He dicho –y he escrito alguna vez- que los cuatro puntos del radicalismo de 1892 eran imprescindibles para definir a un gobernante demócrata, republicano y de orientación nacional y popular (porque ésta no es, como veremos, la única orientación posible; se puede abominar al pueblo, sostener que lo racional es exclusivo del pensar económico y de la globalización, etc.) pero que este capital moral por sí solo no era un programa de gobierno; que para gobernar se necesita algo más.
Cuando con esa orientación Alem diferenció el ala radical de la Unión Cívica en agosto de 1892 sostuvo, como Yrigoyen, que las cuatro ideas primordiales del radicalismo, tres de las cuales eran típicas virtudes, consistían en:
- el respeto por la libertad política,
- la honradez administrativa
- el sentimiento nacional
- la impersonalidad de la coalición de entonces
Esta enunciación referida a algo preexistente como totalidad indivisible, nos ayudará a comprender cuál fue el pensamiento esencial de Frondizi, quien asumió el radicalismo en 1928 y llegó a presidirlo.
A los fines de esta exposición no interesan aquí las que él mismo calificó como rigideces ideológicas, ni las luchas internas; importa esta opción porque excluyó claramente otras alternativas partidarias clasistas, internacionalistas, no democráticas, etc. actuantes por entonces.
Libertad política significaba respeto por la libertad política de todos; no solo de quienes pensaran lo mismo que uno[1]
A fines de 1933, o principios de 1934, con apenas 25 años de edad, Frondizi aceptó la defensa de 196 detenidos políticos que una vez terminado el proceso costearon la publicación de sus escritos fundamentales donde leemos:
“Cabe al doctor Frondizi el insigne y merecido honor de ser el primer abogado en nuestro país, que asume la defensa de tantos procesados a la vez, acusados de un mismo delito y la justa satisfacción de haber coronado su noble y absolutamente desinteresado esfuerzo, con el más rotundo éxito.” (subrayado en el original) agregando que
“Se han vulnerado los sagrados principios de garantía individual… en las cárceles y sitios de confinamiento, se hacinan cada año millares de ciudadanos que son dignos exponentes del arte, de las ciencias, de la industria y la cultura de nuestro pueblo.”
Para Frondizi “libertad política” y “sagrados principios de garantía individual” siempre equivalieron a libertad y legalidad para todos.
Frondizi, entre otras cosas presidió la Asociación de Abogados de Buenos Aires, integró el Colegio Libre de Estudios Superiores, fue orador del Instituto Popular de Conferencias y legislador nacional y continuó con esas defensas de radicales y no radicales que concluyeron con sus 10 brillantes capítulos de impugnación al desconocimiento de los fueros de Ricardo Balbín, en 1950 y como co-defensor con Amílcar Mercader en sus antecedentes 14 procesos por desacato.
La segunda cuestión es la de la honradez administrativa.
Frondizi inició su gobierno criticando al cesarismo burocrático y lo cerró señalando sus vicios. No dejó pasar ninguna objeción fundada en corrupción y calificó como
“síntoma de vitalidad democrática… (la) preocupación del pueblo por la cosa pública” (discurso 22.2.62)
¡Cómo olvidar aquella leyenda “uso oficial exclusivo” que ordenó pintar en las puertas de todos los automotores públicos y que tantas resistencias originó o las medidas para terminar con la corruptela del doble lugar de trabajo y del doble sueldo!
“El pericón criollo”, excepcional cuadro del uruguayo Figari, que le obsequió el gobierno de ese país, de evidente enorme valor cultural, político y económico, fue donado de inmediato al Museo Nacional de Bellas Artes.
Para él, en un discurso sobre el que volveré, el ejercicio por el Poder Ejecutivo de
“sus prerrogativas de control de la conducta de los funcionarios públicos, (es) otro de los rasgos esenciales de la vida republicana.
El control y la responsabilidad eran para él fundamentales.
