La inversión pública en I+d es fundamental para el desarrollo. Un gran ejemplo es Y-TEC la empresa de tecnología creada en 2012 por YPF (51%) y el CONICET (49%), cuya misión es brindar soluciones tecnológicas de alto impacto para el sector energético
La inversión pública en I+d es fundamental para el desarrollo. Un gran ejemplo es Y-TEC la empresa de tecnología creada en 2012 por YPF (51%) y el CONICET (49%), cuya misión es brindar soluciones tecnológicas de alto impacto para el sector energético

Desde hace décadas, Argentina repite un ciclo completo de crisis, recuperación temporal y nueva crisis. La caída es cada vez más profunda, lo que implica más gente en la pobreza o escapando del país.

El error es buscar soluciones administrativas a los problemas estructurales de la economía en vez de emprender un proceso de desarrollo. Y no alcanza con una estabilización macroeconómica. Salir del ciclo de crisis recurrentes requiere dar saltos de productividad mediante el aprendizaje tecnológico y la innovación. Es un proceso que debe ocurrir en forma sostenida.Image

Un indicador del ritmo de desarrollo de los países es el incremento de la inversión en investigación y desarrollo. Es decir: cuántos pesos adicionales invierten cada año el sector público y privado del país en investigación y desarrollo como porcentaje del PBI. Esta métrica mide la velocidad a la que se reconfiguran las actividades económicas.

Los países avanzados, como EEUU y Alemania, invierten aumentan la inversión en investigación y desarrollo en un 0,03% de su PBI cada año. Los que están realmente en vías de desarrollo, como China o Malasia, aumentan la inversión a una velocidad aún mayor. Así mejoran año a año la competitividad.

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La expectativa es que haya una aceleración del progreso global en los próximos años por los aprendizajes durante el COVID-19. Y por la disputa entre EEUU y China, que es primordialmente tecnológica. Desde 2018, EEUU avanza más rápido que Corea del Sur o Israel. China seguramente reaccionará.

La aceleración es un gran desafío para los países atrasados, como Argentina y Brasil, que acumulan un retraso tecnológico cada vez mayor. Si no cambian esta tendencia, por más que estabilicen sus economías, el ciclo de déficit y crisis volverá. Indefectiblemente.

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Para captar la importancia de este indicador debe entenderse que la tecnología de punta no se compra. Nadie vende la llave de su competitividad.

La buena noticia es que Argentina puede lograrlo. El ejemplo es el campo argentino, que logró una alta competitividad con innovaciones tecnológicas disruptivas autóctonas el desarrollo de cultivos resistentes a distintas adversidades como la sequía. 

Pero el aprendizaje continuo a nivel nacional no ocurre espontáneamente. En los países avanzados, los gobiernos cumplen un rol crítico para mantener el liderazgo. Y en países atrasados es aún más crítico. Aquí entra en juego la política científico-tecnológica-productiva, acoplada a la económica y educativa.

¿Argentina está haciendo un buen trabajo en innovación? No.

Pero hay que poner las cosas en su justa dimensión. Argentina tampoco es un desastre.

El rol de los sectores público y privado

Una política eficiente de investigación y desarrollo tiene distintas etapas: investigación científica, investigación tecnológica e innovación, producción y comercialización.

La investigación científica se financia principalmente con fondos públicos. Es así en todos los países. Sus funciones son expandir los límites del conocimiento y formar expertos capaces de comprender, asimilar y desarrollar nuevas tecnologías.

La investigación tecnológica y la innovación suelen financiarse con esquemas público-privados. Es mucho más compleja y costosa que la investigación científica e involucra más aspectos: económico, tecnológico, legal, regulatorio, geopolítico, fabricación, logística, entre otros.

Tanto los países avanzados como los que están verdaderamente en desarrollo crearon instituciones dedicadas a la investigación tecnológica e innovación, como la Sociedad Fraunhofer, Centros Carnot, Centros Catapult o Manufacturing USA.
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El sector productivo se involucra principalmente al final de este ciclo, cuando está claro que la nueva tecnología sirve, o tiene un riesgo aceptable.

Argentina debe mejorar en los tres niveles. En la investigación científica, tiene un sistema que funciona con serias deficiencias. Su productividad viene bajando; algunos otros países de la región la han superado y otros la están alcanzando rápidamente.

En cuanto a la innovación, faltan instituciones de envergadura especializadas por sector productivo y con vínculos fuertes y fluidos con el sector privado.

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Verdaderos desafíos 

Aunque suene contradictorio, invertir en investigación y desarrollo no es algo que incumba sólo a los países desarrollados. Es justamente lo que hicieron los países que salieron del estancamiento.

Mientras más atrasado y pobre sea un país, más debería priorizar la inversión en investigación y desarrollo. Es una apuesta más seria que creer simplemente que estabilizar y abrir el comercio va a desarrollar espontáneamente la economía.

Un primer paso es establecer un proyecto nacional consensuado con visión de futuro. No es algo abstracto ni una revolución. Puede ser algo tan concreto como definir de qué vamos a vivir en 20 o 30 años. ¿Qué actividades conviene hacer? ¿Qué va a vender Argentina al mundo?

La mirada a futuro es clave porque los aprendizajes necesarios, así como la investigación y la innovación, involucran lustros y décadas.

Hoy estamos estancados en una situación análoga a la de Corea del Sur en la década de 1970, con una inversión total en investigación y desarrollo de un 0,5%, con un 75% del sector público y un 25% del privado. Corea del Sur revirtió la tendencia, aumentó la inversión en investigación y desarrollo a mayor velocidad que los países desarrollados, y dio un salto en el desarrollo. Su ejemplo muestra la efectividad de una buena política científica-tecnológica-productiva.

Salir del estancamiento requiere poner en marcha un rápido aprendizaje tecnológico que sólo puede lograrse con un gobierno activo y decisivo, que comprenda el retraso acumulado y el rol de la ciencia, la innovación y el sector productivo.