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Estudiantes de secundaria en Argentina. Foto: UNICEF

La educación es un eje central de todas las propuestas partidarias. Antes de cada elección, los candidatos dicen que la educación es un tema estratégico y una deuda pendiente. Y, sin embargo, una vez que termina la campaña, las políticas educativas quedan en segundo plano. Más allá de los discursos proselitistas, ¿existe un problema educativo en Argentina? Y si es así, ¿dónde están las principales falencias?

Hay un lado positivo: la tasa de escolarización es elevada en Argentina. A nivel primario alcanza casi el 100% y en la secundaria, cerca del 90%. Existen, no obstante, asimetrías importantes entre las distintas regiones del país. Las provincias del norte son las más rezagadas. Santiago del Estero es un ejemplo de esto con una tasa de escolarización del 76%, lo que contrasta con la tasa del 94% de la Ciudad de Buenos Aires

La situación es menos auspiciosa cuando se analiza la tasa de graduación a nivel secundario. Aunque más del 96% de los alumnos terminan la primaria, y ese es un excelente indicador, la tasa en la secundaria es del solo 50,8%, según los datos del anuario estadístico educativo de 2018. Y solo el 26,1% de los estudiantes terminan la secundaria sin repetir ningún año. Pero hay una lectura aún más alarmante: la tasa de terminalidad en las secundarias privadas es más del doble que en las estatales. ¿El sistema de educación refuerza la desigualdad?

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Tasa de egreso por nivel educativo, según división político-territorial. Año 2017. Fuente: Anuario Estadístico Educativo 2018

De los 13 millones de alumnos que estudiaban en 2018 en el sistema educativo argentino, un 72% asistía a escuelas públicas y un 28%, a privadas. Los datos muestran una tendencia hacia el aumento en la matriculación de las privadas, en detrimento de las públicas: la relación era de 74% a 26% en 2011.

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Sistema educativo: educación común, educación especial y educación de jóvenes y adultos. Fuente: MECCyT
Las causas del abandono

Hay distintos factores que explican el abandono de los estudiantes en la secundaria. Influye el tipo de sistema educativo, pero también la contención social y familiar de los alumnos y los incentivos económicos.

Argentina es un país subdesarrollado con un 35% de pobreza. En estas condiciones, la decisión de un padre de enviar a su hijo a la escuela está directamente influenciada por los ingresos familiares. El trabajo infantil es, en muchos casos, una salida para las familias en situación de vulnerabilidad o pobreza. La escuela se convierte así en un costo que prefieren evitar. Por eso las transferencias condicionadas, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), tienen un efecto positivo en la trayectoria académica de los alumnos. Unicef destaca en un estudio publicado en 2017 que la AUH no logra atraer a los niños y niñas más vulnerables, que están excluidos del sistema educativo, pero sí mejora la tasa de asistencia de varones entre 15 y 17 años y las posibilidades de que estos se gradúen en los plazos teóricos de finalización de la secundaria.

Los economistas Gerarld Murnane y Alejandro Ganimain identificaron cuatro medidas para enfrentar los desafíos de la educación de los países subdesarrollados. Las plasmaron en 2014 en la publicación Mejorar los resultados económicos en los países en vías de desarrollo: lecciones de evaluaciones de impacto rigurosasEn primer lugar, consideran clave reducir el costo de oportunidad de ir a la escuela y promover alternativas a la escuela pública tradicional. Esto incrementa la tasa de asistencia y mejora el aprendizaje, sostienen los académicos. La segunda recomendación es informar sobre la calidad educativa de cada escuela y el beneficio económico de la escolarización, lo que tiene un efecto tanto sobre el comportamiento de los padres como en el desempeño de los niños y adolescentes. En tercer lugar, advierten de que un mayor gasto en educación solo mejoran el desempeño de los estudiantes cuando va acompañado de cambios en la experiencia cotidiana dentro de la escuela. Más dinero es una condición necesaria, pero no suficiente. Por último, un buen diseño de incentivos para los docentes tiene un efecto directo en el esfuerzo dedicado a la enseñanza y, por lo tanto, en el aprendizaje de los alumnos.

La calidad educativa 

La calidad educativa no es una deuda exclusiva de Argentina, sino de toda América Latina. En las pruebas PISA de 2018, un número muy elevado de de alumnos latinoamericanos estuvo por debajo del nivel 2, que es considerado el límite inferior de competencias básicas para cada área evaluada. El 51% no alcanzó ese umbral en lectura, lo que significa que más de la mitad de los estudiantes no es capaz de comprender la idea central de un texto o de relacionar la información proveniente de distintas fuentes. Es casi el doble que el nivel registrado en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Los resultados en Argentina en las pruebas de 2018 fueron peores que el promedio de la región. El 52,1% de los estudiantes no alcanzaron el nivel dos en lectura, el 69% en matemáticas y 53% en ciencia.

Los dos grandes desafíos que tiene Argentina en materia educativa son, por lo tanto, incrementar la tasa de graduación en la educación secundaria y mejorar la calidad educativa en todos los niveles. Dos objetivos que están enlazados y son una herramienta fundamental para combatir la desigualdad y ampliar el acceso al mercado laboral, pero también para encarar un proceso de desarrollo en el mundo actual.

El capitalismo global ingresó en las últimas décadas en una fase del proceso de desarrollo donde el capital humano es cada vez más importante. Los sectores más dinámicos de la economía son los intensivos en conocimiento y las empleos mejor remunerados están y estarán en actividades que demandan capital humano. Por eso, la educación es una palanca estratégica para el desarrollo. Los malos resultados del país en las pruebas estandarizadas —más allá de cualquier discusión sobre la metodología empleada— pone en evidencia que la política educativa debería subir en la prioridad política, no solo en tiempos de campaña.