Luego estaba “el sentimiento nacional”
Tal sentimiento se contraponía al de partido o de clase –esto es clave– porque concebía a la Argentina como unidad histórica y de destino; como conjunto de plurales diversidades y tradiciones culturales, geográficas, sociales, religiosas, cívicas e institucionales que, aunque opuestas entre sí, era posible integrarlas por lo común que tenían y desarrollarlas.
Frondizi, sin negar la obvia importancia del factor económico en la historia ni la existencia de las clases sociales y sus oposiciones recíprocas, ni que como opositor hubiera obrado “demasiado como ideólogo, es decir, dentro de rígidos esquemas intelectuales”, entendía que ellas eran comunidades y objetaba el postulado político y metodológico de la lucha de clases como motor de la historia.
Pero, más allá de las rigideces intelectuales, él tenía claro el problema de los fines y de los medios. Al respecto señaló expresamente ambos –fines y medios- debían tener “un sentido ético, porque de otro modo los medios condicionan y hasta corrompen los fines”[2]
Igualmente tenía claro el problema de las prioridades y consideraba que la Nación era “una comunidad de destino” que prevalecería sobre la lucha de clases a escala internacional, en coincidencia con algunos pensadores como Maritain que lo había expresado en una conferencia en 1949 incorporada a “El Hombre y el Estado”[3] y con otros que partiendo de premisas diferentes llegaban a la misma conclusión y pensaban también que el Estado, al decir de Harold Laski, cuya influencia intelectual sobre la intransigencia radical señaló el propio Frondizi[4], es una parte que se especializa en los intereses del todo.
En esta línea, de su puño y letra, marcó en un texto el siguiente párrafo de Jefferson que reproduzco: “Todos somos republicanos; todos somos federalistas. Si hay entre nosotros alguien que desee deshacer la Unión o cambiar su forma republicana, que no se moleste; dejadlo estar como un monumento a la seguridad con que podemos tolerar el error de opinión en un país en que la razón permanece libre para combatirlo”[5]
Frondizi, que se oponía al despotismo ilustrado (“todo para el pueblo nada por medio del pueblo”), repetía y le daba sentido actual a lo de Yrigoyen: “la causa de la Nación es la Nación misma” negando que la causa nacional fuera la de algún interés o alguna ideología particulares.
Era el caso del acuerdo de San Nicolás de 1852, que era nacional porque no había reflejado la pura ideología de Urquiza, Alberdi o Gutiérrez o el interés puro del puerto, del litoral o del interior, sino que versaba sobre verdades prácticas admitidas, tras largas luchas, por todos los firmantes que ideológica y partidariamente se contraponían porque reflejaba lo común a todos ellos, que eran lo diverso por entonces y además expresaban la real relación de fuerzas operantes en ese momento.
Consecuentemente, bajo tales circunstancias ese Acuerdo de 1852 fue posible y nacional y, a pesar del torbellino de críticas que suscitó, con los resultados a la vista, nos dio el Congreso de Santa Fe y la Constitución de 1853.
Aquel acuerdo de 1852 no significó, pues –como dijeron algunos equivocadamente- revivir la ideología de los derrotados rosistas como, mutatis mutandis, la política de unidad nacional de 1958 no generaba la existencia de la clase obrera ni revivía al peronismo, que habían sido originados por otros factores y no por una política de justicia social y unidad nacional.
Este modo de entender lo nacional explica que Frondizi pudiera haber sido un declarado sostenedor de la causa aliada durante la segunda guerra y, simultáneamente, defensor de la neutralidad argentina o que Yrigoyen, radical, se hubiera entrevistado en 1907 y 1908 con Figueroa Alcorta, que no lo era, y convivido con él como presidente de la Corte Suprema años después.
Repito, más allá de rigideces ideológicas presentes en las luchas internas del 45 al 50, son ciertas las observaciones de Félix Luna y de Arturo Jauretche.
Luna más de una vez llamó la atención sobre la aptitud de Frondizi de poder sostener una conversación sobre la cuestión más complicada y al mismo tiempo poder mantener el diálogo con un sencillo dirigente de un recóndito pueblito del interior.
A su vez, Jauretche lo definió en 1957 como un político con los pies en la tierra y la cabeza en una biblioteca.
