Jueves 10 de septiembre de 2015. Domicilio particular de Antonio Salonia, Barrio de Belgrano, Ciudad de Buenos Aires.

Antonio Salonia, maestro de escuela y profesor graduado en la Universidad de Cuyo, fue Subsecretario de Educación de la Nación durante el gobierno de Frondizi, candidato a vicepresidente compartiendo fórmula con Rogelio Frigerio en 1983 y Ministro de Educación de la Nación entre 1989 y 1992. Durante nuestra conversación pudimos conocer cómo fueron sus primeros años en política, repasamos los principales hitos de la política educativa del gobierno de Arturo Frondizi y analizamos la relación entre educación y desarrollo.


PARTE 1 | PRIMEROS AÑOS EN POLÍTICA

Antonio, buenas tardes y muchas gracias por recibirnos. Generalmente comenzamos preguntándole a los entrevistados cómo fue su ingreso a la política. ¿Cómo se cruzaron la política y el desarrollismo en su vida?

Bueno, podría decirse que nací en un hogar político. Mi padre era un importante dirigente radical de General Alvear,  Provincia de Mendoza, que  llegó a ser Senador Provincial. De hecho, hay una calle en esta ciudad que se llama “Senador Francisco Salonia”.

A  los 28 años, ya recibido como profesor y siendo militante político de toda la vida, fui elegido Diputado Provincial. Fue en el año ’54. Pero mi diputación duró apenas un año ya que en el ’55 llegó la Revolución Libertadora.

En la Juventud Radical de aquellos años militaban figuras como Raúl Alfonsín, en la Provincia de Buenos Aires. A mí me tocó representar a Mendoza junto a quien luego sería gobernador, don Ernesto Arturo Ueltschi. Fue un gran gobernador. Si recuerdo bien, Ueltschi estudió en La Plata. En ese entonces, si uno quería estudiar Derecho y era mendocino debía ir a Córdoba o a La Plata. Recién con la Ley de las Universidades, con Frondizi, se creó en Mendoza una facultad que dictaba la carrera de Derecho.

Cuando vino la división entre la Unión Cívica Radical Intransigente y la Unión Cívica Radical del Pueblo muchísimos jóvenes nos quedamos con Frondizi. Fue algo casi natural, era un intelectual volcado a la política y eso nos llamaba mucho la atención. Balbín era un gran orador y concitaba los aplausos, pero los discursos de Frondizi tenían más contenido. Eso atrajo a los jóvenes que militábamos en el radicalismo y que teníamos inquietudes intelectuales, a quienes nos preocupaban las cuestiones doctrinarias, ideológicas y programáticas

Llegó a ser Ministro de Educación de la Nación. ¿Cómo comenzó su carrera en el ámbito educativo?

En primer lugar, soy maestro de escuela primaria. Ese título lo obtuve en San Rafael, porque en aquella época no existía secundario en mi pueblo y había que ir a San Rafael, 100 kilómetros hacia el norte de General Alvear, mi pueblo. Ahí estaba el Colegio Nacional, para quienes querían hacer el bachillerato, y la Escuela Normal, que otorgaba el título de maestro que en esa época era de nivel secundario. Estudié el magisterio por una especie de destino familiar. Mi madre fue una brillante maestra que trabajó mucho en General Alvear. Tanto es así que hay una escuela en Alvear que tiene su nombre.

Me recibí de profesor a los 22 y fui maestro durante varios años. Recuerdo que empecé como maestro de la Escuela Nacional 101 de la localidad de Las Catitas, Departamento de Santa Rosa, en la Provincia de Mendoza. Gracias a ese trabajo pude mantenerme económicamente y estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras en la capital mendocina, donde me recibí como Licenciado en Letras por la Universidad de Cuyo. Tuve la suerte de ser alumno de un tal Julio Cortázar. Él dictaba clases de Literatura Francesa en tercer año de la Facultad.

En 1958, con 31 años de edad, Frondizi me nombró Subsecretario de Educación de la Nación, al lado de Luis Mac Kay (1). Entonces, dejé Mendoza para instalarme en Buenos Aires. En 1964 me casé con mi mujer, que es porteña, y decidí radicarme definitivamente.

Resulta llamativa la cantidad de jóvenes que ocuparon cargos importantes dentro del gobierno de Frondizi…

Es cierto. Carlos Florit fue Canciller con 29 años, Alfredo Allende fue Ministro de Trabajo con 27. Don Arturo tenía mucha simpatía con los jóvenes, pero con los jóvenes que tenían buena formación intelectual. Creo que en esto tuvo mucho que ver que  él era un intelectual metido en política y que en su familia hubo grandes intelectuales. Risieri Frondizi fue uno de los más brillantes rectores de la Universidad de Buenos Aires, Silvio fue la cabeza más importante del Troskismo argentino.

