El viernes 11 de noviembre de 2022, FTX, uno de los tres Exchanges (intermediario de compra y venta) más relevantes a nivel mundial se declaró en bancarrota pues no tenía capacidad de responder a los retiros (ventas de su token FTT) por parte de sus clientes. El pánico fue tal que todo el mercado cripto sufrió una fenomenal destrucción de riqueza. Teniendo en cuenta el Market Cap de todas las criptomonedas, el total de activos pasó de USD 1.000.000M. a USD 750.000M. El bitcoin, por su parte, tocó valores mínimos (USD 16.000), no vistos en los últimos 24 meses. Es por el momento el punto más bajo de la tendencia negativa en que naufragan las criptomonedas desde que, en la sombra de una posible recesión en Estados Unidos, grandes capitales saltan a buscar refugio en activos más estables. De esta manera el sistema no sólo no se retroalimenta sino que va perdiendo activos y aumenta la crisis de confianza que empeora aún más la situación. Si bien es cierto que el ecosistema cripto no ha claudicado, la crisis ha evidenciado su fragilidad y dependencia de las finanzas centralizadas que proclaman contrastar.
“El aumento de las tasas de interés ( de Estados Unidos) se llevó puesto a las criptos, eso ya está, me hizo acordar a los tulipanes en Holanda. Era un invento, una especie a la cual se le daba un valor convencional y se empieza a especular con eso, para inversores sin información. Los principales mercados ( de criptomonedas) no supieron cómo proteger el valor. Yo creo que eso terminó y creo que no se va a reponer” analiza el economista Roberto Frenkel en diálogo con su colega Federico Poli. Ambos forman parte de quienes creen el boom y caída del precio de las criptomonedas, un producto que no tiene valor intrínseco, tiene todas las características de una tulipomanía.
También llamada la «crisis de los tulipanes«, la tulipomania fue un fenómeno económico y social que se produjo en los Países Bajos en la primera mitad del siglo XVII. Para muchos la peor burbuja de todos los tiempos, implicó una fiebre de especulación en torno al precio de los bulbos de tulipán que tras inflarse sin fundamento productivo de manera exponencial cayeron luego abruptamente. Al igual que ahora con las criptomonedas, una gran cantidad de gente ajena a este tipo de inversiones, y desconocedora en gran medida de la producción, cultivo y comercialización de esta planta ornamental, invirtió contagiada por la idea de ganancias extraordinarias y rápidas y terminó colapsando, perdiendo así muchos ingenuos inversores los ahorros de toda su vida. Los tulipanes nunca volvieron a tener esos precios especulativos sino simplemente los que corresponden a su demanda como planta. ¿Las criptomonedas volverán a tener esos índices expansivos que las hizo tan atractivas? ¿o tendrán a lo sumo algún valor, mucho menor al del pasado, sustentado en utilidades concretas?
Una crisis especulativa en el auge de los Países Bajos
Las Provincias Unidas de los Países Bajos, o República de los Siete Países Bajos Unidos, fue un Estado formado por las siete provincias del norte de los Países Bajos (Frisia, Groninga, Güeldres, Holanda, Overijssel, Utrecht y Zelanda). Tras su independencia de facto de España, durante la primera mitad del siglo XVII y en el contexto de la Guerra de los Ochenta años que estaba devastando el continente, entró en un siglo de oro económico y cultural. Mientras luchaban contra los Habsburgo católicos, también comenzaron a realizar exploraciones de larga distancia por mar.
Así pronto los holandeses tuvieron una de las mayores flotas mercantes de Europa, con más barcos mercantes que todas las demás naciones juntas, y poseían una posición dominante en el comercio marítimo del Báltico. Se establecieron colonias y puestos mercantiles (Indias Orientales Holandesas) alrededor del mundo. Fundaron colonias en Norteamérica, India e Indonesia No tenían entonces monarquía, sino que eran provincias autónomas gobernadas por consejos de ciudadanos y alta burguesía. En las Provincias Unidas de los Países Bajos contaba el supremo interés de los comerciantes.
