Si bien es un asiduo colaborador de Visión Desarrollista y hemos publicado numerosos trabajos e incluso realizado charlas online con él, la última entrevista pura a Máximo Merchensky data de diciembre de 2015, a los pocos meses de haber nacido este medio. Hoy no nos gobierna el populismo kirchnerista sino un gobierno libertario, populista también como se refleja en el tipo de cambio por ejemplo, en el típico movimiento pendular de extremos que caracteriza a la política argentina. La charla comenzará repasando y volviendo a poner en valor aquellos desafíos y principios que hacen al desarrollismo una corriente ideológica y una expresión política y social viva, actual y necesaria: «Si dejamos las cosas librada nada más que al mercado, nunca vamos a capitalizar la economía real de un país subdesarrollado» planea Merchensky haciendo foco en el eje del asunto: necesaria acumulación de capital. Desde ese verticé la charla se expenderá en contrastar la visión liberal libertaria predominante frente al contraste desarrollista que entiende la necesidad y relevancia del mercado, a diferencia del populismo estatista, pero sin caer en los excesos liberales. Analizaremos los desafíos para el desarrollo nacional en una etapa capitalista de la cual el reciente fallecido papa Francisco advirtió sobre la cultura del descarte que pregona, reflejada en el aumento de la inequidad y desigualdad entre las naciones y entre sus propios individuos. En la misma línea analizamos el modelo libertario, que puede esta vez ser viable económicamente pero a un costo social alto para muchos argentinos. Frente a ese panorama nacional y global Máximo trasmite y contagia la necesidad de reivindicar y actualizar el legado desarrollista para lo cual él mismo es un pilar fundamental.
Sebastián Ibarra: Bueno Máximo, habíamos acordado empezar conversando un poco sobre teoría del desarrollo, si tiene sentido seguir planteando el desarrollo como problema, como desafío de política nacional…
Si, revisar el status teórico del desarrollo, ¿no? Porque cada vez más parece que fuese una idea vieja, y equívoca o superficial. Entonces yo empecé a revisar la bibliografía y la teoría, tratando de encontrar el vértice de toda la reflexión sobre el desarrollo. Y el vértice es la capitalización. Ese es el concepto clave.
Para usar la terminología clásica, la capitalización es el momento en que la acumulación (el ahorro, pero no cualquier ahorro; el ahorro concentrado) se vuelca a la materia y se convierte en materia, se convierte en capital fijo que luego emplea al capital circulante buscando una ganancia o plusvalía. La capitalización es la inversión real, dura, es el momento en el que se instala una máquina y se contrata un empleado, y empieza la reproducción.
Si instala una máquina y la máquina no funciona, no es capitalización. Porque por algo no funciona. No funciona porque no es eficiente, no funciona porque es una tecnología vieja, no funciona porque no hay mercado, puede no funcionar por un montón de motivos.
La condición de la capitalización es que la inversión absorba trabajo, absorba insumos y que produzca productos, bienes que van al mercado, en condiciones de mejor competitividad.
¿Y lo financiero, tan en boga en el capitalismo moderno al punto de ser casi su nucléo, es diferente a la capitalización de la que hablas?
La capitalización es la actividad económica real. La actividad financiera o comercial, por ejemplo, son instrumentales a este fin, no existe lo financiero por sí mismo. En realidad, por supuesto que existe, pero quiero decir: tiene sentido solo en relación a que dinamiza, completa la actividad económica productiva, real.
La capitalización es una idea difícil porque está atravesada por las fantasías del dinero, lo que Marx llamaba el fetichismo del dinero. Uno puede pensar abstractamente que poner plata en un plazo fijo es una inversión o en qué bueno que está esto de mover las criptomonedas y vivir de eso, pero para ver lo ridículo de estas cosas, sirve la reducción al absurdo: si todos hiciéramos nada más que eso, no habría bienes reales. Lo financiero, lo comercial, tiene que siempre estar referido a un dispositivo económico general que en última instancia es reproducción de bienes y circulación de bienes. Producción y circulación de bienes, como nos enseñaban los padres de la economía política.
¿Y cómo se vincula esto a la idea de desarrollo/desarrollismo?
Es que precisamente. el desarrollismo ¿qué es? Es el enfoque de unos tipos que vivían en países atrasados en la primera mitad del siglo XX, cuando empiezan las revoluciones tecnológicas, y que se preguntaban por qué los países estos eran atrasados.
Por entonces, la teoría económica que surgió y se perfeccionó en los países desarrollados, lo hizo observando lo que pasaba en economías que se estaban desarrollando a toda velocidad (movilizando todos sus factores y expandiéndose aceleradamente). Bueno, esas teorías no estaban enfocando lo que pasaba en simultáneo en los países atrasados, que apenas mandaban algunos insumos, que participaban marginalmente del proceso económico mundial. Entonces, lo que hacen Furtado, Lange, Emmanuel, Frigerio… estaban mirando qué pasaba en los países atrasados y cómo se hacía para subirlos al tren de la Historia.
Bueno, el dispositivo económico núcleo de los países centrales tenía una dinámica de explotación integral de todos sus recursos propios, de desarrollo integrado. Y en principio lo que hacía hacia fuera (hacia el mundo subdesarrollado, colonial o no) era absorber determinados recursos o insumos (si eran más abundantes o baratos) y tirarles después por la cabeza bienes finales. Bienes que antes ahí no existían, como el ferrocarril o el automóvil por ejemplo, o bienes más baratos y de calidad, como los textiles, o tecnologías e insumos, como la industria metalmecánica. En esa dinámica, por supuesto que de a poco los países subdesarrollados se insertaban a un proceso más amplio y virtuoso, y hasta podía irles bien.
Considerada como un todo, en la economía -global- no hay subdesarrollo. Considerada como un todo, la economía funciona: va, busca los insumos donde más baratos son, produce donde mejores condiciones hay; la teoría económica presume la movilidad de los factores y los mercados perfectos, etc. Todo lo cual no existe. Son hipótesis de trabajo abstractas. En la realidad hay países, dentro de cada país hay estructuras económicas y sociales, no hay movilidad líquida de todos los factores, la movilidad es limitada, no hay mercados perfectos, no hay información perfecta nunca, y todo está permanentemente contaminado. ¿Por la política? No, más bien por la realidad, por historia, por la sociedad. Lo mercantil también es una abstracción, un aspecto de lo social.
La sociedad no es mercantil, o para ser precisos: la sociedad también es mercantil, pero es mucho más antes que mercantil, es social, histórica, cultural, está atravesada de otras cosas, de política, de comunidades, solidaridades, sentimientos, tradiciones…
¿Intereses?
