociales para el mejoramiento de la educación a través de fondos federales. La Ley Educación Primaria y Secundaria hizo hincapié en la igualdad de acceso a la educación y estableció altos estándares y rendición de cuentas. Además, el proyecto tuvo como objetivo acortar las brechas de rendimiento entre los estudiantes, proporcionando a cada niño oportunidades justas y equitativas para lograr una educación excepcional. En materia de salud, implementó el seguro de salud para los ancianos, bajo el programa Medicare, y creó Medicaid para que las personas de bajo recursos puedan acceder a tener una cobertura médica.
La otra gran ambición de Johnson fue el programa Guerra contra la Pobreza que logró la educación preescolar especial para los niños pobres, capacitación vocacional para quienes habían abandonado la escuela y empleos de servicio comunitario para los jóvenes de los barrios bajos.
El plan de Johnson había logrado sorprendentes números: la pobreza disminuyó del 23% a un 12%, se eliminaron las formas de discriminación racial legal, los estadounidenses gozaban de una mayor prosperidad y mejor educación. Este fue el mayor periodo de prosperidad en toda la historia de la nación.
El capricho de Vietnam
Johnson sacó adelante hasta 46 leyes que cambiaron la vida de los estadounidenses y que hasta hoy en día persiste como grandes conquistas. Pero toda su obra se vio opacada por la Guerra de Vietnam.
Johnson sufrió la influencia del poderoso secretario de Defensa, Robert McNamara. No escuchó, en cambio, los consejos de su asesor de Seguridad Nacional, y luego sucesor de McNamara en defensa, Clark Clifford, que en reiteradas oportunidades dijo que era imposible ganar la guerra y que EEUU debía retirarse cuanto antes de Vietnam. LBJ, como era conocido el presidente, se encontró ante una encrucijada: ¿debía seguir o salir de la guerra? Su ego pudo más. Ese fue el factor determinante: no quería ser el primer presidente de EEUU en la historia que perdía una guerra.
Las múltiples marchas en contra de la guerra en las principales ciudades del país que en varias ocasiones generaron choques entre los activistas y las fuerzas de seguridad, con altos grados de violencia desmedida, puso entre las cuerdas las aspiraciones de Johnson para presentarse a un nuevo periodo presidencial.
Con un discurso televisado, desde el salón oval de la Casa Blanca, el 1 de abril de 1968, Johnson se dirigió ante la Nación para anunciar el cese de los bombardeos en Vietnam con el objetivo de dar inicio a conversaciones de paz y ante la sorpresa de todos declinó su candidatura a la presidencia de EEUU.
Johnson falleció el 22 de enero de 1973 por un ataque al corazón. Estaba en su estancia en su ciudad natal, Johnson City, Texas. Tenía 64 años. Por sus logros económicos y sociales, Lyndon Johnson debería ocupar un lugar central en la galería de los mejores presidentes de la historia reciente de EEUU. Un reconocimiento que es escamoteado por el trágico recuerdo de Vietnam. Su biógrafo Robert Dallek lo define de esta manera: «No hubo ningún líder de la mayoría más poderosa en la historia estadounidense».