Consecuentemente los comerciantes holandeses eran ricos y sus clases sociales, incluso las más bajas, tenían mejor nivel de vida que el resto de Europa por la misma dinámica de una economía en auge. Este factor será clave para la creación de la primera burbuja especulativa de la historia porque serían las clases medias y bajas las que la sustentarían. Lo mismo ocurriría con las criptomonedas en el mundo globalizado del siglo XXI, sustentada por la masividad de clases medias y bajas con poder de ahorro.
Lo particular de los tulipanes
El tulipán no es originario de Holanda, sino que es una exótica planta de Asia Central. Desde Kazajistán sus bulbos fueron llevados primero a Turquía y recién en el siglo XVI llegaron a Europa, a la corte austrohúngara, y desde allí a los Países Bajos cuando el reputado botánico Carolus Clusius cultivó en el jardín de la Universidad de Leiden los primeras especímenes. Pronto su belleza y variedad fue anheladas por todos los jardines holandeses un factor para nada menor dado que los neerlandeses vivían bajo una extrema forma de calvinismo que desaprobaba socialmente la ostentación de riqueza. Lo único que les estaba permitido era exhibirla para glorificar a Dios. Las flores y los jardines cobraban enorme relevancia en aquella sociedad porque no había prurito moral ni religioso contra ellos en su real, o supuesto, propósito de glorificación divina. Con eso bastaría hasta que se deportó en torno a ellos la posibilidad de montar un fenómeno especulativo que impregnó a todas las capas sociales neerlandesas.
Para ser precisos, no eran tulipanes lo que se comercializaba en aquel entonces sino sus bulbos que tenían la particularidad clave de ser mucho más duraderos que las efímeras flores. Se comercializaba al bulbo en base a la potencialidad de las requeridas flores que iba a producir meses más tarde. Un bulbo es como un órgano de almacenamiento que permite a la planta sobrevivir a periodos de sequía o invierno largo y frio. Con las condiciones exactas de calor y humedad el bulbo comienza a germinar y en un corto tiempo una surgirá una planta con una bellísima flor. Por su naturaleza, el bulbo es ideal para comerciar pues puede sobrevivir sin tierra durante muchos meses. También son fáciles de transportar y manipular.
El bulbo fuera de su etapa de germinación era guardado o comerciado, pero tenía riesgos como los roedores y enfermedades productos de diversos virus. Un virus, recordemos, no vive por sí mismo, sino que necesita un huésped desde donde se multiplica. Reprograman las células de la planta reforzando algunos genes y desactivan otros difundiéndose y contagian siendo al final letales para una porción de los huéspedes.
Fueron precisamente estos virus los que revolucionaron el mercado de tulipanes produciendo las flores más asombrosas vistas hasta entonces pues algunos virus alternaban la pigmentación generando flores resplandecientes con rayas y bordes rizados. La aparición de estas variedades exóticas comenzó a llamar aún más la atención de comerciantes incluso ajenos a la jardinería. Los ejemplares más valiosos eran los bulbos que tenían el virus pero al mismo tiempo su apariencia exterior no decía nada sobre cómo será las flores que tendrá. La tierra arenosa de los Países Bajos era otro factor que contribuía a la variedad de colores y diseños. Pero aún así, cada bulbo guardaba su secreto.
Para resolver este problema, y ganarse la confianza de los compradores, se hacían catálogos comerciales de los tulipanes pintados por artistas desde los cuales se elegían los bulbos que supuestamente iban a dar esas flores únicas. El bulbo que se promocionaba como portador de la planta más singular era el más valioso. Para 1637 los bulbos más raros, según los catálogos, se pagaban 100 florines lo que equivalían a cuatro cerdos gordos. Obviamente para conseguir diseños extravagantes se les hacía de todo a los bulbos incluso almacenarlos en vino tinto o en diversos y extravagantes mejunjes. Ni siquiera hoy en el siglo de la genética se puede predecir bien que pasará con los cruces de tulipanes. Se necesitan años para que una nueva variedad florezca por primera vez.
Cada transacción por lo tanto era un juego a ciegas, otro ingrediente particular de la especulación que se iba a generar. En el fondo esta sería una cuestión de poca relevancia porque el negocio tampoco sería germinar el bulbo sino revenderlo más caro. La enfermedad estaba instalada.
