
Asombra la ignorancia generalizada que tenemos en Argentina respecto de este gran país, la cual se va acentuando a medida que nos alejemos de las fronteras. Tal vez zafamos un poco jujeños y salteños, que compartimos 742 km con los departamentos de Potosí y Tarija, respectivamente.
Con sus 1.098.581 km², el territorio boliviano -tres veces mutilado- ocupa el puesto 28 mundial, con baja población para su extensión, 11.312.620 habitantes según el censo 2024 (nº 79). Es país de emigración por ende subpoblado, con concentraciones urbanas en escalas desproporcionadas. Su extenso perímetro de 7.252 km limita con Argentina, Chile, Perú, Brasil y Paraguay.
Entre los estereotipos remanidos, prevalece la equivocada percepción de su condición andina, pese a que esta solo abarca el 28% del territorio (La Paz y Oruro); en tanto la región de los valles intermedios, ubicados entre los llanos y el altiplano (de norte a sur Cochabamba, Chuquisaca, Potosí y Tarija), abarca al 13% del total. El resto -los llanos desde la cordillera oriental hasta el río Paraguay- representa el 59%, donde se manifiesta la mayor expansión económica y poblacional de las últimas décadas.
Con los grandes salares de Coipasa y Uyuni. Selvas y yungas, todo hace que Bolivia cuente con una de las mayores biodiversidades del planeta.
Desde el punto de vista institucional, es históricamente unitaria, centralista, presidencialista, dividida en nueve departamentos, sistema que la reforma constitucional de 2009 concretó de este modo en su art. 1: “un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías […], fundado en el “pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”.
Bolivia ante el futuro inmediato
El cambio de rumbo perfilado con las recientes elecciones abre a Bolivia un abanico de posibilidades auspiciosas, que en gran parte dependerá de la lucidez y responsabilidad de los candidatos que pasan al balotage: Paz y Quiroga no son lo mismo pero sí opuestos al derrotado masismo; en todo caso, el riesgo es que la polarización política dejada atrás se reitere con un nuevo clivaje ideológico entre ambas dirigencias mayoritarias.
Una cuestión será verificar si la implosión del MAS fue consecuencia de su modelo institucional, de problemas estructurales nunca resueltos integralmente o de ambas cosas. ¿Se aventurará el nuevo gobierno a una reforma constitucional que devuelva las cosas al statu quo ante o algo parecido? Más probable parece introducir modificaciones legislativas respecto del funcionamiento de la administración de justicia, la selección de magistrados y el régimen electoral.
Todo lo demás será de mayor aliento y requerirá musculatura política. Por caso, aventar recurrentes pujos secesionistas promoviendo mejores formas o instancias de autonomismo departamental o, directamente, un régimen federal.
Tampoco es menor la cuestión de la identidad nacional, expresada en el plurinacionalismo. Más allá de su basamento ideológico, en Bolivia -como en todos nuestros países- prevalece un mestizaje étnico-cultural escamoteado en censos oficiales. Tratándose de la principal conquista del MAS, debe encararse con apertura mental y prudencia: la incorporación en los asuntos públicos de vasos sectores sociales postergados no tiene retorno.
La complejidad política-económica-social actual pende de la articulación de medidas estabilizadoras inmediatas. La economía es un desquicio corroborado con todas las variables desmadradas. De modo que esta nota aportará sobre la proyección suramericana de Bolivia, antes que enredarnos en su trabada coyuntura.
Su ligazón con los países de la región, antes mencionadas, la constituye en actora indispensable del equilibrio de poder suramericano. Y más allá de los focos de incendio que esperan al nuevo gobierno (incluido un indomable Evo autoempoderado por el 19% de votos nulos), habrá que atender su política externa dado el entretejido de relaciones elaborado durante años por el tándem Morales-García Linera, sin perjuicio del denodado esfuerzo en paralelo por alcanzar un nuevo equilibrio de poder nacional entre regiones y departamentos.
Antes de la debacle electoral de 2019, que marcó el inicio del fin, Evo Morales trabó alianzas estratégicas -en abril de ese año- con la India, Emiratos Arabes Unidos y Turquía, apuntando a tres objetivos básicos: 1- un corredor ferroviario entre puertos brasileños, chilenos (2/3 del comercio exterior sale todavía por Arica e Iquique) y peruanos (de sur a norte Matarani, Ilo y ahora Chancay), lo cual requiere interconexión entre la Red Andina -2.276 km- y la Red Oriental -1246 km- mediante el Proyecto Ferroviario Montero-Bulo Bulo, previsto en una iniciativa IIRSA; 2- una conexión aeroportuaria mundial con eje en Santa Cruz de la Sierra, y 3- nos atañe particularmente, un mejor acceso multimodal a la hidrovía Paraguay-Paraná.
A todo esto súmese el litio, el acceso a tecnología nuclear y satelital y recursos para la defensa nacional con el apoyo ruso. Desde 2016 sus academias militares reciben oficialidad boliviana para capacitación. Ese fuerte vínculo se extiende precisamente a tecnología militar, nuclear y la industrialización del litio, terrenos donde los argentinos estuvimos torpemente ausentes.
Las relaciones con Pekín han sido potenciadas en otra gira -julio 2018- con el objeto de profundizar la condición de socio estratégico; tras lo cual Bolivia se incorporó al menos formalmente a la Nueva Ruta de la Seda.
Cuestión muy sensible en la agenda -suponemos- de nuestras cancillerías, son los indescifrables acuerdos “de asesoramiento” con Cuba, Nicaragua, Venezuela e Irán. Si bien es otro asunto de largo aliento, seguramente por las implicancias regionales será de abordaje inmediato por el nuevo gobierno.
Para finalizar, Bolivia tiene en carne viva la problemática histórica de su mediterraneidad. Es difícil suponer que se resuelva pronto con renovadas negociaciones con Chile y Perú, actor secundario en virtud de lo acordado entre ambos en el Tratado de Lima de junio de 1929. Suramérica retrasará su polo si esta problemática no se encausa adecuadamente.
Mientras eso no ocurra, todos los vecinos debemos hacer lo imposible para colaborar con la superación del enclaustramiento, con varios abordajes posibles. En nuestro caso, las conexiones ferroviarias a La Quiaca y Salvador Maza, un bypass hacia el Corredor Bioceánico de Capricornio, y el siempre postergado aprovechamiento integral del Bermejo, vinculado a la geoestrategia directa de la RNGA y la Zicosur (salvo La Paz y Oruro, los otros siete departamentos la integran), que desde hace décadas importa poco al etnocentrismo portuario que padecemos.
Todo tiene que ver con todo. Bolivia nos necesita más que nunca y nosotros necesitamos a Bolivia. Mucho.