El Régimen de Incentivos de Grandes Inversiones (RIGI) es un instrumento normativo especial que busca atraer capitales productivos tanto de origen nacional como extranjero a partir de garantías a largo plazo -30 años- en materia de estabilidad fiscal, cambiaria y arancelaria. El mismo aplicaría únicamente a inversiones mayores a los U$D 200 millones.
El objetivo principal de este régimen es atraer grandes inversiones -ausentes por lo menos hace 25 años- que son necesarias para desarrollar nuevas fuentes de riquezas no explotadas o subexplotadas y que hacen al potencial argentino.
Estas inversiones podrían abarcar desde la minería del litio, cobre o demás minerales y su procesamiento, hasta la explotación del gas y petróleo y su cadena de valor aguas arriba, como puede ser la petroquímica y la producción de fertilizantes. Si miramos a nuestros vecinos encontramos que al día de hoy Chile exporta solo de cobre la mitad de las exportaciones totales de nuestro país. Otro ejemplo lo hallamos en Brasil -actual granero del mundo- que importa el 87% de los fertilizantes que consume. Solo de urea granulada importó durante el 2023 la suma de US$ 5.506 millones que en un futuro podría abastecerse desde nuestro país a partir de la radicación de plantas petroquímicas que las procese en nuestro país en base al GNL de Vaca muerta.
Otro sector argentino con gran potencial es el foresto industrial, por lo que podrían radicarse inversiones orientadas a la producción de pasta celulosa, procesamiento de madera y demás. O incluso el pesquero: ¿por qué no radicar grandes factorías pesqueras en el sur?
Por otro lado, el RIGI busca destrabar millonarias inversiones, como por ejemplo el acuerdo realizado entre YPF y su par malaya PETRONAS por US$ 40.000 millones y potenciales exportaciones anuales de US$ 15.000 millones.
Incentivos para las inversiones
Lamentablemente, nuestro país se ha caracterizado por la inestabilidad macroeconómica y la escasa estabilidad jurídica. Inflación, atraso cambiario, devaluación, recesión, crisis, estancamiento… todos son moneda corriente. Asimismo, subimos y bajamos aranceles a las exportaciones, imponemos cupos y prohibiciones, vedamos el giro de dividendos, aplicamos cepos a la importación. Nacionalizamos, estatizamos, nos endeudamos, defaulteamos, y así un largo etcétera. Entonces: ¿quién va a invertir USD 500 millones en este contexto?
Con inestabilidad jurídica y macroeconómica y, además, sin un régimen que fomente las grandes inversiones difícilmente logremos atraer la radicación de grandes capitales. No son muchas las inversiones provenientes de fondos nacionales mayores a los U$D 200 millones que se realizaron en los últimos 25 años. Si analizamos los flujos de inversión extranjera directa hacia nuestro país a lo largo de las últimas dos décadas, prácticamente se ha estancado en términos nominales. Comparando economías similares cercanas -en lo que respecta a dotación de recursos naturales- nuestro desempeño fue catastrófico.
*IED, acumulados por décadas en millones de USD a precios corrientes.
Fuente: UNCTAD Statics, 2024
Cabe destacar que El RIGI es un régimen orientado a grandes inversiones. Estas se caracterizan por contar con barreras de entrada como la necesidad de grandes cantidades de capital, proyectos de inversión que maduran a largo plazo y extensos tiempos de repago.
Los resultados de nuestro fracaso están a la vista: la Argentina es un país subexplotado y descapitalizado con inmensas reservas de minerales demandados por el mundo, con grandes extensiones cultivables, potencial forestal, con reservas petroleras y gasíferas, un mar inexplorado con el potencial pesquero, entre otros.
En linea con lo que plantea el diputado del MID Eduardo Falcone, es importante destacar que aquellas inversiones que no se hicieron no dan trabajo, no generan renta ni pagan impuestos. Tampoco desarrollan proveedores ni transfieren conocimientos y tecnología al entramado productivo. Estamos hablando de inversiones que no están sucediendo: el treinta por ciento de U$D 0 es cero y el uno por ciento de U$D 200 millones es más que cero.
