Desde el comienzo de su segundo mandato presidencial, Emmanuel Macron, navega en aguas turbulentas ante la imposibilidad de no contar con una mayoría en el Parlamento y la difícil y compleja tarea de concretar acuerdos con la izquierda y la derecha moderada para sacar adelante su agenda de Gobierno y con la mirada atenta de evitar la posibilidad a futuro del ascenso al poder de la extrema derecha que Macron logró frenar con sus victorias ante Marine Le Pen en 2017 y 2022.
Si bien su primer periodo presidencial frente al Palacio del Elíseo estuvo marcado por un desgaste constante a raíz de las manifestaciones del movimiento de los chalecos amarillos, que tiñeron de violencia las calles de París; la crisis sanitaria provocada por la pandemia; y, finalmente, la guerra de Ucrania, que lo tuvo como protagonista en su intermedación fallida para negociar con Putin.
Aunque Macron en el plano económico redujo el desempleo al 7% el nivel más bajo en 15 años. Llevó adelante la reducción del impuesto a las sociedades, la eliminación del impuesto sobre el patrimonio y la flexibilización del Código de Trabajo. Además, el presidente galo pudo imponer la reforma en las pensiones, que aumento la edad jubilatoria de 62 a los 65 años, tras una larga contienda con manifestaciones y huelgas que se terminó resolviendo a través de un proceso legislativo complejo que incluyó el uso del polémico artículo 49.3 de la Constitución, artículo que permite eludir el voto parlamentario.
Era una reforma necesaria que necesitaba Francia desde lo económico y financiero, que otros países de la región adoptaron y que Macron prometió en campaña. El primer mandatario cumplió con el cometido que significó un desgaste considerable.
Frente a estás adversidades se suma un constante problema serio que afronta Francia hace décadas en los barrios marginados multiculturales y pobres donde la desigualdad es moneda corriente y la mecha siempre esta encendida ante cualquier acontecimiento que termina en estallidos con altos grados de violencia, disturbios y saqueos.
En gran parte detenciones indiscriminadas por parte de la policía que terminaron en varias ocasiones con victimas fatales desencadena un espiral de violencia que deja en evidencia los problemas de discriminación y desigualdad.
Al igual que sus predecesores, Macron no ha logrado, aún, soluciones a este conflicto latente. El sistema de la V República es limitado y centralizado que impide en cierta medida consensos y coaliciones. Macron, sin embargo, en su primer mandato busco implementar cambios en la Constitución que no pudo materializar. Intento en vano un referéndum, descentralización y autonomía en territorios de ultramar como por ejemplo en la isla de Córcega.
Pero en esta segunda etapa a cargo del ejecutivo francés busca dejar su huella en la Constitución en busca de las reformas mencionadas sumadas a mejoras sociales, económicas, ambientales, servicios públicos y la organización del Estado.
Un caso puntual es Nueva Caledonia que tras tres referendos sobre la independencia que terminaron en un rotundo no, se trató de descongelar al electorado para las elecciones provinciales y se implementó una reforma del padrón electoral que generó una violencia desenfrenada que dejó un saldo de seis muertos y varios heridos en el archipiélago. Los contrarios a la medida que son los líderes del pueblo canaco de carácter independentista pusieron el grito al cielo porque consideran que diluirán su influencia en los órganos del gobierno en el territorio. París decretó el estado de emergencia, envió 1000 efectivos para reforzar la seguridad y Macron viajó para contener la revuelta y apaciguar la situación.
Todos estos frentes abiertos internos son aprovechados y explotados por la extrema derecha en la figura de su líder Marine Le Pen. Con varias demandas y levantado las banderas de la seguridad, de los desprotegidos, de los pequeños campesinos y trabajadores urbanos. En sí, pudo conectar con la Francia profunda.
Frente a la debilidad legislativa del Gobierno a no contar con la mayoría parlamentaria, la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen falló en su intento de mantener la edad jubilatoria, pero pudo imponer en la agenda el tratamiento de la discutible ley de inmigración que fue aprobada con el voto de sus bancas, la centroderecha (Los Republicanos) y parte del oficialismo, que generó descontento en el ala izquierdista del partido de Macron acompañado de varias dimisiones en el gabinete.
Ante ese avance, Macron tuvo que remodelar su gabinete. Su primera ministra, Elisabeth Borne desgastada dio un paso al costado. Macron la reemplazó por su delfín político el exministro de Educación, Gabriel Attal y sumó figuras de la centroderecha al nuevo gabinete. “Giro a la derecha de Macron”, decían los medios franceses y europeos. Pero los tiempos apremian y a veces reina el pragmatismo. Aunque mantuvo a sus fieles como Gérald Darmanin, en Interior, cargo importante porque París celebrará los Juegos Olímpicos y la seguridad es uno de los temas que más preocupan; y frente a Economía y Finanzas sigue Bruno Le Maire.
En el ámbito internacional, Macron se muestra y aspira a ser el sucesor de Angela Merkel como figura predominante en la Unión Europea. Intento acercamientos en vano con el presidente ruso, Vladimir Putin para lograr la paz en la Guerra de Ucrania. A su vez, Macron puso todo su encanto para seducir al líder chino Xi Jinping, en su última visita reciente a suelo galo, para limar asperezas por el apoyo de Pekín a Rusia y temas económicos.
Pondera una Europa más unida y armada militarmente para no depender de Estados Unidos y ante posibles amenazas de Rusia. Y también lo que representa el avance de la ultraderecha en el viejo continente que puede aumentar su presencia en el Parlamente Europeo, en las próximas elecciones europeas que se celebrarán del 6 al 9 de junio, según señalan las encuestas que ganarán en varios países, incluso se descuenta la victoria de Le Pen en Francia.
Macron viene mostrando todas sus cartas tanto en la política doméstica y externa. Con un perfil reformador de centro con ingredientes de pragmatismo según la ocasión, trata de evitar que la política francesa y europea caigan hacia los extremos.
Le Pen, ya estuvo cerca de acceder al Palacio del Elíseo en las dos últimas elecciones presidenciales donde cayó en ambas ocasiones en el balotaje ante Macron.
Para Macron allí radica su legado. Lo peor que puede pasar que después de su presidencia la herencia sea un gobierno de Marine Le Pen.