Hoy, en pleno auge del consumismo, esos rigores morales no existen salvo en las sociedades más ortodoxas. El instrumento no necesitaba enmascarase en bellas flores con halo de religión, sino explícitamente que son monedas, aunque en la versión acorde a los tiempos, en formato intangible y digital, criptomonedas.
La Fiebre
Las transacciones se organizaban en tabernas. Primero se pesaba cada bulbo. Luego el vendedor escribía el precio en una pizarra que entregaba al trader/administrador, para entonces los compradores ponían sus ofertas. El administrador fijaba un precio promedio entre ambas y él que se animaba lo compraba a ese precio.
La gente compraba porque sabía que algún conocido había comprado bulbos que pronto se habían apreciado enormemente. Muchos incluso nunca habían visto los tulipanes en floración en su vida. Muy pocos sabían de tulipanes al igual que muy pocos de los que invirtieron en criptomonedas saben o entiende de tecnología blockchain. Les bastaba el dato de que cada vez más gente compraba, que la demanda estaba en alza y los precios también. Era plata fácil y ellos no podían quedarse afuera del negocio. Al poco tiempo, con la tendencia firme, ellos mismos veían sus primeras ganancias por lo que volvían a reinvertir ya sin los pruritos iniciales. Otros conocidos que se habían mantenido escépticos se sumaban el negocio. Y entonces ya un bulbo promocionado como extraordinario podía valer igual al precio de una casa. La burbuja se iba agrandando cada vez más. Se entiende porqué se lo ha diagnosticado al fenómeno como una enfermedad (psicológica, social).
Mercados futuros y como comerciar sin nada
Los bulbos se plantan en otoño para florecer en primavera. No necesariamente debe ser en un jardín porque pueden florecer en una maceta en buenas condiciones de frio /calor. Una vez florecidos, los tulipanes duran una semana, o dos como mucho, y los nuevos bulbos pueden desenterrarse y comerciarse cómo articulo físico por meses. Antes del invierno deben volver a tierra para reiniciar el proceso o morirán.
Esto era un problema porque solo podían comerciarlos durante poco tiempo en el año ya que los bulbo en invierno estaban germinándose bajo tierra. Para resolverlo los comerciantes inventaron un mecanismo que haría historia: comerciar con la (presunta) posesión del bulbo futuros. Fue el comienzo de una nueva era: hoy se podían vender productos que no existan aún, pero sobre cuya demanda había una presunción firme.
No se compraban bulbos presentes sino el derecho a adquirir bulbos por un precio establecido en un tiempo futuro. Inventaron así el comercio virtual sin mercadería real. Títulos de compromisos a futuros certificaban los acuerdos. Incluso se agregaban pinturas de las flores del bulbo en los contratos para hacerlo más visual. La planta real estaba aún invernando en el suelo de algún gélido campo holandés.
El acceso a este mercado virtual era barato, simple y con altos beneficios. Hasta los pobres hipotecaban todo y daban eso como anticipo. Y como los bulbos estaban en la tierra le compraban un pagaré al dueño del futuro tulipán.
Hasta octubre eran precios a futuro: el comprador del contrato corría el riesgo a la baja y también al alza. Mientras que los precios de los bulbos físicos no variaron mucho, los precios de los mercados de futuro se desviaron especularmente del valor del precio al contado. El comercio de los contratos en papel se separó de los productos físicos los bulbos reales. Si a esta altura del relato, al lector se le pasó por la cabeza la crisis de las hipotecas subprime del 2007/8 no es ninguna casualidad, sólo que esta tiene otros componentes menos ingenuos que los que animaron a los especuladores holandeses de la primera mitad del siglo XVII.
Ya claramente el negocio no era cultivar las plantas. Esto demuestra lo improductivo y alejado a cualquier valor intrínseco que tenía el sistema, lección de la que no se ha tomado, popularmente hablando, nota cabal hasta el día de hoy.
