El proceso de estabilización macroeconómica sigue su curso, el gobierno a fuerza de encorsetar el gasto público, cerró el primer semestre con una reducción interanual real del 32% del gasto primario, lo que le permitió lograr un superávit fiscal del orden de 0,4% del PBI.
Sin embargo, es sabido que este enfriamiento de la economía trae consecuencias negativas que se visibilizan en la caída del nivel de consumo. Las ventas minoristas pymes descendieron 15,7% anual en julio, a precios constantes según CAME, y acumulan un declive de 17% en los primeros siete meses del año. En la comparación mensual desestacionalizada, se retrajeron 1,6%.
Es importante aclarar que existe una transformación en la conducta de los consumidores debido a que hay un cambio en los precios relativos de la canasta de consumo. Si bien el salario real está deteriorándose, las familias hoy gastan más en servicios debido al reacomodamiento de las tarifas y posponen consumo de bienes. Esto genera una sensación de mayor pérdida de poder adquisitivo. La situación se da en el contexto de aquella desafortunada frase del ministro de economía respecto a que los argentinos deberán “vender dólares para pagar impuestos”. Primero, porque no todos pueden darse ese lujo. Segundo, porque dicha situación, vender dólares atesorados, implicaría a una familia desarmar parte del ahorro acumulado ante años, evidencia directa de que sus ingresos no alcanzan para los gastos de la vida cotidiana.
Este fenómeno, sumado al freno a la obra pública, empieza a generar un aumento de la tasa de desempleo. Si bien en el primer trimestre de 2024 este tuvo un leve aumento, se espera que los datos del segundo trimestre traigan malas noticias.
Precios constantes 2015, Foto: FM&A
Desde 2014 los salarios reales pierden poder adquisitivo. Si contabilizamos desde el gobierno de Cambiemos, la perdida fue del 25% hasta el inicio de la actual gestión. Por otra parte el gráfico muestra que desde el piso de los salarios reales en 2002, aún con políticas fiscales expansivas de corte Keynesiano, el salario tardó más de 4 años en tener el mismo poder adquisitivo que en la convertibilidad, periodo de financiamiento del consumo vía endeudamiento, para mantener una mayor emisión pero con respaldo de reservas en el BCRA.
En lo que respecta a la actual gestión, el salario mínimo en mayo de 2024, último mes con datos disponibles, fue de $ 234.315. Esto representa una caída real del 29% con respecto a igual mes del año pasado, y del 15% en relación a diciembre de 2023, el último mes del gobierno de Alberto Fernández.
Lo novedoso de la actual gestión es que el consumo resulta una variable endógena en el modelo. Recordemos que tanto en los 90 como en los 2000 los gobiernos lo impulsaban explícitamente como dinamizador de la economía. En el periodo Menemista se tomaba deuda para poder emitir, lo que terminó con una crisis financiera, mientras que con el Kirchnerismo, se emitía sin respaldo generando una crisis inflacionaria.
Inversiones y recuperación
La pequeña dimensión del mercado interno resulta un limitante para el desarrollo. El factor capital sustituye al factor trabajo siempre que se justifique una baja en costos. Es decir, los empresarios van a innovar siempre que se justifique económicamente una gran inversión en el contexto de economía subdesarrollada.
El gobierno ha dado algunos pasos en esa dirección a través del incentivo a las inversiones promocionadas por el RIGI, quizás el capítulo más importante de la ley de bases. El problema es el tiempo que implica el impacto de dichas eventuales inversiones.
Aún asi, la elasticidad de la inversión en el producto es mucho menor que la elasticidad del consumo. Esto implica que un aumento de 1% del consumo tiene un impacto mayor en el producto que un aumento de un 1% de la inversión en el corto plazo. Desde esta óptica Argentina va a transitar un largo periodo de depresión del consumo, por lo tanto no existirá un rebote en V, salvo que haya un shock exógeno al modelo de crecimiento que propone el gobierno. Todo apunta a que sin consumo, sin gasto público, y con exportaciones netas en caída producto del deterioro de los términos de intercambio, la inversión jugará un rol clave en la recuperación (por no hablar de la siempre buscada alternativa de rollear más deuda con el FMI).
No podemos dejar de considerar que, importante para avanzar hacia una mayor tasa de inversión, será la salida del Cepo. Para eso, el gobierno depende de una buena performance del blanqueo, privatizaciones y financiamiento para no estrangularse con pagos de deuda en el 2025.
Salario y Desarrollo
El gobierno «conservador» de Javier Milei, ha destacado en varias ocasiones explícitamente que la inflación es la causante principal de todos los problemas de la Argentina, y que esto se resuelve con equilibrio fiscal. Lejos de promover el ahorra incentiva al desahorro de las familias, lo que se traduce en menor inversión.
Desde el gobierno apuntan a que la desaceleración de la inflación empiece a mejorar los salarios reales de la economía. Sin embargo, estos verán eventualmente una mejora discontinuada y por sectores en su recuperación.
Esto es una señal negativa para el desarrollo, dado que en los modelos capitalistas el factor salarial tiene importante implicancias en el mismo: Los salarios reales altos impulsan la inversión en educación y salud de las familias. Esto se traduce en una fuerza laboral más capacitada y productiva, lo que a su vez impulsa el crecimiento económico, por otra parte ganancia razonable y trabajadores bien remunerados tienen mayores incentivos para invertir en investigación y desarrollo. Esto fomenta la innovación y aumenta la productividad, lo que mejora la competitividad de la economía.
Para un modelo de desarrollo sostenible debería ponerse en agenda la acumulación de capital, la inversión y el aumento de la productividad. Como comentaba el economista brasileño Celso Furtado, el aumento de la productividad traerá mayores ingresos reales en la sociedad, el aumento de los salarios modifican la estructura de ingresos de las familias, provocando un cambio en la estructura de producción. Resulta clave entonces focalizar en la relación entre acumulación de capital y aumento de la productividad para que esta etapa sea capaz de promover el desarrollo.
Por último, apreciar una reflexión de Rogelio Frigerio sobre la relevancia de que la recomposición de los salarios acompañe el proceso de ajuste y la experiencia del gobierno desarrollista al respecto: “La inflación es un tema en el cual el gobierno desarrollista aparece como una excepción, ya que la atacó frontalmente y en su causa. En la primera fase de nuestra política, el índice de precios creció; pero no era una inflación generada por nosotros, sino la inflación preexistente que estaba encubierta y que nosotros descubrimos para encararla y resolverla. Estaba encubierta por todo tipo de controles de precios, por tarifas políticas, por controles de cambio, por el atraso salarial. Nuestra política se orientaba a atacarla en su causa: en el déficit fiscal y en el subdesarrollo, en la inmovilización del aparato productivo. Para eso había que restablecer el proceso de inversión, lo que requería un sinceramiento de precios y salarios. Nosotros lo practicamos sin vacilaciones». Recomponer los salarios es, precisamente, el desafío del gobierno para que el sacrificio tenga una reactivación pronta y positiva y no en cambio replique los errores de los ya clásicos ajustes que tiene crónicamente nuestro país cuyas consecuencias ya conocemos.