¿Duplicidad en Urquiza, Alberdi, Gutiérrez, Yrigoyen o Frondizi? Hay quienes lo pensaron así y otros que aún siguen sosteniéndolo. Nosotros no participamos de tal idea, porque juzgamos clave la incorporación de Frondizi al radicalismo, excluyente de otras alternativas partidarias, circunstancia más importante, a mi entender, que cualquier rigidez ideológica que pudiera haber caracterizado su acción dentro del radicalismo antes de 1957.
Desde luego, no ignoramos que la actitud de Frondizi de no agraviar, ni contestar agravios, ni imposibilitar el acuerdo sobre lo fundamental por ganar una discusión sobre lo secundario, pudieron haber dejado en muchos de sus interlocutores una idea errónea acerca de su personalidad o de sus ideas y que algunos le atribuyeran a él duplicidad.
Nosotros, en cambio, vemos en los sostenedores de los acuerdos sobre verdades prácticas tanta claridad como la que había en la directiva de Yrigoyen: “no confundir la bandera del regimiento con el gallardete de la cantina”
Sirve como ejemplo la designación como canciller en 1961 del Dr. Miguel Ángel Cárcano quien, obviamente, era un destacadísimo conservador.
A éste se le ofrecía la cancillería, no el trazado de la política económica y social, porque la verdad práctica recaía sobre la fidelidad al principio rector de la política exterior argentina que era la no intervención.
Cárcano, conforme a su trayectoria personal, sería en la defensa de ese principio, como lo fue, “una garantía de fidelidad a la línea nacional”.
Otro ejemplo también sirve.
Frondizi también me narró que le había objetado a su amigo, el Ing. Gabriel del Mazo, colega suyo en el bloque de los 44, corredactor de la Profesión de Fe Doctrinaria de la UCR en 1947 y luego ministro de Defensa Nacional en 1958, que en sus libros identificara a la Unión Cívica Radical con la Nación porque, aunque esa fuerza política hubiera sido nacionalista, esa identificación del radicalismo con la Nación dejaba fuera de ella a todo lo no radical, entre otras figuras a Pellegrini, Roca o a Roque Sáenz Peña que habían aportado lo suyo a la construcción del país, o a una clase social, como la obrera, que había seguido una orientación política no radical.
Como dijo Schumpeter en 1949: “Se necesitan muchos tipos de mente para construir la estructura del conocimiento humano, tipos que nunca se entienden mucho entre sí”[6]; lo mismo ocurre cuando se trata de construir una nación o de hablar de una personalidad como la de Frondizi.
Por esto él afirmó y confirmó en los hechos que aunque los gobiernos cambien la Nación es una y que la continuidad era una obligación moral y jurídica[7]
De estos postulados también era necesario deducir un esquema institucional que hiciera posible la coexistencia de lo social, regional e intelectualmente diverso y contrapuesto dentro de la Nación, para facilitar su construcción y superar las dificultades.
Tal esquema institucional, ya había concebido la cultura occidental (de procedencia hispánica, Suárez o de Vitoria; o francesa o inglesa, Montesquieu o Locke) y había sido asumido expresamente por la intransigencia radical.
Este esquema se basaba, como lo expresó Frondizi, en el respeto de la soberanía del pueblo y en la forma republicana de gobierno[8] que contenía la idea de la “separación de poderes como condición indispensable del estado de derecho”[9] y la de la “independencia del Poder Judicial”[10]
Más precisamente en su discurso “La ley sobre la fuerza” de 1961 expresó:
“En la vigencia de la ley y en el imperio del derecho y en la más absoluta independencia del Poder Judicial de los poderes políticos el gobierno que tengo el honor de presidir ha colocado uno de los objetivos permanentes de su acción y uno de los valores que se ha empeñado en consolidar con mayor tesón.”
“En la sociedad democrática el respeto de la ley vigente es la condición que rige las relaciones entre los hombres y que pone las bases para toda acción en el plano político, económico y cultural.”[11]
El cuarto punto era el de la impersonalidad de la coalición.
