Argentina y Brasil ante el desafío del potasio: ¿proveedor o socio estratégico?

El renacer de Potasio Río Colorado en Mendoza abre una oportunidad estratégica para Argentina: transformar un recurso clave para la seguridad alimentaria en motor de desarrollo industrial y regional. La urgencia brasileña por diversificar el abastecimiento de fertilizantes coincide con la necesidad argentina de sumar divisas, pero el desenlace dependerá de cómo se gestione el proyecto. El rol del gobierno mendocino fue fundamental para la reactivación, ahora el desafío es que integre la minería, agro e industria en una agenda de desarrollo que trascienda la mera exportación de minerales a Brasil

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El potasio es un mineral esencial para la vida, seguro para los humanos y el medio ambiente. Es uno de los tres principales macronutrientes y debe reponérselo regularmente en las tierras cultivadas Su producción está relacionada a la demanda de alimentos, la cual prevé un aumento sostenido en el futuro. El yacimiento de Malargüe, propiedad de PRC, tiene una de las principales reservas de este mineral en el mundo y se encuentra estratégicamente localizado, pudiendo derivar su producción hacia los principales mercados consumidores.
El potasio es un mineral esencial para la vida, seguro para los humanos y el medio ambiente. Es uno de los tres principales macronutrientes y debe reponérselo regularmente en las tierras cultivadas Su producción está relacionada a la demanda de alimentos, la cual prevé un aumento sostenido en el futuro. El yacimiento de Malargüe, propiedad de PRC, tiene una de las principales reservas de este mineral en el mundo y se encuentra estratégicamente localizado, pudiendo derivar su producción hacia los principales mercados consumidores.

No todo es litio, oro, cobre, gas y petróleo. En el mapa de los recursos estratégicos del siglo XXI, el potasio juega un rol central. Invisible en el debate público, es en realidad un insumo vital: forma parte de los tres nutrientes esenciales de los fertilizantes (junto con nitrógeno y fósforo) y resulta decisivo para mejorar los rendimientos, la resistencia a las plagas y la capacidad de los cultivos de enfrentar sequías o heladas. En otras palabras, sin potasio no hay agricultura moderna competitiva, y sin agricultura no hay seguridad alimentaria. Y es que cuando se discute seguridad alimentaria, suele pensarse en granos, proteínas y precios internacionales. Pero sin fertilizantes no hay rendimiento agrícola sostenible. Y dentro de ese universo, el potasio es clave para garantizar la productividad del suelo.

Brasil lo sabe bien. Su sistema agroexportador —basado en soja, maíz y carnes— es el segundo más grande del mundo. Por eso observa con atención el proyecto Potasio Río Colorado (PRC) en Mendoza, que podría convertirse en una fuente estratégica cercana y estable de suministro.

Brasil: potencia agrícola, dependiente del potasio importado

El gigante sudamericano produce más de 45 millones de toneladas de fertilizantes al año, pero importa el 95 % del potasio que consume. Solo en 2023 compró unas 13 millones de toneladas, principalmente a Canadá, Rusia y Bielorrusia.
La guerra en Ucrania y las sanciones a Moscú y Minsk expusieron con crudeza esa fragilidad. La lección fue inmediata: diversificar proveedores dejó de ser un tema comercial para transformarse en un asunto de seguridad nacional. En ese tablero, la geografía argentina es ventaja pura: cercanía logística, afinidad productiva y capacidad de integración regional.

El renacer de Potasio Río Colorado

La historia del proyecto no estuvo exenta de tropiezos. Potasio Río Colorado fue impulsado primero por Río Tinto y luego por la brasileña Vale, que llegó a invertir más de 2.000 millones de dólares antes de suspenderlo en 2013. El combo de caída de precios internacionales, inflación local, controles cambiarios y enormes desafíos logísticos (transporte ferroviario y provisión energética) terminó por hacerlo inviable. A ello se sumaron fuertes cuestionamientos sociales y ambientales en Mendoza y el sur de La Pampa, que denunciaban el alto consumo de agua en una cuenca ya vulnerable y la acumulación de millones de toneladas de residuos salinos. Esa experiencia dejó una advertencia clara: sin planificación integral, licencia social e infraestructura, los grandes yacimientos pueden quedar convertidos en elefantes blancos.