De hecho, hablando de economía “real”, cultivar las inocentes flores era un peligro porque la forma en que las transacciones funcionaban requería luego que las hojas de papel (títulos, digamos) que se usaban para reclamar la propiedad de la flor tenían un plazo determinado de vigencia: todo tenía que estar decidido cuando la planta se desenterrara de la tierra, y en ese momento había que poner mucho dinero para pagarla. Era mucho mejor comprarla y venderla pronto a un mejor precio y que el dinero lo pusiera otra persona y así se fue haciendo cada vez más acelerada la dinámica del comercio, en el que el componente especulativo es esencial, pero con límites también concretos.
Por ejemplo, un tejedor hipotecaba su telar por 25 florines y gastaba 25 florines en mercado de tulipán a futuro en adelantos, en lugar de gastar 2,5 y guardarse el resto para cuando tenga que pagarlo en el futuro. Los preciso subían tanto que esto parecía innecesario. La idea era invertir en tantos adelantos por bulbos a futuro como pudieras y transferir tu responsabilidad de pago a otra persona antes que el bulbo se desenterrase.
En diciembre de 1636 y enero del 1637 los precios subieron en algunos casos con cifras astronómicas. Los de algunas variedades aumentaron mil por ciento en pocas semanas. La variedad más cara se llamaba Semper Augustus y valía 10.000 florines, el equivalente a un gran edificio en Ámsterdam. Lo gracioso y hasta tétrico es que es la flor más famosa de la historia nunca nació y nadie la vio. Solo queda una crónica de que su bulbo comercializó y la representación de los artistas que la catalogaron. Más un mito que una realidad, salvo que consideremos a la obra de arte la única verdad.
La crisis y el estallido
El problema comienza cuando los entusiastas inversores con compromisos a futuro no encuentran compradores dispuestos a pagar un precio más alto que el que habían pagado. En ese momento comienza el pánico por vender a salvar lo que se pueda y los precios se hunden. Es lo que define al proceso como una burbuja: un activo sube los precios rápidamente sin justificación en mejoras de productividad o de valor y luego caen arrastrando todo. Fue lo que pasó con la burbuja inmobiliaria de EEUU en 2007. La gente había comprado con dinero que no tenían y sus títulos a futuro tenían cada vez menos valor. Nadie les dijo que esas hipotecas (subprime) eran de alto riesgo, o sea en gran medida incobrables.
Ya a mediados de 1637, en una subasta de bulbos en Haarlem, se dio la inédita situación de que nadie pujó. Se bajaron los precios, pero tampoco nadie pujo. No había demanda. Los bulbos de tulipanes valían como lo que potencialmente eran: bellas flores que los calvinistas holandeses plantaban para adorar a Dios. Pronto se propago el pánico. En un día cayó abismalmente el precio.
La gente auto engañada se sumió en frustración. Muchos se fundieron. Lo que antes no quisieron ver se hacía evidente. Sabían desde el comienzo que era todo fantasioso pero los beneficios eran irresistibles y las ganancias reales. Nunca había pasado y eso les bastó para ignorar que un día estallaría la burbuja. El gobierno tuvo que intervenir y regular el comercio. Se declaró una cancelación de deudas para evitar una revolución popular. Se pagaron el 10%, el pago inicial real, cuando vencieron los contratos y algunos fueron declarados nulos. Siglos más tarde el gobiernos de Estados Unidos tuvo que rescatar a los más poderosos bancos y financieras cuando no pudieron pagar sus deudas. Habían dependido de activos tóxicos, las mencionadas hipotecas subprime, y sus derivados, durante el boom de los años anteriores. Los tulipanes de hace 15 años. Dejemos para otra ocasión el análisis de la conducta de la autoridad regulatoria.