No, bueno, los intereses sí los podés formalizar adentro de la lógica del mercado, es otro nombre de la lógica mercantil. Pero hay otras cosas que no, que son irracionales desde el punto de vista del mercado y de los intereses. Ahora bien, el mercado todo lo impregna, como ya descubrieron los poetas trágicos y cómicos griegos cuatro siglos antes de Cristo. Y al fin y al cabo, es un buen índice para muchas cosas. Fundamentalmente ha demostrado en los últimos 300 o 400 años ser el mejor índice de racionalidad que tenemos para asignar recursos y por eso el desarrollo de la sociedad es mercantil. Y después, en el último siglo digamos, todos los otros mecanismos de racionalidad que se han intentado, como la planificación soviética o su versión local en Kicillof, han fracasado estrepitosamente.
La economía al final tiene que ver con decisiones humanas, y las decisiones tienen motivaciones y fines muy complejos, no siempre transparentes. El mercado goza del prestigio casi sagrado que tiene (la idea de una mano invisible), porque al fin y al cabo es importante tener un reaseguro de última instancia de que hay una racionalidad que ordena las decisiones, que al final las somete a prueba y alinea. Eso es el mercado.
¿El mercado es entonces mejor ordenador social que el Estado planificador?
A todo el pensamiento no liberal, la apelación al mercado como mecanismo regulador social de última instancia de la economía clásica le parece algo ética y políticamente sospechoso, peligroso, censurable. Les pasa a los católicos, les pasa a los marxistas, les pasa a los izquierdistas, les pasa a los ecologistas, y a los conservadores monárquicos en diferentes latitudes. A muchos no les gusta tener en última instancia un mercado tan socialmente relevante. Pero lo necesitamos, porque no tenemos nada mejor.
Por eso Frigerio, que no era liberal, sí pedía siempre que hubiese mercado. Porque el mercado es como tu reserva de última instancia de razonabilidad de las cosas. En el otro extremo, el riesgo es la locura de planificación “racional” la URSS, o más cerca Moreno, o Kicillof, que se supone revisaban las matrices insumo producto, y las estructuras de costos de las empresas, etc. No importa que tengas computadoras, big data, inteligencia artificial, al final necesitás el mercado porque si no, hecha la ley, hecha la trampa.
Entonces, el mercado es una especie de reaseguro que tenemos al final de que estupideces no vamos a hacer como sociedad. Y ese reaseguro final, cuanto más cerca lo tengamos como recurso de validación de que no hacemos estupideces, mejor. Por eso Frigerio decía, sinceremos todo, necesitamos mercado. Eso confundió siempre a los liberales (que Frigerio pensara como ellos), pero sobre todo a los nacionalistas, a los católicos, a los peronistas y ni qué decir a los marxistas. Estaban ofendidísimos.
¿Dónde rompe Frigerio?
En que lo que no podemos es confiar en que el mercado por sí mismo resuelva el drama de los países subdesarrollados que es la capitalización. El mercado no nos va a ayudar a eso. Si dejamos la cosa librada nada más que al mercado, nunca vamos a capitalizar la economía real de un país subdesarrollado.
¿Por qué? Porque se van a capitalizar nada más que los sectores están vinculados a vórtices económicos externos. Ojo, este no es un drama de los argentinos, es un drama de todos los países del mundo, algunos más y otros menos desarrollados, que en general lo manejan probablemente con mucha más pericia que los argentinos.
Pero con mayor o menor pericia, todos intentan capitalizar globalmente sus economías. ¿Nosotros siempre buscamos alguna solución mágica o facilista?
Creo que ese es el drama que tenemos hoy. Siempre esperamos que venga alguien y que, con dos o tres cositas insertas en el mercado mundial, nos resuelva los problemas. Puede ser el agro, o puede ser el petróleo, o puede ser cualquier fantasía… Después están los que fantasean y piensan que la solución es exportar software.
Cualquiera de esas soluciones presuntas, a lo único que apuntan es a generar una modesta fuente de divisas, porque tenemos esa añoranza por la época del modelo agroexportador, del “peso fuerte”. No son soluciones; la solución de una economía es capitalizarse de forma integral, global. Un esfuerzo masivo.
¿Es posible hoy capitalizarse íntegramente o en muchos sectores como pensaban Frigerio y Frondizi en los tiempos del desarrollismo clásico?
¿Desarrollar todas las actividades posibles internamente? Probablemente ya no. Pero hay que mantener la idea de la elevación de la productividad global de la economía. Lo que no podemos es apostar a una sola, a una suerte de monocultivo digamos, a un sólo factor, a Vaca Muerta.
Entonces planetas que el desarrollismo clásico de alguna manera quería estructurar las cadenas de valor que se podían lograr acá, sobre todo para el mercado interno, pero, ¿puede ser que esa idea haya caducado?
No, lo que ya no hay ninguna posibilidad es de que se desarrollen todos los sectores, todos los rubros de la economía, esto ya lo hablamos muchas veces. En la época de Marx, había cinco rubros de la economía industrial. El metal, la siderurgia, digamos, el metal mecánico, los hilados, y el ferrocarril. La industria no tenía el nivel de complejidad que tiene hoy. Entonces, vos podías pretender desarrollar e integrar casi todo. En la época de Frondizi y Frigerio ya tenías el automóvil, tenías la aeronáutica, pero casi no existía la electrónica. Pero aún con esfuerzo se hubiese podido avanzar mucho. Hoy, en cambio vos no podés pretender en un país relativamente chico, como Argentina, siempre con recursos limitados, capitalizar todos los sectores. Hay que elegir, y ese es el desafío técnico (qué elegir) y político (por qué y con quién) de una política de desarrollo.
Pero lo otro que no podés es desentenderte de todos los sectores y pensar que sólo vas a procurar hacer funcionar de manera competitiva uno o dos, los que se dan naturalmente. A ver, como poder, podés. De hecho, ese es el plan del Gobierno. Lo que nosotros vamos a discutir es que eso esté bien, que eso sea saludable y sobre todo, que sea razonable. En un país que tiene la gigantesca dotación de recursos de Argentina, sólo enfocarte en uno o dos recursos.
DISCREPANCIAS CON EL PENSAMIENTO Y PRAXIS LIBERAL
El modelo pregonado por los liberales se fundamenta sobre las conocidas ventajas competitivas, aquellos sectores que naturalmente lo son como el campo y ahora el gas más algunos servicios. Puede que sea exitoso desde el punto de vista del ingreso de divisas pero te hace un agujero tremendo en el tema de empleo. El liberal te dice: «si vamos a tener divisas y salvamos la restricción externa, vivimos todos bien: los demás sectores, y personas, reciben por derrame. El mozo va a tener trabajo porque viene el chacarero y el petrolero que demandan sus servicios, etc. ..» ¿Qué le podemos contestar?
