Guelar
El exembajador argentino en China Diego Guelar en la charla virtual de la Usina Desarrollista

Argentina está en cuarentena, aislada de los países vecinos y rumbo al default, resume Diego Guelar. «Con estos tres círculos estamos perfectamente bloqueados, el resultado va a ser calamitoso», dice el exembajador argentino en China en  la charla El mundo después del COVID-19, organizada por la Usina Desarrollista y transmitida a través de la plataforma Zoom. A nivel global, subraya, todos los pronósticos conciden: 2020 va a ser un año económicamente muy duro, pero la recuperación llegará en 2021. «No creo que vayamos a ser mejores ni peores; no va a caer el capitalismo ni EEUU y China no va a dejar de existir», ironiza sobre algunos debates a cerca del futuro de la política mundial.

Antes la pandemia el mundo vivía una «rivalidad negociadora» entre China y EEUU, describe Guelar, que también fue embajador en Washington, en la Unión Europea y en Brasil. En la cumbre del G20 en Buenos Aires, en 2018, había comenzado la negociación de una tregua y que continuó en la cumbre de Osaka (Japón) en 2019. En enero de 2020 las dos superpotencias habían llegado a un acuerdo en materia agrícola y comercial, pero el COVID-19 dejó todo en el aire. Esa disputa es la clave para entender el mundo del futuro, según Guelar, y la pandemia del nuevo coronavirus no altera esto «en los más mínimo».

El tablero global es una pirámide trunca, explica el exembajador. Dos superpotencias en la cima, una hegemónica y otra en ascenso. En un segundo nivel, expotencias o potencias menores como Rusia, Japón, Alemania y Reino Unido. En el tercer piso, están las grandes economías emergentes como Brasil, México, Indonesia, Turquía y algunos países pequeños pero de peso como Israel y Singapur. Después, está «la perrada». En este último peldaño está Argentina. Y la crisis empeora las perspectivas del país. Para salir, dice Guelar, lo primero es asumir el lugar que ocupa el país el el mundo. Lo segundo, «la voluntad nacional» de cambiarlo. «Argentina está en condiciones de no viabilidad», sentencia.

La charla El mundo después del COVID-19 es la segunda del ciclo de videoconferencias que organiza en 2020 la Usina Desarrollista, un proyecto impulsado por Visión Desarrollista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Fundación Frondizi y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER).

La reacción de Occidente

El populismo y los nacionalismos ya venían ganando terreno en el mundo, advierte el exembajador. Un escenario que no se veía desde las décadas de 1920 y 1930, cuando nacieron el fascismo y el nazismo en Europa, destaca. «America first, Brasil first, India firstArgentina first, las fronteras como alternativa a la globalización”, dice y subraya que el COVID-19 da alas a estas posturas. La tentación de volver a un mundo con fronteras duras crece ante el avance de la pandemia. Guelar está en la posición exactamente contraria. Cree que hay que fortalecer los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), para que tenga mayor poder de contralor y presupuesto. «Queda claro que no importa si un virus empieza en África, en un murciélaco de China o en un choripán en la ruta en Argentina. Tiene un efecto global y necesitamos una OMS muy firme», concluye.

Guelar propone un juego: recordar qué noticias pasaban los noticieros a mediados de febrero. Con un ritmo febril, los obreros chinos construían dos hospitales en 10 días. Qué raros son estos chinos, pensábamos. Nadie se preocupaba por esa enfermedad extraña y lejana. La respuesta de Donald Trump fue, en ese sentido, muy representativa de Occidente, dice Guelar. El presidente de EEUU minimizó el riesgo, como también lo hizo el ministro de Salud de Argentina, Ginés González García. ¿Cuándo nos dimos cuenta de que era peligroso? En febrero, cuando puso en jaque el sistema de salud de Italia. La imagen de los hospitales italianos colapsados impactó fuerte en Argentina, que implementó rápido medidas de confinamiento. Italia es un país que los argentinos sienten cercano. No pasó lo mismo con los anglosajones. EEUU y Reino Unido no se tomaron en serio la crisis italiana, dice Guelar, y se demoraron en reaccionar. Hoy presentan dos de los brotes más graves del mundo.

El exembajador elogia la reacción de Argentina. Considera que la cuarentena de 50 días fue eficaz, como una tregua que sirvió para preparar al país para la batalla. Cree, sin embargo, que la medida ya es suficiente y debería comenzar el relajamiento.

Un efecto inevitable de la pandemia, opina, es el recrudecimiento del sentimiento antichino en Occidente. Y señala que China va a pagar un precio alto en términos diplomáticos por su falta de transparencia. Guelar descarta de plano la teoría de que el virus sea un producto de laboratorio y destaca que la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) de EEUU publicó un reporte que afirma que el virus es una mutación natural. Esto, sin embargo, no impide que las versiones conspirativas se difundan. 

Por más que el prestigio del régimen chino se resienta, la recuperación del comercio va a ser la clave de las relaciones internacionales en el futuro. «China es el socio comercial más importante de 130 países del mundo. Esos países van a querer venderle, aunque consuman todo tipo de conspiraciones», concluye.

