Un debate para nada banal frente a lo que se viene

Si bien el presidente Milei lo definió como un fracaso, el duro shock del 59, combinado con  el programa de desarrollo, capitalizaron la Argentina y le permitieron “vivir de rentas” al menos por otros 10 años

En su discurso inicial el presidente Milei, criticando el gradualismo, dijo que «todos los programas de shock, salvo el de 1959, fueron exitosos».  Se trata del aplicado durante el gobierno desarrollista de Frondizi, a quien tuvo al menos la delicadeza de no nombrar. Una expresión puntual tan extraña, dentro de un discurso donde prometió ajuste y más ajuste. Gratuita e innecesaria.

Para los desarrollistas la manera en que aplicó tan exitoso plan, combinado con un programa de inversión y desarrollo orientado a sectores prioritarios de la economía, es algo tan trascendente pues de alguna manera define nuestra identidad y visión desarrollista. No en vano dicha combinación, si bien tuvo su dificultad inicial, plagado de obstáculos políticos, permitió al país transformarse estructuralmente y capitalizarse por más de una década.  Y todo eso sin que tan encomiable como ninguneado gobierno pudiera terminar su mandato democrático.

Volviendo al discurso presidencial, como no se tratase de una exposición académica (la Escuela Austríaca no es propicia a formulaciones eruditas, más bien se basa en recitar presuntas verdades sin apoyatura en hechos y series de datos en las que se debe creer como verdades de tipo religioso) tampoco se puede indagar sobre las fuentes documentales que deberían respaldar esa temeraria afirmación (aunque encontramos unas probables). Queda claro que no hay un cambio en Milei respecto del desarrollismo, sobre el cual –asimilándolo erróneamente al keynesianismo– ha vertido no pocas diatriba e insultos en su carrera como animador televisivo que le serviría de plataforma para su pase a la política con rotundo éxito electoral, el cual con seguridad se debe más al hartazgo de la sociedad que a las virtudes y competencias del nuevo mandatario que ahora se verán en la gestión de su gobierno. Por eso tan extraña afirmación no debería sorprender porque en realidad es la reiteración de una actitud ya expresada.

Pero igual asombra, por su belicosidad. Veamos datos históricos: Frondizi asume el 1° de mayo de 1958 y de inmediato lanza un conjunto de acciones legislativas y propiciadoras de la inversión, además de las propiamente políticas de convivencia (amnistía, levantamiento de las intervenciones de los gremios, ley de asociaciones profesionales) que no son ajenas a la creación de un clima de colaboración y trabajo, mientras en simultáneo se toman decisiones claves para favorecer la inversión en productiva (ley de inversiones extranjeras) y, lo más importante, se ponen en marcha las prioridades que dinamizarían al conjunto de la economía nacional y sus regiones atrasadas. La piedra angular es la batalla del Petróleo, lanzada en junio. En paralelo, se libra la epopeya de la enseñanza libre, en la que los sectores hasta entonces excluidos de la enseñanza superior pueden participar creando casas de estudios que entonces proliferan, entre las que la mayor parte no son confesionales, para ampliar la oferta de preparar profesionales en las ramas científicas y técnicas en las que la universidad nacional está estancada. Se hizo a medias, pues las propias universidades estatales se renovaron y empezaron a abrirse a las nuevas disciplinas. Esos primeros siete meses fueron los del sinceramiento, empezando por donde se debe: los salarios. Se corrigieron hasta el 60% los convenios congelados y con ello la fuerza laboral se convertía en un factor de expansivo que mejoraba sus condiciones de vida y establecía un cada vez más sólido mercado interno. En un primer momento, la inflación que venía reprimida y castigada con sanciones severas (agio) explotó y se mostró en su faz real. Eso mismo describió Milei que ocurrirá ahora, algo obvio. Pero establecidas las condiciones básicas del sinceramiento, que además del salario implicaba otros precios de la economía, en particular  la disponibilidad de crédito a tasas accesibles y el cese del ahogo financiero a las empresas con impuestos distorsivos y regulaciones desalentadoras de la productividad, lo que ocurrió en 1959 fue que tras el alza inicial la inflación cayó pareja y regularmente durante los siguientes cuatrimestres y años. La paridad cambiaria se estabilizó luego con una flotación vigilada por el BCRA en armonía con esa disminución sistemática de la inflación. Fue entonces, el último día del año 58, que se lanzó el Plan de Desarrollo y Estabilidad, con el país ya en marcha.