Sabemos que nuestro país -en lo que respecta al cumplimiento de las reglas de juego y a la estabilidad económica- no es Noruega, pero tampoco es un país de la costa atlántica africana. Es decir, contamos con un entramado industrial diversificado, con proveedores de las cadenas de valor a las que apunta los potenciales adherentes al RIGI y, contamos, además, con conocimiento técnico y mano de obra calificada.
Incluso en la Noruega de los años 60, cuando se descubrieron grandes reservas de hidrocarburos en el mar del norte, si bien el país poseía una estructura económica sólida, instituciones políticas maduras, eficientes y competentes, ante la escasez de capitales suficientes para desarrollar la industria petrolera y la carencia de conocimientos específicos sobre ingeniería offshore, el país nórdico diseñó un marco normativo de incentivos muy generosos para atraer inversiones con el fin de explorar y explotar la plataforma submarina.
El caso noruego, modelo de industria hidrocarburífera de clase mundial
Mejoras al proyecto inicial
Efectivos fueron los reparos que se presentaron al dictamen aprobado en diputados el mes pasado. En particular, este medio, visión desarrollista enfatizó que «una política desarrollista para incentivar las inversiones debería considerar cómo genera valor agregado local, promueve la integración de cadenas de valor, genera empleo y logra una inserción en la economía global más provechosa para el país. Y por supuesto como transforma la estructura productiva hacia la innovación y desarrollo industrial y no en cambio como consolida un modelo extractivista». Afortunadamente la critica se hizo escuchar y el dictamen de los senadores volverá a diputados con las siguientes modificaciones:
- Fue reformulado el artículo 163 que declara “nulo de nulidad absoluta” toda norma provincial que se oponga al régimen de manera que aplique solo a aquellas jurisdicciones que decidan adherir al RIGI.
- Se incluyó un inciso por el que se prevé el fomento del desarrollo de las cadenas de producción locales asociadas a los proyectos de inversión comprendidos por el RIGI.
- Se limitó el margen de acción de los proveedores de bienes o servicios con mercadería importada que soliciten la inscripción al RIGI. Deberán destinar su mercadería exclusivamente a la provisión de la empresa dentro del régimen.
- Se incorporaron incisos para garantizar que las compañías que adhieren al régimen empleen personas locales y contraten servicios de proveedores locales.
- Se eliminó la posibilidad de que los dividendos y utilidades de las compañías puedan ser giradas al exterior luego de transcurridos tres años.
Inversiones para liberar el potencial argentino
Las oportunidades son enormes, contamos con los recursos naturales y humanos, un mundo que, por razones geopolíticas y de transición energética, cada día que pasa demanda más gas, alimentos y minerales críticos.
Sin dudas Argentina necesita un shock de inversión que libere las fuerzas productivas, genere nuevas fuentes de riqueza y renta, trabajo y exportaciones. Nuestro país debe salir del atraso y la postergación. El potencial argentino no puede esperar. A la tan necesaria estabilidad macroeconómica debemos sumar un instrumento normativo que dé certezas a los inversionistas a largo plazo, una senda pro inversiones que dé confianza y expectativas claras.
En conclusión, citando a Arturo Frondizi en el discurso presidencial del 1º de mayo de 1958 ante la Asamblea Legislativa: “…O seguimos paralizados en nuestro desarrollo empobreciéndonos paulatinamente, estancados en nuestras pasiones y descreídos en nuestra propia capacidad, y nos despeñamos en el atraso y la desintegración nacional. O, en cambio, cobramos conciencia de la realidad, imprimimos un enérgico impulso y nos lanzamos, con decisión y coraje, a la conquista del futuro por el camino del progreso y la grandeza del país”.
Aun así, no hay que olvidar que el fin de aquel Frondizi explicaba que el fin de aquella política de inversiones se hacia “con el criterio de establecer una escala de prelaciones que conduzca al desarrollo vertical —una estructura industrial integrada desde los rubros básicos hasta la industria liviana y soporte de una agricultura tecnificada— y horizontal que, mediante la intercomunicación física de las regiones y la radiación de polos fabriles en el interior, integre la nación, y extienda y unifique el mercado.”
Será fundamental que las políticas publicas y reglamentaciones que surjan del RIGI tengan esa misma impronta.