Está claro que Argentina necesita inversiones que liberen el potencial de su aparato productivo y una política consecuente para atraerlas que garantice seguridad jurídica a las mismas. Desde esa posición inobjetable, los defensores del RIGI justifican sus beneficios, que algunos objetan de «excesivos», como la reducción impositiva por 30 años y la eliminación de la obligación de liquidación de divisas de exportación, como un necesario estimulo que compense nuestro largo historial de incumplimientos luego de tantos años de populismo y desorden macroeconómico. Frente a esa situación, sostienen, no queda otra que brindar altos beneficios a los inversores, aun cuando podrían llevar a una pérdida significativa de recursos fiscales necesarios en el futuro.
Sin embargo, la cuestión de fondo es otra y es la relativa al espíritu y propósito de la norma. Vale entonces preguntarnos del “para qué” del Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI), desde una visión desarrollista como muchos, propios y ajenos, instan definirlo. Por empezar es importante tener claro que el “atraer inversiones” no es un concepto exclusivo del desarrollismo sino que es un espacio común en el que todos estamos de acuerdo. Por eso mismo debe ser analizado en contraste con el enfoque ideológico y político del gobierno porque lo que es una herramienta, el RIGI, estará limitado, u orientado, en concordancia con los aspectos y alcances que el decisor político le quiera y pueda dar.
La tara ideológica del liberalismo argentino
Desde el enfoque liberal-anarco libertario del gobierno ese” desarrollo económico” implica dinamizar sectores ricos en recursos naturales con amplio potencial exportador, para de esa manera generar divisas que ayuden a normalizar la economía argentina. En concreto, el país se tiene que especializar preferentemente en exportar aquello que es en naturalmente competitivo: recursos naturales (soja, gas, litio, cobre, etc,) Incluso podemos sumar turismo y economía del conocimiento, pero siempre exportando nunca pensando en integrarla al entramado productivo buscando bienes y servicios de mayor valor agregado. ¿Para qué, si es más simple, y nos pagan en dólares?, podría ser esta mirada que peca de facilista, corto-placista e incluso sectorial en contraposición al bien común y al propio desarrollo.
Este tema es fundamental comprender porque esta “tara ideológica” está sumamente incorporado en el inconsciente colectivo argentino, eso de que tenemos que ser un país proveedor de recursos naturales, que incluso los más bienintencionados no ven el eje del problema. Para ilustrarlo mejor, les comparto la opinión objetiva externa del economista coreano Ha-Joon Chang al respecto de esta cuestión fundamental para nuestro futuro:
“Cuando vengo a países como Argentina, a menudo les pregunto a los líderes políticos y líderes empresariales, ¿por qué son tan poco ambiciosos?, quiero decir, dados los recursos humanos, el tipo de tradiciones culturales y académicas que tienes, ¿cómo es que piensas que lo mejor que puedes hacer es cultivar soja? En realidad, hay empresas en este país que están compitiendo en lo más alto de la Liga Mundial, como esta empresa involucrada, que es la que exporta energía nuclear a los Países Bajos. Entonces, ¿por qué no puedes hacer más de eso? ¿Cómo está bien que un país como éste siga siendo nuestro productor de materias primas esenciales? Creo que debe haber algo en la psique nacional que te hace pensar que no puedes ser mejor, no sé qué es, no sé lo suficiente sobre la historia de este país, pero creo que realmente deben hacerse esa pregunta.”
Se trata de la misma mentalidad, que sustentó al modelo económico de principios del siglo XX, promueve la exportación de recursos naturales como soja, minería y energía, con una lógica similar a la que impulsó la economía argentina en esa época. Y es que eso de simplemente «producir y vender lo que tenemos y el mundo compra» suena hasta lógico pero es una trampa que condena a los países del subdesarrollo. El propio Rogelio Frigerio hizo una mirada crítica rescatando las luces y sombras del mismo que vale le pena releer, pero quedémonos que, si bien trajo inversiones, y muchas, el mismo resultó siendo insuficiente y generó la fuerte dependencia típica de un modelo productivo altamente primarizado.
Y es que es necesario explotar nuestros recursos naturales, respetando el ambiente, pues generan divisas y son clave en las economías regionales. Aquí por ejemplo nuestra nota promoviendo el desarrollo de la minería. Ahora bien, no debe hacerse esto bajo la limitación mental de que ese es nuestro rol como país, sino verlos como un medio para ese fundamental cambio cualitativo.