También convocó a grandes figuras de la ciencia y la cultura como a Borges, Houssay o Sábato. ¿La idea era convocar a los mejores en cada ámbito?

Si me permiten, me gustaría contarles una anécdota bastante ilustrativa. Pocos días después de la asunción de Frondizi, Mac Kay me pidió que lo acompañara a la residencia de Olivos para hablar con el Presidente. Era un día lindo de sol y Frondizi nos invitó a dar un paseo por la quinta. Ellos se tuteaban. Mac Kay era una de las pocas personas con las que Frondizi se tuteaba. Entonces, le planteó: “Mirá, Arturo, hay muchos correligionarios que me presionan porque quieren estar en distintos cargos. Pero, escúchame, el Director de la Biblioteca Nacional es Jorge Luis Borges, el Presidente del CONICET es Bernardo Houssay, la Presidente del Fondo Nacional de Artes es Victoria Ocampo…”. Todos ellos habían sido designados en el tramo final de la Revolución Libertadora y ya estaban en el cargo cuando llegó Frondizi al gobierno. Arturo le respondió: “Luisito, lo que vos tenés que lograr es que todos ellos acepten continuar en sus cargos”. Y él cumplió el mandato de Frondizi. Afortunadamente, todos ellos aceptaron continuar.

Esta actitud de respeto hacia la inteligencia y a la cultura argentina puede entenderse al recordar que el mismo Frondizi era una expresión de la inteligencia y la cultura. Además, tenía a su lado a otro hombre como Rogelio Frigerio, quien no entendía a la cultura solo como algo académico sino que valoraba especialmente la cultura popular.

Fue una época en la que la política convocaba y daba responsabilidades a intelectuales brillantes. Creo, aunque tal vez sea un poco arbitrario decirlo de este modo, que luego hubo una decadencia, una mediocrización en la dirigencia y en la vida argentina en general. Cuando hablo de la dirigencia no me refiero solo a la política, sino también a los ámbitos empresariales, a la cultura y al mundo sindical.  En el ámbito político, particularmente, la calidad en las dirigencias de entonces era excepcional. Esto se daba en todos los partidos, no solo en los que formaron la oposición al gobierno de Perón. En el mismo peronismo había dirigentes con un muy buen nivel cultural.


PARTE 2 | EDUCACIÓN Y DESARROLLO

Salonia 2Durante el gobierno de Arturo Frondizi se sancionó el Estatuto Docente. ¿Qué significó esta ley para la educación argentina?

El Estatuto Docente fue aprobado en el ‘58. Era muy importante para nosotros, los educadores. Los maestros y docentes veníamos reclamando desde finales de la década del ’20 una ley que contuviera nuestros derechos y obligaciones.

Antes de esta ley los nombramientos se hacían según las indicaciones del caudillo de cada pueblo, quien comúnmente nombraba a su hija como maestra o directora de escuela. El sistema que se impuso con el Estatuto Docente implicó el respeto al título y estableció el concurso como mecanismo para acceder a los cargos. Fue revolucionario. A partir de entonces, los politiqueros de turno ya no pudieron influir en los nombramientos docentes, desde los cargos más humildes hasta los cargos directivos.

Uno de los temas que mayor conflictividad generó durante el gobierno de Frondizi fue la ley de enseñanza libre, que desembocó en la disputa recordada como “Laica o Libre”. ¿Cómo recuerda aquellos acontecimientos?

En primer lugar, hay que recordar que hasta el gobierno de Frondizi la educación universitaria era monopolio del Estado.  En este contexto, abrir la educación en ese nivel  a la participación social y privada era  una decisión muy importante. Posibilitar que la sociedad tuviera protagonismo en la enseñanza universitaria y que no quedara solamente en manos del Estado era un cambio revolucionario. Sin embargo, influyentes sectores de la dirigencia política y cultural del país se opusieron a esta reforma, incluso sectores dentro de nuestro propio partido. Hasta se opuso el hermano del Presidente. Risieri Frondizi, quien fue un brillante, importantísimo y eminente Rector de la Universidad de Buenos Aires, a pesar de haber tenido gran participación académica en actividades privadas de Estados Unidos, se opuso a la ley de libertad de enseñanza.

