En general, el Estado tiene que abstenerse de sustituir a la actividad privada en la economía, pero ello no quiere decir que deje de cumplir un papel sumamente activo en la orientación consciente del proceso económico conforme a las leyes económicas y conforme a los fines nacionales.

En los países subdesarrollados, la necesidad de desestatizar sectores de la actividad económica es más imperiosa, en general, por la antifuncionalidad que presenta el sector público cuando por décadas ha estado operando como subsidiador del desempleo bajo la forma del empleo estatal improductivo. El caso particular de Argentina es concluyente en cuanto a esta tipología.

El principio de que el Estado no debe sustituir la actividad empresarial privada tiene que dirigirse contra el estatismo, pero no supone proclamar como un dogma del tipo de los textos del siglo XIX que el Estado no debe actuar en nada. Este es un problema, como todos los de la ciencia económica condicionado históricamente. Dejando de lado las situaciones que podríamos llamar de hecho, irremediables en el mediano plazo, es posible afirmar que en un determinado contexto y con arreglo a las leyes económicas una determinada actuación del Estado en este campo puede no ser estatista.

La ciencia se justifica si sirve para orientar concientemente la acción del hombre, la acción política, sobre el proceso económico. Cabe destacar, en homenaje a la claridad, que hemos dicho orientación «conforme a las leyes económicas», lo cual descarta el voluntarismo del tipo de las leyes de precios máximos que ignoran el carácter objetivo de las leyes económicas de formación de los precios; y cabe destacar que hemos dicho «conforme a los fines nacionales», lo cual descarta medidas del tipo que persigue bajar los precios eliminando la protección arancelaria a la industria nacional. El tema es de vital importancia y merece ser reflexionado a la luz de las leyes objetivas de la ciencia económica. Así será posible desmitificar la idea de que nacionalizando y estatizando se defienden los intereses nacionales y será posible demitificar en la otra cara de la misma moneda a los sedicentes antiestatistas y antidirigistas que, por dar solo un ejemplo, usan antifuncionalmente y a veces de manera crudamente dirigista a la política monetaria, sacándola de sus fines de facilitar las transacciones y provocando con ello la recesión y el empobrecimiento de la comunidad nacional.

En resumen, a nuestro juicio, el Estado nacional debe ser lo más reducido que sea posible en su tamaño y a la vez dotado de la mayor fuerza que sea posible a fin de orientar el proceso económico conforme a los intereses nacionales.

* Extracto de Economía política y política económica nacional.economía  papel del Estado en la economía