La prohibición de la cría de salmones en Tierra del Fuego generó en debate encendido entre productivistas y ambientalistas. A tal punto que el mismo Ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, cuestionó la medida. «Es una decisión equivocada», criticó el ministro en una entrevista en Radio con Vos. La ley, sin embargo, tiene un amplio consenso en la sociedad fueguina, lo que se ve plasmado en el respaldo que tuvo en la legislatura provincial: fue aprobada por una unanimidad. «El salmón rosado es mala palabra en la isla de Tierra del Fuego», asegura Carlos Cantú, secretario de Pesca y Acuicultura de la provincia. El excesivo uso de antibióticos, la contaminación provocada por el alimento de los peces y el riesgo de fuga de una especie que es muy agresiva para el ambiente y perjudica a la fauna autóctona son algunos de los argumentos a favor de la prohibición que destaca Cantú.
En las calles de Ushuaia se puede leer el cartel «no se sirve salmón rosado» colgado en los restaurantes, cuenta Cantú. Es un reflejo del grado de penetración social que tiene el reclamo. La contaminación causada por las salmoneras chilenas está muy presente entre los fueguinos. «La gente se ha formado una imagen que no quiere para la Tierra del Fuego argentina», advierte Cantú. Se refiere al impacto ambiental de esta actividad, que tiene un desarrollo importante en el país vecino. Como subraya el sociólogo Daniel Schteingart, Chile exporta 5.000 millones de dólares de salmón al año, casi el doble que las exportaciones argentinas de carne bovina. Chile es el segundo productor de salmón del mundo, detrás de Noruega.
Las salmoneras chilenas, de hecho, ya están dañando el entorno del Canal de Beagle, señala Cantú. Los barcos pesqueros suelen sacar salmones en esta zona y también se han encontrado especímenes en lagos argentinos. «Son ejemplares que se han escapado a los hermanos chilenos», explica el secretario. Los salmones se escapan porque se rompen las jaulas donde son criados o por el ataque de los lobos marinos. «Los salmones son tremendamente depredadores. Son agresivos e invasivos. Como no tienen enemigos, la fauna local es víctima de estos animales», advierte Cantú.
Los otros factores contaminantes son la utilización de grandes cantidades de antibióticos y el efecto de los alimentos y las deposiciones de los peces en el fondo del mar. «Afecta una gran superficie que queda inutilizada por muchísimos años», explica Cantú.
Por qué no es una ley contra la producción
El secretario de Pesca considera que la ley no es contraria a la producción, sino que busca preservar un entorno fundamental para el desarrollo del sector. Tierra del Fuego tiene una actividad pesquera variada, señala Cantú, que abarca desde los barcos con congeladores hasta la pesca artesanal y la recolección de mejillones. No existe en la provincia ningún emprendimiento de cría de salmones. «Tenemos un gran potencial que depende de la calidad del agua. Necesitamos que se conserve prístina y eso choca con un proyecto de salmoneras en el mar», subraya. Los mejillones, destaca, son una especie autóctona y no requiere alimento especial ni el uso de antibióticos.
El reclamo de la población fueguina comenzó 2018 tras la visita de los reyes de Noruega y la firma de un convenio para estudiar qué zonas tenían mayor potencial para instalar salmoneras en el Atlántico Sur. El decreto 1332/18 ratificó el convenio de colaboración entre el organismo noruego de promoción de inversiones, el gobierno de Tierra del Fuego y la Fundación Argentina para la Promoción de Inversiones y Comercio Internacional. En julio de ese mismo año se produjo la fuga de 690.000 peces de una salmonera chilena propiedad de la compañía noruega Marine Harvest. «Se sabe perfectamente el daño que hacen al ambiente, la gente tomó conciencia y solicitó que se sancionara esta ley», sostiene Cantú.
La ley que prohíbe las salmoneras restringe todos los emprendimientos de acuicultura en aguas naturales, tanto marítimas como lacustres. Sin embargo, hay excepciones. Por ejemplo, los dos proyectos de cría de trucha arcoíris que existen actualmente y la estación de piscicultura de la provincia, que cría truchas para el repoblamiento de los lagos. Está contemplada la posibilidad de que se instalen nuevos emprendimientos de cría de truchas en la zona, pero solo a escala artesanal. Cualquier proyecto de acuicultura deberá ser aprobado por la secretaría de pesca, que es la autoridad de aplicación de la norma, y exigirá un estudio de impacto ambiental estratégico y acumulativo. Los dos emprendimientos existentes son de escala artesanal, aclara Cantú. La ley establece un tope máximo de 50 toneladas anuales para que un emprendimiento sea considerado de escala artesanal.
Un método alternativo, que no está prohibido por la ley provincial, es el Sistema de Recirculación Acuícola (RAS, por sus siglas en inglés). «Es un sistema en el que el animal está circunscripto en tierra, no en el mar, y por eso no hay peligro de escape», explica Cantú y aclara que no es posible realizar salmonicultura con este método. Las grandes salmoneras instaladas en Chile, y las que se estaban proyectando en Tierra del Fuego, utilizan jaulas del tamaño de una cancha de fútbol y la altura de un edificio de 15 pisos de altura.
El ministro de Ambiente de la Nación, Juan Cabandié, celebró la sanción de la nueva ley y destacó que Argentina es el primer país del mundo que prohíbe la cría de salmones. Cantú lo considera un logro, pero aclara que la provincia no mantiene una posición intransigente. «Si se desarrollan nuevos sistemas o nuevas formas, seremos permeables», asegura el secretario de Pesca.
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