El tarifazo de Trump a Brasil: ¿oportunidad para Argentina o riesgo para el Mercosur?

El arancel del 50 % que Trump aplicará a las exportaciones brasileñas reordena la geopolítica regional y abre una oportunidad estratégica para Argentina. Pero la eventual respuesta unilateral de Lula amenaza con fragmentar la integración regional y debilitar al Mercosur como plataforma de desarrollo.

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El presidente Lula, con una gorra que dice 'Brasil es de los brasileños', en una foto tomada por su equipo el pasado viernes durante una visita a Linhares, en Espirito Santo. Ricardo Stuckert/Brazilian Presi (via REUTERS)
El presidente Lula, con una gorra que dice 'Brasil es de los brasileños', en una foto tomada por su equipo el pasado viernes durante una visita a Linhares, en Espirito Santo. Ricardo Stuckert/Brazilian Presi (via REUTERS)

En un giro tan abrupto como simbólico, Donald Trump anunció que, a partir del 1° de agosto, impondrá un arancel del 50 % a todas las exportaciones provenientes de Brasil. La medida tiene un trasfondo político evidente: el gobierno de Lula da Silva, cada vez más alineado con los BRICS, ha adoptado posturas críticas hacia la política exterior de Washington y profundizado su cooperación con China y Rusia en foros multilaterales (Reuters, 10/07/25).

Mientras Brasil queda atrapado en esta pulseada geopolítica, Argentina podría convertirse en uno de los beneficiarios inesperados. Según fuentes del Departamento de Comercio estadounidense, se analiza otorgar a nuestro país un régimen de preferencias arancelarias que alcanzaría hasta el 80 % de las exportaciones actuales, especialmente para bienes agroindustriales y metales básicos (fuente: AP News, 11/07/25). La propuesta —todavía no formalizada— responde a la lógica de premiar a países con una relación “constructiva” con EE.UU. en un nuevo orden global donde los alineamientos estratégicos pesan tanto como la competitividad.

En 2024, las exportaciones argentinas a EE.UU. sumaron US$ 6.400 millones —con fuerte presencia de carne, vinos, limones, miel, aceites, aluminio, químicos y servicios basados en conocimiento—, frente a los US$ 36.000 millones que exportó Brasil, su segundo destino comercial tras China (datos: INDEC y ComexStat Brasil). Entre los principales productos brasileños figuran aluminio, acero, celulosa, café, carne vacuna, autopartes, etanol y aviones: muchos coinciden con la oferta exportable argentina.

¿Qué pasa si Brasil responde?

Brasil ya advirtió que aplicará aranceles equivalentes sobre importaciones de EE.UU. si los de Trump se concretan (Reuters). Lula, además, ha aprovechado el conflicto para capitalizar políticamente: se presentó como defensor de la soberanía nacional, con gestos simbólicos —como calzarse una gorra con la bandera brasileña— y anunció que negociará “desde una posición de fuerza” antes de aplicar represalias (El País, 14/07/25). El bolsonarismo, en cambio, quedó políticamente debilitado al quedar asociado con una alineación incondicional con EE.UU., que hoy perjudica a sectores productivos claves.

Este escenario fortalece al PT y le permite a Lula proyectar liderazgo en la antesala de las presidenciales de 2026, unificando momentáneamente al Congreso en defensa de la economía brasileña. Pero ir a fondo con esta estrategia podría tener consecuencias: una guerra comercial abierta EEUU‑Brasil, con impacto negativo sobre la economía brasileña, presiones inflacionarias en EE.UU. y un golpe a exportadores comunes dentro del Mercosur.

Un riesgo para la integración regional

Es cierto que Argentina podría beneficiarse por desvío de comercio, pero un Brasil debilitado también reduciría la demanda intrazona y la escala del Mercosur. Brasil es, junto a China, nuestro principal socio comercial, y su deterioro económico tendría un efecto contractivo sobre la región. Además, si Brasil decidiera subir unilateralmente los aranceles a las importaciones desde EE.UU., apelando a su “lista de excepciones” al Arancel Externo Común o invocando reglas de salvaguardia, sin consenso regional, el Mercosur quedaría expuesto a una fractura política y comercial. En ese escenario, es previsible que el gobierno de Javier Milei rechace cualquier intento de coordinar represalias regionales, sosteniendo su visión de apertura irrestricta y alineamiento bilateral con EE.UU., exponiendo al Mercosur a una situación insostenible, al romperse la lógica misma del arancel externo común que sostiene la integración regional (El País).

¿Oportunidad para Argentina?

Más allá del riesgo que implica una ruptura del Mercosur, el potencial desvío de comercio abre una ventana estratégica para Argentina. Productos que antes llegaban desde Brasil podrían ser abastecidos por empresas argentinas. En carnes, el mercado estadounidense es exigente pero accesible para quienes cumplen protocolos sanitarios. En aluminio, la planta de Aluar podría ganar espacio. En autopartes, hay proveedores con capacidad ociosa. En agroindustria, productos como miel, aceites y jugos cítricos tienen margen para crecer. Incluso en servicios: Argentina exportó más de US$ 1.200 millones en servicios basados en conocimiento a EE.UU. en 2024, y este flujo podría acelerarse si hay incentivos adecuados.

Sin embargo, la oportunidad no está garantizada. En Washington ya surgen presiones —especialmente del lobby agropecuario y automotor— para condicionar cualquier beneficio a reformas estructurales y mayor apertura del mercado argentino. Por eso será clave que la negociación sea firme, defienda el interés nacional y se articule con una política industrial orientada al desarrollo: no basta con ser “convenientes” para EE.UU., sino que Argentina debe capitalizar el contexto para fortalecer su base productiva y generar empleo de calidad.

En un mundo cada vez más dividido en bloques, no tener enemigos puede ser una ventaja. Pero esa ventaja será transitoria si no se transforma en un plan de largo plazo para reconvertir sectores, escalar capacidades productivas y consolidar mercados externos. Porque las oportunidades, cuando aparecen, no suelen avisar dos veces.

Por Horacio Pereira y Sebastián Lucas Ibarra

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