Trump, durante su comparecencia en Palm Beach para proclamar su victoria en la noche electoral. Foto: Alex Brandon (AP) |
Trump, durante su comparecencia en Palm Beach para proclamar su victoria en la noche electoral. Foto: Alex Brandon (AP) |

Contundente y arrollador. Una victoria implacable de Donald Trump ante su rival demócrata Kamala Harris en los estados pendulares que definían la elección. El líder republicano no sólo ganó el Colegio Electoral sino también en el voto popular, que lo convirtió en el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos. Tras cuatro años el republicano vuelve a la Casa Blanca, situación que sucedió una vez en la historia con el presidente demócrata Grover Cleveland (1885-1889 y 1893-1897).

Evidentemente para un sector mayoritario de la sociedad estadounidense poco importa el portuario polémico del magnate republicano que supo interpretar el malestar y la dolencias del electorado que si bien la economía marcha bien, los altos precios de los alimentos por la inflación hacen estragos y frustraron a los ciudadanos en los últimos cuatro años sumado a un aumento considerable de inmigración irregular, optaron por darle nuevamente su confianza a Trump para dirigir el país y enderezar la economía.

Al igual que en la campaña del 2016, Trump se presentó en ese entonces como un outsider que venía a terminar con la corrupción de Washington con un discurso disruptivo y agresivo contra sus rivales. En esa campaña, también, la xenofobia fue una bandera de sus propuestas que penetró en un electorado predominantemente blanco con mezclas de grupos supremacistas que ven en Trump su emblema para no perder su identidad y privilegios ante diversas minorías. Sin embargo, también hizo eco en los blancos de clase media y trabajadora, y además, lo votaron a pesar de sus discursos misóginos, mujeres preocupadas por la economía y sectores afroamericanos y latinos.

Carismático e histrionista, Trump que se ha mostrado como una víctima del sistema dejó en claro lo poco que le importa los múltiples escándalos judiciales que le afectan y será el primer presidente convicto en la historia del país. Seguramente sus problemas con la justicia tendrán una resolución favorable para el líder republicano ante semejante victoria electoral.

Ni bien consumado los resultados en los estados pendulares de Georgia, Carolina del Norte y en el estado bisagra de Pennsylvania, en el Centro de Convenciones en Palm Beach, Florida, la algarabía inundaba a los simpatizantes y seguidores de Trump que apareció en escena y prometió que “va a sanar al país” y que se “se viene una época dorada para Estados Unidos”. Aunque para otros sectores que eligieron a Harris y gran parte del mundo reina la incertidumbre.

¿Qué se puede esperar de esta nueva presidencia de Trump?

De modo improbable hace ocho años Donad Trump sorprendió a todos al vencer a Hillary Clinton. Ni bien piso la Casa Blanca, el magnate republicano atacó a las instituciones democráticas y mantuvo constantes roces con sus funcionarios con cambios a los que no consideraba leales e incluso cargos autónomos como el exdirector del FBI, James Comey. Varios de ellos advirtieron durante la campaña el peligro para la democracia una vuelta de Trump y algunos lo calificaron de “fascista”.

En su primer paso por la Casa Blanca, en lo económico la deuda nacional aumentó de casi US$7,8 billones hasta US$28 billones durante los cuatro años de Trump. El crecimiento económico con Trump fue del 6,8% aunque en la gestión de Biden fue del 8,4%. En la creación de empleo, Biden generó 16 millones de puestos de trabajo, en cambio, Trump dejó el cargo con tres millones menos comparado con la administración de Barack Obama. Pero hay que tener en cuenta que su administración transitó la pandemia, mal administrada por Trump. Además, aplicó un proteccionismo económico alejándose a los postulados del Partido Republicano en defensa del libre comercio y aisló al país en varios acuerdos comerciales y climáticos. Mantuvo roces comerciales y por la primacía mundial con China. Ninguneó a sus aliados tradicionales europeos y amagó en varias ocasiones retirarse de la OTAN. En contrapartida, se abrazó con el presidente ruso, Vladimir Putin y el líder norcoreano, Kim Jong-un.

En la cuestión de Oriente Medio, Trump se retiró del acuerdo nuclear con Irán que generó en cierta medida una desestabilización en la región. Firmó con los talibanes un acuerdo para retirar a las tropas estadounidense de Afganistán, que terminó con la penosa y caótica retirada, en 2021, durante la administración de Biden.

Sin dudas, su mayor logró fueron los Acuerdos de Abraham que posibilitaron a Israel establecer relaciones diplomáticas con países árabes. Sin embargo, el hecho más vergonzoso es que nunca reconoció su derrota en 2020 ante Joe Biden y alentó tácitamente el ataque al Capitolio por una horda de sus partidarios fanáticos que terminó con varios heridos y muertos. A pesar de la penosa jornada del 6 de enero de 2021, Trump exalta con calificativos de “héroes y patriotas” a los violentos que atacaron al Capitolio.

Ante semejante escenario, Trump de manera furiosa intensificó sus ataques contra todos sus enemigos, en el medio fue condenado en varias causas, pero su perseverancia y con el mínimo descaro continuó su camino para regresar al Despacho Oval.

En una entrevista del año pasado, Trump manifestó que le gustaría ser “dictador por sólo un día”. Habrá que ver si lo cumplen. Al tener el control del Capitolio y encima cuenta con una mayoría conservadora de seis a tres en la Corte Suprema, del que nombró a tres de sus jueces en su anterior mandato, podrá llevar adelante su polémica agenda como prometió en campaña la deportación de miles de inmigrantes, posibles indultos a sus amigos y venganzas personales contra el Departamento de Justicia. Será esencial con quiénes armará su gabinete. De antemano la base de MAGA podrá tener espacios resonantes en la futura administración republicana. Acólitos como pocos despejan las chances que le marquen al presidente errores. Es probable que Trump ejerza un liderazgo autoritario donde se profundizará la polarización latente en el país.

En el plano económico profundizará las políticas proteccionistas con aranceles a los productos chinos y europeos; y alentará a la producción de productos estadounidenses. Quizás aplique aranceles a otros países. Además, apuntará a considerables rebajas fiscales. Estás maniobras indican varios analistas económicos arrastraría al país a un mayor gasto público y una suba en la inflación. También, se deberá poner atención a los contratos gubernamentales con los empresarios que apoyaron su campaña como el caso resonante de Elon Musk.

En temas de política exterior ya dejó en claro que “no iniciará ninguna guerra”. Su apoyo a Israel contra sus enemigos será total. Es una política de estado gobiernen demócratas o republicanos.

En el caso de la guerra de Ucrania habrá que ver si cumple con su promesa de terminar el conflicto bélico en 24 horas, en detrimento a los intereses de Kiev y para sus aliados europeos que ven con estupor la vuelta de Trump. Sonríen el líder ruso Vladimir Putin y los partidos de extrema derecha en Europa. Para el viejo continente será todo un desafío convivir con el magnate republicano en temas económicos, ideológicos y de seguridad.

El próximo 20 de enero a las 12 del mediodía, Trump asumirá su segundo mandato frente al gigante del norte. A partir de allí empezaremos a transitar sus verdaderas intenciones con un poder absoluto reivindicados en las urnas. Por el momento, se respira incertidumbre y miedo.