El liberal tendría que aceptar que si, por ejemplo, hay bosques nativos en condiciones de equidad competitiva no tendría que haber ninguna restricción a que un emprendedor pusiera una fábrica de muebles. El liberal te va a decir, bueno, que el mercado decida. Si importamos muebles de IKEA o desarrollamos la industria local del mueble. Nosotros no podemos subsidiar la industria local del mueble e incurrir en mayores costos para que dos o tres vivos se enriquezcan. De acuerdo. Entonces vos lo que le podés decir es, bueno, pero pará. ¿Qué significa iguales condiciones de competitividad?
Vos acá le cobrás impuestos monstruosos por servicios que no brindás. No le das infraestructura de transporte. No le das logística, le pones un gigantesco costo de contingencia por la industria del juicio laboral y qué sé yo. Bueno, te va a decir el liberal. Tenemos que bajar los impuestos. Bueno, bájenlos. Tenemos que resolver los costos laborales. Bueno, resuélvanlos. La logística la tiene que hacer el privado. Bueno, no va a pasar. Y esto sin entrar en la cuestión del tipo de cambio, que los liberales curiosamente siempre tienden a atrasar (como parte de su política antiinflacionaria): pasó con Martínez de Hoz, pasó con Cavallo y pasa ahora.
Con un liberal intelectualmente honesto vos podés tener esta discusión y podés empezar a hilar cada vez más fino. Todos nos vamos a poner de acuerdo en que hay que bajar los impuestos, hay que racionalizar el Estado, hay que mejorar las condiciones de empleabilidad. De hecho, y esto siempre lo señala Ponce León, nosotros coincidimos en la crítica de los gobiernos populistas, coincidimos con los liberales o los liberales coinciden con nosotros. Que de hecho a lo largo de mi vida, como atravesamos todo el kirchnerismo, nos pasó mucho.
No sé si será el caso de IKEA, pero muchas de las industrias de esos países que hoy compiten tuvieron una subvención estatal, o sea, desde los chips de Estados Unidos siempre hubo apoyo del Estado eligiendo sectores desde los gobiernos de los países desarrollados. No solo le equilibraron la cancha con las importaciones sino que subsidian la producción…
Por supuesto que la mitología liberal siempre es mentirosa y siempre detrás de la acumulación hay algún factor extra económico (político) que favorece la acumulación. Como nos explicó Landaburu muchas veces, eso está en el último capítulo del Capital, la acumulación originaria. Para cualquier sector tiene que haber acumulación originaria en el capitalismo.
¿Acumulación originaria? ¿Qué sería ese concepto? ¿una base?
Siempre hay alguna forma de intervención política para acumular capital y crear mercados, y además –Marx lo decía con ironía–, siempre se necesita gente lo suficientemente libre y lo suficientemente pobre para que se vea obligada a vender su fuerza de trabajo.
Escucho eso y pienso en China y en cómo logró su competitividad al principio en base a hacer trabajar cama caliente a la gente, o sea, tuvo ese recurso, esa ventaja competitiva
En general podés ver siempre alguna ventaja competitiva que es extra económica, que son aceleradores del desarrollo. No son necesarios per se, pero por ejemplo la industria aeronáutica de Estados Unidos creció por los contratos militares, la industria electrónica por las necesidades de los misiles balísticos, internet aparece por lo mismo; en general ves factores extra mercado que dinamizan la capitalización. La mitología liberal no se enfoca mucho en eso.
Una de las cosas ofensivas que tiene esta etapa de la Argentina es que los libertarios en general nos quieren imponer un pensamiento reduccionista que reduce la complejidad de lo social a lo puramente económico primero, y después otra reducción de la economía a lo monetario. La verdad es que los problemas económicos no empiezan ni terminan en el equilibrio fiscal, y tenemos que volver a pensar la sociedad como un conjunto de problemas sociales (de los que, por supuesto, la economía es uno central), y la economía como un conjunto de problemas en el que lo fiscal y lo monetario no pueden ser lo central, lo central es el desarrollo, la capitalización. Al servicio de eso tienen que estar las políticas fiscal y monetaria.
Entonces digamos que no se puede promover todo, pero tampoco podés dejar que el mercado defina ¿vos elegirías aun así prioridades? ¿hoy día tiene sentido esa lógica desarrollista de definir prioridades?
Sí, por supuesto serían probablemente distintas. Las prioridades en la época de Frondizi y Frigerio estaban definidas en función de los requerimientos de la economía del acero, que es la época del post-fordismo digamos, alrededor de las décadas del 50 y 60, en la segunda posguerra. Hoy uno se enfocaría en otro tipo de prioridades ¿qué buscaría? Logística por ejemplo ¿por qué transporte y logística? Porque este es un mundo, sobre todo en el post COVID, en el que la proximidad de los insumos y de los factores a los mercados es crucial. Todos los cuellos de botella que hubo en el transporte mundial durante la pandemia, hicieron que en todo el mundo se empezara a pensar: no podemos abastecernos de esto en la otra punta del mundo, tenemos que tener las cosas más cerca. Entonces la logística ahí es crucial. Uno de los principales dramas que tiene el empresario argentino para competir es ese y nosotros seguimos consumiendo mucho en Buenos Aires y alrededores, alrededor del puerto. Por lo tanto es mucho más fácil traer algo de China que de Catamarca. Eso es un problema que teníamos que resolver nosotros y que no lo resolvimos. La mayoría de los países hicieron esfuerzos de desarrollo para que su infraestructura sea sólida; nosotros tenemos una infraestructura calamitosa y esa es una de las principales trabas al desarrollo.
Otra prioridad es desarrollar el mercado de capitales. Cuando Hugo Carassai insiste en la necesidad de que haya crédito y que el criterio de análisis de una carpeta de crédito sea el flujo de caja del proyecto y no el patrimonio de la empresa (la condición de otorgabilidad del crédito) pone el dedo en la llaga de esto, que lo hemos hablado mil veces: Argentina tiene el más bajo índice de crédito y el más bajo índice de capitalización bursátil comparado con cualquier país similar. No tenemos crédito. Es escandaloso, y no se habla de esto, la mitología liberal lo ignora. Porque en Argentina todos le prestan al Estado, que es el único verdadero negocio aparte de la especulación con los spreads cambiarios. Es una cosa increíble, pero entendible, porque la plata está fuera del sistema, por un lado porque hay mucho negreo como hablamos siempre, pero fundamentalmente porque Argentina es el país de la trampa; no sólo de la trampa de las personas con el Estado sino del Estado con las personas.
