En el caso de China el arancel ascenderá al 34%, más un 20% anterior impuesto suma un total de 54%
En el caso de China el arancel ascenderá al 34%, más un 20% anterior impuesto suma un total de 54%

En la última reunión que el líder chino, Xi Jinping compartió con su homólogo estadounidense Joe Biden, en el marco de la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), el mandatario chino fijó una ruta a seguir en la relación con el gigante del norte.

Se trata de «cuatro líneas rojas», que según los criterios de Pekín, Estados Unidos no debe transgredir. Principalmente la cuestión de Taiwán, la democracia y los derechos humanos, el sistema político chino y el derecho soberano de China para su desarrollo. La declaración presenta una advertencia total a la nueva administración de Donald Trump, que si algunos de estás “líneas rojas” son cruzadas podría agravar las relaciones entre ambas potencias.

Sin dudas, la cuestión de Taiwán es la más inquietante por los continuos ensayos militares chinos de tono amenazante alrededor de la isla. China reivindica la isla de Formosa como parte de su territorio soberano. Aunque Trump durante la campaña insinuó que Taipéi debería asumir sus gastos en defensa ante una posible agresión china, en su gabinete el magnate republicano puso al frente de las relaciones internacionales a dos halcones en su posición contra China, como Marco Rubio frente a la secretaría de Estado y a Michael Waltz como Consejero de Seguridad Nacional. Antes de su nombramiento, Rubio sostuvo que Trump «mantendría el respaldo a Taiwán». La incógnita gira alrededor si fuera una ayuda militar con el despliegue de tropas para salvaguardar a la isla o con aranceles que alcancen un total de entre el 150% y el 200% sobre los productos chinos.

Ante semejante escenario complejo, nuevamente con la llegada de Donald Trump frente a la Casa Blanca entró en un espiral de demandas elocuentes contra sus históricos aliados y también apuntó sus dardos contra China. Desde su intención de apoderarse de Groenlandia, recuperar el Canal de Panamá y que Canadá sea el 51º Estado. Sus ataques desmedidos y un desaire constante a sus aliados europeos y su posición ambivalente en la guerra de Ucrania con entendimientos con Moscú para poner fin al conflicto, en detrimento a los intereses de Kiev, desconcierta a todos.

Sin embargo, la tormenta perfecta estaba por llegar. El pasado 2 de abril Donald Trump desató una guerra comercial con consecuencias inciertas en una economía globalizada e interconectada. De manera irracional, el republicano desde los jardines de la Casa Blanca impuso un arancel universal del 10% sobre todos los productos que ingresan a Estados Unidos con la excepción de Canadá y México, con los que mantiene aún un área de libre comercio. Además, al arancel anunciado se impone otro a los países que tiene un saldo comercial deficitario con Washington, como el caso de China ascenderá al 34%, más un 20% anterior impuesto suma un total de 54%, y de un 20% para la Unión Europea (UE). Desde Pekín, la respuesta no se hizo esperar aplicando un arancel simétrico del 34%, con efecto a partir del 10 de abril sumado a la restricción de las exportaciones a una serie de materiales raros que se usan en componentes electrónicos y pondrá énfasis en el control de varias empresas estadounidenses.

En el caso de la UE, la comisionada Ursula von der Leyen, ofreció un arancel cero para los productos industriales.

Los mercados mundiales recibieron la noticia con una sacudida tanto en las Bolsas como en el mercado de divisas. Pérdidas alarmantes en Asia con rebote alrededor del planeta que inclusive afecta a Wall Street. Desde la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que la medida provocará solo este año un retroceso del 1% en el comercio global de mercancías, un desplome de cuatro puntos respecto a lo previsto hace apenas tres meses.

Indiferente e indómito, Trump mantiene el curso trazado y advierte con su verborragia característica a China de “ser el mayor abusador” por la réplica a su medida y amenaza con un nuevo arancel del 50%.

Pero ¿qué hay detrás de esta movida de Trump? Una pista clara es la posición del presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, Stephen Miran, que en un documento de 41 páginas, sostiene que el dólar está muy apreciado. O sea, sobrevalorado que daña a las exportaciones. Por eso, en su opinión se debería devaluar un poco la moneda sin que pierda su papel de reserva mundial.

