Un informe de inteligencia de EEUU alertó a fines de 2021 que Rusia había desplegado 100.000 soldados en la frontera de Ucrania. Las sospechas de que Moscú estaba preparando una invasión encendieron las alertas de EEUU y la Unión Europea, que advirtieron al presidente ruso, Vladímir Putin, sobre las duras sanciones económicas que impondrían a Rusia si atacara a su vecino. La razón inmediata del conflicto es el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea y la posibilidad de que se incorpore a la OTAN, algo que Putin considera un peligro para la seguridad nacional de Rusia. La raíz profunda de la crisis, sin embargo, es la visión expansionista del presidente ruso, que aspira a restaurar el peso político del país en el tablero internacional. La principal carta de Moscú es la dependencia de la Unión Europea del gas ruso, un factor crítico durante los meses de invierno. Putin se sienta a la mesa de negocación con la mano en el grifo.
El presidente de EEUU, Joe Biden, se reunió con Putin por videollamada el 7 de diciembre para discutir la situación en Ucrania. El encuentro fue tenso, pero Moscú se mostró «satisfecho» con los resultados.»La conversación de hoy ha sido buena, constructiva, franca, y me parece que no proporciona una mala, incluso de hecho una buena, base para el inicio de las negociaciones», delcaró tras la reunión el asesor de política exterior del Kremlin, Yuri Ushakov.
Ucrania está dentro de la zona de influencia rusa, la región prioritaria para Putin. En las últimas horas, Moscú decidió enviar paracaidistas a Kazajistán, una exrepública soviética. El país de Asia Central atraviesa una crisis dramática a causa de una ola de protestas contra el aumento del precio del gas licuado para automóviles. El presidente kazajo Kasim-Yomart Tokáyev ordenó este viernes «disparar sin previo aviso» contra los manifestantes y agradeció el apoyo de su par ruso. Tokáyev destituyó el miércoles al primer ministro y todo su gabinete en medio de la convulsión social. En lo que van las protestas, unos 26 activistas fueron «liquidados», unos 26 resultaron heridos y unas 3.811 fueron detenidos, según las autoridades del país. Rusia y sus aliados enviaron 2.500 militares a Kazajistán. Es la primera intervención de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) desde su creación en 1992.
Putin considera que la disolución de la Unión Soviética fue «el mayor desastre geopolítico del siglo XX» y significó «el colapso de la Rusia histórica». El presidente es un amante de la historia y un nostálgico de la era dorada del régimen soviético. Una de las primeras decisiones que tomó tras asumir como primer ministro en 1999 fue iniciar la segunda guerra de Chechenia. Rusia había perdido unos años antes la guerra contra los secesionistas chechenos, lo que había herido el orgullo nacional y la popularidad del entoces presidente Borís Yeltsin. Putin obtuvo la victoria con mano de hierro, en un conflicto que duró diez años. Su voluntad de recuperar el poderío de potencia mundial y el territorio perdido se acentuó con los años en el poder. Vale recordar que la URSS estaba compuesta por varias repúblicas y, tras la desintegración, se formaron 15 países independientes. Ucrania es uno de ellos.
La recuperación de los territorios perdidos
La estrategia de Putin para desestabilizar la exrepúblicas soviéticas fue apoyar económica y militarmente a los separatistas prorusos en los nuevos países. El primer antecedente fue en la zona del Cáucaso y lo sufrió Georgia. Fue en la guerra de Osetia del Sur de 2008. Osetia del Sur era una región en disputa. A pesar de que los osetios son un grupo étnico diferente del georgiano, durante la vigencia de la URSS Osetia del Sur fue incorporada a Georgia. Tras el desmoronamiento soviético hubo un enfrentamiento armado entre Georgia y grupos separatistas osetios que derivó en una situación irresuelta sobre la soberanía del territorio. En 2008, el presidente georgiano, Mijeíl Saakashvili, decidió tomar el control de Osetia del Sur. Putin no dejó pasar la oportunidad para invervenir. Acusó a Saakashvili de haber atacado a las fuerzas de paz rusas. El conflicto escaló, involucró varias zonas de Georgia y terminó con combates encarnizados y crueles. Georgia acusó a Rusia de realizar una limpieza étnica ante la Corte Interamericana de Justicia. Para el Kremlin fue una nueva victoria militar: logró la independencia de Osetia del Sur, aunque todavía cuenta con un reconocimiento internacional limitado. Como consecuencia de esta guerra también se independizó el territorio de Ajasia, que mantiene una soberanía discutida.
En la búsqueda de seguir recuperando los territorios perdidos, Putin avanzó sobre Ucrania en 2014. El disparador de la crisis fue la ola de protestas conocida como el Euromaidán, llamada así porque eran manifestaciones proeuropa que se realizaban en la Plaza de la Independencia, la principal de Kiev (maidán significa plaza en ucraniano). El entonces presidente, Víktor Yanukóvich, aliado de Putin, se negó a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, lo que desató una serie de disturbios con altos grados de violencia que se extendieron por cuatro meses. Finalmente, Yanukóvich dimitió y se exilió en Rusia. A raíz del Euromaidán se desató la guerra del este de Ucrania, que terminó con la declaración de independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk, y la intervención rusa en Crimea. En un referédum cuestionado por las autoridades ucranianas, Crimea votó en 2014 a favor de la incorporación a Rusia. Más el 95% de los votos fueron favorables a la anexión.
Una apuesta fuerte de Rusia es el acercamiento a Turquía. Algo que ya tiene consecuencias simbólicas importantes, como la decisión de Armenia, un virtual satélite ruso, de reanudar las relaciones dipolmáticas «sin condiciones» con Turquia. Ereván había cortado el vínculo con Ankara tras la gran guerra de Nagorno Karabak de 1993, que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán. El mayor reclamo diplomático, sin embargo, es la exigencia de que Turquía reconozca el genocidio armenio, perpetrado por el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial. El movimiento de Putin no tiene nada de inocente. Una buena relación con Turquía, que es miembro de la OTAN, le permite tener un frente seguro en la frontera occidental de su país. El costo es aceptar una mayor presencia de Turquía en el Cáucaso.
Evitar que la OTAN avance hacia el este e ingrese en la zona de influencia rusa es una cuestión vital para Putin. Por eso ve con especial preocupación la posibilidad de que Ucrania se convierta en un miembro activo de la Alianza Atlántica. Europa y EEUU, por ahora, muestran una reacción vacilante ante la avanzada de Rusia, en especial tras la comprobación del envío masivo de tropas hacia la frontera de Ucrania. Mientras tanto, Putin aprovecha para motorizar su plan de reconstrucción de la Rusia histórica. El sueño imperial de volver a ubicar al país en la liga de las superpotencias.