Las reglas del mercado de capitales son tan estrictas que sólo cotizan en bolsa unas pocas empresas que están obligadas a hacerlo por requisitos legales o porque son filiales de transnacionales. La mayoría se escapa. Vos en Estados Unidos tenés una buena idea o en cualquier lugar de América Latina tenes una buena idea y vas a buscar plata al mercado de capitales. Y el mercado de capitales pone plata para ideas estúpidas o ideas brillantes. Acá el mercado de capitales no existe, y si tenés una idea, tenés que financiarla vos o apelar a la reinversión de utilidades de los sectores que ya existen. Eso te limita mucho porque de nuevo: un esfuerzo de desarrollo implica capitalización y la capitalización no se logra sólo con reinversión de utilidades. Por eso nuestros amigos defienden el RIGI, porque en algún momento tiene que aparecer plata de verdad; ahora bien, si hubiese un mercado de capitales no necesitarías un RIGI o lo necesitarías sólo para unas pocas cosas muy grandes.
Pero en sectores productivos industriales ¿priorizarías algo? ¿vale la pena apostar a algún sector productivo?
Es delicado, porque depende del caso. La maquinaria agrícola sería un buen ejemplo para poder desmenuzar este asunto. La maquinaria agrícola tiene un componente de vieja economía del acero, si querés metalmecánica, y otro componente de software, cibernética, mucha inteligencia aplicada. Hoy puede ser un desafío cómo usar la inteligencia artificial en ese dispositivo. Ahora bien, para hacer maquinaria agrícola tenes que tener rutas que te permitan llevar el acero a dónde estás fabricando; tenés que tener una industria de autopartes que te provea de las partes digamos estándar, y que te pueda ayudar a desarrollar las partes específicas de una máquina así, o sea que tenés que tener soldadura de primer nivel, tratamientos a los metales, matrices, cerámicas, todas cosas que no existen en una economía que no está mínimamente desarrollada. O sea que necesitas toda una serie de pasos de capitalización previos (o simultáneos), a menos que te dediques a ensamblar teléfonos como en Tierra del Fuego. Por eso la industria de la maquinaria agrícola es un buen ejemplo, para que eso funcione tienen que funcionar todo otro montón de cosas. Algo parecido a como se desarrolló la industria de la autoparte en la época del desarrollismo. La radicación de múltiples casas matrices que intentaban fabricar sus primeros autos en Argentina gracias al incentivo que les daba el régimen automotriz de Frondizi, hizo que se desarrollara la industria de las autopartes en Rosario y Córdoba; ahora el liberal siempre te iba a decir que eran autos de baja calidad, que eran autopartes de baja calidad, muy caras, etc. Pero pero la única manera de que tengas una industria de la maquinaria agrícola es que hayas desarrollado una competente industria autopartista. Lo mismo pasa con todo ¿por qué no tenemos de verdad celulares en Argentina? Esa carrera la perdimos hace muchísimos años, la industria de la electrónica argentina en la década del 70 con Martínez de Hoz. La aeronáutica la perdimos por la misma época; Brasil la sostuvo.
Y volvemos siempre a lo mismo: vos necesitas al mercado validándote siempre, el día que el costo de producir un avión en Brasil sea muy superior al de comprarlo a Boeing, Brasil va a dejar de producir aviones, y la única manera de que eso no pase es, por un lado, que el Estado brasileño cuide su industria aeronáutica, probablemente a través de subsidios y protecciones, y por otro lado que la industria aeronáutica brasileña tiene que funcionar de manera competitiva, y probablemente más o menos funcione; de otro modo no la tendrían porque el ciclo liberal/populista también ocurre en todos los países, también ocurre en Brasil.
En Estados Unidos todo es más fácil porque una industria que fracasa dos o tres ejercicios seguidos, se reconvierte o desaparece, pero es una economía que en la que funciona todo. Por cada actividad que cierra, surgen cinco nuevas. Entonces, si la industria, no sé, si Lockheed se funde, aparece otra, no pasa nada en términos de desarrollo. Nosotros no nos podemos dar ese lujo, por eso hay que cuidar a las empresas argentinas, incluso las que no son todo lo competitivas que uno quisiera, e incluso a las que funcionan en condiciones de monopolio u oligopolio.
Miremos un ejemplo de esto que hablábamos. IMPSA es una firma que probablemente sólo existe porque fue fuertemente subsidiada por el Estado. Es una empresa bastante competitiva. ¿Por qué es competitiva? Porque durante muchísimo tiempo la financió el Estado. Ahora, a pesar de eso, muchas veces se cae. Tiene que venir un contrato más o menos amañado, como, por ejemplo, algún contrato con Venezuela para venderle reactores, o tiene que venir una estatización, o tiene que venir un gran contrato con el Estado argentino. ¿Eso significa que IMPSA es una porquería? No; no es un modelo de empresa perfecta, tampoco es un modelo de empresa corrupta. No hay que dramatizar. Lo que hay que tratar es siempre de procurar desarrollar los sectores, desarrollar proveedores, fortalecer cadenas de valor, promover la competitividad, maximizar la eficiencia, que los producir los bienes cueste lo menos posible, poner las empresas a competir lo más posible. No hay blancos y negros. No todo esto es una porquería populista. Esta es la compleja realidad que tenemos que desentrañar, mirando la economía real, a despecho de las simplificaciones de liberales o populistas.
Porque ni los celulares de Chernajovsky son industria nacional, ni toda la industria nacional es mentira. En el medio pasan un montón de cosas, y hay un montón de empresarios que tratan de hamacarse para producir bienes o servicios en condiciones de mucha desigualdad por todo lo que hablamos: presión tributaria, dificultades logísticas, un sistema laboral perverso, un mercado de capitales ridículo, crédito absurdamente escaso y carísimo. Por eso, con un liberal de buena voluntad vas a coincidir siempre, y las discusiones serán en el margen.
Al final de la discusión el liberal va a preferir que el Estado no se meta. Pero si vos le decís que tiene que meterse para construir una mejor regulación laboral, te lo va a conceder.
¿Y la obra pública que este gobierno cortó de cuajo?
Lo mismo respecto de la obra pública. “La obra pública es un nido de corrupción”; perfecto. Pero las obras privadas también son un nido de corrupción, la única diferencia es que el quebranto que genera la corrupción, lo internaliza un privado al final, en la obra pública lo internalizamos todos. Ahora, la inversión es inversión. Para la economía, la inversión es inversión.
Entonces, independientemente del origen, si es pública o es privada, y del quantum de corrupción que hay en una inversión pública o en una inversión privada –y estoy dispuesto a conceder, por supuesto, no me hago el distraído, que en una inversión pública probablemente haya más corrupción que en una inversión privada–, lo que no podés discutir es la necesidad de inversión. Entonces, son raros estos liberales que anulan la inversión en infraestructura porque decidieron que no haya más inversión pública. “No hay más obra pública”. Bueno, entonces, muchachos, hagan algo para que haya inversión privada, pero resuélvanlo ya, porque no puede haber un año, dos años, tres años sin inversión en las rutas argentinas. Eso es muy dañino para la economía. ¿Les preocupa la economía o no les preocupa? No, bueno, “tiene que ser el privado”. Bueno, háganlo ya. Y mientras no lo hacen, no dejen de pavimentar la ruta porque la gente se mata, las cosas no llegan a destino, los camiones se rompen, los costos de todo aumentan. Son liberales raros, ¿no?
