*) Por Horacio Pereira
Durante el año 2017 el déficit de cuenta corriente alcanzó los 30.792 millones de dólares, un 4,8% del PBI. Es el mayor porcentaje desde 1998. Si profundizamos en la composición, encontramos que el pago de rentas de inversión explica casi la mitad de ese déficit. El déficit en bienes representó 8.472 millones de dólares (un 27,5% del total) y en servicios 9.778 millones (un 31,7%). El déficit del turismo, si se analiza por separado, representó la friolera de 10.000 millones de dólares
Si analizamos la balanza comercial argentina, encontramos que durante el 2017 se registró, el mayor déficit en la historia: 8.471 millones de dólares. El máximo en términos absolutos, medido en moneda corriente. Ante estos resultados, se instala en parte de la opinión pública la idea de que el país está importando mucho. Pero, ¿es realmente así?
En 2011 se reportó el valor más alto del comercio entre Argentina y el resto del mundo. Las importaciones de 2017 fueron de 66.899 millones de dólares, unos 7.061 millones de dólares menos que durante el año 2011, con un PBI a precios constantes similar. Las exportaciones, por su parte, alcanzaron los 58.428 millones de dólares, unos 24.553 millones menos que aquel año. La diferencia en la evolución de las dos variables explica que se haya pasado de un superávit comercial de 9.020 millones en 2011 al déficit actual.
Si observamos la evolución de las exportaciones en función a su origen, comparando el año 2011 contra el 2017, las caídas porcentuales más importantes se registraron en combustibles y energía (-63%), manufacturas de origen industrial (-35%), productos primarios (-25%) y manufacturas de origen agropecuario (-18%). En cuanto a las importaciones, cayeron las de bienes intermedios (-18%) y aumentaron las de bienes de consumo (11,3%) y las de bienes de capital (9,5%).
Estos datos confirman que la economía argentina hoy no está importando mucho, sino que está exportando poco.
¿Qué nos pasó?
La apreciación del tipo de cambio real afectó el desempeño exportador, sobre todo de manufacturas de origen industrial y de origen agropecuario, pero existen otras causas. Es innegable el impacto de la recesión brasileña en el complejo exportador argentino: en 2011 Argentina vendió a Brasil por 17.344 millones de dólares, en 2017 solo por 9.315 millones.
Otra de las causales de la baja participación de nuestras exportaciones en el comercio mundial es que exportamos muy poco hacia los principales países importadores.. Solo seis de los 10 principales destinos de nuestras exportaciones en 2017 están entre los 25 principales importadores mundiales. Alemania, Reino Unido, Japón, Francia, Holanda, Corea e Italia integran el grupo de los 10 principales importadores globales, pero no figuran en entre los principales 10 destinos de las exportaciones Argentinas. Es decir, exportamos poco a los principales países importadores.
Uno de los motivos por los que no podemos ingresar a estos mercados son las regulaciones no arancelarias al comercio, como los requisitos técnicos, entre otras. Además, Argentina no logró hasta el momento acuerdos de libre comercio o de preferencias arancelarias con estos mercados, acuerdos de libre comercio generan áreas de preferencias arancelarias como así también armonización de las regulaciones no arancelarias al comercio.
Otra razón que dificulta el ingreso a estos mercados es la falta de escala o volumen de nuestro sector exportador. Son muy pocas las multinacionales de origen argentino que se establecieron en el exterior, lo que hubiera posibilitado la integración de sus cadenas productivas. Del mismo modo, durante los últimos tres lustros fue escasa la inversión extranjera directa productiva en nuestro país, por lo que el capital multinacional borró a Argentina de sus planes de integración a las cadenas globales de valor. La integración productiva global se logra ingresando en sistemas productivos integrados por empresas que especializan su producción por plantas y cadenas de valor. Hoy es el comercio inter-company en la forma de eslabonamientos productivos globales el gran dinamizador del comercio mundial.
La composición de nuestras exportaciones, cómo y a quién le vendemos, refleja que Argentina tiene una oferta exportable con dificultad de acceso a las cadenas internacionales de valor. Solo un tercio de nuestras exportaciones ingresa estos procesos productivos. En los países de desarrollo medio, su acceso es del 50% en promedio.
