
La economía argentina exhibe una fractura expuesta. Mientras en el plano financiero se logró una tregua volátil tras la crisis de septiembre —gracias al explícito respaldo de Estados Unidos y las intervenciones del Tesoro—, la economía real se hunde en uno de los peores retrocesos productivos de la última década. En sus informes económicos de coyuntura la consultora Sistémica ya advertía sobre el «desgaste» que el esquema de atraso cambiario, la apertura importadora (sin resolver el costo argentino) y las altas tasas estaba generando sobre el entramado industrial. Hoy, los datos de septiembre y octubre confirman que ese desgaste se ha convertido en un derrumbe. El riesgo de tener dos Argentinas.
El Mercado Interno, en Terapia Intensiva
El principal motor del desarrollo industrial, el mercado interno, está fundido. Según el último informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas pymes se desplomaron un 12,1% interanual en septiembre, acumulando diez meses consecutivos en rojo. La entidad describe un escenario donde «el mercado interno está roto» y la falta de poder adquisitivo es la principal barrera.
Esta percepción se alinea perfectamente con el diagnóstico de los informes de Sistémica, que ya advertía sobre el «claro deterioro de la economía productiva y el mercado de trabajo» y «la caída del consumo».
El último informe de Sistémica profundiza en la respuesta de las empresas a esta crisis, citando datos clave del Observatorio PyME:
- En el segundo trimestre de 2025, las pymes industriales acumularon nueve períodos consecutivos de caída del empleo.
- Esta reducción de costos es la estrategia dominante: una de cada cuatro compañías (25%) redujo personal.
-
El 67% de las pymes concentra su estrategia en recortar gastos (ya sea en nómina o en la compra de insumos), incluso a costa de endeudarse o resignar rentabilidad.
Este colapso del consumo y la actividad pyme se refleja con crudeza en los datos de recaudación de AFIP de septiembre. La recaudación total creció solo un 20,2% interanual, quedando muy por debajo de la inflación proyectada (cercana al 34%). Esto implica una fuerte caída real en los ingresos del Estado, impulsada por el desplome de impuestos ligados a la actividad interna. Un informe del IARAF detalla que, sin contar ingresos extraordinarios, la recaudación real habría caído un 2% interanual.
La Industria: Ociosa y en Retroceso
El impacto en la producción es directo. Según informó el INDEC esta semana, la utilización de la capacidad instalada en la industria (UCII) se desplomó al 59,4% en agosto, 7.2 puntos por debajo del mismo mes del año anterior.
La Unión Industrial Argentina (UIA) ya había alertado sobre este panorama en su último relevamiento de septiembre, que reflejaba el peor escenario laboral en un año y medio. El informe destacaba que:
- Empleo: El 24,4% de las empresas redujo su personal en julio, el valor más alto de la serie. El 43,5% de las firmas informó caídas en sus ventas internas.
- Preocupaciones: La demanda interna es la principal preocupación (40,1%), seguida por los costos laborales y la dificultad para competir con productos importados (19%).
- Inversión: El clima para invertir se debilitó, con solo un 45,2% de empresas considerando oportuno adquirir bienes de capital.
El deterioro es generalizado:
- Automotriz: La producción de vehículos cayó un 14% interanual en septiembre (ADEFA), pero las ventas a concesionarios (mercado interno) se hundieron un 22,5%.
- Metalmecánica: ADIMRA informó que el 48% de las empresas del sector tuvo caídas en su producción en el tercer trimestre, con un retroceso del 3,2% en el empleo sectorial.
- Textil: El sector opera a solo un 49,5% de su capacidad (INDEC) y denuncia una «tormenta perfecta» por la caída del 40% en la actividad y la apertura importadora.
Un Modelo que alienta la importación sobre la producción y la inversión indutrial
El informe de Sistémica señalaba con agudeza que las empresas estaban cambiando sus estrategias «desde la fabricación hacia la importación». Los datos de la balanza comercial de septiembre (INDEC) confirman esta tendencia y revelan un patrón de desindustrialización.
Si bien hubo superávit, la composición de las importaciones es alarmante desde una perspectiva desarrollista:
- Importaciones de Bienes de Consumo: Crecieron un 22% interanual.
