
A partir del último Informe de Coyuntura del Observatorio PyME (segundo trimestre de 2025), el panorama que emerge del entramado pyme industrial es inquietante: un estancamiento persistente de la producción, un deterioro acelerado de la confianza, la rentabilidad erosionada y un mercado interno cada vez más hostil frente a la competencia externa. El inminente cierre de la Secretaria Pyme evidencia la falta de comprensión de la relevancia del sector y del rol del Estado como promotor de las mismas, algo que ocurre prioritariamente en todos los países desarrollados.
Lo que evidencia el informe del Observatorio
Producción y confianza: señales rojas encendidas
El PMI manufacturero PyME se ubicó en 45 puntos, claramente por debajo del umbral de 50 que separa expansión de contracción, y marca ya tres trimestres de recesión sostenida. El 70 % de las firmas reporta estabilidad o caída en la producción, con una caída promedio interanual del 1,3 % y una retracción del 2 % sin estacionalidad. La debilidad en la demanda interna es la principal preocupación para el 68 % de las PyMEs, mientras que el indicador ICE‑PyME —termómetro de la confianza empresarial— continúa su declive. Estos indicadores avanzan como alertas sobre la necesidad de retomar la iniciativa del crecimiento real.
Costos, precios y rentabilidad: un triángulo asfixiante
Las ventas crecieron un 27 % interanual nominal, pero los costos subieron un 33 %. Solo el 35 % de las PyMEs logró trasladar al precio estas alzas, en contraste con el 74 % que vio subir sus costos—un desequilibrio que empuja hacia estrategias defensivas. El 67 % opta por reducir costos (incluyendo recortes de personal y mayor uso de insumos importados), mientras apenas el 40 % apuesta por inversión o innovación. El círculo vicioso parece consolidado si no se invierte en un cambio estructural.
Presión importadora desatada y empleo en caída libre
El 45 % de las PyMEs percibe amenaza importadora y el 33 % ya perdió participación de mercado frente a productos importados: niveles máximos en la serie histórica. China se destaca como el origen de la competencia principalmente percibida (73 %). Todos los sectores clave —textil, metalmecánica, muebles— están en la línea de fuego. En paralelo, el empleo cayó un 4,7 % interanual. Sectores intensivos en mano de obra como textil redujeron personal en hasta el 40 % de las empresas relevadas. En esa situación, dignificar el trabajo pyme y reactivar el empleo dependen de que los mercados internos y externos sean recuperados con firmeza.
Un enfoque desarrollista para no dejar a las PyMEs en la defensiva
Visión Desarrollista ha subrayado desde hace tiempo que la fortaleza del entramado PyME radica en su cohesión estratégica, no en medidas aisladas. Ya en 2020 destacábamos cómo las PyMEs generan cerca del 90 % del empleo privado y aportan casi el 50 % del PBI, pero sufren por las políticas fragmentadas y de corto plazo. Es urgente poner en pie una visión de largo plazo, coherente con los desafíos actuales.
Para aquellos que señalan que las Pymes no son competitivas y por eso estan condenadas a desaparecer, les advertimos que el gran problema de las Pymes es la desigualdad con la que compiten con los bienes importados, en gran parte por una presión tributaria excesiva (Ingresos Brutos, tasas municipales), costo laboral irrisorio y costos logísticos que hacen imposible cualquier digna «libre» competencia. El país necesita empujar políticas que reduzcan los costos implícitos de producir y exportar desde el interior —infraestructura, energía, logística— y restablezcan capacidad productiva.
Algunas ideas claves:
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“Nivelar la cancha” frente a importaciones desleales, con mecanismos de defensa efectivos, regulaciones y control de calidad, sin caer en proteccionismo acrítico, sino promoviendo competitividad genuina.
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Incentivar inversión productiva e innovación tecnológica, priorizando el financiamiento dirigido, incentivos fiscales, asistencia técnica y redes de innovación territorial. Rol del Estado con políticas públicas no necesariamente impliquen subsidios.
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Reforma laboral inteligente, que preserve derechos pero simplifique y modernice convenios para adaptarlos a realidades sectoriales y productivas, fomentando el empleo registrado y la capacitación continua.
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Integrar la política productiva con el desarrollo territorial, promoviendo el surgimiento de nuevas PyMEs y diversificando la base productiva nacional.
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Construir un tipo de cambio real que considere la productividad doméstica, alineando los precios relativos con la competitividad real del entramado industrial local.
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Aprovechar la coyuntura internacional, como la reconfiguración de cadenas globales o el nearshoring, para articular sectores (automotriz, agroindustria, tecnología) que puedan aportar escalas productivas y encadenamientos regionales.
El abandono del gobierno libertario a las Pymes
La reciente disolución de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa, Emprendedores y Economía del Conocimiento no es un dato menor: simboliza el abandono del sector por parte del Estado. Organismos como CAME alertaron que esta área promovía capacitaciones, programas de financiamiento y puntos de contacto locales clave para sostener la competitividad y el empleo registrado. Expertos empresarios, como Daniel Rosato, remarcaron que la secretaría fue disminuyendo hasta quedar «sin sentido», ante la anulación gradual de subsidios, programas y herramientas financieras Desde la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME) se describió la medida como “una política anti‑PyME”, ya que derogó leyes clave como la de Promoción PyME, Comprá PyME, la de Góndolas, y el apoyo a emprendedores jóvenes. Este gesto va más allá de un ajuste burocrático: representa una retirada institucional que deja al sector privado sin interlocutores ni puentes de diálogo con el Estado, empeorando un contexto de cierre masivo de empresas y desempleo creciente.
Mientras Argentina desmantela áreas clave de apoyo, numerosos países como Italia, Brasil, Estados Unidos o Uruguay entre tantos, sostienen y refuerzan políticas específicas para sus PyMEs como parte central de su estrategia de desarrollo. En todos los casos, el Estado no solo actúa como financiador, sino como articulador de redes, mercados y capacidades, asumiendo que la competitividad de las PyMEs es un pilar de la competitividad nacional.
Se hace evidente para todos que no podemos darnos el lujo de repetir los industricidios de los anteriores gobiernos liberales: solo hay futuro con una nación industrial con PyMEs que protagonicen el desarrollo. Hoy, las señales rojas llaman a recuperar el debate sobre una política industrial sólida, inclusiva y moderna con las exigencias de competitivas que corresponda, pero con igualdad de condiciones para competir. El desarrollismo aporta las herramientas conceptuales; falta que la voluntad política y social marque el camino antes que sea demasiado tarde.