A Luis Clementi le gusta apelar a los lugares comunes. Cree que el político se tiene que guiar por el sentido común y tiene ingeniosos latiguillos y frases hechas que repite con frecuencia para ilustrar, de manera simple, lo que entiende que son los problemas del país. Son su marca de estilo. Asegura que “el pescado está podrido en la cabeza” cuando critica a la dirigencia política, empresarial y sindical. Sostiene que no hay ascenso social porque “la cultura del trabajo se ha perdido”. Propone “sacar a los abuelos del ropero” para aprender qué hacían antes, «cuando el país progresaba». Su trayectoria personal es notable: vivió en una villa de niño; fue gerente general de importantes empresas, como Andreani; docente universitario; emprendedor; dirigente político. La cumbre de su carrera política fue en 2003, cuando se postuló a jefe de Gobierno por el MID. “Competí contra Macri, pero él nunca se enteró”, ironiza en la entrevista con Visión Desarrollista. Fue director nacional de Logística Urbana durante dos años en el Gobierno de Cambiemos. Dice estar preocupado por la falta de sensibilidad social del Gobierno, pero se muestra optimista: “Estoy convencido de que es una alternativa. Ojalá Macri termine siendo el segundo Frondizi”.
PRIMERA PARTE | DEL PERONISMO AL DESARROLLISMO
¿Cómo nació tu vocación política?
Comencé la militancia política, parece extraño, en la Juventud Sindicalista Peronista. Era la década del 70, había una efervescencia política muy grande y yo estaba convencido de que si venía Perón a Argentina se iba a terminar todo lo malo que me tocó vivir en la niñez y la adolescencia. Tenía un compañero en el secundario nocturno que estaba becado y nos invitaba a escuchar las charlas con cassete que enviaba Perón desde el exilio. Yo estaba convencido que llegaba Perón y se arreglaba el país. Mi familia ya venía de raigambre peronista. A mi papá lo habían echado del ferrocarril porque no quiso ir a Plaza de Mayo cuando voltearon a Perón. Él era de esos peronistas de alma.
¿Era una familia pobre?
Tengo que decir que nací en una villa. Se nos volaba el techo de chapa cada vez que soplaba el viento, pero era una villa de otro tiempo. Era una villa donde el objetivo era comprar aunque sea 20 o 30 ladrillos por mes para hacer una casa de material. Nunca me faltó comida. Había una quinta, una huerta, un gallinero… Una villa de otro tiempo, donde la movilidad social era posible.
¿Por qué creés que era posible?
La verdad, todo lo que logré fue por los buenos ejemplos que tuve en mi casa. Nosotros éramos de Padua [provincia de Buenos Aires] y yo trabajaba con mi papá en una fábrica en Villa Devoto. Tendría 10 u 11 años, pero en esa época todos los pibes trabajábamos, yo no era un prócer. Mi papá era maquinista y yo trabajaba donde estaban los carpinteros. Era el pibe de la escoba. Me acuerdo de que un día en el que hacía mucho frío mi viejo me llevó a la oficina donde estaba el empleado, era una oficina vidriada, y me dijo: “Ahí hay una estufa y un ventilador. El patrón se los pone porque este señor estudió. La única forma de salir de la pobreza es estudiando”. Fíjense que mi papá no tenía ni primer grado inferior y mi mamá tampoco, pero sabían que la diferencia se hacía no solo trabajando, sino con la posibilidad de estudiar. Esas cosas eran las que hacían que la movilidad social fuera posible.
¿Por qué te alejaste del peronismo?
Yo perdí a un compañero en Ezeiza [se refiere a que un amigo fue asesinado el 20 de junio de 1973 en los enfrentamientos entre facciones peronistas en el aeropuerto de Ezeiza, el día que Perón volvió del exilio]. Además, en 1974 empecé a estudiar ingeniería. Trabajaba todo el día e iba a la facultad. Ahí tuve el primer enfrentamiento. Mi corazoncito estaba en la Juventud Peronista y en la facultad me arrimé a ellos, pero yo decía: “Trabajo todo el día, vengo a la facultad a estudiar, yo quiero ser ingeniero”. No iba a la facultad a hacer política.
¿Cómo llegaste al desarrollismo?
En el 70 y pico trabajaba en una empresa y tenía un cliente, Norberto Norbis, que había sido concejal de Capital Federal durante el gobierno de Frondizi. Cada vez que lo iba a ver, nos quedábamos horas hablando. Yo defendía las ideas peronistas y él las desarrollistas. Después de 1976, época de los militares, Norbis me invitó: “¿Usted quiere escuchar a un político en serio?”. Y me llevó a escuchar a Frondizi. En esa época ibas al partido a aprender. Todas las semanas iban dirigentes a dar charlas. No era que te agarraban para pintar carteles: te ilustraban, te daban información, te brindaban un panorama que de otra manera no tenías.
¿Qué te atrajo de Frondizi?