Estabilidad y desarrollo: la sabiduría del estadista

Grafico con inflación y crecimiento del PBI durante el gobierno de Frondizi. Fuente: El ciclo de la ilusión y el desencanto Llach Gerchunoff
Grafico con inflación y crecimiento del PBI durante el gobierno de Frondizi. Fuente: El ciclo de la ilusión y el desencanto Llach Gerchunoff
El costo del sinceramiento

Quizás el presidente Milei tomó esta idea distorsionada del economista también liberal Juan Carlos de Pablo quien en su entrevista a Visión Desarrollista ya sostenía que el shock del 59 no funcionó: “En Argentina no hay un solo ejemplo exitoso de gradualismo. Todos los programas que funcionaron fueron de shock. Y solo uno fue recesivo: el de 1959. Y lo fue por un problema de credibilidad inicial. Todos los demás fueron reactivantes”.

Argumenta de Pablo que con  ”los números del segundo semestre del 58, nos íbamos al carajo. Las tendencias eran funestas, tendencias de diluvio universal”. Describe que “se liberó el tipo de cambio. Era una mezcla de corregir precios relativos y, por otro lado, se hizo una restricción monetaria y hubo flor de recesión. Frigerio lo llamó sinceramiento. 1959 fue un desastre, preguntale a tu abuelo y te va a contar. Se duplicaron los precios, que para aquella época era un desastre, y el PBI cayó un 5%”. Muy interesante muestra de la forma con que el liberalismo analiza los procesos económicos, como hechos desconectados entre sí, que simplemente acontecen. Muy curioso, y en última instancia, esquizofrénico, desarticulado, reemplazando la comprensión con una mera descripción de eventos.

Sin embargo, al mismo tiempo, porque de Pablo no es tonto, reconoce que lo que considera interesante: “el petróleo y las inversiones caminaban por cuerdas separadas y en tres años lograron resultados. La relación entre consumo y extracción era de menos del 40% y en tres años se alcanzó el autoabastencimiento”.  Finalmente, en la misma entrevista reconoce que el esfuerzo y capitalización que hizo el gobierno de Frondizi no se vio reflejado en su gobierno plenamente, en parte porque lo derrocaron, pero si en los 10 años que siguieron donde se creció al 8% y no por virtudes de sus gobernantes de turno sino por el impacto, la cosecha, de aquellas medidas.

El propio Rogelio Frigerio reconoce los efectos recesivos, consecuentes al programa del 58: “El plan de desarrollo económico y estabilidad financiera y la consiguiente liberación de controles produjeron, como era natural, una suba de precios en el mercado interno y el consiguiente deterioro del salario real de los trabajadores. Aumentó el costo de vida, los productores sufrieron las consecuencias de la restricción del crédito y se operó en 1958-59 una contracción de la actividad económica, es decir, una crisis que afectó por igual a empresarios y obreros, aunque estos últimos eran más vulnerables y resultaron más perjudicados. Este retroceso fue inevitable.”

Esa recesión del año 1959 fue sin embargo el precio inicial que se pagó para resolver el problema no solo desde la cuestión del déficit fiscal sino por la insuficiencia productiva estructural, la oferta, que entendemos los desarrollistas es la causa de fondo del fenómenos inflacionario en los países subdesarrollados:

Explica Frigerio en Cuando fuimos gobierno: “La inflación es un tema en el cual el gobierno desarrollista aparece como una excepción, ya que la atacó frontalmente y en su causa. En la primera fase de nuestra política, el índice de precios creció; pero no era una inflación generada por nosotros, sino la inflación preexistente que estaba encubierta y que nosotros descubrimos para encararla y resolverla. Estaba encubierta por todo tipo de controles de precios, por tarifas políticas, por controles de cambio, por el atraso salarial. Nuestra política se orientaba a atacarla en su causa: en el déficit fiscal y en el subdesarrollo, en la inmovilización del aparato productivo. Para eso había que restablecer el proceso de inversión, lo que requería un sinceramiento de precios y salarios. Nosotros lo practicamos sin vacilaciones.

