El trayecto empezó por Buenos Aires, con la visita presidencial de enero, y tiene como más reciente escala la Casa Blanca. En solamente 40 días, la política exterior del presidente Lula ya ha llevado a cabo una importante transformación, o más bien un regreso a las mejores tradiciones diplomáticas de Brasil.
Las visitas presidenciales hasta aquí demuestran ese compromiso con un cambio profundo. El encuentro de trabajo del viernes pasado en la Casa Blanca no solamente relanzó la relación bilateral con EE.UU. en el más alto nivel.
Participé en todas las reuniones, y quedó clara la sintonía entre los presidentes Lula y Biden sobre la importancia de restaurar el diálogo bilateral y de cooperar en cuestiones cruciales para ambas sociedades. La defensa de la democracia y el rol de los dos países en el debate global sobre el cambio climático están entre las prioridades compartidas, además de la profundización de los vínculos económicos.
El anuncio, por parte del gobierno Biden, de su adhesión como contribuyente al Fondo Amazonia, del cual ya participan Alemania y Noruega, y que quedó congelado en la gestión anterior, es un hito muy significativo. Y también un reconocimiento al Gobierno Lula por su combate a la criminalidad medioambiental, desde el primer día de su nueva gestión.
Si no fuera por esa determinación, los brasileños y la opinión pública internacional no estarían hoy al tanto de la tragedia de las comunidades originarias ianomamis, en la Amazonia, que se produjo a lo largo de los últimos años, sin que el Gobierno anterior cumpliera su obligación de proteger tanto esas comunidades como los ríos y árboles de la región.
Pero los ianomamis ya no están más abandonados: desde enero vienen recibiendo todo el apoyo del gobierno, mientras que sus reservas las estamos liberando de los invasores que han contaminado sus aguas y depredado parte de la selva.
Como ya había subrayado el presidente electo Lula en Egipto, durante la COP 27, en noviembre pasado, nuestro compromiso con el medio ambiente es una prioridad absoluta e innegociable.
Ya en el ámbito de las relaciones internacionales, también en Egipto el Presidente declaró que Brasil está de vuelta al mundo, después de los años recientes de aislamiento y terraplanismo diplomático. Y la región y el mundo nos han recibido con los brazos abiertos, hecho evidenciado ya a partir da la expresiva presencia de líderes en la toma de posesión de Lula.
Desde entonces, el presidente brasileño participó de 16 encuentros presenciales con jefes de Estado y de gobierno, dos de ellos con el presidente Alberto Fernández. También mantuvo reuniones, durante la cumbre de la CELAC, con dirigentes de la Unión Europea y de organismos internacionales como la FAO.
Yo mismo, además de participar de la agenda presidencial, mantuve otros 25 encuentros y 14 llamadas telefónicas con ministros, jefes de Estado y de gobierno y dirigentes de organismos internacionales. He recibido además, en Brasilia, en visitas oficiales, los cancilleres de Japón, Grecia y Francia.
Ese intenso esfuerzo inicial tuvo el objetivo de reconstruir puentes dañados por el gobierno anterior, empezando con prioridad por los países vecinos e por los demás paises latinoamericanos, y a continuación por el continente africano y por protagonistas como son los Estados Unidos, China y Unión Europea.
Quedaron atrás los tiempos de las provocaciones infantiles a nuestros socios más importantes, como se dio con la Argentina en más de una ocasión.
Está de vuelta la buena tradición de la política exterior brasileña, y la comunidad internacional ya reconoce los cambios de orientación determinados, al fin y al cabo, por el pueblo brasileño en las urnas.
Los puentes que estamos tratando de reconstruir son un nuevo punto de partida. Y se proponen no solamente a recuperar pérdidas acumuladas, pero también a volver a hacer de la diplomacia una herramienta eficaz en favor del desarrollo, en particular en lo que atañe a la integración regional, objetivo que es parte de nuestra Constitución de 1988.
Con permanente diálogo con nuestra sociedad y con los demás socios estratégicos, Brasil ya se prepara para ejercer la Presidencia protempore del Mercosur, en el segundo semestre, y la Presidencia del G20, en 2024.
Las primeras visitas presidenciales, a Buenos Aires, Montevideo y Washington, abren camino para ese esperado regreso de Brasil a la región y al mundo.