La volatilidad macroeconómica es otra de las causales del escaso sesgo exportador argentino y de la penetración exitosa en los mercados. Las prácticas comerciales requieren de confianza y estabilidad en el tiempo. La estabilidad macro y la estabilidad del tipo de cambio real son necesarios para asentar un sendero de previsibilidad a largo plazo en el sector exportador
El mundo, no todas son malas noticias.
Si bien las presiones inflacionarias en la economía norteamericana y el incremento de la tasa de interés de referencia de la FED provocaron en parte la salida de capitales de la economía argentina, generando presión sobre el tipo de cambio, no todas son malas noticias desde el exterior.
Durante las últimas semanas, se ha producido un aumento generalizado en el precio de las materias primas debido al crecimiento de la demanda asiática, representando China un 60 % de la dinámica.
El desarrollo económico de China, impacta en el resto del mundo, especialmente en aquellos países en los que se provee de las materias primas para sostener la creciente demanda de sus clases medias en ascenso, cuya mejora en las condiciones de vida se ve no solo reflejado en el consumo de minerales y petróleo sino que también en un boom de consumo de alimentos de alto valor proteico.
Si nos remitimos a los volumenes, durante 2017, China compró 90 millones de toneladas de soja y se prevé, que en el presente año, esas compras superarán los 100 millones.
De acuerdo a esas proyecciones, en 2021-2022 la demanda china será de 125 millones, para llegar a los 200 millones en 2025 (Datos USDS).
Muchos analistas internacionales anticipan que puede volverse a generar un nuevo superciclo de commodities, como el ocurrido durante el periodo 2001-2010, y debemos estar preparados.
Desde Brasil también surgen buenas noticias, a partir de la reactivación se su economía, en marzo del corriente año se registró un cambio de tendencia, registrándose un aumento de las exportaciones superior al aumento experimentado por las importaciones, luego de meses en los que el saldo comercial venia experimentando déficits crecientes, marzo marco un punto de inflexión.
¿Qué hacer?
Una forma de financiar el desequilibrio externo es a través del ingreso de capitales productivos. Si bien la Inversión Extranjera Directa (IED) crece a buen ritmo, todavía no alcanza para compensar el giro de utilidades, el déficit en la balanza comercial, de turismo y la fuga de capitales.
Dado que no se produjo la lluvia de inversiones, el modelo es dependiente del financiamiento externo. Los déficits gemelos obligan a recordar que el financiamiento externo no es para siempre y que, si no se apuran las reformas estructurales, las tendencias a la devaluación del peso continuarán.
La hora de exportar.
Sin lugar a dudas, el sector transable se siente más cómodo con un dólar cercano a los $30 que con uno a $17, el desafío del equipo económico será mantener en el tiempo ese salto “competitivo” ganado a costa de devaluar la moneda, para ello, es vital combatir la inflación y sus efectos sobre el tipo de cambio real.
¿Pero con eso alcanza?
Si bien un dólar cerca de los $ 30 favorece a los sectores exportadores y sustitutivos de importaciones, no es condición suficiente.
Nuestro país necesita dejar atrás el marcado estancamiento de su sector transable, para que el país crezca y supere la fuerte crisis cambiaria que le llevó a pedir un crédito al Fondo Monetario Internacional (FMI) de 50.000 millones de dólares hay que generar divisas genuinas incrementando las exportaciones.
Debe ser foco y desafío de la economía argentina en su conjunto, del equipo económico y del empresariado, mirar hacia afuera. Es de vital importancia impulsar el sector exportador para equilibrar la balanza comercial, trabajar sobre la competitividad sistémica de la economía, mejorar la competitividad de la economía, atender a la necesidad de infraestructura para el desarrollo, el acceso a medios de transportes eficientes y competitivo, como condición imperiosa para que las economías regionales sean competitivas y para la integración productiva del país.
El déficit energético no solo perjudica la balanza comercial, sino que condiciona oportunidades de inversión y el desarrollo productivo del país, pero hay buenas noticias al respecto, el desarrollo de Vaca Muerta es un hecho y por primera vez en más de una década sube la extracción de petróleo y gas, durante el corriente año se calcula que el país estará sustituyendo importaciones de gas en torno a los 442 millones de dólares, incluso se proyecta para este año volver a exportar gas a Chile y el autoabastecimiento de hidrocarburos para el 2010.
