
Extracto del informe publicado el 31 de abril por la consultora Sistémica para el desarrollo
Desde Sistémica, venimos señalando en informes anteriores que la tendencia a la a apreciación de la moneda en un contexto de creciente déficit de cuenta corriente, exigente perfil de vencimientos de deuda externa, devaluaciones competitivas (v.gr., Brasil) y bajas reservas internacionales es un reloj de arena para la competitividad industrial y de otros sectores sensibles al tipo de cambio, como el turismo. La situación comienza a alcanzar también a los exportadores de servicios basados en conocimiento, dependiendo de los mercados en los cuales se insertan.
La sobrevaluación cambiaria agrava el elevado “costo argentino”, que incluye costos laborales, de litigiosidad, impositivos, logísticos, así como los vinculados a la ausencia de financiamiento, entre otros. Sumada a la apertura comercial, el combo es muy lesivo para el sector transable. En un escenario en el que la tendencia es hacia un relajamiento de aranceles y barreras generalizado y no selectivo, el efecto de la apertura puede no contribuir a incrementar la competitividad vía costos de insumos, mientras que expone a las empresas a pérdidas significativas de market share en el mercado interno.
En este sentido, el Ministro de Economía planteó recientemente como un escenario posible la deflación de muchos precios de la economía para recuperar competitividad bajo la hipótesis que existen “precios adelantados”. Es probable que muchos sectores tuvieran a fines del 2023 márgenes excesivos, pero entendemos que los mismos fueron desapareciendo ya que absorbieron incrementos de costos que no trasladaron a precios durante el año pasado. Puede haber sectores puntuales que, frente a una demanda que se retrae, puedan realizar reducciones de precios; sin embargo, no esperamos que sea un fenómeno que coloque a la economía en un sendero de deflación. Solo en una economía en depresión se podría esperar un escenario de ese tipo.
El año 2024 acumuló un incremento de los costos industriales del 8,9%, medido en dólares. Luego del incremento en los costos industriales que comenzó con la implementación del crawling peg a fines de 2023 y que alcanzó su punto más alto en junio (suba de 12,4% en el primer semestre), en la segunda mitad del año el descenso fue de -3,1%, una caída que no compensó la suba del primer semestre y que estuvo vinculada además con la fuerte apertura importadora y la presión de precios sobre la industria (abaratamiento de insumos y componentes por mayor acceso a importaciones y sustitución de producción local por extranjera).
Por su parte, en el primer trimestre de 2025 (bajo la implementación de la reducción del crawling peg de 2% a 1% mensual) el índice de Sistémica revirtió la baja y reportó un aumento del 2,5% en los costos industriales, con subas en casi todos los componentes de costos y, especialmente, en mano de obra, situación que afecta a las actividades intensivas en empleo, afectadas por la competencia externa.
Ya alertamos sobre la cuestión de la competitividad en la economía real. El problema de competitividad hoy no sólo afecta al gran capital nacional o a las pymes, sino también a empresas transnacionales que encuentran importantes problemas para seguir produciendo localmente (algunas ya han decidido dejar el país). Por lo tanto, se hace urgente la consideración de los efectos de las medidas de estabilización sobre el aparato productivo, y por ello es necesario terminar con la recomposición “miope” de la economía, que atiende a la macro sin contemplar las tensiones y desafíos de la micro.
Es importante contar con dos agendas en términos temporales. Por un lado, en el mediano y largo plazos, debería ser una prioridad trabajar sobre la reducción del “costo argentino”. Deberían reactivarse y fortalecerse las políticas de apoyo a la innovación (incluyendo el financiamiento de un sistema científico-tecnológico “ahogado”) , la promoción de la exportación y las políticas orientadas a la calidad y certificación, así como la realización de obras públicas que ayuden a resolver grandes problemas logísticos y de comunicaciones que afectan a la estructura productiva, entre otras iniciativas.
Por otro lado, en el corto plazo, sería importante que el proceso de apertura se realice de manera coordinada y planificada, en consenso con los distintos sectores productivos y tomando en cuenta sus heterogeneidades al interior y sus desafíos . Sin esa construcción de consensos, sería importante que el tipo de cambio real (TCR) tome como un dato al “costo argentino” y acompañe la situación competitiva de las empresas nacionales (más aún, teniendo en cuenta la devaluación del Real brasileño), permitiendo la expansión de las empresas productoras de bienes transables, así como las que producen bienes o servicios exportables o aquellas que compiten contra importaciones.
Cuanta más baja es la productividad de un país, más alto debe ser el TCR y, por ello, de no corregirse la distorsión de precios relativos, gran parte del aparato productivo (no solo la industria, sino también sectores relevantes del agro) verá comprometido su futuro.
Extracto del informe publicado el 31 de abril por la consultora Sistémica para el desarrollo