Casi que decía lo que yo tenía en algún lugar del corazón o de la cabeza pero no podía verbalizar. No hizo un discurso, nada más una presentación, pero me convenció tanto que a partir de ahí empecé a leer mucho de Frondizi. Me dí cuenta de que en el fondo no era peronista, sino desarrollista.
¿Por qué creés que el desarrollismo, el MID, perdió tanto peso político tras la vuelta de la democracia?
Alfonsín supo interpretar claramente la necesidad de la gente, el hastío que había con la dictadura. La gente podía tener hambre, pero con la democracia era suficiente. Nosotros, en cambio, nunca hemos tenido buenos comunicadores, siempre hemos tenido una dificultad para hacernos entender. Tuvimos, sí, muy buenos cuadros dirigentes, que después fueron funcionarios de otros gobiernos.
¿Tuviste trato directo con Rogelio Frigerio?
En 1999 escribí el libro Globalización y Proyecto Nacional, prologado por Don Rogelio. Pasé varias tardes charlando con él, le llevaba los borradores. Frondizi era parco para hablar, Rogelio conectaba más fácil con la gente. Y cuando hablaba, hablaba con una gran sapiencia.
SEGUNDA PARTE | EL GOBIERNO DE MAURICIO MACRI
¿Qué balance hacés del gobierno de Mauricio Macri?
Estoy convencido de que es una alternativa. Ojalá Macri termine siendo el segundo Frondizi. Pero me preocupa un cierto sesgo que veo. Es malo el populismo, pero también es malo tirar la balanza para el otro lado y no darte cuenta que cuando tomás decisiones estás afectando a la gente. Cuatro centavos para vos no son nada, pero para el que no tiene nada es una fortuna. Me parece que al Gobierno le está faltando empatía social hacia la gente más necesitada. Me refiero a la gente que trabaja, porque la que vive de un subsidio y no quiere laburar… el problema es que se ha perdido la cultura del trabajo.
¿Te parece que no hay cultura del trabajo en Argentina?
Yo fui Gobernador de la Asociación Internacional de Clubes de Leones Distrito O4 y anduve por las villas. Vi el deterioro de los valores. No trabajan, todos tienen subsidios. Hay una gran parte de la sociedad que está fuera de todos los circuitos.
¿Cuáles deberían ser las prioridades del Gobierno?
Recuperar los valores, el ejemplo. Un proceso de generación de riqueza a largo plazo, potenciado con la educación. Que los chicos de las villas puedan tener una educación distinta de lo que tienen ahora. Que se empiece a penalizar al que no hace lo que tiene que hacer. Este es un país con recursos naturales extraordinarios y una población estable, a pesar de las desgracias. Si hay buenos ejemplos, ponés normas y empezás a aplicar la justicia en serio, por ahí esto se endereza.
¿Creés que la primera prioridad es recuperar los valores?
Luigi Pallaro me dijo: “Acá hay que sacar a los abuelos del ropero y preguntarles cómo se hacía cuando un simple apretón de manos era más importante y respetuoso que un contrato”. Esto parece una zoncera, pero es lo que movió el proceso de generación de riqueza en Argentina por mucho tiempo, hasta que llegó el populismo y se pudrió todo.
¿El populismo minó los valores del país?
El populismo crea clientes en forma permanente. Veo las manifestaciones, la gente que traen en micro y ni sabe para qué va. ¿Qué valor político tiene? Son rehenes. Y la falta de valores también se ve en el empresariado: siempre buscando dádivas del Estado, no pagando las cargas sociales o tratando de evadir lo máximo que puede. Hay un libro de Daniel Muchnik, Tres países, tres destinos, que habla de Argentina, Canadá y Australia. Dice que en el siglo pasado estábamos más o menos igual, pero cuando comparás los indicadores internacionales hoy, por ejemplo el índice de competitividad, Canadá y Australia están entre los primeros 25 y nosotros 104 dentro de 138 países. La única explicación que le encuentra es que los sajones tienen miedo a la justicia. Allá, si jodés, vas en cana. Acá, jodés y sos un piola.
¿Creés que Macri puede cambiar eso?
Este gobierno me hace ser optimista. En algún momento pensé que no íbamos a poder sacar nunca el clavo del peronismo, pero se están cambiando las cosas. Creo que va a llevar tiempo, pero se está intentando generar riqueza. Al menos se habla de eso. Si la riqueza no va solo a los bolsillos de los grandes, sino a los bolsillos de todos, por ahí podemos hablar de distribución. Hoy no se genera suficiente riqueza.
Dijiste que esperabas que Macri fuera un segundo Frondizi. ¿Te parece que es desarrollista?
Pienso que tiene muchas cosas desarrollistas. Lo más importante es la visión holística de nuestro país y lo que está haciendo con las relaciones internacionales. Está haciendo cosas que haría un gobierno desarrollista: mirar el mundo, la región, integrarse, tratar de tener una economía abierta, que vengan inversiones.
