Cuba
Manifestasntes protestan en La Habana, Cuba. / EFE

Cuba vive desde el domingo jornadas históricas de protestas contra el régimen castrista. Una nueva generación de jóvenes que no ven en el horizonte un futuro mejor impone su agenda y se autoconvoca a través de las redes sociales para tomar las calles. Consecuencias de la apertura de Internet. El surgimiento de nuevos actores sociales como el Movimiento San Isidro, un movimiento artístico de la disidencia cubana, muestra el nuevo rostro de la oposición. Ya no son solo los viejos exiliados de Miami. La canción de rap Patria y Vida, que se convirtió en un símbolo de las protestas, es una respuesta al eterno lema de Fidel Castro «Patria o muerte». Los jovenes tienen en frente un régimen autoritario y envejecido que atraviesa una dura crisis económica que la pandemia dejó al descubierto.

El presidente actual, Miguel Díaz-Canel, no tiene el carisma de Fidel Castro y eso se nota. Sin los padres de la revolución en el comando del país tras la muerte de Fidel y el retiro voluntario de su hermano Raúl de la presidencia y como líder del Partido Comunista Cubano, el Gobierno debe pilotear una nueva ola de protestas. La llegada de Díaz-Canel era un cambio generacional y se esperaba que trajera un aire de renovación, pero chocó con los cuestionamientos de una sociedad que pide a gritos cambios urgentes. El último antecedente de este tipo es el Maleconazo, como se conoce a las protestas de 1994. 

Tras la caída de la Unión Soviética la isla quedó huérfana de su protector y a la deriva económica. Una ola de protestas tuvieron lugar en el Malecón, de ahí el nombre, y en las calles del centro de La Habana. Fue la manifestación más grande desde la revolución. El mismo Fidel Castro tuvo que ponerse al frente de la situación para que las protestas cesaran. A cambio, otorgó algunas concesiones como la apertura de las fronteras. Pasaron más de treinta años hasta que el pueblo volvió a las calles cansado de las arbitrariedades de la dirigencia política para reclamar un bien tan preciado como la libertad.

A diferencia de las protestas del 94, el estallido actual comenzó en las afueras de La Habana, en la ciudad de San Antonio de los Baños. Pronto se extendió como un germen a todo el país al grito de «libertad» y «abajo la dictadura». Los disparadores inmediatos del reclamo fueron los reiterados cortes de luz sumado a la escasez y el desabastecimiento de alimentos, la caída económica por la disminución del turismo y  la crisis sanitaria a raíz de la pandemia del COVID-19.

«La orden de combate está dada»

Como respuesta a los reclamos Díaz-Canel pronunció un discurso confrontativo en que convocó a sus seguidores a enfrentar a los manifestantes. «La orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios», declaró y utilizó la vieja prédica de que detrás de las protestas estaba la mano invisible de EEUU. También sostuvo que las causas de todos los males de la isla es el bloqueo económico, comercial y financiero que mantiene Washington.

La represión no se hizo esperar. El Gobierno envió a los temibles boinas negras, el cuerpo de élite de las Fuerza Armadas Revolucionarias, a romper las protestas e intimidar a los  manifestantes pacíficos. Las marchas, sin embargo, continuaron. Un momento cargado de simbolismo fue el abucheo que recibió la contramarcha en respaldo del Gobierno, que era encabezada por Ramiro Valdes, de 89 años, unos de los históricos guardianes de la revolución y lugarteniente de Ernesto Che Guevara. El diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista (PCC), anunció el martes en su portada a toda la isla que Raúl Castro estaba de vuelta. El comunicado buscaba un golpe de efecto para que cesaran las manifestaciones, pero los manifestantes hicieron caso omiso y continuaron con sus reclamos. Hasta el momento hubo un muerto y un centenar de detenidos y desaparecidos.