Sin duda la llegada de Frondizi a la Presidencia de la Nación resultó de acciones personales necesarias, primero para ser candidato y luego presidente, propias de la lucha electoral que otras personalidades también practicaron.
Pero en lo que a Frondizi concierne, luego de esa experiencia electoral y del ejercicio de la Presidencia, en 1965, debe constar que no fue el primer presidente del recién conformado MID y tanto como su afirmación de que no iba “a cometer los errores de Alem y de de la Torre que se suicidaron, ni el de Alvear que por querer ser de nuevo presidente, rompió al partido”
Esta idea de que era necesario acotar lo personal (que no era otra cosa que la impersonalidad de la coalición) no implicaba desentenderse de los problemas nacionales sino no hacer prevalecer el gallardete de la cantina sobre la bandera del regimiento ni abandonar la concentración en lo político o perder el tiempo, que son otra cosa, ya que como escribió Dante y lo recordaba Frondizi en italiano “chè perder tempo a chi più sa più spiace” (“que perder tiempo al que más sabe más disgusta”)
Esa idea y esa concentración en lo político, no eran incultura.
Hacia 1967, enterado Frondizi que yo estaba leyendo el Quijote me preguntó si ya había llegado al discurso de las armas y las letras y a las ordenanzas de Sancho Panza en la ínsula Barataria y doña Elena, presente en la ocasión, expresó que “Arturo lo leía en la cama y a veces me despertaba para leérmelo a mí”.
Durante su exilio en Zurich, Lenin escribió que la música bella lo debilitaba y Ortega y Gasset que Napoleón, concentrado en la política, volviendo de Moscú escribió el reglamento de la Comedia Francesa.
No es inoportuno, a raíz de ciertas expresiones recientes, citar del libro testimonial publicado el año pasado por Tito González que dice:
“Aparte de leer, (Frondizi en Martín García) grababa cintas en un grabador Philips que le habían regalado en Holanda. Yo traía esas cintas, las hacía desgrabar y se las retornaba listas para ser regrabadas… Yo le llevaba a Frondizi otras cintas con música clásica que le encantaba escuchar y que me las grababa un amigo mío que ya murió.”[12]
Otra vez le di a Frondizi una opinión libresca acerca de los intereses punitorios. Entonces me dijo sonriente e irónicamente “pero usted es un Strozzi” que eran una familia de banqueros florentinos, reputados como usureros, que Dante había puesto en uno de los círculos del infierno.
En 1965 diligenció personalmente una entrevista mía con Arturo Capdevila, el poeta que no actuaba en política y falleció poco después, en 1967. Para él era fundamental que conociéramos a los hombres que habían contribuido a crear la cultura del país.
Otra vez en Mariló, en su modesta casa de fin de semana cerca de Castelar, poco antes de su necesaria venta y loteo, me mostró un árbol ya crecido diciéndome “una tarde me lo trajo de regalo Mario Bravo, que era un gran poeta”[13].
Lo adicional a los 4 puntos.
Pero si los cuatro puntos del radicalismo perfilan las virtudes indispensables de un gobernante, Frondizi, especialmente después de 1955, sabía que no eran suficientes para gobernar en el sentido del interés nacional para conformar una sociedad simultáneamente virtuosa y libre en la cual el orden y la libertad se unieran orgánicamente.
Pudieron ser un elemento aglutinante hasta 1916 pero también era perentorio conocer los problemas del momento para resolverlos (el primero de ellos era cómo hacer que lo diverso coexistiera, que la convivencia se tornara digna y que aumentara el bienestar material y espiritual de todos, que son la síntesis de su discurso del 14 de enero de 1958 “a 20 millones de argentinos”)
Hacia 1953 un joven que quería hacer política le preguntó a Frondizi en Santa Fe “¿por dónde empiezo?” y para sorpresa de muchos Frondizi le dijo “por leer un diario todos los días”; años después le dijo a Luna “Nada enseña tanto como leer diarios”[14]
Obviamente, la información con ser indispensable no era todo porque se necesitaba una base doctrinaria y metodológica de la misma manera que el barco necesita de una buena quilla y del capitán que lo guíe para poder navegar por mares revueltos; pero la sola doctrina sin información también es insuficiente.