A nosotros, es decir, a quienes éramos partidarios de la libertad de enseñanza, se nos acusaba de ser clericales. A mí eso me llamaba mucho la atención. Me llegaron a acusar personalmente de ser clerical. A mi círculo íntimo de amigos y familiares les decía “yo soy católico, pero no me siento clerical”. Es cierto que la ley permitía que se crearan Universidades con orientación religiosa, pero también permitía que se crearan otras de carácter laico. Con el tiempo quedó demostrado que la acusación era falsa: hoy existen más universidades privadas laicas que religiosas. Pero para entender cómo se llegó a este punto es necesario aclarar que existe una larga tradición laica, no confesional, en la educación argentina. Esto llevó a mucha gente, incluso dentro de nuestro partido, a tener dudas sobre la propuesta de permitirle a la sociedad crear universidades. Era eficaz plantear el debate en términos de clericalismo y anticlericalismo. Se buscó darle un enfoque religioso a un tema que realmente no tenía relación con el clero.

Al analizar el período de gobierno desarrollista se encuentran muchas iniciativas en el plano educativo que apuntaban a fortalecer la educación técnica. ¿Existía una visión integral donde la educación estaba alineada al proyecto general del país?

Sí, era un enfoque sistémico. El eje era la industrialización del país y había que darle una orientación técnica a la educación. Hay que comprender que la política es una sola y debe abarcar lo económico, lo social, lo educativo y lo cultural para que sea coherente.

Por eso, nuestro gobierno creó el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET). Se diseñó con la idea de que la educación no era ni debía ser monopolio de los docentes, sino que debían participar otros sectores de la sociedad. Me refiero a los sindicatos y al empresariado. El CONET fue un cuerpo colegiado mixto donde había docentes y representantes del empresariado y de los sindicatos.

También en esa esa línea, transformamos la Universidad Obrera en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Lo hicimos porque considerábamos que la oferta universitaria, tanto humanística como tecnológica, debía ser para todos y no para un sector o clase social determinado. Además, la Universidad Obrera tenía una característica distintiva de otras universidades: tenía alrededor de 30 sedes en el interior del país. Pero, fundamentalmente, los cambios que se realizaron en la UTN fueron una respuesta al proceso económico industrialista del país.

Pensando en los problemas que enfrenta nuestro país en la actualidad. ¿Considera que para emprender una reforma educativa es necesario tener en claro cuál es nuestro proyecto de país?

Absolutamente. La cuestión educativa debe comprenderse en función de la cuestión nacional. La educación no es una “isla suelta”, sino que integra la problemática del país. Dentro de los problemas que tiene que resolver el país está la cuestión educativa, relacionada estrechamente con las problemáticas económicas.

Hoy se habla mucho de que Argentina atraviesa una crisis educativa. ¿Qué opina al respecto?

Creo que para comprender la problemática educativa hay que comprender la problemática social, económica, tecnológica, etc. Hay que ver la totalidad de la cuestión nacional. No hay una crisis en la isla de la educación, sino una crisis de la sociedad en general.

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PARTE 3 | DESPUÉS DE LA CAIDA DE FRONDIZI

¿Cómo vivió el período posterior a la caída del gobierno de Frondizi?

Para nosotros fue determinante el alejamiento progresivo de la militancia. No encontrábamos un cauce equivalente a lo que fue aquel período de gobierno. Durante los años posteriores a su derrocamiento estuve afiliado al MID, pero sin tener una militancia significativa y activa en la política. Me refugié en la profesión docente.

En el año 1963 gané un concurso del CONICET, presentado por Bernardo Houssay. Otorgaban una beca para realizar estudios en el país que el becario eligiera.  Para postularme necesitaba la recomendación de algún académico prestigioso y pensé en recurrir a Risieri Frondizi. Me reuní con Don Arturo y le conté que iba a ver a su hermano. Recuerdo que me dijo que corría el riesgo de que me diera el no. Por suerte, me recomendó y pude ir a Europa. Fue una experiencia de un año muy intenso que me permitió conocer la realidad educativa en relación al desarrollo económico de la Comunidad Económica Europea. Por una lógica idiomática opté por Italia. Luego estuve en Madrid, por otra beca. Gané una tercera beca para ir a París, pero no la acepté porque decidimos volver a Buenos Aires.

A raíz de la experiencia de los años en Europa,  había visto varias escuelas en Francia, Italia y Suiza, al regresar decidimos, junto a mi mujer, crear una escuela moderna, “La Nueva Escuela Argentina 2000”, con un modo diferente de relacionarse entre los alumnos y los profesores. Queríamos crear una academia educativa sin tanta rigidez como las escuelas tradicionales. Por suerte, nos ha ido bien.

