El debate sobre qué matriz productiva debe tener Argentina está atravesado por la eterna pelea entre campo e industria. Mientras tanto, el entramado productivo está cambiando: ambos sectores comienzan a entrelazarse, dando lugar a la bioeconomía. Argentina es un país de avanzada en bioeconomía, que representaba en 2015 el 15,4% del PIB, según el Ministerio de Agroindustria de la Nación. El fenómeno, sin embargo, no es discutido más allá de ciertos círculos académicos.
Una definición plausible de bioeconomía es “una economía que utiliza la biomasa de una manera integrada y sostenible para el procesamiento de alimentos, biocombustibles, energía térmica, productos químicos y otros materiales”. Se entiende por biomasa al total de materia orgánica en un lugar determinado, desde los microorganismos, hongos y levaduras hasta los seres vivos, como las plantas y los animales.
Los biocombustibles (biodiesel y bioetanol) y los biomateriales son ejemplos de cómo la industria se está vinculando a la producción agropecuaria en particular y a la biología en general. Esto abre la puerta a un modelo económico menos dependiente de los hidrocarburos. Otro caso concreto es el de las semillas resistente a la sequía desarrollada por la empresa Bioceres o el uso de nanotecnología para lograr una mayor absorción de nutrientes, es decir que quedan a disposición de las plantas durante mas tiempo y no se pierden durante la fertilización.
La demanda creciente de alimentos frente a la limitada disponibilidad de tierras cultivables y agua dulce, el efecto de cambio climático y la posibilidad del agotamiento de los recursos no renovables generan incentivos para el trabajo conjunto de disciplinas que hasta ahora trabajaban en forma separada. La biología, la química, las ingenierías, las tecnologías de la información, la organización y las comunicaciones permiten pensar caminos alternativos que se pueden sintetizar en la bioeconomía.
El falso conflicto entre el campo y la industria
Los argentinos nos enfrascamos constantemente en discusiones sobre qué sector genera más empleo, sin considerar la configuración de la nueva estructura económica. ¿Es el agro un motor para la generación de empleo? ¿Qué importancia tiene el sector? El PIB argentino está conformado aproximadamente por un 65% de producción de servicios y un 35% de producción de bienes. Dentro de la producción de bienes, el 30% corresponde a alimentos y bebidas derivados del agro. Pero tanto este análisis como las preguntas anteriores esconden una realidad más compleja: el sector industrial, el agropecuario y los servicios forman parte de las mismas cadenas de producción. Los tres sectores están estrechamente vinculados y generan en conjunto empleo y riqueza. Diseccionarlos para el análisis invisibiliza estas relaciones y puede llevar a conclusiones equivocadas.
La bioeconomía pone de relieve la complementariedad entre los sectores. Y lo anticuados que son algunos debates que persisten en Argentina. Hace poco, el referente social Juan Grabois planteó la opción de una reforma agraria como mecanismo de distribución. Nadie pone en dudas las buenas intenciones de su propuesta, pero la sola posesión de la tierra no garantiza la generación de riqueza y, por lo tanto, tampoco una distribución más justa. En el modelo agropecuario actual, los grandes productores no basan su riqueza en la posesión de grandes extensiones de tierra —buena parte de la explotación se realiza en superficies arrendadas—sino en contar con los mejores sistemas de organización e incorporar tecnología, desde la informática hasta la biotecnología vinculada al mejoramiento de semillas.
La invención de la máquina de vapor provocó un gran salto de productividad y desató la primera revolución industrial. Le siguió una segunda revolución, basada en la extracción de petróleo, la electricidad, la producción en masa, el motor de combustión interna y el craking industrial. La irrupción de la computación y la robótica caracterizó la tercera revolución industrial. Hoy nos encontramos frente a una nueva etapa, con el avance de la llamada economía del conocimiento, que va desde el desarrollo de las TICs (tecnologías de la información y la comunicación) hasta la manipulación de los códigos genéticos. La bioeconomía forma parte de esta cuarta revolución, un nuevo paradigma que representa una importante oportunidad para el país.
Argentina tiene un potencial enorme para la elaboración de productos de origen biológicos. Cuenta con el capital humano y la tecnología, además de una estructura económica con capacidad para avanzar en el proceso de integración de estas cadenas de valor. La bioeconomía, sin embargo, no es un sector, sino una forma de comprender la estructura productiva. Incorporar este enfoque en el debate político nacional nos acercará a las políticas necesarias para generar fuentes de progreso económico, reinsertar al país en los mercados mundiales y salir del subdesarrollo.