El otro aspecto que hay que conocer es la relación de fuerzas operantes en cada momento ya que la fuerza sin inteligencia es fuerza bruta y la inteligencia sin fuerza es inservible.
Este problema, que preocupó a todos los que reflexionaron sobre la acción política desde Maquiavelo a Julio Oyhanarte, que lo abordó específicamente, a Max Weber pasando por Jefferson, Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt, lo preocupó también a Frondizi.
Tomo el ejemplo de su libro Petróleo y Política publicado en 1954, del cual tanto se ha hablado y tan poco se ha leído.
Por aislar sólo lo doctrinario de su extenso prólogo, un joven intransigente escribió en 1956 un libro sobre la acción antiimperialista. Otro dirigente, enconado opositor de Frondizi, para denostarlo en 1957, aisló párrafos que juzgaba coincidentes con otros de Marx, Lenin o Engels.
Nosotros mismos (yo entre ellos) consignamos aspectos teóricos o instrumentales de Petróleo y Política que coincidían con la plataforma radical de 1938, con tesis de la Declaración de Avellaneda, de la Profesión de Fe doctrinaria y de las Bases de Acción Política de la UCR y diferían específicamente de las del desarrollismo de 1958 en adelante.
No obstante, más recientemente, hice otra lectura.
A raíz de una preocupación sobre el dominio originario, nacional o provincial, de los hidrocarburos, ahora provincial por la reforma de 1994[15] como lo fue nacional en la Constitución del 49[16] y en la ley de 1958, releí las objeciones de Frondizi a la tesis de la propiedad provincial y reparé que él diferenciaba y hablaba con simpatía de los conservadores de Mendoza. Éstos, como los de Salta, sostenían por igual la tesis provincialista, pero a diferencia de éstos, entendían que las provincias petroleras tenían que acordar con la Nación porque ésta, y no las provincias, debía trazar la política energética.
¿Cómo no ver que sería posible llegar a un acuerdo con los conservadores mendocinos en este punto, aunque no en otros?
Repasé entonces la numerosa cantidad de personas no radicales que el libro menciona y cuyas posturas concretas exalta, en lo que debe verse un anticipo de la posibilidad de llegar a acuerdos sobre puntos concretos con gente diversa.
El caso quizás más notable sea la mención expresa del manifiesto industrialista del Partido Autonomista de Buenos Aires del 16 de septiembre de 1878 firmado nada menos que por Domingo F. Sarmiento, Bernardo de Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Roque Sáenz Peña, Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen, Aristóbulo del Valle y Adolfo Saldías[17]
El libro también destaca que Figueroa Alcorta declaró la reserva nacional del petróleo apenas descubierto éste en Comodoro Rivadavia; recuerda al general Baldrich, a instituciones como el Ejército o a clases o sectores sociales, como los obreros y los empresarios.
O sea, sin dejar de ver lo contradictorio en estas personalidades, instituciones, clases o sectores sociales, el libro anticipaba la viabilidad de los acuerdos sobre verdades prácticas si se encontraba lo común en lo diverso.
¿Cómo ignorar, por ejemplo, que la delegación francesa a la Segunda Conferencia Internacional de la UNESCO en octubre de 1947 estaba integrada por intelectuales ateos y católicos, neotomistas, existencialistas y socialdemócratas, que votaban en bloque dado el objetivo de tipo práctico de la UNESCO[18] con tal que no se les preguntara el por qué[19] de cada voto.
Frondizi no estaba equivocado en 1965, a mí entender, cuando sostenía a su modo “la impersonalidad de la coalición” y advertía que la función de un partido político no era defender la obra de un gobierno pasado sino proponer ideas para el gobierno que vendría.
Después las cosas pasaron como pasaron, pero eso es harina de otro costal.
Volvamos, pues, a que un partido de orientación nacional debe contribuir a que se alineen adecuadamente las fuerzas sociales y políticas y a que los problemas se resuelvan en el sentido de la construcción de la Nación.