Las respuestas de EEUU hasta el momento han sido prudentes. El gobierno de Joe Biden pidió que se respetaran los derechos humanos y no dio señales de deshielo en la relación con la isla, que viene de padecer la indiferencia de la administración Trump. El motivo principal de esta moderación es la necesidad de mantener el voto cubano del Estado de Florida para las elecciones legislativas del año entrante, un distrito clave para ampliar la base demócrata en la cámara e imponer su agenda de gobierno. Biden fue parte del proceso de distensión en las relaciones entre Washington y La Habana iniciadas por Barack Obama.

Unificación cambiaria y crisis sanitaria

La crisis económica se espiralizó en los últimos meses mientras el Gobierno implementaba cambios importantes, como la unificación de las dos monedas que circulan en el país: el peso cubano y el CUC, el peso cubano convertible. El CUC equivalía a un dólar o a 24 pesos. El fin de la unificación era mejorar el clima de negocios y atraer inversiones de EEUU y Europa, un plan similar al que está llevando a cabo el régimen chavista en Venezuela. El artífice de esta política es Raúl Castro, que con su retiro abrió el camino a una nueva dirigencia política y se llevó a sus antiguos camaradas octogenarios que se oponían a la apertura económica. Castro es un admirador del modelo de apertura vietnamita.

La reforma monetaria, sin embargo, terminó en un verdadero dolor de cabeza para el régimen. Tras la unificación, los precios de muchos de los productos básicos se dolarizaron y esto se tradujo en un encarecimiento de los combustibles, el gas y la electricidad. Al mismo tiempo, hubo una reducción considerable de los subsidios. Para mitigar el efecto de la inflación, el Gobierno impulsó una suba del salario medio, pero fue insuficiente. Las ansiadas inversiones tampoco llegaron y la otra fuente de ingresos de divisas, el turismo, cayó en picada por el coronavirus. En los primeros cuatro meses del año solo visitaron la isla 64.712 turistas extranjeros, un 94% menos que en el mismo periodo de 2020.

A este escenario caótico se sumaron las deficiencias del sistema sanitario cubano que quedaron al desnudo por la pandemia. Hasta el 12 de abril de 2021 se habían registrado solo 467 fallecidos y 87.385 contagiados, mientras que en los seis meses siguientes el número de fallecidos se triplicó y el de casos se multiplicó por dos veces y media. La peor situación se vivió en la provincia de Matanzas, donde el sistema sanitario colapsó. La ironía es que solo unos días antes el Gobierno había anunciado la aprobación para uso de emergencia de la vacuna Abdala, con una eficacia del 92,2%. Es la primera vacuna contra el COVID-19 desarrollada en América Latina y una de las cinco fórmulas que Cuba está desarrollando.

Todas estás adversidades fueron prendiendo la mecha desde enero y finalmente explotó el pasado domingo. Un hito importante en este camino fueron las protestas del 27 de noviembre de 2020. La policía había irrumpido el día anterior en la sede del Movimiento San Isidro, en La Habana Vieja, y desalojado a un grupo que se había declarado en huelga de hambre. Era una protesta contra la detención de rapero Denis Solís, uno de sus miembros. Como respuesta, se organizó una marcha frente al Ministerio de Cultura. Ese día nació un el movimiento 27N, que es uno de los que motoriza el reclamo.

Concesiones

El régimen de Díaz-Canel cedió ante la persistencia de las protestas. Con un cambio radical en su mensaje, llamó a la «paz, la concordia entre los cubanos y al respeto». Planteó la necesidad de hacer un «análisis crítico» de los problemas del país y ofreció unas disculpas a medias a quienes «en medio de la confusión que se arma en sucesos como estos haya sido confundido, haya sido maltratado».

El primer ministro, Manuel Marrero, anunció la autorización, en forma excepcional y temporal, de la importación de alimentos, material higiénico y medicamentos, sin límite de valor y libre del pago de aranceles, por la vía de los pasajeros. Es decir, en el equipaje de quienes viajen a la isla. También anticipó que el gobierno trabajará para mejorar la generación de electricidad y evitar los apagones.

El giro político de Díaz-Canel es el primer triunfo de los jóvenes. Una señal de que el régimen deberá adecuarse a los nuevos tiempos y realizar cambios de fondo para saldar las deudas sociales del país. Al menos si su intención es continuar en el poder.