CAPITALISMO EN UN MUNDO EN TRANSICIÓN
Quiero preguntarte también sobre el escenario de fondo ¿Qué pasa? ¿En qué etapa de la evolución capitalista estamos? ¿Y si está en crisis? ¿Y si es una crisis constante? Porque es evidente que hay una crisis en el mundo, hay migraciones, hay desigualdad, hay pobreza. ¿Qué pasa?
Como decía el filósofo, la sociedad sólo se plantea los problemas que puede resolver. La política debe siempre dar respuesta a los problemas de la sociedad; al poder político se le exigen cosas, porque antes de pedirle nada, la sociedad le da al poder político la prerrogativa de imponer los criterios sobre la solución de los problemas sociales, desde su formulación (qué cosa sí es un problema y qué cosa no), hasta la solución, cómo hacemos para resolver este problema, entre comillas, porque lo hemos formulado primero, y ya en la formulación de los términos del problema hay cierta imposición de un sector social sobre otro, de una clase social, etc. La formulación de los problemas sociales es significativa, porque vos podés hablar de recursos, o podés hablar de reglas de convivencia. Hoy está de moda despotricar contra todo lo que se llama el wokismo, esto es la preocupación por problemas blandos, si querés: ecología, género, convivencia, salud pública, derechos. ¿Por qué está de moda atacar esa agenda? Porque hay problemas duros sin resolver. Entonces, ¿dónde se hace fuerte la derecha alternativa mundial? El liberalismo progre, el progresismo liberal anglosajón, por caracterizarlo en general, nos ha inundado de problemillas laterales y nos miente respecto de la solución de los problemas de fondo. Por supuesto, los problemas de fondo para la derecha alternativa son la inmigración de morochos, los problemas religiosos, y se alimentan las cosas más horribles del debate público desde ahí. Pero lo que sí es cierto es que la derecha alternativa, con esos debates horribles, puede cobrar centralidad nuevamente porque hay un fracaso estrepitoso y manifiesto de las democracias occidentales para resolver los problemas más elementales que prometían resolver. El trabajo, la educación, una vida mejor… esta idea de que todos los jóvenes de los países de Occidente piensan que no van a vivir mejor que sus padres, incluso en los países desarrollados, es muy dramática y explica por qué hay tanto enojo y explica por qué las derechas alternativas florecen. Después, uno puede escandalizarse, como los intelectuales de Bolonia, porque los italianos piensen que su drama es la inmigración; o los progresistas de California o New York, de que los americanos piensen en hacer un muro y lo voten a Trump (que quiere comprar Canadá).
Pero eso está relacionado porque la excusa es que el inmigrante me saca los trabajos…
Por supuesto, son argumentos estúpidos. Pero no importa que sean estúpidos. El enojo siempre tiene argumentos estúpidos. Cuando vos te enojas con tu mamá o con tu novia, estás enojado y no estás pensando. Los argumentos del enojado son siempre estúpidos. Entonces, los argumentos estúpidos que prenden en la gente enojada es lineal, está bien: enojo–argumentos estúpidos… El problema es por qué las democracias occidentales, liberales, progres fracasaron de manera tan estrepitosa. Bueno, hay muchos componentes. Hay un componente, que es el económico, en el que nunca vamos a martillar lo suficiente, que es si vos te despreocupas de la capitalización, si te despreocupas del empleo, de la distribución, en última instancia, si te despreocupas del consumo, lo cual implica en alguna medida preocuparte por la distribución, vas a tener crisis. La respuesta a las crisis ha variado a lo largo de los últimos 150 años. Que el sistema capitalista liberal alimenta burbujas especulativas, no es una novedad; que se ha intentado regular. Ahora, ¿hay un remedio para eso? Adentro del capitalismo no.
En la historia del mundo han existido sociedades en las que la codicia era un fenómeno marginal, y espero que en el futuro existan sociedades sin codicia. Ahora, en el sistema capitalista la codicia es el motor, y gracias a ella hay el desarrollo que hay, y también las desigualdades. También las desigualdades son, en parte, el motor.
Pero partamos de la base de que el dispositivo político tiene que dar respuesta a determinados problemas sociales. Cuando no la ofrece, aparecen estos ruidos, estas anomalías, las nuevas derechas, etc. Que no son tan anómalas, son el resultado de la frustración, la sensación de injusticia.
¿Se vivía mejor antes?
No, no es por ahí. El problema en los últimos 50 años, si queres, 70 años, es que, en los países desarrollados, las sociedades prometen y luego fallan. Que una sociedad les promete a los hijos vivir mejor que los padres no está mal. El problema son los alcances de esa promesa y qué implica… Si vos tenes, no sé, no quiero exagerar, pero 100 veces más universitarios que hace 30 años, lo más probable es que tengas un drama. Porque esos universitarios tienen que después encontrar inserción laboral. La inserción laboral la ofrece la economía real o los estados, los dispositivos educativos, los dispositivos culturales. Si las derechas alternativas empiezan a martillar sobre que todo eso es superfluo, bueno, hagámonos cargo después de los dramas que eso va a generar.
Te voy a contar una tontería, por ejemplo. Argentina tiene una carrera de comunicación de la que egresan, no sé, centenares y miles de chicos todos los años, todos los años. Esos chicos que egresan de la carrera de comunicación, ¿qué hacen? Son community managers, creadores de contenido, inundan el mercado laboral. Ahora, ¿hay necesidad de eso? Tal vez no. Entonces, ¿qué es lo que van a tener? Frustración, van a trabajar en otra cosa, o ser uber o rappis o tener onlyfans. Pero lo mismo pasa en todos los sectores, salvo los sectores más duros (ingeniería, medicina). Pero también los sectores más duros después tienen que insertarse económicamente. Por ejemplo, hoy, ¿qué le recomendarías a tu hijo? ¿Estudiar inteligencia artificial? Bueno, no sé. ¿Qué es? ¿Hay una carrera de inteligencia artificial? Empieza a haber seguramente. ¿O estudiar robótica porque es el futuro? Tampoco sé. Las certificaciones universitarias son todo un desafío. ¿Qué te ofrecen? ¿Conocimiento sobre qué parte del funcionamiento del mundo, tal que te garantice alguna inserción laboral?.