En esta materia, como en cualquier otra, por ejemplo en medicina, del diagnóstico adecuado (o de la adecuada inteligencia del problema) dependerá la proposición del remedio correcto como de la disponibilidad del mismo y de la confianza del enfermo en el médico (o, sea, de que también existan una adecuada relación de fuerzas y una congruente solución electoral) dependerán los éxitos médicos (y políticos).
Otra exigencia es que para llegar a un buen diagnóstico es necesario tener médicos aptos.
José Luís de Imaz, descollante intelectual argentino cuyo libro “Los que mandan” ha sido traducido a 40 idiomas, analiza la figura de los que llama “líderes informales” en el período 1936-1961.
A su entender, estos “líderes informales” crean “un doble juego de lealtades” y señala que en la Argentina en ese período hubo dos, diferentes entre sí, que fueron Eva Perón y Rogelio Frigerio.
Hacia 1984, escribió que hubo tres experiencias que debían recordarse: las de San Martín y O´Higgins; la de Roca y la masonería y la del equipo de 1958 a 1962 (para Imaz los dos primeros triunfaron y el tercero no, lo cual parecía obvio en 1984)
Ocurre que en el gobierno nacional de 1958 había que tener equipos operando desde la asunción misma. Los tiempos no daban para otra cosa y Frondizi, que lo sabía, contó con equipos.
En el orden nacional no había margen para un año preparatorio de un buen gobierno a posteriori.
Como decía Clausewitz a principios del siglo XIX, y alguna vez repitió Frondizi, el éxito de cualquier operación depende también de la celeridad del obrar, no solo de la buena concepción del plan y de la eventual capacidad de acción.
Si el médico no tiene el diagnóstico correcto, o lo tiene pero es moroso en actuar, por más que cuente con la medicina apropiada y con la disponibilidad del paciente, no triunfará.
Por esto, una vez en el gobierno hay que ponerse de inmediato a gobernar; no se pueden iniciar los estudios de medicina cuando uno está ya frente al enfermo.
La comprensión del rol que juegan los equipos aptos y las acciones psicológicas que suscitan, sobre todo en el mundo actual y en un país como la Argentina, reclama sabiduría.
No se trata de echarle la culpa al elefante en el bazar, que no es más que una vieja frase, sino también prestarle atención a la totalidad del problema, que incluye:
- la necesidad de actuar bien y rápido;
- calidad del bazar y
- las aptitudes de los otros elefantes en relación con lo que hay que hacer en el bazar, en un momento y en una situación dados.
En síntesis, Frondizi poseyó el capital moral implícito en los cuatro puntos del radicalismo:
- favor hacia las libertades públicas,
- honradez administrativa,
- sentimiento nacional (amor por el país y por su pueblo) y
- comprensión del significado profundo de la “impersonalidad de la coalición”
pero también supo que las rigideces ideológicas de su etapa opositora, que él mismo autocriticó desde 1955, eran una perturbación para gobernar y que los problemas debían conocerse siendo imprescindible actuar con celeridad para resolverlos por más guerras psicológicas que se desataran.
Ello explica, por ejemplo a sus ministros, legisladores y gobernadores, al Tnte. General Solanas Pacheco, al Alte. Estévez, al Comodoro Huerta, en lo suyo, a Rogelio Frigerio en la concepción y en la conducción de lo relativo a la política social y económica, a Carlos Florit, a Diógenes Taboada o a Miguel Ángel Cárcano en el manejo de las relaciones exteriores.
Ni Frondizi ni nadie elige el momento en que llega a vivir en este mundo. Pero de lo que se trata es de cumplir en ese momento con lo que se debe y Frondizi, como el que más, cumplió con su deber cuando le tocó vivir y actuar.
Ahora, a 10 años de su muerte, es casi una moda de “buena educación” recordar con elogios al gobierno de Frondizi y está bien que así se haga. Pero también es oportuno recordar uno de sus últimos discursos presidenciales, el del 1º de marzo de 1962 cuando se refirió a “las diferencias entre dos tipos de planes de gobierno” posibles[20].
