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Entre 2000 y 2020 Argentina tuvo una tasa de inversión promedio del 16% del PBI. / Rafael Juárez (unsplash.com)

Una justificación frecuente para las políticas económicas es «apuntalar el consumo». Una fórmula repetida, entre otras razones, porque es bien recibida por el electorado. Pero las medidas que incentivan el consumo no generan siempre un efecto positivo. Es el caso de la economía argentina, que atraviesa más de una década de estanflación, es decir, estancamiento con inflación. Un vector fundamental para el desarrollo, y para salir de la estanflación, es la inversión. Sin embargo, «apuntalar la inversión» es un objetivo con menos gancho. Y la situación es peor de lo que muchos creen: Argentina tuvo durante los últimos 20 años la menor tasa de inversión de América Latina.

Los subsidios, los bonos extraordinarios y los controles de precios son algunos instrumentos más usados para fomentar el consumo. Incluso en épocas de pandemia, cuando las posibilidades de consumir estaban acotadas por la cuarentena, se implementaron políticas de incentivo a la demanda, en una suerte de keynesianismo sin mercado. Son mecanismos que han fallado sistemáticamente en Argentina debido a que los aumentos de los salarios reales son transitorios y no sustentados en ganancias de productividad de los sectores productivos.

Estas políticas de incentivo de la demanda dicen estar inspiradas en las ideas keynesianas, pero el economista británico John Maynard Kenyes propuso medidas similares en un contexto muy diferente. Teoría general del empleo, el interés y el dinero, el libro icónico de Keynes, fue publicado en 1936 cuando EEUU y Europa todavía sufrían las consecuencias de la crisis del 30. Y sus planes fueron el fundamento de las políticas de la posguerra, con el Plan Marshall para la reconstrucción europea como uno de sus ejemplos más claros. En ambos casos, se trataba de economías con una alta productividad que atravesaban etapas recesivas. Usar la promoción del consumo en una economía subdesarrollada e inflacionaria es pan para hoy y hambre para mañana. Argentina es la evidencia de esto.

Dos décadas de baja capitalización

Para generar un proceso virtuoso que permita expandir el consumo y mejorar los salarios en forma sostenida, es necesario aumentar la productividad de los distintos sectores. Y para eso hace falta mayor inversión. Por supuesto que es una estrategia que requiere más tiempo y paciencia que incentivar directamente el consumo, pero las diferencias entre ambas son las que hay entre dar respuestas definitivas a poner parches que a la larga empeoran los problemas, algo que ya se puede definir lamentablemente como la salida argentina.

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Fuente: CEPAL

Un buen indicador para comparar la tasa de inversión entre países es la Formación Bruta de Capital, que es publicada por el Banco Mundial. La misma comprende las inversiones de un país en diversos activos, desde construcciones (edificios y obras civiles) hasta maquinaria y equipo nacional e importado, o equipo de transporte nacional e importado, así como otros activos fijos que pueden ser intangibles, como la inversión en investigación y el desarrollo, recursos biológicos cultivados y la exploración minera.

En las últimas dos décadas, Argentina tuvo la menor tasa de capitalización de la región. Una situación preocupante si tenemos en cuenta que América Latina ha tenido menores tasas de inversión que otras regiones emergentes como Asia Oriental, Asia Central y Europa.

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Fuente: Banco Mundial

Países como España, Chile, Japón, Australia promediaron entre 22% y 26% en el mismo periodo. Pandemia de por medio, el monto de formación bruta de capital en Argentina en términos absolutos pasó de 117.000 millones de dólares en 2017 a 54.000 millones de dólares en 2020. Es decir una caída de más del 50%.

Estabilización y desarrollo

Argentina adolece de suficiente tasa de acumulación de capital para generar trabajo y bienestar. En otras palabras, hay un insuficiente nivel de producción y de productividad para satisfacer las expectativas de nivel de vida de la población. Por lo tanto, el problema se debe encarar desde la inversión y no desde el consumo.

Un obstáculo para incrementar la tasa de inversión es el desequilibrio de la macroeconomía. Por eso es imprescindible un plan de estabilización que incluya un ordenamiento del sector externo y un sinceramiento de los precios. En un país como Argentina, sin embargo, frenar el consumo para estabilizar la economía es social y políticamente insostenible. Por eso es importante que el plan de estabilización se ejecute en simultáneo con un programa de desarrollo productivo.

Argentina necesita una tasa de Formación Bruta de Capital mayor al 20% para aspirar a salir de sus crisis recurrentes y recorrer el camino del desarrollo. No hay fórmulas simples para alcanzar ese objetivo. Un buen primer paso es dejar a un lado los atajos de apuntalar el consumo, y comprender que la salida depende de un plan de estabilización y desarrollo bien sincronizado.