El problema de cómo se organizan las sociedades y cómo se distribuye el ingreso, implica también cómo se distribuyen las tareas y las funciones sociales. Por tradición en Occidente capitalista, confiamos en que el mercado es la mejor respuesta que tenemos para eso. Un mercado laboral, un mercado de bienes. Perfecto. ¿Pero alcanza con eso?
¿Fracasó el modelo de bienestar europeo?
No sabemos si fracasó. Una cosa es que esté en crisis la superestructura política de eso, y otra cosa es que estén en crisis los modelos. Mucho no fracasó. Porque si el modelo europeo está atrayendo un montón de inmigrantes del mundo… lo que te quiero decir es que el dispositivo funciona. Y funciona aceptablemente bien. Incluso funciona con la presión que implica esa migración.
El alemán que se queja del trabajo que le roba el marroquí… probablemente no esté dispuesto a hacer ese trabajo. No se está quejando de que se lo roba a él el trabajo, lo que se está quejando es de que eleva el precio que tiene que pagar por ese servicio. Que tampoco es cierto, porque probablemente lo baje a ese precio.
Lo que nosotros necesitamos siempre es capacidad para reconvertir las economías frente a los cambios de paradigmas. Pero también por eso necesitamos mercados. Por eso necesitamos competencia. Aunque después también haga falta regular esas cosas. Pero las necesitamos. Lo que sí no se puede decir es que estamos peor. Nunca estamos peor. Siempre estamos mejor que hace 50 años, que hace 30 años. La cantidad de personas formadas, informadas, el acceso a la información, el acceso a la salud, a los alimentos, a la cultura, siempre se eleva, pero además se eleva sustancialmente, e incluye cada vez más gente.
¿Y en cuanto a la igualdad de oportunidades?
Si lo pudiésemos pensar en términos cuantitativos, la cantidad de personas que la pasaban bien, en términos absolutos, hace 50 años, no era muchísima. Tendemos a registrar la vida de los griegos importantes, no de los esclavos, y la relación era 100 a 1. De los nobles medievales, no de los plebeyos. El hambre en el mundo es un drama, perfecto, pero es un drama que los sabios pensaban que nunca se iba a resolver, o peor, se iba a agravar como problema. Se iban a acabar los recursos alimenticios. Todavía está esa fantasía de que todo va a empeorar. Bueno, no, seguimos demostrando que todo va a mejorar. Tenemos estos ciclos de locura, en los que pareciera que las personas que tienen a cargo los problemas sociales pueden pensar y decir y hacer cualquier estupidez.
Nadie sabe cuáles son los problemas, la tecnocracia es una fantasía. Los problemas de la sociedad los va formulando la sociedad, y se van formulando en términos culturales, informativos, participativos, democráticos, en un debate que es público. Y esto es así aún cuando haya mucha estupidez, mucho prejuicio, o mucha deformación interesada de los problemas.
¿Pero las personas saben realmente lo que le hace bien? ¿o con pan y circo alcanza?
Pero de nuevo, vos en política representás. La política es un negocio de representantes y representados. Si te dedicás a esto tenés que representar el interés o la vocación de alguien, o las expectativas de alguien. Entonces, no se trata de formular problemas en abstracto. El problema de la Argentina es el que piensen los argentinos.
NUESTROS DESAFIOS
¿Cuál consideras es el principal desafío para los desarrollistas?
El principal desafío del desarrollismo fue siempre convencer a los argentinos de la necesidad del desarrollo. Justamente por eso hay que discutir las cosas. Por eso los problemas sociales se formulan en el debate público. Lo malo es la anulación del debate público. La decisión interesada, claramente ideológica, de anular la discusión de muchos problemas profundos de los argentinos en aras de discutir solamente la inflación y, por ende, solamente el déficit fiscal, es un reduccionismo perverso y dañino. Porque vas a “resolver” la inflación, entre comillas, para descubrir enseguida que en realidad no resolviste ningún problema, que todos los problemas siguen estando. Sin inflación. ¿Es mejor no tener inflación que tenerla? Claro, pero lo que no podés hacer es reducir todos los problemas a eso solo.
Perfecto, enfoquémonos entonces en los problemas concretos de Argentina. ¿Cómo lo hacemos?
Dale, vamos a enfocar en Argentina. Tratemos de enfocarnos en dos o tres verticales. El primer vertical es esto que mencionábamos antes el gigantesco enojo con la falta de solución a problemas y el incumplimiento de promesas elementales. Si queres, la promesa por excelencia es la de Alfonsín: “Con la democracia se come, se educa y se cura, y hay justicia y etc.” Bueno, no. Y es grave que no. No es simplemente un problema retórico. La frustración de esa promesa genera mucho enojo. Y ese enojo habilita a que alguien que expresa ese enojo sea escuchado, y luego represente y luego lo voten para “romper todo”. Entonces, el representante más adecuado o genuino del enojo no es descabellado que sea Milei. De la misma manera que no es descabellado que Trump sea el representante del enojo de los americanos. De los americanos en general y no, de muchos americanos. En un sistema como el de Estados Unidos, donde el voto no es obligatorio, el vector del enojo puede llegar a ser muy importante. En un sistema como el argentino, donde vos tenías a mucha gente muy frustrada, muy enojada, pasó algo parecido. Y acá viene el otro vertical interesante, que es que antes vos, para buscar la mayoría, tenías que eludir los extremos y componer un centro, una respuesta lo suficientemente ambigua, amplia, lo suficientemente tranquila, lo suficientemente aplomada. Hoy, en cambio, vos podés construir minorías muy fuertes y ruidosas y muy efectivas políticamente, que saturan el debate público desde los extremos de la locura. Y este es el descubrimiento de los ingenieros del caos, digamos. O sea, la gente que está en el medio, que es imparcial, en lugar de consolidar ese centro…
…cuando se enoja, se vuelca hacia un extremo o al otro.
No estoy seguro de que la gente en el centro imparcial se vuelque a los extremos. Lo que pasa es que no hace ruido político, y entonces entrega la agenda.
Pero el votante del PRO terminó votando Milei, a eso me refiero.
El votante del PRO que votó Milei era un votante muy enojado con la dirigencia del PRO. Como suelen decir mis amigos Facu Calegari y Nico Merchensky: el problema del PRO es que es un partido de derecha, con electores de derecha, y dirigentes de centroizquieda. Por enojo y rechazo al otro (al peronismo), el votante del PRO eligió a Milei. Por lo que en Argentina siempre llamamos el gorilismo. Mientras tanto, el siempre declamado “camino del centro” fracasa por la falta de cumplimiento de las promesas más básicas.
El centro es una mentira. Acá el problema es la mentira o la fidelidad, la autenticidad, la genuinidad. Lo que tienen Trump o Milei es que no importa cuántas mentiras digan, son genuinos. Yo creo que mienten tremendamente, pero parecen genuinos, gran parte de su locura es genuina. Esto es lo alucinante acá. Y la gente valora que como el enojo de Milei es genuino, no importa si es cierto que la inflación sea un fenómeno monetario o lo que sea que signifique esa trivialidad.
