La contundente victoria de Trump el pasado martes es un hecho con repercusiones globales a las que nuestro país no escapa. Asimismo, la afinidad ideológica entre Washington y Buenos Aires abren nuevas perspectivas en la relación bilateral.

Voy a comenzar con una descripción de la posible política exterior de Trump, que en su segunda presidencia no pareciera tener muchas diferencias con su primer mandato.

El “America First” redundará en una política más proteccionista frente al mundo, con su ya anunciado aumento de tarifas a bienes importados. La reacción de los proveedores de los EEUU no se hicieron esperar: Corea del Sur por ejemplo anunció que si se da un aumento de tarifas, invertirán más en los EEUU para producir allí.

En el ámbito geopolítico, es de esperar que EEUU continúe con la política aislacionista de la primera presidencia de Trump. Es difícil colegir cuál será el futuro de la OTAN, del apoyo estadounidense a Ucrania en su guerra contra Rusia y el rol que jugará Washington en los distintos organismos internacionales, tanto financieros como políticos, así como la competencia con China ¿Cesará la financiación y el apoyo estadounidenses al entramado intergubernamental que estableciera luego de la Segunda Guerra Mundial? ¿O simplemente reducirá su intervención en los mismos sin retirarse de ellos? Estas son preguntas que solo se responderán una vez que la administración comience a gobernar de no mediar un anuncio anterior.

Por otra parte, la cuestión migratoria, tan central para el discurso y las ideas de Trump se vuelve a centrar en la deportación de migrantes ilegales o irregulares. Esto tendría un fuerte impacto tanto en la producción de bienes en los EEUU (es conocido como ciertos sectores de la economía son productivos por el aporte del trabajo barato de los inmigrantes ilegales). Esto obviamente redundaría en una caída de ingresos directos para dichos inmigrantes así como de las vitales remesas con las que proveen a sus países de origen.

¿Argentina aliado ideológico?

De este esquema a grandes rasgos existen dos ítems que afectarán a la Argentina, más allá de la actual orientación ideológica de nuestro Ejecutivo: el proteccionismo comercial y la posible falta de apoyo en organismos internacionales, especialmente en los financieros. No hace falta explicación acerca de la imposición de tarifas. En lo relativo a los organismos financieros, dada la eterna cuestión del endeudamiento nacional, es importante conocer que hará la nueva administración de Trump con ellos como para conocer el impacto sobre nuestro país.

Habiendo a grandes rasgos bosquejado una posible política exterior de la próximas segunda presidencia de Trump, es fundamental conocer como interactuará esta con el gobierno de Milei. No hay que dejar de mencionar las profundas afinidades políticas y, como se da en llamar ahora, “culturales” entre ambos gobiernos. Trump ha oficiado de modelo a seguir por el presidente argentino con quien comparten la aversión por la supuesta agenda progresista de los organismos internacionales, la prensa internacional, las cuestiones de género, el aborto, etc. Si bien la orientación económica es diferente (proteccionista vs libre mercadista) Milei se configura como el aliado ideológico más importante de los Estados Unidos en la región. Aun bajo la presente administración demócrata, Milei y su equipo de política exterior habían puesto a Washington como el norte de la brújula, tendencia acentuada con el último cambio de canciller. Un rápido repaso por los países más importantes de la región nos muestra que Trump no encontrará dicha sintonía ni en Brasilia, ni en Ciudad de México o Bogotá. Y es aquí donde se encuentra el quid pro quo de la relación bilateral: ¿alcanzará la profunda afinidad ideológica y la disposición de la presidencia de Milei de elegir a los EEUU como punto focal de su política exterior como para desactivar los posibles peligros para el comercio exterior y las finanzas nacionales? ¿Oficiará la Argentina como una especie de delegado de Washington hacia la región para temas álgidos? La cuestión Venezuela, durante el gobierno de Macri, con quien Trump compartía de una manera más tibia su visión política, sirve de ejemplo pasado.

Es innegable que frente a un estilo como el de Trump en la Casa Blanca tener un ejecutivo en Balcarce 50 que se identifica con su ideario facilitará más la relación bilateral que si no existiera esta circunstancia. En una región donde en los países líderes hay gobernantes de centro izquierda ,y nuestro país sea la gran excepción, propicia el interés de Estados Unidos en una Argentina que ya está alineada antes de la elección, y que necesita del aval de Estados Unidos frente a negociaciones financieras, de la deuda, incluso juicios. Este encuentro de necesidades, más la afinidad ideológica entre ambos líderes, generan una perspectiva de mutuo una alianza como no se vio desde la década de los 90.  El tiempo dirá, a partir del próximo 20 de enero, si la afinidad ideológica redunda en beneficios concretos para nuestro país.