
Durante la campaña del Brexit sus promotores a favor de abandonar la Unión Europea utilizaron el lema «Take back control» (recuperar el control) del país de la opresión de Bruselas. Estás formaciones populistas nacionalistas de ultraderecha y antieuropeísta a través de engaños, artimañas, noticias y estadísticas falsas en las redes y promesas reales de cambio lograron penetrar en el votante de clase baja y media menos pudiente de la sociedad británica.
En un error de cálculo electoral, el primer ministro, David Cameron llamó a los británicos a las urnas a través de un referéndum para decidir continuar o no dentro de la UE. La intención del líder conservador fue deslegitimar y erradicar el auge de su par nacionalista y antieuropeísta, Nigel Farage.
Sin embargo, Cameron no solo peco de ingenuo sino que encima tuvo que soportar que un sector amplio de su partido se rebeló a su liderazgo, no acompañaran su iniciativa e incluso algunos estuvieran favor del Brexit, entre ellos Boris Jonhson.
La campaña Vote Leave fue ideada por sectores nacionalistas que colaboraron con los díscolos conservadores, laboristas y liberales demócratas. Su ideólogo Dominic Cummings utilizó todo tipo de herramientas, algunas que rozaban con la legalidad, para lograr su cometido.
De manera inesperada, el 23 de junio de 2016 ganó el Leave con el 51,9% de los votos. El Reino Unido decidió cortar sus lazos con el bloque europeo y desde ese instante comenzó un divorcio tortuoso con la UE, que les terminó costando caro a los británicos. Fue una clara victoria para Farage y sus acólitos. El líder populista de derecha calificó esa jornada histórica como el «día de la independencia del Reino Unido». Sin embargo, el tiempo demostró que fue un rotundo fracaso.
Como señalamos la campaña fue una farsa con promoesas imposibles de concretar que se vio reflejada en los sucesivos gobiernos «tories». Con los supuestos ahorros de 350.000 millones de libras esterlinas semanales se iba a mejorar el Servicio Nacional de Salud (NHS) y se iba a terminar con la inmigración masiva. Con la recuperación del control de las aguas británicas que iba a permitir que la industria pesquera vuelva a prosperar y el reino iba a lograr la soberanía económica. Mentiras y promesas incumplidas que se las llevó el viento.
Cinco primeros ministros conservadores desfilaron por el 10 de Downing Street por las diversas negociaciones complejas para salir de la UE, que conllevaron a problemas socioeconómicos profundos sin resolver, y el escándalo de «Party Gate» en plena pandemia del Covid, que terminó con la administración de Boris Jonhson. Sin salidas posibles, el quinto premier conservador, Rishi Sunak decidió disolver la Cámara de los Comunes y convocó a elecciones para el 4 de julio de 2024.
Aquella fue una derrota aplastante para los «tories», la peor desde 1754 en obtención de escaños. El laborismo volvió al poder tras 14 años de la mano Sir Keir Starmer, que logró la mayoría necesaria para gobernar en solitario. En esos comicios por primera vez Reform UK, la formación de Nigel Farage, obtuvo cinco escaños en la Cámara de los Comunes.
El ascenso del populismo en Reino Unido
Tras siete intentos fallidos, los populistas de derecha llegaron al Parlamento. Con un carácter histriónico, carismático e indómito, Nigel Farage encarna al típico líder populista de estos tiempos.
Farage con una verborragia incendiaria fue un crítico de los conservadores por haber incumplido las promesas del Brexit, lanza sus dardos xenófobos contra la inmigración y aboga por la retirada del Reino Unido del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Con su plataforma que mezcla el nacionalismo británico con una posición derechista populista, el partido viene cosechando buenos resultados electorales. Su victoria en las Elecciones al Parlamento Europeo de 2014, marcó el pulso político en un escenario complejo que significó la salida del Reino Unido de la UE.
Históricamente el sistema político británico se vio inmune a la interferencia de un tercer partido gracias a su modelo bipartidista en un escenario contrario que afecta a todo el Viejo Continente. Sin embargo, el populismo derechista pudo penetrar en la sociedad a través del Brexit siendo protagonista a lo largo de una década. Y su gran golpe fue la tremenda elección que se celebró en gran parte de Inglaterra para cargos municipales. Reform UK obtuvo el doble de votos que el Partido Conservador y relegó al cuarto lugar al Partido Laborista. El partido de Farage logró por primera vez una alcaldía en Lincolnshire, además, se hizo con media docena de los consejos locales que estaban en juego y encima le arrebató al laborismo el diputado que estaba en juego en la elección parcial de Runcorn, un escaño de tradición laborista.
Con esta tremenda elección de un centenar de concejales, Farage tiene acceso directo al poder donde tendrá el desafío de mostrar gestión. Para el Partido Conservador fue un baldazo de agua fría que pone en juego su supervivencia en el espectro político. Desde dentro de las filas de los “tories” surgió un debate sobre el liderazgo de Kemi Badenoch, que apenas lleva 10 meses al frente, y otros incluso ven con buenos ojos la opción a futuro de unir fuerzas con la formación de Farage.
Las esquirlas también penetraron en las filas laboristas. Los malos resultados de los comicios son una pésima noticia y advertencia para el primer ministro, Keir Starmer. En gran medida parte del electorado tradicionalmente de centroizquierda votó por Farage. Primero fue seducido en tiempos del Brexit y luego por Boris Johnson en las elecciones del 2019. Aunque los laboristas lograron afianzar ese voto en 2024, en sólo un año el voto cambio. La principal causa es el abandono que sienten varios británicos que abrazan el discurso antinmigración y anti-woke de Reform UK.
Parte de ese mensaje fue recogido por Starmer que prometió endurecer el tiempo necesario para adquirir la residencia permanente de cinco a diez años y pondrá hincapié en el control de los visados temporales tanto de trabajo y de estudiantes. La iniciativa indirectamente es un triunfo para Farage. Ante el actual escenario, el principal objetivo urgente que deberán llevar adelante los laboristas es mostrar resultados socioeconómicos positivos que prometieron cuando eran oposición y que aún no logran materializar. El tiempo apremia y juega en contra de las posibilidades de un nuevo mandato de Starmer. El fantasma de que algún día el polémico Nigel Farage se convierta en primer ministro del Reino Unido se puede volver una realidad.