El acceso a las comunicaciones es otro factor clave, el wifi de alta velocidad es hoy materia prima necesaria para la producción: la automatización industrial y el comercio son cada día más dependientes de esta tecnología.
En cuanto a los viajes y compras al exterior, la devaluación ha logrado frenar cuatro años de crecimiento ininterrumpido de déficit turístico, empezando a caer, al volverse menos accesibles para el bolsillo argentino viajar al exterior. Comprar un dólar, hoy a $ 28, cuesta ya 48% más que en diciembre ($ 18,90) y 70% más que hace 12 meses. Los argentinos gastaremos menos dólares en turismo y en compras al exterior. Como sociedad y como Estado, debemos entender al turismo como una actividad generadora de divisas y empleo intensivo. Muchos países en el mundo ven y consideran al turismo como una actividad de gran crecimiento para los próximos años, la población mundial viaja cada vez más y gasta cada vez más. (Durante 1995 hubo 525 millones de viajantes alrededor del mundo, contra 951 millones en el 2010 y 1235 millónes en el 2016). A la hora de incentivar el turismo receptivo, no debemos ver solo a occidente como mercado sino a China, India y oriente como grandes consumidores en ascenso de turismo.
La inserción inteligente en las corrientes de comercio mundial, la simplificación y desburocratización de trámites, regímenes, registros y programas gubernamentales deben ser foco dentro de las políticas públicas. Como alguna vez dijo el presidente Macri: “Ningún empresario debería dedicar más tiempo extra del que podría destinar a producir más, mejor y potenciar su producto”. En ese sentido el Gobierno Nacional está avanzando en la modernización del Estado y en la inserción inteligente de la Argentina en el mundo. Son ejemplos de ello: VUCE, CICE, EXPORTA SIMPLE, RIN, Caución Aduanera, Inal, etcétera. El el rol del banco BICE, en su tarea de banca de fomento, con sus líneas de prefinanciación y financiación de exportaciones. Por otro lado, es de resaltar el proceso de jerarquización y profesionalización que viene experimentando, desde diciembre del 2015, la Agencia de Inversiones y Comercio Internacional, la cual ya no se limita a misiones comerciales, sino que comprende y asiste en forma integral y sistémica a las empresas en su salida inteligente y competitiva al mundo. En cuanto a ejemplos concretos de apertura de mercados, es destacable haber retornado formalmente al Sistema Generalizado de Preferencia (S.G.P.) para exportar a Estados Unidos, beneficiando a más de 500 productos argentinos (la Argentina había sido suspendida del sistema en el año 2012). Es noticia reciente y de destacar, que a partir de negociaciones entre China y la Secretaria de Mercados Agroindustriales, 1449 productos chinos sufrirán ajustes arancelarios, estableciéndose aranceles temporales inferiores a los aplicados a los países “Nación Más Favorecida” (N.M.F.) beneficiándose economías regionales productoras de pre-mezclas y panificados, lácteos, alimentos y bebidas, y productos de la pesca.
Definiciones
El desarrollo económico se puede definir como la capacidad de países o regiones para crear riqueza a fin de incrementar la prosperidad o bienestar económico y social de sus habitantes, podría definirse como saltos cualitativos en el tiempo que han permitido la acumulación de capital, para ello es necesario su financiamiento. La relación entre nuestro crecimiento económico y las importaciones es muy alta, y así lo ha sido históricamente. Por cada punto que crece el PBI, las importaciones lo hacen un 3%. Por eso el aumento de las exportaciones debe ser una estrategia necesaria para financiar el desarrollo. Una vez agotado el financiamiento externo, el país puede caer nuevamente en la restricción externa: falta de dólares para sostener la tasa de crecimiento. Mantener un saldo positivo de la cuenta corriente del balance de pagos asegura la disponibilidad de divisas para el financiamiento de la economía y evitar la volatilidad macro. El fomento del sector exportador y de los sectores generadores de divisas, debe ser una herramienta para el crecimiento económico y la modernización del país, su integración y su inserción inteligente en el mundo y en las cadenas de valor globales.
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