La perdida de la hegemonía
El impacto de la crisis no fue gravitante en el próspero modelo comercial holandés que sigo siendo hegemónico. De hecho, en 1648, las Provincias Unidas concluyeron la Paz de Münster con España y su lograron independencia formal. Pero como agregado a este relato vale quizás contar que sucedió luego para que los Países Bajos pierdan su liderazgo comercial. Será unos años después de la crisis de los tulipanes cuando Gran Bretaña, celosa de su riqueza y necesitada de sus rutas comerciales empleará la mejor estrategia que el mundo ha desarrollado para contrarrestar al poder económico de sus rivales: el proteccionismo puertas adentro (prohibiendo, por ejemplo, la exportación de lana virgen que iba a ser procesada en los Países Bajos) y el librecambio para el resto del mundo, lo cual no se impondría sólo por la mayor eficiencia comercial, requería también la fuerza necesaria para liquidar o debilitar a sus rivales. De esto muchas otras otras lecciones históricas pueden inferirse en lo que Immanuel Wallerstein llamó con toda precisión “el moderno sistema mundial”.
En concreto, en 1651, el lord protector Cromwell decretó la Navigation Act mediante la cual en los puertos ingleses solo podían operar barcos ingleses y que el comercio con las colonias debía realizarse con barcos ingleses y marinos ingleses. Excluían así a los intermediarios (en su mayoría holandeses) y fomentaban la piratería contra ellos. Los holandeses respondieron a la creciente intimidación alistando un gran número de mercantes armados en su flota lo que, junto a otras fricciones, desencadenaría en el conflicto bélico. En total fueron cuatro guerras anglo neerlandesas que terminaron por transferir todo el poderío económico comercial de los triunfadores británicos.
La crisis de las Criptomonedas
La tulipomania es el ejemplo (histórico) modelo de las especulaciones financieras de cuando el precio de algo sube y sube, no debido a su valor intrínseco, sino porque las personas que lo compran esperan poder venderlo nuevamente con ganancias. Lo mismo aconteció con el fenómeno de las criptomonedas incluso con sus apologistas que explicaban el impacto de las mismas en la descentralización financiera. Terminarían afectadas frente a las crisis del mismo mercado que decían no tener que ver.
Lo cierto es que esta crisis no se puede despegar de la situación macroeconómica global. La inflación en EEUU fue récord, lo que obligó a la Reserva Federal a subir fuertemente las tasas de interés. Esto afectó negativamente los precios de los bonos y las acciones, especialmente las tecnológicas. Las criptomonedas, más allá de sus argumentos de descentralización financiera, no dejan de ser activos financieros, y también cayeron a la par de todo el mercado.
Hoy el mercado está pasando por un llamado «criptoinvierno», es decir, un período prolongado de bajos precios de las divisas digitales. Seguramente de acá a un tiempo vuelvan a subir su valor. Pero el verdadero desafío está en evitar que las criptomonedas no sean como aquellos tulipanes del siglo XVII. Es decir que tengan un valor real e intrínseco y no sean un mero elemento de especulación (ya se ha intentado esto con variadas versiones y argumentos, como juegos NFT pero ninguno a logrado prevalecer). De ser así podrán sobrevivir aunque seguramente no a los valores que tuvieron en su auge (los tulipanes, de hecho, lo lograron). De otro modo, seguirán invernando por un tiempo hasta que posiblemente haya una nueva ola, con algún argumento tecnológico nuevo, que de nuevo infle la burbuja para tener el mismo desenlace que tuvo ahora, o incluso peor. Y es que mientras exista un modelo económico que valora tanto el consumo y la riqueza, no su obtención y el trabajo que conlleva, habrá quienes, con no poco esfuerzo e inspirada virtud, podrán resistir al canto de sirena de una ganancia fácil y rápida, irracional y fundada en nuestra codicia. Al no generar valor en sí mismo, por mejoras de productividad, se tratan de posiciones de suma cero donde alguien, muchos, inevitablemente tienen que perder para que alguien, pocos, ganen. Los últimos en salir. Las criptomonedas como aquellos tulipanes de los jardines holandeses, son el instrumento idóneo para esta estafa auto infringida porque aquí y allá no hay victimas, solo gente responsable, que en su sed de ganancia fácil invierte sus ahorros en activos de los que, generalmente, poco entiende y conoce.
¿Valorás nuestro contenido?
Somos un medio de comunicación independiente y tu apoyo económico es fundamental para que que este proyecto sea sostenible y siga creciendo. Hacete socio y construyamos juntos Visión Desarrollista.
,Hacete socio
xx