Los recursos naturales como medio y no como fin
El enfoque desarrollista, en contraposición al liberalismo vernáculo , busca no sólo explotar recursos naturales, sino integrarlos en una estrategia de diversificación productiva.
En ese sentido es interesante aquello recordar aquello que nos comentó en su entrevista con VD el investigador Daniel Schteingart respecto a que la dicotomía entre recursos naturales, industria y servicios es artificial. No son excluyentes sino por lo contario cada sector hace un aporte a la economía nacional y si se integran esto se potencia exponencialmente. El desafío es generar en torno a estos recursos se deben generar encadenamientos productivos hacia atrás (proveedores) y hacia adelante (agregado de valor).
Abundan los casos de países liberales que, desde las materias primas, fueron más allá integrando los sectores productivos y apostando a la innovación tecnológica, eje clave del desarrollo apalancándose así sobre sus recursos naturales y lograr mayor valor agregado:
- Canadá, combinó sectores basados en materias primas, como el forestal, el minero, el alimenticio y los hidrocarburos, con una fuerte industria automotriz, aeronáutica y servicios basados en el conocimiento.
- Dinamarca es una pequeña potencia agroalimentaria, líder en producción de cerdos, pero también exporta bienes industriales y servicios de marina mercante.
- Finlandia se destaca en la industria forestal y desarrolla maquinaria para el sector y se diversificó hacia las telecomunicaciones y los servicios basados en el conocimiento
- España es el tercer país con mayor afluencia turística en el mundo, produce alimentos con alto valor agregado y fabrica bienes de capital y autos, actividades centradas en el País Vasco y Cataluña.
- EEUU es una potencia en todos los sectores: alimenticio, hidrocarburífero, industrial, de servicios basados en conocimiento y en finanzas.
- Noruega pasó de ser un país sin reservas hidrocarburíferas probadas y nula experiencia en el sector, a convertirse en uno de los mayores exportadores de petróleo y gas natural del mundo, así como en desarrollar una industria para petrolera y de servicios petroleros capaz de proveer de tecnología, bienes de capital, insumos intermedios, servicios y soluciones de punta a la industria petrolera mundial.
Frente a estos ejemplos que nuestro desafío sea vender más soja y exportar GNL y litio es preocupante. Sobre todo porque hay una razón más que relevante: El modelo de explotación de recursos naturales no alcanza para un país como Argentina: deja a millones de personas afuera del sistema.
Por supuesto que este limitante no es liberal, sino propio del pseudo liberalismo argentino. históricamente los grandes países liberales han promovido su desarrollo precisamente a partir de procesos de industrialización y expansión de la cadena de valor dejando atrás su base en economías primarias, con Inglaterra y Estados Unidos a la cabeza.
Aún con estas aclaraciones, no estamos diciendo que la propuesta liberal esté mal sino que es insuficiente e incapaz de resolver los verdaderos problemas de fondo como es la pobreza estructural. Traer inversiones es un hecho positivo, pero hacer el desarrollo, potenciar las regiones y la capacidad técnica y productiva del país es un deber moral, con 50% de pobres, y patriótico. Y es que en un modelo primarizante exportador a algunos le va muy bien pero otros deberán conformarse con el mítico derrame. Es la esencia de sociedades desiguales, basadas en principios individualistas lejanas a esa Argentina de predominante clase media cuyo bienestar y equidad la diferenció del resto de América Latina.
Precisamente un programa desarrollista, que nunca tuvo ni tendrá este gobierno, va en esa dirección porque su fin no es otro que consolidar e integrar la Nación, sus regiones pero también sus clases y sectores sociales con todo el desafío que eso implica pero que bien vale el esfuerzo. Y desde lo económico esto implica una transformación y diversificación de la estructura productiva. Es decir promover un cambio cualitativo. Es el error de liberales argentinos y populistas decía Frigerio “los primeros expanden el consumo sin cambiar la estructura productiva y los segundos lo contraen también dejando intacta la estructura. Ambos son pesos y contrapesos de un mecanismo que tendiente a conservar intacto el aparato productivo”
Gas y petróleo: Un ejemplo histórico y un desafío del presente
Lo particular del modelo desarrollista es que toda su teoría política se corresponde a una praxis de gobierno consecuente El presidente Arturo Frondizi, ante un desafío similar de déficit en la balanza de pagos, promovió un régimen de promoción a las inversiones extranjeras con el que fue capaz de lograr el autoabastecimiento de petróleo en solo tres años. Pero este inédito hito no era el fin de su programa de inversiones, sino el medio para ahorrar divisas y disponer de recursos para industrializar el país.