La crisis del Mercosur

La posición de Argentina sobre las negociaciones de acuerdos de librecomercio entre el Mercosur y otros bloques económico generó polémica en el debate público. Inicialmente, Jorge Neme, el secretario de Relaciones Exteriores, anunció en una reunión de equipos técnicos que el país se iba a retirar de estas tratativas. Luego aclaró que Argentina no abandonaba la mesa de negociaciones ni pensaba dejar el Mercosur. Estos mensajes contradictorios, a los ojos de Guelar, dañaron aún más el prestigio internacional de Argentina. «Somos lo contrario de la credibilidad», critica y contrapone los ejemplos países vecinos, como Bolivia y Paraguay, que se financian a tasas inferiores al 5% anual.

En el origen del Mercosur, señala Guelar, se planteó un modelo de «regionalismo abierto». Es decir, una unión aduanera que serviría como plataforma para integrar a los países de la región al mundo, no para aislarlos. La primera etapa, entre 1991 y 1995, fue la más dinámica del bloque por la reducción del arancel externo común. El 1 de enero de 1995 debería haberse implementado la unión aduanera, pero esto no ocurrió nunca, critica el exembajador. Y desde entonces, el bloque está en retroceso. Entre la agenda de temas en los que podría haberse avanzado, Guelar destaca la unificación de aduanas entre los países miembros o la implementación de agencias supranacionales en materia sanitaria, hídrica y energética. «Somos los mayores productores de alimentos del mundo y tenemos la mayor reserva de agua dulce», menciona para enfatizar el peso político que podrían tener instituciones de este tipo. «En 30 años no lo hicimos», se lamenta.

El potencial argentino

Argentina es un país poco atractivo para la inversión como consecuencia de la falta de credibilidad, opina Guelar. Pero existen oportunidades. El sector porcino es uno de ellos, señala. Y más si se tiene en cuenta que China es el país que más invirtió en Argentina en los últimos años. La fiebre porcina provocó un déficit en el abastecimiento de carne en el país asiático y lo obligó a cambiar la estrategia. Si antes apostaba por el autoabastecimiento, ahora lo hace por la compra en el exterior. «Si tuviéramos algo de racionalidad, en los próximos 10 o 15 años debería haber más cerdos que vacas en Argentina», señala. 

Los sectores más dinámicos de la economía Argentina son los que están vinculados con el mercado mundial. Guelar destaca que en la década de 1970, la Unión Europea cerró la frontera a la importación de granos y carne, con la excepción de la soja, que podía importarse sin pagar aranceles. Esta decisión generó el mayor complejo exportador argentino, apunta.

La producción agropecuaria argentina es un motor fundamental del crecimiento, para Guelar, al igual que las economías regionales. Como embajador en China trabajó para en la elaboración de protocolos para la exportación de arándanos, cerezas y arvejas a la República Popular. Un sector que puede parecer menor, admite, pero que tiene potencial para generar un flujo considerable de divisas. Chile, por ejemplo, exportó cerezas por 1.100 millones de dólares en 2019. 

Guelar considera que la salida de la crisis argentina se debe basar en la unidad nacional. Frondizi fue un gran presidente, el más preparado intelectualmente y con el mejor equipo de gobierno, destaca Guelar, pero cree que también forma parte de la historia del fracaso del país. Su obra no se continuó, la sociedad se volvió a dividir y los últimos 60 años son la prueba de que el talento y los logros de Frondizi no fueron suficiente. Argentina es un país generoso en éxitos aislados y talentos individuales. Ha generado grandes íconos mundiales, como el Che Guevara y Eva Perón, pero nunca logró consolidar un proyecto de país estable. Y todo se resume, dice, en el debate entre Alberdi y Sarmiento, entre 1852 y 1853.

Domingo Faustino Sarmiento tenía una fuerza tremenda, era como un fuego, cuenta Guelar, y quería matar a todos los caudillos. Los veía como un obstáculo para el progreso, un ancla del atraso. Alberdi, postulaba lo contrario. Donde Sarmiento decía «civilización o barbarie», Alberdi replicaba «civilización y barbare». Porque el país debía construirse con todos ellos. Guelar ve una semejanza con la actualidad. «No podemos inventar sindicalistas que no existen, ni dirigentes empresariales que no existen, ni gobernadores que no existen», subraya. Y destaca, aunque admite que es polémico, las figuras de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Eduardo Duhalde: «Ellos no especularon con la grieta. Los K la retomaron, pero no la inventaron». Mauricio Macri no pudo o no quizo plantear la unidad nacional. ¿Y Alberto Fernández? Tiene, como todos, la oportunidad de hacerlo.

La larga decadencia argentina no es inevitable, matiza Guelar. Alcanza con mirar a China, que vivió un siglo de fracasos y en cuatro décadas se convirtió en la segunda potencia mundial. «Hace 20 años, China era más pobre que nosotros. Nuestro país puede cambiar en serio en 10 años con cosas muy sencillas», plantea.


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