A ver, vayamos al caso concreto de la inflación…
La inflación siempre es el resultado de la tensión que existe entre un dispositivo, que es el mercado, y otro dispositivo que es el Estado que provee bienes públicos, recauda impuestos, y respalda la moneda fiduciaria. Desde Aristóteles o antes se sabe que, si el Estado emisor que acuñaba monedas se zarpaba, había inflación. Por lo tanto, sí, la inflación es un fenómeno monetario, por supuesto. Ahora, la inflación es un fenómeno económico, no monetario. Son decisiones de los agentes respecto de los precios que les ponen a la mercancía en función de la previsión de lo que pueda ocurrir en el futuro y en el pasado. Entonces, cuando hay incertidumbre, es natural que haya inflación. ¿Por qué? Porque no hay oferta, porque vos retenes bienes a la espera de ver qué pasa. Y cuando vos retenes bienes, generas estrangulamientos de oferta y por lo tanto los precios suben y es como la profecía autocumplida. Por supuesto, cuando hay un Estado mentiroso apalancado en eso y emitiendo moneda sin prestar atención a lo que pasa con el mercado de bienes, sí, sí, el Estado alimenta el problema.
La inflación en Argentina estaba hace muchos años alimentada por dos factores. La nula preocupación del programa económico populista por la inversión y la creación de oferta de bienes y servicios, real, y la expansión hiperbólica del gasto público sin contrapartida en bienes y servicios. En los manuales, la moneda tiene que reflejar la oferta de bienes y servicios de la economía. Es tan simple como eso. Y en los últimos 50 años, el 99% de los países del mundo lo han logrado, por eso tener estas discusiones es ridículo. La inflación es un fenómeno que no existe más, es marginal como cuestión teórica.
Los políticos de todo el mundo huyen hacia adelante, eso no es un problema original, metafísico de los políticos argentinos. Pero tal vez los dispositivos políticos en otros lugares del mundo tienen mecanismos de controles cruzados que inhiben que se hagan estupideces, como es lo que terminamos haciendo en Argentina muchas veces. Pero los juegos de contrapesos funcionan mejor en la mayoría de los países. En países de Europa, por ejemplo, no solo tenes contrapesos internos, sino externos. En otros países tenes dispositivos internos, pero que también son elásticos. En Brasil, en este momento, hay poca preocupación por la inflación. Tal vez en otras épocas hay más. Ahora, descontrol, como el que hay en Argentina periódicamente, y sí, no hay muchos ejemplos en el mundo. Somos un país, en ese sentido, donde los controles cruzados, que inhiben la destrucción de capital por la vía de las frecuentes devaluaciones de la moneda, no funcionan. Es un fenómeno bastante único.
El paper ese de Rapetti y Gerchunoff del que hablamos siempre, es muy interesante porque enfoca este tema. Dice, la política muchas veces genera tipos de cambio atrasados artificialmente con efectos destructores sobre la economía y que incuban crisis que a la larga explotan.
¿Es lo que tenemos ahora aún con la flotación en bandas que instauraron?
Por supuesto.
¿Y por qué lo mantienen?
Porque no es fácil resolverlo. Milei lo que quiere es tener la inflación bajo control. Vamos a hacer el razonamiento invertido. Una vez que vos decidiste que vas a bajar la tasa de inflación por la vía de la contracción del gasto, la sobrevaluación del tipo de cambio y la importación, ya entraste en ese camino. El tema es dónde termina ese camino, cuándo empieza a haber inflación cero o negativa.
Si uno fuese muy a fondo, podría decir, y bueno, no va a pasar nunca. Nunca va a pasar que efectivamente haya deflación en un tipo de cambio de equilibrio. Puede haber deflación desde un tipo de cambio sobrevaluado. Por ejemplo, si nosotros nos establecemos hoy en un tipo de cambio bajísimo (como es la fantasía de muchos libertarios), probablemente de a poco haya deflación. Pero mientras tanto se va destruyendo toda la economía.
¿Por qué se destruye la economía? ¿Por qué es más fácil importar que producir?
No es que es fácil, es más barato. Sigue siendo difícil. Es barato también en términos relativos, no es barato importar en Argentina. Vos en Argentina hoy, casi cualquier cosa que quieras importar, tenes costos altos. Tenes aranceles altos para la mayoría de los bienes de consumo. El problema son las desventajas que le pones al productor interno; no cuánto importa o no importa. Es muy desleal decirle a un productor de muebles que compita de igual a igual con los muebles de Ikea. Es desleal, lo hablamos hace un rato. Entonces, dejalo competir con los muebles de Ikea, pero dale cierta compensación por el hecho de que no tiene rutas en Misiones para traer la madera. Tiene costos tributarios alucinantes y ridículos. Un liberal te puede decir: “no mira, pero también el importador tiene costos laborales allá, tiene rutas largas también allá, hace frío la mayor parte del año, las rutas están nevadas, no se puede mover. O sea, todos tenemos problemas” te dice un liberal y tiene razón. Ahora, si vos extremas el razonamiento, en Argentina no tendrías actividades económicas. Porque al no estar capitalizada la economía… y bueno, ellos te van a decir, no, vas a ver que va a haber un momento en el que los equilibrios van a determinar que haya inversión en determinados sectores. Y tienen razón. En algunos sectores siempre será conveniente invertir. Pero los desarrollistas lo que queremos es que haya inversión en la mayor cantidad de sectores posibles, lo antes posible, y que se exploten todos los recursos, aunque no estén cerca del óptimo.
Ellos argumenta que a diferencia de lo que pasaba con otros modelos, como la Convertibilidad o Martínez de Hoz, … ahora no hay déficit. Por eso esta idea puede andar…
Sí, es cierto que puede andar. Pero no por virtud. Puede andar; lo que quiero decir es: la convertibilidad estalló cuando el mercado dejó de creer que los números cerrasen, porque había déficit y no había flexibilidad para acomodar más nada. Entonces, ahí tienen razón: ahora no hay déficit. En lo que no tienen razón es que, mientras tanto, se sigue destruyendo la economía. Y al final, para que los números cierren, la economía tiene que crecer. Y después, para que una sociedad cierre, la economía tiene que crecer de manera más o menos equilibrada e inclusiva. Porque es cierto que solo con el litio y vaca muerta tal vez cierres las cuentas externas en Argentina. Pero si se siguen destruyendo todos los sectores de la economía real, eso no es sustentable socialmente. En última instancia, esto lo señala a menudo Luis María Ponce de León, esa es la discusión del desarrollismo con los liberales. ¿Qué modelo de país queremos? ¿Queremos un país para tres sectores o queremos un país que se desarrolle completo, con todos sus sectores? Con el impacto social que eso tiene.