Y para aquellos que les molestan los ejemplos edificantes de la historia, sobran los desafíos actuales de la misma índole como puede ser el caso relativo a nuestros abundantes recursos de litio o el gas de Vaca Muerta. Precisamente sobre este último es que podemos contraponer esta visión liberal extractivista de convertir el gas en GNL y exportarlo. Para eso la gran inversión proyectada en el puerto de Punta Colorada en Rio Negro, que no les queda otro que hacerlo pues sino se convierte en GNL no se puede exportar a otro continente), con una visión desarrollista que pretende aprovechar ese gas para, en parte, generar y exportar GNL sí, pero también para volcarlo al entramado productivo local y volverla más competitiva, al ser más barato por su abundancia. Sería la misma estrategia que hizo Alemania durante décadas con el gas ruso y que su fin le está generando enormes dolores de cabeza a su modelo productivo y social Pero además, promovería con ese gas la petroquímica, una de las actividades más «industrializadoras» del siglo XX, con un impacto multiplicador sobre la economía productiva generando cientos de productos de uso amplísimo, desde plásticos, fibras, agroquímicos, fármacos, aditivos, resinas… hasta cosméticos. Es inimaginable el efecto multiplicador sobre el conjunto de la economía productiva, activando, ampliando o creando nuevas cadenas de valor.
Entonces mientras que el modelo liberal “no la ve”, o peor, la ve pero deja en manos del mercado que acontezca, o no, el modelo desarrollista la ve y lo promueve. Así fue como se hicieron los grandes proyectos industriales desde la Norteamérica del acero del siglo XX a los tecnológicos como el caso de los chips y semiconductores de 2023 , con el máximo exponente por supuesto en el modelo desarrollista capitalista chino.
En palabras de Guillermo Ariza podríamos decir que se anteponen dos modelos de país “el Modelo Exportador Extractivista se le opone el Modelo Nacional Integrador, puesto que el primero persigue metas macroeconómicas sin modificar las condiciones estructurales de la economía argentina”.
Un RIGI instrumento de un Estado promotor del desarrollo
Es bajo esta impronta que se ha promovido, y que se orienta, desde el gobierno el RIGI. Cómo y desde dónde esta planteado, y ejecutado, no será un instrumento para cambiar la estructura productiva, diversificarla y así promover el desarrollo. El único aliciente en ese sentido, aunque limitado, es la incorporación del Plan de proveedores locales que incorporó la oposición del Senado al proyecto original libertario, que acorde a su ideología nada contemplaba al respecto.
Quiero recalcar que estas criticas no quitan que sea oportuno se haya generado un régimen de promoción de grandes inversiones. Ahora bien, no esperemos que las mismas bajo este gobierno tengan el propósito y enfoque desarrollista sino como en el marco de esa concepción tan ajena a nuestra doctrina. Sus inversiones pueden traer crecimiento, pero no traerán desarrollo desde el esquema político mental que lo orienta. Quizás, en el mejor de los casos, servirá para cambiar la necesaria inercia frente a la falta de inversiones, traiga las imprescindibles divisas y genere infraestructura que pueda ser potenciada, en el marco de la sana alternancia democrática, por un gobierno que promueva la transformación productiva confluyendo el rol Estado con las leyes del mercado. Con esa perspectiva el RIGI y e incluso los condicionados avances que produzca en estos primeros tiempos si puede ser un instrumento para el desarrollo
Precisamente la degradación del rol del Estado que explícitamente declama este gobierno, retorica que hasta es bien recibida por gran parte de la sociedad debido al abusivo y pernicioso estatismo kirchnerista, es sin embargo uno de los mayores daños de la experiencia de gobierno libertaria que debemos enfrentar como hicimos frente al atrofiamiento populista. Una sentencia final de Frigerio deja bien claro la visión desarrollista, que entiende que, reducir y volver eficiente al Estado es necesario, como bien entiende el actual gobierno, pero que eso tiene sentido, en tanto y cuanto, lo ponga en valor como instrumento de realización de los intereses nacionales, respetando las leyes del mercado sí, pero con la fuerza de poder orientar el proceso económico a la consumación de estos.
«A nuestro juicio, el Estado nacional debe ser lo más reducido que sea posible en su tamaño y a la vez dotado de la mayor fuerza que sea posible a fin de orientar el proceso económico conforme a los intereses nacionales.»