Arturo Frondizi
Arturo Frondizi

El caso del ex presidente Arturo Frondizi es realmente singular. Pese a que pasó los últimos años de su vida en una injusta soledad política, hoy es objeto de una singular revalorización. Se realizan múltiples homenajes en concejos municipales, aun muchos sin concejales desarrollistas, dan el nombre del ex presidente a numerosas calles de la Argentina, y es una moda entre políticos de diverso cuño citar a Frondizi en los reportajes y discursos. A mi juicio esa revalorización, prácticamente espontánea por no existir estructuras poderosas detrás de ella, se debe a que en la figura del ex Presidente se proyecta el deseo de la sociedad de tener hoy políticos como Frondizi, con ideales, con ética, con imaginación para pensar el futuro, con capacidad de realización y con voluntad de unir a la Nación. Los homenajes y citas son frutos de esa revalorización que proviene de la sociedad.

Es valioso para la política argentina que una figura de la talla de Frondizi tenga el sitial que le corresponde en la historia. Y como el valor de la historia es que enseña para el presente y para el porvenir, resulta necesario que el pensamiento de Frondizi aparezca desprovisto de confusiones.

Esas confusiones pueden ocurrir en las citas de políticos; por ejemplo cuando el Dr. Ricardo López Murphy cita al ex Presidente en un reportaje, cosa que hace con frecuencia, puede ocurrir que el televidente no informado piense que el pensamiento de ambos es igual, cuando el pensamiento de vertiente neoliberal de López Murphy es muy diferente del que tenía Frondizi. En verdad el pensamiento de Frondizi era sumamente original y la Argentina del presente puede extraerle mucho provecho. En el campo económico superó las ideas estatistas que por años habían impedido el desarrollo. Es notable el caso del petróleo: en sólo tres años su gobierno triplicó la producción de petróleo y logró el autoabastecimiento levantando la hipoteca de la importación de petróleo que al país le implicaba gastar la tercera parte de lo que obtenía por las exportacion espara comprar petróleo y derivados del exterior. Con el concurso de capitales privados hizo en treinta y seis meses lo que el estatismo no había logrado en cincuenta años. Pero, a diferencia del neoliberalismo, no privatizó YPF sino que la fortaleció y las compañías privadas eran contratistas de la empresa estatal.

En una Argentina en la que la dirigencia ha degradado el debate político es fácil concluir erróneamente que si no se es estatista se es neoliberal. Sin embargo, el pensamiento y la acción de Frondizi señalan una alternativa diferenciada de una y otra posición, es la alternativa desarrollista. Frondizi promovio las inversiones privadas, no era estatista y comprendía que el funcionamiento del mercado no podía torcerse con voluntarismo dirigista.

Pero tan lejos como estaba de los estatistas lo estaba de los neoliberales: planteó y ejecutó con éxito la idea de que sin violentar el mercado la política económica puede planificar y orientar las inversiones y el proceso de redistribución de los bienes mediante los instrumentos de la política económica como el impuesto, el crédito, el arancel de protección, las inversiones y el proceso de redistribución.

El papel que el desarrollismo naciente asignaba al Estado surge de una consigna de Frondizi en su campaña electoral: carne más petróleo, igual a acero. Ganando divisas exportando carne y ahorrándolas con el autoabastecimiento de petróleo se pagaría la industrialización, y allí se definían prioridades hacia las que se orientaría la acción del Estado. Para la política de desarrollo la prioridad entre “caramelos o acero” no la decide el mercado, como creía un funcionario de Martínez de Hoz.

En rigor de verdad la teoría del desarrollo, de la que Frondizi y Rogelio Frigerio elaboraron una versión muy sólida y sofisticada, es incompatible en sí misma con el neoliberalismo. Eso se comprende si se tiene en cuenta la diferencia entre desarrollo y crecimiento. Este es un concepto cuantitativo, mide cuánto aumenta el producto bruto interno, mientras que el desarrollo se refiere a un cambio de calidad en la economía.

El funcionamiento del mercado puede generar una fase de crecimiento como en la primera mitad de los noventa y ahora, pero el desarrollo no puede ser fruto espontáneo del mercado porque supone el pasaje de una estructura productiva a otra, requiere establecer prioridades y acciones del Estado para lograr que determinados sectores productivos que están rezagados o no son competitivos pasen a serlo.

Y la otra gran diferencia es en el proceso de redistribución de los bienes: Frondizi nunca hubiese sostenido, como los neoliberales, la famosa teoría del derrame en auge en los noventa. “Si hay crecimiento la riqueza se ‘derramará’ sobre toda la sociedad como consecuencia del funcionamiento del mercado”. Las consecuencias de esa peregrina idea neoliberal es el 44% de la población por debajo de la línea de pobreza. El mercado con Estado ausente genera concentración y desigualdad. Frondizi se encontró con una economía en la que después de cuarenta años de control de cambios había un atraso que frenaba el desarrollo y con tarifas políticas que había que sincerar para restablecer la inversión, pero no descuidó el impacto social que tendría la devaluación y el aumento de tarifas en el nivel de ingresos y antes de esas medidas dispuso un aumento de salarios del 60%, con lo cual fue articulando un programa de estabilidad y desarrollo con pleno empleo y aceptables niveles de ingreso. Asimismo, la política social de Frondizi fue opuesta a la flexibilización laboral de los neoliberales, ya que restauró la organización sindical que había sido destruida por el gobierno de facto de 1955. En su gobierno normalizó los sindicatos, devolvió la central obrera a los trabajadores y sancionó la ley de asociaciones profesionales. La intriga golpista decía que era un pago por el pacto con Perón. Falso: era parte de la política de reconciliación nacional que planteó Frondizi y que muchos comprendieron sólo diez años después, cuando Perón volvió a la Argentina, y que además le causó problemas políticos porque muchos dirigentes sindicales se embarcaron en una lucha política contra el gobierno desarrollista. Pero por sobre todo, su política en materia laboral y sindical tenía el propósito lograr una sociedad justa, buscaba establecer contrapesos y equilibrios sociales frente al vigoroso proceso de inversiones y expansión que ponía en marcha, no confiaba en la “mano invisible” del mercado.

Fuente: publicado el lunes 18 de abril de 2005 en el diario Hoy de La Plata.

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