Sin embargo, a diferencia de lo acontecido hace 40 años cuando el presidente Ronald Reagan, convocó a sus aliados para que le ayudaran a encontrar un equilibrio apreciando sus propias divisas, que terminó en los Acuerdos del Plaza de 1985, en este caso EEUU no quiso imitar el accionar de Reagan y opto por la extorsión con la imposición de los aranceles, amenazas explícitas de retirarse de la OTAN o anexar territorios. Además, Miran propone la suspensión de pagos a través de una conversión forzosa de los bonos norteamericanos en títulos a 100 años sumado a que al gravar los productos que ingresan a EEUU se logra llenar las arcas públicas esencial para bajar impuestos. Recortar el gasto público con masivos despidos en la administración federal, programas sociales y venta de inmuebles y tierras. En síntesis, la postura de Miran marca de manera directa la imposición de nuevas reglas en la economía mundial donde EEUU domina la situación sobre el resto del planeta.

Todos pagan a Washington para poder venderles sus productos y contar con su apoyo tanto comercial y militar. Un plan insólito y muy arriesgado que deja la puerta abierta para que del lado de enfrente los considerados “aliados” busque nuevas alternativas para contrarrestar el golpe y porque no un entendimiento con la otra potencia hegemónica: China.

Una oportunidad para el Dragón

Dentro de los aranceles masivos el continente asiático fue el más golpeado. Sorprende que el área de influencia de China, donde EEUU impuso su presencia desde lo comercial y militar para contener la supremacía de Pekín, es donde se impusieron los peores aranceles. Dos países, que han resistidos las garras del Dragón, como Vietnam y Corea del Sur recibieron gravámenes del 46% y el 25% respectivamente. Los países bajo la influencia de China que son el caso de Camboya, Laos y Myanmar, les tocó el 49%, 48%, y 44%. En el caso de Japón fue del 24%.

El escenario no puede ser más propicio para China. Sumado a las «líneas rojas» impuestas por Pekín al gigante del norte, China ya empieza a tejer alianzas impensadas hasta hace poco tiempo. La deriva irracional estadounidense es una oportunidad única para el gigante asiático de ocupar ese espacio de poder y acoplarlo a sus intereses.

La embestida de Trump choca con el hábil y meticuloso Xi Jinping, con una experiencia sólida de liderazgo bajo sus hombros de doce años frente a la segunda economía mundial. China se muestra como el garante mundial del libre comercio ante el proteccionismo estadounidense.

Rápido de reflejos, Xi activo negociaciones con Seúl y Tokio, luego de cinco años, con el objetivo de impulsar el comercio regional entre las tres grandes potencias económicas asiáticas. También, Xi logró una mejora sustancial en las relaciones con la India con la promesa de mayor intercambio comercial entre ambos países.

Además, Xi iniciará una gira en abril por Vietnam, Malasia y Camboya. El líder chino buscará sacar redito de la situación del consecuente malestar regional. Vietnam que es un caso testigo de inversiones estadounidenses que antes se destinaban a China, queda a la merced de los brazos de Pekín.

China deberá accionar con propuestas y posturas confiables un acercamiento a Europa, que desconfía por su competencia desleal y fundamentalmente por su cercanía con Vladimir Putin en la guerra de Ucrania. Se sabe que el pragmatismo y la conveniencia es una virtud de Xi.

Sin embargo, el ataque con aranceles golpea a China en un momento en que su economía sufre una desaceleración con cierto malestar en la clase media por la crisis inmobiliaria que hizo estragos en sus ahorros, un mercado bursátil volátil, desempleo juvenil y una alarmante deuda de los gobiernos locales.

Estados Unidos puso patas para arriba el orden geoeconómico establecido tras la Segunda Guerra Mundial. China deberá mover sus cartas en todos los sentidos con inteligencia y decisión. Puntualmente ser confiable de los que desconfían del Dragón. La declive estadounidense debe ser aprovechada al máximo por Pekín con nuevas alianzas que ya está tejiendo y la que puede tejer como con la UE.

La paciencia es una característica de China y como dice un proverbio chino: “El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora”.