En el ’83 fue candidato a Vicepresidente compartiendo fórmula con Rogelio Frigerio, ¿cómo llegó a integrar la fórmula presidencial?

En realidad, creo que en el fondo del corazón, Rogelio quería que su compañero de fórmula fuera Oscar Camilión. Tengo un gran respeto personal e intelectual por Oscar, una de las personas más brillantes que he conocido. Pero yo tenía una mayor militancia: había actos en Jujuy, Tierra del Fuego, San Juan… ¡Siempre iba Salonia! Era un militante full time, eso le servía al partido en ese momento. En esa campaña, recorrí más el país que el propio Rogelio.


PARTE 4 | DURANTE EL GOBIERNO DE MENEM

Durante el gobierno de Carlos Menem fue Ministro de Educación. ¿Cómo fue convocado para el cargo?

En 1989 fui convocado por Carlos Menem para el cargo de Ministro de Educación. En realidad, no nos conocíamos. Lo único que teníamos en común es que los dos somos de River Plate (risas). Su convocatoria fue muy generosa, sin ningún condicionamiento. Si no recuerdo mal, fue Julio Bárbaro, quien luego sería Secretario de Cultura, quien intercedió. Por aquellos años, yo había adquirido cierto prestigio en el área de educación y ellos sabían que había estado con Frondizi. Dicen que les había llegado la información de que algunos sectores de la Iglesia veían con buenos ojos mi designación. Por esos motivos, finalmente me llamó. Me hice cargo del Ministerio y trabajé muy cómodo. En 1992 fui reemplazado por el ingeniero Jorge Rodríguez, por un problema que tuve con el rector de la UBA de entonces, Oscar Shuberoff.

Estuvo en el mismo gabinete que Oscar Camilión. ¿Fue como resultado de un acuerdo del MID con el gobierno de Menem?

No, cada uno llegó por su propia cuenta. Pero tanto el Tapir como Frondizi estaban de acuerdo. Hay que señalar que aquel Menem no es el Menem de hoy. Era un dirigente muy atractivo, un personaje carismático.

¿Cuáles fueron los lineamientos educativos de aquel gobierno de Menem?

Una de las líneas políticas tuvo que ver con la federalización del sistema educativo argentino. Este proceso había comenzado con la transferencia de escuelas, pero no debía agotarse en la descentralización administrativa. Implicaba un protagonismo real de las regiones, provincias y localidades en las cuestiones de currícula escolar. Debíamos pasar de una especie de monopolio centralista de Buenos Aires a planes de estudio que expresaban las ideologías e intereses de las regiones y localidades.

Era muy difícil, por no decir imposible, separar la federalización educativa de la descentralización administrativa. Por eso, implicó realizar transferencias administrativas a las provincias que iban acompañadas de aportes económicos de la Nación. El caso contrario hubiera significado dejar a las provincias en una situación de precariedad financiera.

Estas reformas estuvieron contenidas dentro la ley federal de educación. Es importante aclarar que durante el trámite parlamentario de esta norma se incluyeron modificaciones al proyecto original. Por iniciativa de expertos que asesoraban a senadores y diputados, se agregaron las supuestas innovaciones de la EGB y el polimodal. Se creía que era una innovación imitar lo que estaba ocurriendo en ese momento en España. Nosotros considerábamos que debía respetarse el sistema tradicional y durante toda mi gestión en el Ministerio me opuse públicamente a estos cambios. Lamentablemente, fueron incorporados a la ley que se sancionó en abril de 1993.

Se sancionó otra ley importante en aquellos años, la Ley de Educación Superior, pero en ese entonces yo ya no era Ministro. Estuvo proyectada durante la última etapa de mi gestión en el Ministerio, pero se emprendió luego de mi salida.

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En base a su larga experiencia en al área educación ¿Qué aporte de la visión desarrollista sobre la política le gustaría destacar?

Entender a la política con magnanimidad y en función de un pluralismo. No podemos ser exclusivistas desde nuestro enfoque personal y profesional, no podemos encerrarnos en nuestro propio mundo, en lo que nos interesa o conocemos. Integramos una realidad nacional que, por su puesto, a su vez esta está integrada a una realidad del continente y del globo. Y eso lo comprendimos gracias a Frondizi y a Frigerio.

¿Por qué sigue siendo desarrollista?

Porque creo que  sigue teniendo vigencia, a pesar de no tener presencia electoral. Siguen siendo válidas las propuestas desarrollistas, la imagen de un país industrialista.


(1) Luis Mac Kay: Ministro de Educación del gobierno de Arturo Frondizi.

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