- Importaciones de Bienes de Capital: (Máquinas y equipos para producir) Cayeron un 15% interanual.
El país está utilizando sus divisas para importar productos terminados (que compiten y destruyen empleo local) en lugar de importar la tecnología necesaria para modernizar su industria y agregar valor.
La Paradoja Electoral: Calma Financiera vs. Dolor de la Recesión
Este escenario de fractura expuesta es la clave de la incertidumbre política de cara a las elecciones legislativas del próximo domingo 26 de octubre.
El Gobierno enfrenta una apuesta de alto riesgo: que la «pax cambiaria» lograda por el respaldo de EE.UU. y la desaceleración de la inflación (el IPC de 2,1% de septiembre fue celebrado por el oficialismo) sean suficientes para retener el voto.
Sin embargo, esta calma macroeconómica se percibe de manera menguada en la economía real del conurbano, el principal distrito electoral del país. El votante pyme, el comerciante y el trabajador industrial pueden valorar el control de la inflación pero no sienten el alivio financiero, sino el dolor agudo de la recesión: la caída de ventas, la amenaza de despido y la competencia importada. La incógnita es cual será la decisión del siempre determinante votante independiente relacionado a estos sectores o frente a este panorama.
La Paradoja de las «Dos Argentinas»
Pero más allá de la coyuntura política, es relevante señalar la principal paradoja del modelo económico. Como bien venimos señalando, el respaldo externo y los anuncios oficiales se centran en atraer inversiones para sectores extractivos (minería, energía), que son de capital intensivo y geográficamente aislados.
RIGI: Un régimen de inversiones condicionado por la ideología libertaria
Se configura así un escenario de «dos Argentinas»: una vinculada a la exportación de commodities (Vaca Muerta, litio en la Puna, agroindustria) que no genera empleo masivo; y otra, la Argentina industrial de los grandes conurbanos, que provee el grueso del empleo y que hoy se desarticula por la recesión y la apertura importadora.
Resulta irónico, pero es social y económicamente inviable que los miles de trabajadores textiles o metalúrgicos despedidos en el conurbano bonaerense o Rosario se trasladen a trabajar a las minas o criar ovejas en la Patagonia. Como concluía Sistémica, la ausencia de «políticas activas» que compensen estos costos genera un «desgaste» que compromete la capacidad productiva del país, consolidando un modelo que, aunque logre calmar al dólar, deja a la industria y a sus trabajadores fuera de cualquier proyecto de desarrollo. Porque no podemos dejar de olvidar que para poder dar posibilidades de trabajo digno a millones de argentinos no alcanza con el modelo de exportación de comodities y que es necesario junto a estos promover una industria selecta y moderna fundamental para integrar productiva y socialmente a la Argentina y a está al mundo.
La industrialización no es un capricho, ni mucho menos un resabio ideológico. Es una necesidad, una herramienta para construir un país que pueda garantizar, a largo plazo y de manera sustentable, el bienestar, la dignidad y la realización de sus habitantes. Sin industria no hay Nación, hay enclave. El asunto trata entonces de planear y lograr una industria competitiva y diversificada. La competitividad es el factor clave en el mundo globalizado donde ni siquiera se puede plantear cerrarse al mercado. Ahora bien, la evidencia histórica y comparada pone de relieve que el proteccionismo es la manera de lograrla, al menos en instancias iniciales. Luego es donde entra en juego la educación, mediante la innovación tecnológica, pues “para sustentar los cambios de la estructura productiva, tal como lo proclamó Carlos Pellegriní, el país necesita incentivar la enseñanza técnica en todas sus formas”(3). Diversificar significa “no poner todos los huevos en una canasta”. Pero no sólo la industria ha de ser diversificada, sino el mismo PIB, dándole relevancia también a los servicios e incluso a los commodities, como el caso de nuestro enorme potencial minero. Esta es la visión de una gran Nación, integrada, diversificada y en pleno uso de su potencial. Frondizi lo expresó así: «Nuestra economía debe estar integrada verticalmente, desde la industria pesada a la liviana. De la energía y la minería al agro moderno. Servida por una adecuada infraestructura de comunicaciones y transportes.”(3)
(3)Arturo Frondizi, "Carlos Pellegrini Industrialista", Editorial Jockey Club, 1987