Ese sinceramiento tenía que reflejarse en el índice de precios, que experimentó un aumento del 113 por ciento en 1959. No obstante, pese a esa tasa anual, en ese mismo año, el siguiente a la asunción del cargo por el doctor Frondizi, la inflación ya fue vencida. Lo prueba la tasa mensual promedio de los cuatro trimestres de ese año 1959: en el primero fue del 11,6 por ciento mensual; en el segundo fue del 9 por ciento; en el tercero del 2,9 por ciento y en el cuarto del 1,9 por ciento. Al año siguiente, 1960, la tasa anual fue del 27,1 por ciento y en 1961 se redujo al 13,7porciento: una de las más bajas que se han registrado en más de dos décadas”. Además, Frigerio explica que “El déficit presupuestario que había sido equivalente al 7,7 por ciento del producto bruto interno en 1959, bajó al 1,7por ciento en 1961”.

Sin embargo aquella dura recesión inicial, que algunos entienden como un fracaso, fue una medida que acompañada de un programa de desarrollo implicó que la Argentina tuviera una década de crecimiento estable como no tendrá en los próximos 80 años.  Fue una combinación que a diferencia de otros programas de shock promovió las condiciones estructurales para el desarrollo (no se trató de recuperación de la capacidad ociosa instalada como ocurrió durante el kirchnersimo tras el 2001).  Se trata, entonces, de entender la economía nacional en su conjunto, sus partes y proporciones y su dinámica interna, para introducir los estímulos que desencadenan el proceso de desarrollo sostenido. El desarrollo no es algo que ocurra por casualidad o espontáneamente, y mucho menos que como mera consecuencia del “ordenar” la macro. Sobran los ejemplos de esos intentos, fracasados una y otra vez, como planes de ajuste que son sucedidos por relajamientos oportunistas o demagógicos que pueden servir –o no– para una elección y a poco andar nos dejan en un punto de mayores dificultades.

A las simplificaciones y debilidades conceptuales del enfoque monetarista (que liberal en lo presunto) se sucede, en alternancia dictada por necesidades de la política el facilismo del estatismo y el reparto de riqueza sin crearla, lo que provoca un enorme desaliento en el sector productivo.

Frigerio explica como esa combinación del shock con el programa de desarrollo fueron claves tanto para paliar sus efectos como para cambiar la estructura económica argentina: “Pero el plan de gobierno preveía este retroceso como transitorio y lo superaría con el único medio apto para salir de una crisis económica de este tipo: con la movilización de recursos del plan de expansión.  En otras palabras, al mismo tiempo que nos apretábamos el cinto con el plan de austeridad, creábamos las condiciones para activar la economía, crear nuevas fuentes de trabajo, asegurar ocupación plena y elevar los ingresos de la población con el consiguiente incremento del consumo. O sea el plan de expansión actuaría como correctivo del plan de estabilización, sobre todo en sus consecuencias sociales. De este modo ambos planes, financiero y económico, eran correlativos y absolutamente interdependientes. Sin estabilidad era imposible impulsar la expansión, pero la estabilidad sin expansión equivalía a congelar la economía a niveles de depresión.”

Hoy  celebramos se enfrenten los problemas y se exponga con crudeza la gravedad de la crisis que atraviesa el país y, al mismo tiempo, se promueva el reordenamiento necesario para que la economía funcione de modo expansivo. Pero, como se ha explicado largamente en la bibliografía desarrollista, el mero ajuste no es virtuoso en sí mismo y aquí el programa de desarrollo brilla por su ausencia.

Ignoramos si Milei en este tema de lo acontecido en la gestión desarrollista simplemente está mal informado. Aquí no hacemos juicios de intenciones. Tampoco es cuestión de mandarlo a estudiar historia económica argentina. Lo que importa es que deje de buscar responsables de la crisis estructural del desarrollo argentino en sus presunciones ideológicas y ponga manos a la obra en la prioridad de la armonía social y así construir la vía más sólida para la expansión constante de la producción y el empleo.


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