¿No ven el problema de un modelo que cierra muy bien para algunos pero no contempla incorporar a todos los actores sociales y productivos?
La economía se tiene que ocupar de los problemas sociales, no se tiene que ocupar de otra cosa. No se trata de “tener en cuenta impacto social” de las cosas. La economía es antes que nada social, real, es el objeto de tu estudio y de tu política. Vos no podés decir “los números cierran con el litio y vaca muerta”. Tu problema como macroeconomista, como economista y como político es: la economía tiene que funcionar toda, con todos adentro. Por supuesto que si hay algunos sectores que son un desastre, esos sectores hay que ir desarmándolos o desafiándolos a reconvertirse. Ahora, lo que vos no podés decir es que no me importa lo que le pase a esa gente, no me importa nada, solo que las cuentas cierren y no haya déficit, etc…
Siempre lo decimos con Luis María Ponce de León. Esta vez puede cerrar. El tema es qué va a pasar cuando cierre o como dice Ponce, «con cuantos argentinos adentro cierra». Pero sí, es posible que pueda extenderse en el tiempo sin que haya una explosión.
Otro de los ejes de este gobierno es su estrategia de comunicación . Una vez me constante como esta inspirada en la obra «los ingenieros del caos»de Giuliano da Empoli. ¿Cómo es esa estrategia? ¿Funciona?
Por lo menos sirve para ganar una elección. Funciona. Y además funciona para crear un clima de opinión. O para sostener un clima de opinión. Lo que no sabemos es si conforma un bloque histórico. La verdad es que no sabemos. Bolsonaro fracasó y volvió su némesis que es Lula. Trump no pudo reelegir, pero después volvió. Es muy efectivo de todas maneras. Porque les da volumen político a dispositivos nuevos que políticamente habían sido siempre marginales. ¿Vos ves lo que son los ministros hoy? Uno no se sorprende de que el poder sea poderoso. Lo que te sorprende es cuando el no poder se convierte en poderoso. Entonces son dispositivos que asaltan la estructura del Estado.
La política es poder y el poder es del Estado. Los liberales tienden a pensar que el Estado no existe. Que lo que existe es sólo el gobierno. Y el gobierno existe regulado por las normas liberales. Pero el poder siempre tiene este componente de transubstanciación. No sabes si el poder es la persona, es la institución, los atributos. Para la mitología liberal son las instituciones. Por lo tanto, un sistema de normas lo único que garantiza que el poder esté en esa persona. En realidad, lo que está haciendo es representar el poder delegado de otras. El poder en las democracias dura lo que dura el clima de opinión que lo convalida.
¿Cómo ves el desafío de la política argentina? Hoy no hay una oposición renovada ni que ilusione…
¿Por qué no hay oposición? Los grupos políticos que perdieron las elecciones perdieron porque frustraron sus promesas y generaron mucho enojo. Esa frustración motivó mucho enojo y ese enojo se tradujo en voto castigo. Voto castigo hubo muchas veces en Argentina. Lo que pasa es que el castigo de uno iba al otro y del otro volvía a uno. Oscilaba entre peronistas y radicales con los intermezzos militares.
Lo que hay detrás es esto es nuevo, mucha frustración y enojo. En última instancia, si queres, para volver a formular el problema, en la historia de las sociedades siempre hubo cosas parecidas. Líderes, promesas, frustración, cambio de líderes.
Lo que pasa es que, comparado con el ideal republicano, liberal, ingenuo, de una alternancia de poderes y un bipartidismo entre un sector más progresista y otro más conservador, que es el ideal que señalaba Torcuato Di Tella, si uno lo mira desde el punto de vista abstracto e histórico parece muy ingenuo. Pero los liberales lo han defendido a capa y espada, como algo bueno y natural. Comparado con ese ideal, lo que está pasando es exacerbado. Pero no es tan exacerbado. Son gobiernos mediocres que no cumplen sus promesas y que por ende también caen frente al clamor público por una respuesta más genuina.
Ahora, lo que hay que ver es si esa respuesta se articula como una verdadera opción. ¿Qué es lo terrible? Que, si Milei decide mañana expulsar a 200.000 paraguayos y 100.000 bolivianos, está cumpliendo sus promesas. Y lo terrible sería que eso tuviese un 60% de aprobación en Argentina. Uno tiende a pensar que no, que no va a pasar. Porque de hecho la experiencia de sus opiniones agraviantes hacia los homosexuales parece haberle hecho daño.
El peronismo quedo muy debilitado tras el gobierno de Alberto Fernández y el PRO sin ser oficialismo cumplió un rol colaboracionista que lo desdibujó. ¿A quienes representa? ¿corre riesgo su sentido frente al envalentonamiento de los libertarios?
La política es articulación de demasiadas cosas en un universo muy complejo. El interés del liberal que estaba adentro del PRO probablemente se siente reivindicado por Milei. El interés del conservador que estaba adentro del PRO y que sintió que el PRO había bajado las banderas a favor de un progresismo tibio, también tal vez se siente reivindicado. El militar que había votado el PRO y que después tal vez también se frustró, se siente reivindicado por la presencia de Villarruel. O sea, hay grupos, que podríamos englobar genéricamente a la derecha, que probablemente se sientan reivindicados por el libertarismo y digan no, acá tengo un representante mejor para mí. Este me representa mejor. Es más aguerrido, es menos tímido. O es el que tengo que aguantar ahora…
Vos tenes dos componentes en las representaciones. Una, que es la que nos gusta enfocar, que es la representación, si queres, explícita, manifiesta. Que la persona diga lo que yo siento y pienso. O sea: mi representante dice lo mismo que yo digo, me identifico textual y explícitamente. Después hay otra serie de identificaciones y representaciones, subterráneas, de cosas que no me animo a decir, pero pienso; de cosas que nadie se anima a decir, pero que todos pensamos, prejuicios, miedos; cosas que queremos hacer, pero no nos animamos a decir. Esos dispositivos de representación son los interesantes. Y, además, se vinculan de manera muy curiosa con las estructuras. O sea, Trump no es un republicano clásico. Los republicanos, muchos están horrorizados con Trump.
Si, una de las cosas más alucinantes de este momento es que no hay oposición, y que la oposición está detonada. Pero ¿cuántas veces tuvimos estos momentos de entusiasmo, ilusión, y aparente hegemonía ideológica, pensamiento único? Muchas. Depende de cómo evolucionen las promesas y la frustración. En Argentina, que la economía se acomode es crucial, y que la economía se acomode no es sólo la estabilidad, aunque después de tantos desmanes la estabilidad sea un factor político crucial.
Gracias Max nuevamente