¿Alguna crítica?
Por ahí no me gustó lo de bajar los impuestos a la minería. Cuando uno conoce un poco y ve lo que está pasando en San Juan no puede dejar de pensar que con la minería a cielo abierto se avala una economía que contamina el agua. También creo que le falta empuje.
¿En qué sentido le falta empuje?
Macri tiene más compromisos con los sindicalistas y empresarios de los que tenía Frondizi. Y tengo miedo de que eso no le permita hacer los cambios de ruptura que necesita el país.
TERCERA PARTE | CANDIDATO A JEFE DE GOBIERNO
Fuiste candidato a jefe de Gobierno por el MID en 2003 aunque sabías que no tenían posibilidades de ganar. ¿Por qué te postulaste?
Fue una patriada. Desde el punto de vista político fue muy lindo. No teníamos recursos, pero hicimos una campaña bastante digna. Era un partido que hacía 20 años que no presentaba candidatos, no estuvo mal. “Un desarrollista para la ciudad”, era el eslogan. Me votó gente que era desarrollista de toda la vida y otros que ni sabían qué era el desarrollismo. Zaffore era candidato a presidente de la nación. Fue la última vez que el partido tuvo una representación propia y una lucha.
¿Hubo una renovación de ideas en esa campaña?
No, en ese momento hicimos una propuesta de coyuntura. No teníamos muchos recursos para hacer un equipo técnico. Mucho lo hice yo. Traté de reflejar lo que sabía, lo que había escuchado, haciendo de cuenta que miraba los problemas de ahora con los ojos de Frondizi y de Frigerio.
¿Aprendiste algo?
Aprendí que es muy difícil hacer política sin plata y sin los medios. Había gente valiosa. Me motivó el tema de resucitar las ideas de Frondizi y Frigerio, volver a decir “acá estamos”. Pero salí de la campaña hecho pelota, quebrado económicamente.
¿Tenías expectativas de otro resultado?
Esperaba volver a posicionar el partido, pero no fue así. Después se empezó con esas alianzas que hacía Zaffore, que eran imposibles. Una cosa es cuando defendés tu propia bandera y otra cuando tenés que defender banderas ajenas. El partido empezó a hacer alianzas. Algunas tenían sentido, otras ni ton ni son. El tema con [Sergio] Massa fue un sainete.
¿Qué lectura hacés de ese acuerdo?
Fue un error, no había un sentido. Por eso ahora estoy en Cruzada Renovadora [en partido que recientemente ha obtenido la personería jurídica a nivel nacional].
¿Por qué estás en Cruzada Renovadora?
Hace unos cuantos años conocí a Alfredo Avelín, que fue intendente de San Juan. Esa gente viene diciendo lo mismo y son leales a sus banderas de hace 60 años cuando fundaron el partido en pleno gobierno desarrollista. Y son desarrollistas, tienen los principios desarrollistas. El padre fue gobernador de San Juan hace 20 años e intendente de la Capital en el gobierno de Frondizi. Hoy soy vicepresidente de Cruzada Renovadora a nivel nacional.
¿Por qué seguís siendo desarrollista?
Porque todavía creo que hay que ver la política estratégicamente, con propuestas ligadas a la generación de riqueza, la educación, la ciencia y la tecnología.
CUARTA PARTE | EN LA FUNCIÓN PÚBLICA
Asumiste como director nacional de logística cuando ganó Macri. Por primera vez en la función pública. ¿Cómo lo viviste?
Era una deuda pendiente y me siento satisfecho. Creo que es necesaria una reforma profunda del Estado. Hay que sacar privilegios, pero para eso necesitás una capacidad política tremenda.
¿A qué privilegios te referís?
La estabilidad me parece muy bien, mucha gente está con contrato laboral de monotributista y hay que ponerla en regla. Pero hay gente a la que no vi laburar desde llegué. Vienen y no aportan nada. Y no la podés tocar. Cuando llegué, tardé un tiempito en entender cómo eran las reglas. Ahora me doy cuenta de que es difícil cambiar algunos valores. El cambio va a llegar el día en que haya una dirigencia diferente. «El pescado está podrido en la cabeza», es decir, en la dirigencia política, empresarial, académica, sindical. La mediocridad está en todos lados.
¿Te sorprendió algo cuando llegaste a trabajar al Estado?
Que hay capacidad. Más de la que se piensa. Aprendí lo que es el funcionario público. Hay gente muy capaz, pero si ponés una persona arriba que no es así, lo arruinás. El problema está si la dirección falla.
Decís que el pescado está podrido en la cabeza, pero sos optimista con el cambio que propone el Gobierno. ¿Por qué?
Yo creo en el Gobierno, pero un portaaviones no dobla en 100 metros. El país no va a estar mejor ni en cuatro ni en ocho años. Creo que hay que marcar un rumbo y que el país va a empezar a mejorar cuando este rumbo se sostenga.
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