Allí señaló que era
“frecuente oír a ciertos enconados críticos de ayer, aceptar que la obra cumplida en cuatro años es satisfactoria… pues el gobierno ha realizado lo que cualquier otro hubiera hecho en estas mismas circunstancias”
y agregó para nuestra mejor y más pronta inteligencia: “Nada más distante de la realidad”[21]
En efecto, se hizo lo que se eligió hacer, no lo que era imposible no hacer, y si en 1962 aún padecíamos “males (eran, según Frondizi) consecuencia de la falta de un ritmo adecuado”[22] no de defectos en la concepción del plan elegido, sino de defectos del lado de los llamados a ejecutarlo o respaldarlo social y políticamente.
Nos debe quedar como conclusión entonces que lo de Frondizi no fue resultado de “la naturaleza de las cosas” o de que “las cosas cayeran por su propio peso”.
Existían dos caminos, no uno solo, y Frondizi eligió el que se diferenciaba esencialmente del otro por su carácter nacional e implicaba un ritmo y una metodología adecuados, lo cual no suele ser percibido por las ideologías, ni por ciertos grandes y minúsculos intereses, ni por los negocios miopes.
La aptitud de Frondizi para captar lo fundamental y formular y llevar adelante el plan elegido, a mi entender, está indisolublemente ligada a su pensamiento esencial que aquí hemos tratado de sintetizar, lo cual, evocando a Alberdi en El crimen de la guerra, estuvo mejor dicho por el propio Frondizi cuando se le preguntó con que palabra de estas tres –soledad, responsabilidad, poder– asociaba la idea de Presidencia y contestó sin vacilar: “Responsabilidad”..
[1] El juez Douglas de la Corte Suprema de EE.UU DE JUSTICIA DE LOS ESTADOS UNIDOS en Scales vs. Estados Unidos, dijo: «La fórmula que (Jefferson) preparó para una sociedad en que floreciesen las ideas, fue no castigar a los heterodoxos, sino educar y esclarecer a las masas… Esta es la única filosofía coherente con la Primera Enmienda. Cuando la fe en una idea es castigada, como ocurre en la actualidad, sacrificamos esos ideales y los sustituimos poniendo en su lugar una filosofía extranjera, totalitaria» (MAY, Ernest R., La política, Editorial Vea y Lea, Buenos Aires 1964, 350)
[2] LUNA, Félix, Diálogos con Frondizi, Desarrollo, Bs. As. 1963, 66
[3] 17-22
[4] LUNA, Felix, Diálogos, 49 y 64
[5] JEFFERSON, Thomas citado por MORISON, Samuel Eliot y COMMAGER, Henry Steele, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, Fondo de Cultura Económica, México 1951, T. I pág. 373
[6] SCHUMPETER Joseph Alois, Ciencia e ideología, EUDEBA, Buenos Aires 1968, 9 separata de Historia y elementos de sociología del conocimiento, EUDEBA, Buenos Aires 1964 que reproduce “Sciencie and Ideology” discurso presidencial pronunciado por Schumpeter en Cleveland el 28.12.1948, tomado de American Economic Review numero marzo de 1949, 345-359)
[7] LUNA, Felix, Diálogos con Frondizi, Desarrollo, 1963, 126; Mensajes TI, 55
[8] Constitución Nacional art 33
[9] Mensaje del 1º de mayo de 1960, Mensajes T3, 51
[10] Mensaje del 1º de mayo de 1959, Mensajes T2, 131
[11] Mensajes, TV, 34/5
[12] GONZALEZ, Eduardo S. (Tito), Haciendo memoria, Bs. As. 2004, 115
[13] y diputado socialista en la década del 30
[14] LUNA, Félix, Diálogos, 133
[15] art. 124, segundo párrafo.
[16] art. 40
[17] 32.
[18] Maritain, El Hombre y el Estado, 95
[19] Ib. 94
[20] Mensajes, Los dos planes de gobierno y de acción política, TV, 175 y ss.
[21] Ib. 175
[22] Ib. 179
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