Tras años de abandono, en 2020 la provincia de Mendoza recuperó el control del yacimiento mediante un acuerdo con Vale y creó la empresa estatal Potasio Río Colorado S.A.U. (PRC), bajo la órbita de Impulsa Mendoza, para administrar los activos, preservar la infraestructura construida y buscar un nuevo esquema de desarrollo más realista. El rediseño apuntó a una escala menor, con menor impacto ambiental y financiero, y a la vez a garantizar participación provincial a través de regalías y acciones.

Ese trabajo preparatorio dio frutos en este 2025, cuando el interés internacional volvió a reactivarse. Vale presentó un plan acotado para producir 1,3 millones de toneladas anuales y atraer socios por unos US$ 1.500 millones. La convocatoria generó ofertas de empresas chinas, indias, canadienses y rusas. Finalmente, Minera Aguilar (Argentina) junto a un socio brasileño se quedaron con la adjudicación en un esquema diseñado por Impulsa Mendoza, que asegura ingresos para la provincia y abre la puerta a una inversión estimada en US$ 1.000 millones en cinco años, con miles de empleos directos e indirectos.

El desafío ahora es que no se repita la lógica de enclave extractivo. El proyecto puede ser la base de un entramado industrial y tecnológico si se piensa como palanca de desarrollo productivo.

Diplomacia del potasio: Buenos Aires y Brasilia

Aquí ingresa la política exterior. En Brasil, el potasio está integrado a la diplomacia de recursos: Itamaraty coordina con empresas como Vale y negocia contratos de largo plazo bajo el paraguas del Plan Nacional de Fertilizantes. El mensaje es claro: la seguridad agrícola brasileña no se negocia solo en la mesa de las corporaciones, sino en los despachos de cancillería.

Argentina necesita elevar la vara. No basta con habilitar inversiones: se requiere una estrategia geoeconómica que convierta al potasio en vector de desarrollo. Eso implica:

  • Negociar con Brasil acuerdos que incluyan transferencia tecnológica y proveedores locales.

  • Defender la posición argentina en foros regionales y multilaterales.

  • Articular la diplomacia económica con provincias, cámaras empresarias y sindicatos.

Más que exportar mineral: una estrategia de desarrollo

El 95 % del potasio mundial se destina a fertilizantes, un mercado estable y de crecimiento sostenido. Argentina podría convertirse en un hub regional de fertilizantes, no solo para Brasil, sino también para Paraguay y Bolivia.
Esto permitiría articular minería, industria metalmecánica, servicios de ingeniería e infraestructura logística, con impacto directo en el empleo calificado.

La experiencia de Vaca Muerta demuestra que, con políticas públicas adecuadas, los recursos naturales pueden transformarse en motores de industrialización e innovación. Potasio Río Colorado ofrece la posibilidad de replicar ese modelo en la intersección entre minería y agroindustria.

Riesgos y oportunidades

El riesgo es evidente: que la urgencia brasileña y la necesidad argentina de divisas conduzcan a acuerdos rápidos con escaso valor agregado local. La oportunidad, en cambio, es usar esa demanda como palanca para transformar a Mendoza y Neuquén en polos industriales, con cadenas de proveedores robustas y capacidad de innovación compartida con Brasil.

En este sentido, el caso PRC puede ser también una prueba para la integración regional. Argentina y Brasil discuten desde hace décadas cómo dar densidad productiva al Mercosur. El potasio, invisible hasta hace poco, podría convertirse en un nuevo eje de cooperación estratégica.

Conclusión

El potasio es mucho más que un mineral: es un test de nuestra política industrial y de nuestra diplomacia económica. Brasil ya lo entendió y lo incorporó a su estrategia de seguridad nacional.
Argentina debe decidir si será un simple proveedor de insumos o un socio estratégico en la geoeconomía del agro.

Además, la producción de potasio no solo debe pensarse en clave exportadora. El campo argentino también enfrenta el desafío de aumentar sus rindes y sostener la fertilidad de sus suelos. Incorporar parte de la producción al mercado interno significaría reducir importaciones, abaratar costos para los productores locales y fortalecer la competitividad de nuestra propia agroindustria.

La pelota, una vez más, está en nuestro campo.

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